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CAPÍTULO QUINCE
Corta luna de miel
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Despedirse de todos para tomar el avión había sido más difícil de lo que me esperaba. Mentiría si dijera que no hubo lágrimas, pero lo cierto fue que Alice no nos dejó ser demasiado sentimentalistas. No quería que perdiéramos el avión por nada del mundo, aunque Edward me había asegurado que eso no pasaría porque era un avión privado. Se ganó un codazo de su hermana, pero supongo que era su forma de aliviarnos un poco a ambos.
Solo me había separado de Jacob para bailar con algunos de nuestros invitados, y luego para ponerme ropa cómoda para el avión. Eran entre seis y ocho horas de vuelo, así que no me apetecía estar en vestido y tacones. Alice no puso ninguna resistencia a que me cambiara de ropa, de hecho, apoyó mi opinión con rapidez. Los Cullen nos dejaron el Mercedes negro para ir al aeropuerto, algo que emocionó a Jake por conducir semejante coche. Era hasta tierno ver cómo le brillaban los ojos mientras conducía hacia Seattle.
Como nos había dicho el lector de mentes, el avión era realmente privado. Un piloto nos esperaba al lado del vehículo y nos saludó con efusividad, mientras algunos empleados metían nuestras maletas. Cabe destacar que habían sido llenadas por Alice y Emmet, por lo que me esperaba, literalmente, cualquier cosa viniendo de ellos dos. Rosalie me había asegurado que había supervisado aquello, pero su sonrisa ladeada no me había dejado muy tranquila que digamos.
Me acomodé en el acolchado asiento, abriendo la ventanilla para poder ver algo. Jacob se dejó caer en el asiento de mi lado, tomó mi mano y dejó un beso en ella para llamar mi atención. Parecía cansado, pero sus ojos no dejaban de brillar.
—¿Por qué no duermes un poco, Jake? —cuestioné con suavidad.
—Dentro de un poco. —me aseguró, esbozando una sonrisa que marcó sus hoyuelos. —Quiero observar un poco más lo bien que te sienta el matrimonio, señora Black.
—Eres un teatrero. —me quejé, mientras le daba un pequeño puñetazo en el pecho. —No llevamos tanto tiempo casados, tarado.
—Y aun así me da la sensación de que estás más radiante que antes.
Sonreí levemente, notando como me ardían las mejillas ante sus cumplidos. Se rio de forma leve, achicando un poco sus ojos. Lucía más adorable.
—Les recomiendo que duerman, señores Black. —la voz del piloto me hizo dar un brinco. Me dio una sonrisa avergonzada. —El vuelo será largo y la señorita Cullen me ha asegurado que ninguno de los dos ha dormido mucho.
Alice...
Asentí, mientras Jacob soltaba aire por la nariz de forma exagerada. El piloto se fue a la cabina, dejándonos solos.
—No me voy a acostumbrar a que nos llamen señores Black. —musitó por lo bajo, algo divertido. —Me hace sentir... mayor.
—Será mejor que durmamos. —señalé, mientras me acomodaba en el asiento. —Entre seis y ocho horas... bueno, me parece una buena siesta.
Jake se echó a reír, mientras besaba de forma casta mis labios. Él también se acomodó para dormir, y dejé que se me cerraron los ojos, dándome cuenta de lo cansada que estaba. La euforia de toda la boda ahora se cambiaba por cansancio. De haber dormido poco por la noche en el lago con Jake, de haber estado algo nerviosa, de haber bailado. Por mucho que me costara negarlo, me lo había pasado bien. Aunque ahora estaba más concentrada en dormir lo mejor que pudiera en aquel asiento. Al menos, tenía la calidez de Jacob, la cual siempre me llenaba de paz.
No pensaba dormir todo el vuelo, de hecho, mi mente pensaba que era imposible estar tanto tiempo en aquel asiento. Pero me di cuenta de que verdaderamente había dormido todo el tiempo cuando la sacudida del avión me despertó. Vi como Jake se estiraba, y algo me dijo que él también había dormido todo el rato. Me sonrió, todavía medio dormido, y no pude evitar una risita.
Luego del viaje en avión, debíamos tomar un bote porque no nos íbamos a quedar en Honolulu. Lo cierto era que me había olvidado por completo el nombre de la otra isla, mi cerebro todavía estaba dormido. Observé a Jacob saltar en el bote sin dificultad, a pesar de que había insistido en llevar él las maletas. Se giró y me ayudó a subirme. Preparó todo, bajo mi mirada, y acabó por confesar que Edward le había dado ciertas indicaciones. Seguramente mi confusión era demasiado marcada en mi expresión facial.
—¿Tienes idea de cuanto más falta? —pregunté.
—Media hora más. —aseguró, mientras me miraba de reojo.
