14.
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CAPÍTULO CATORCE
El plan de salida
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["Jacob"]
Luego de estar corriendo durante horas y de que Seth me informara de las novedades, no vacilé delante del umbral y lo crucé como si estuviera en mi propia casa. Supuse que eso iba a enojar a Rosalie, pero mi esfuerzo fue en vano ya que ni la Barbie ni Bella ni Lizzie se hallaban a la vista. Miré hacia todos lados, pero no estaban.
—Se encuentra bien. —musitó Edward—, o estable, debería decir...
El vampiro se hallaba en el sofá con la cabeza entre las manos. No había levantado la mirada ni quiera cuando me dirigió la palabra. Esme no se apartaba de su lado y le apretaba con fuerza los hombros.
—Hola, Jacob. —me saludó. —Me alegra tenerte de vuelta.
—Eh...—Hola. —contesté. —¿Dónde están Lizzie y Bella?
—En el servicio. —me respondió Alice, quien estaba en lo alto de las escaleras. —La mayoría