Me aferraba al asiento, pero lo cierto era que estaba medio inclinada hacia delante. La brisa de la velocidad del bote hacía que se me revolviera el pelo, y no podía evitar sonreír. Solté un pequeño grito emocionado, causando su risa.
—Lizzie, mira. —apuntó al frente.
Gracias al reflejo de la blanca luna en el mar, la silueta que al principio parecía un forma oscura, tomó más detalle. Era una especie de triángulo, bastante irregular, hundiéndose en las olas. Era una pequeña isla, más pequeña de lo que me esperaba. Estaba justo frente a nosotros. Las palmeras parecían saludarnos, y la arena de la playa brillaba bajo la luz de la luna.
—Es preciosa. —musité.
—Fue una recomendación de Emily y Sam. —aseguró alzando la voz para que lo escuchara por encima del motor. —Me aseguraron que era la más privada de todas.
El bote bajó de velocidad de forma drástica mientras trazaba un camino con precisión hacia un pequeño muelle de placas de madera que era iluminado por la claridad de la luna. El motor se apagó y le siguió un suave silencio, roto por las olas al romper contra el bote. El aire era cálido, húmedo, como el vapor que se queda luego de un baño caliente.
Jake colocó las maletas en el muelle y se giró hacia mí. Sonrió de forma perfecta, de esa forma que tanto me gustaba, mientras se acercaba. En lugar de tomar mi mano, como me esperaba, me tomó en brazos, arrancándome un grito de sorpresa.
—¿No se supone que esto se hace delante de la puerta? —pregunté, algo divertida, mientras bajábamos del bote.
—Se supone, pero no me conformo.
Tomando en una mano las maletas y cargándome con el otro brazo, realmente no pensaba en la fuerza que tenía nuestra especie hasta este preciso momento, nos llevó desde el muelle hacia la arena que era rodeada por vegetación. Me daba la sensación de que se había memorizado un plano, por la seguridad con la que caminaba. Entre toda aquella vegetación vi una luz, que no tardó en ser una especie de cabaña. Lo miré de reojo, viendo su sonrisa.
Me bajó en la puerta y tomó una de mis manos, dejando las maletas. Recorrimos la casa, ambos en silencio, encendiendo las luces por donde pasábamos. Me dio una sensación de que aquella casa era demasiado grande para una isla tan pequeña. También, estaba claro que la decoración estaba basada en casas americanas, puesto que me recordó a las habitaciones que había visto de la casa de los Cullen. Esto me llevó a pensar si ellos también habían tenido algo que ver.
Jake me dejó observar la última habitación, la que se suponía que era la habitación principal. La mitad era ocupada por una enorme cama, con una mosquitera casi imperceptible. De haber sido completamente humana estaba segura de que no la habría visto. El cuarto estaba muy caliente, más que la noche tropical de fuera. Caminé hasta rozar la cama con las yemas de los dedos, asegurándome de que no estaba soñando.
—No contaba con que hiciera tanto calor. —la voz de Jake sonaba sorprendida. —Es increíble que lo notemos.
—Definitivamente. —murmuré por lo bajo.
—Me preguntaba si te apetece nadar. —dijo lentamente, haciendo que me girara a mirarlo. —En la oscuridad. —añadió, haciendo un gesto con las cejas.
—Suena bien. —asentí, intentando mantener los pensamientos pecaminosos. —Creo que deberíamos tener unos minutos humanos, ¿no te parece? Fue un viaje largo.
Asintió y mientras abría con tranquilidad la maleta con mi nombre, él caminó hacia el baño. No supe que hizo, ya que le llevó poco tiempo. Casi pareció un vampiro cuando volvió sobre sus pasos, y me di cuenta de que estaba descalzo.
—No tardes mucho, señora Black. —su voz en mi oído me hizo dar un brinco, mientras sus labios recorrían mi cuello. —Te esperaré en el agua.
Lo escuché caminar hacia la puerta que daba directamente a la playa, escuchando el ruido de su camisa cuando se deshizo de ella. Rebusqué entre las prendas, maldiciendo a cierta vampiresa al darme cuenta de las etiquetas en aquella ropa. La mitad de ella no me sonaba de nada. Y quería matarla al ver la cantidad de encaje, satén y seda que había.
Oh, dichosa duendecita.
Me resigné y me dirigí al baño. Me dirigí hacia los espejos sobre la pared. Me veía exactamente como si hubiera pasado durmiendo todo el día en un avión, lo que me arrancó una mueca. Encontré mi cepillo y acomodé los bucles lo mejor que pude. Me lavé la cara, ya que para mi sorpresa, me sentía como si estuviera hirviendo. Me aseguré de que tenía las piernas suaves, y un pensamiento para nada sano pasó por mi mente, haciendo que tuviera que lavarme la cara de nuevo.
Decidí no ponerme nada de lo que había en la maleta y me deshice de la ropa que tenía puesta. Agarré una toalla blanca, realmente enorme, y me envolví en ella. Respiré hondo varias veces, tratando de calmar mi mente, aunque casi me da algo al ver unas cajas en la maleta. De nuevo, maldije a Alice al leer lo que eran. Realmente ella había pensado en todo. Y cuando digo todo, me refería a todo.
Sali por la puerta hacia la fina arena. Todo se veía blanco y negro, como si fuera una película antigua. La luz de la luna opacaba los restantes colores. Caminé lentamente a través de la arena tibia, viendo de reojo la ropa de Jacob en un árbol. Miré hacia las pequeñas ondas del agua, oscuras en la noche, buscándolo. No fue difícil de encontrarlo, al menos para mí. Estaba parado, con la espalda hacia mí, la cintura dentro del agua, mirando hacia la luna. La pálida luz de la luna hacía ver su tono de piel mucho más brillante, de un chocolate realmente impresionante. Su cabello mojado estaba tan negro con el océano, mucho más de lo normal. No se movió, y me permití observarlo mientras no dejaba de caminar hacia él.
—Te gusta hacerte de rogar. —murmuró con la voz ronca, pero no me miró.
—Lo bueno se hace esperar, querido. —me burlé.
Giró la cabeza para mirarme y no pude evitar sonreír socarrona. Había dejado caer la toalla antes de entrar en el agua, y ahora su oscura mirada me miraba de arriba abajo sin cortarse. Sus ojos oscuros, iluminados por la clara luna, brillaron de forma muy específica. No era la adoración con la que solía mirarme. No, era lujuria.
—No hay nada que no hayas visto ya. —musité, acercándome a él y posando mi mano sobre su cálido abdomen. —Así que deja de mirarme como si fuera la primera vez que lo haces.
—Es la primera vez desde que estamos casados. —me recordó con dulzura, aunque su voz salió más ronca de lo normal.
—Te aseguro que nada ha cambiado. —murmuré, ronroneando para sacarlo de quicio.
Apretó la mandíbula, mientras sus ojos se oscurecían, si es que eso era físicamente posible. Sus brazos me envolvieron, reteniéndome contra él. Sonreí cuando nuestros pechos desnudos se tocaron y el soltó un gimoteo.
—Espero que hayas recargado energías. —me susurró, con la voz teñida por lo mismo que predominaba en sus brillantes ojos. —Porque no pienso dejar que tengas ropa encima.
—¿Ninguna durante nuestra estancia aquí? —pregunté, mientras rodeaba su cuello con mis brazos. —¿Ni siquiera cuando vayamos a ver a tu hermana?
—Da gracias que vayamos a verla, porque entonces te aseguro que no serías capaz de andar, Lizzie.
Sonreí de forma amplia, mostrando los dientes. Se suponía que era una amenaza, pero aquello solo encendió un fuego en mi interior que llevaba unos minutos tratando de ignorar.
—Eres mío, Black, espero que después de esto no lo olvides.
—Para siempre. —señaló.
Unió nuestros labios de forma brusca, para luego hundirnos en la profundidad de las aguas.
Realmente Jacob había cumplido su promesa, como si se hubiera tomado al pie de la letra eso de que era de la familia Wolf. Solo tuvimos ropa puesta el día que fuimos a ver a Rebecca y a su marido, y también fue el día en el que hicimos algo de turismo. Según él, para que luego no nos preguntaran que narices habíamos hecho durante todo el tiempo.
Oh, puedo asegurar que había quemado las calorías que había ingerido a lo largo de toda mi vida.
Algo despertó en Jacob, como si fuera una bestia sedienta. Y lo cierto era que no me iba a quejar demasiado. Era por lo único que agradecía que Alice hubiera sido tan precavida de meter semejante cantidad de cajas en nuestras maletas. De lo contrario, tendríamos un problema.
De hecho, lo único que frenó a mi lobo fue la llegada de la visita del mes. Eso lo trajo de nuevo a la realidad y se calmó un poco. Fueron los días en los que aprovechamos para ver mejor la isla, e ir a las otras a hacer fotos. Aunque su mirada brillante seguía ahí. Y eso me hizo replantearme si, al igual que los Hijos de la Luna, los lobos Quileute tenían una época de celo. De otra manera, no tenía nada que me explicase el comportamiento de Jake, porque no estaba embarazada. Me hacía temer su comportamiento sexual cuando eso pasara.
Llevábamos dos semanas en Hawái, y lo cierto era que a los dos días había dejado de preocuparme de la manada de perros que dirigía. Jacob se había encargado de distraerme. Y lo había hecho bien, demasiado bien. Realmente estaba siendo una luna de miel digna de llevar ese calificativo. No quería que se acabase.
—Jake, ya. —me reí, mientras lo apartaba de mi cuello. —Déjame ver este capítulo. —palmeé la mano que tenía en mi muslo. —Por dios, ¿es que no te quedas seco? ¡Jake! Quiero ver la serie.
—Es que me aburro. —se quejó, para luego morderme un hombro.
—Pues mira la televisión. —señalé, intentando apartarlo de nuevo. —El juego está muy interesante.
—Yo quiero jugar contigo, amor.
Me reí, ya que era como un niño pequeño. En otras circunstancias, seguramente lo habría mandado a paseo, pero estaba de buen humor. De muy buen humor.
El ruido de mi teléfono nos hizo quedarnos quietos. Llevaba dos semanas sin sonar. Solo habíamos hablado con nuestros padres el día que llegamos, para asegurarles de que todo estaba bien. Por eso, me dio malas vibraciones. Jake se apartó de mí, confundido, al darse cuenta de que era mi teléfono.
Me levanté y me acerqué a él descalza. Observé el nombre del contacto, "CASA", antes descolgar la llamada. Llevé el dispositivo a mi oreja y esperé. Luego de unos segundos, la voz de mi madre sonó.
—Lizzie, mi niña. Qué bueno que contestas.
—Hola, mamá. Creí que no llamaríais hasta el viernes.
Miré de reojo a Jake quien asintió. Al otro lado, mi madre suspiró.
—Ese era el plan, pero ha surgido algo.
Eso me hizo fruncir el ceño y Jacob se acercó con rapidez.
—¿Ha surgido algo? ¿A qué te refieres, mamá? ¿Estáis todos bien?
Su silencio no me gustó nada. Si no fuera por las caricias de Jacob en mi espalda, me habría puesto de los nervios.
—Mamá.
—Yo... creo que deberíais volver a Forks.
—¿Qué ha pasado, mamá?
Al formular la pregunta, no me imaginé que la respuesta sería un eclipse al sol del que llevaba tantos días disfrutando su calor:
—Es tu hermano, Lizzie.
|𝗙𝗶𝗻 𝗱𝗲𝗹 𝘀𝗲𝗴𝘂𝗻𝗱𝗼 𝗮𝗰𝘁𝗼|
¡Hola, hola! ¿Qué tal estáis? Espero que bien.
Bien, de acuerdo, soy un poco desgraciada al dejaros así. El primer paso es admitirlo, okay. Pero, honestamente ya sentía que era el momento de cortar Eclipse. Y como aprendí de mis queridas películas de la saga (me refiero a Amanecer), cortar de forma epic es lo mejor. Y eso he intentado (que igual me he quedado en el intento).
Seguramente os he pillado de sopetón con el fin del segundo acto, no me extrañaría demasiado. Analicemos. Ya ha tenido lugar la batalla con los neófitos, Jake se curó, nuestra pareja favorita se casó, ¿Qué más queríais en solo un acto, queridxs míxs? De verdad que no podía pasar nada más, así que por eso se acaba aquí. Quince capítulos, cinco menos que el primer acto, pero c'est la vie (no sé francés, si lo he escrito mal que alguien me ayude upsi).
Por si alguien me pregunta, no, no tengo pensado escribir ningún capítulo extra narrado por Jake o por cualquier otro personaje. ¿Por qué? La primera razón es porque me acabo de acordar de que lo hice en el anterior acto, efe. Y luego está porque para amanecer (no os digo que parte porque soy así de malvada) estoy planeando algo distinto, comparado con Luna Nueva y Eclipse. A veces me explico de pena pero no puedo deciros nada sin haceros un spoiler del tamaño de la Gran Muralla de China.
Sabéis que significa que se acabe el acto, ¿verdad?. ¡Efectivamente! (Ahora me creo Dora la Exploradora y asumo que me contestáis, xd). Decid adiós al banner que nos ha estado acompañando durante quince capítulos. En el fondo me da pena, pero el banner del siguiente acto es, si cabe, más bonito que este. O eso es lo que me parece a mí, vaya.
Pero Amanecer no traerá consigo solo un nuevo banner, no, no. Tiro la casa por la ventana (no literalmente porque haber quien me explica como repámpanos tiro una casa por una ventana). Si os habéis fijado en mi perfil seguramente ya intuiréis a que me refiero. Si no, ¡ya lo veréis cuando se estrene el nuevo acto!
Mientras no venga el tercer acto, os sugiero que os paséis por el resto de mis obras. Ya si eso vosotrxs haced lo que queráis, pero es mi bonita sugerencia para que no os aburráis como ostras. Y, también os recomiendo que me sigáis, porque en mi perfil siempre aviso de todo lo referido a mis historias. Así que puedo anunciar la fecha de estreno del nuevo acto y tú no te enteras porque no me sigues. No digo más, je.
Nada más por mi parte, pero ya sabéis que...
¡Nos leemos en comentarios!
~I 👑
|Publicado|: 13/04/2021
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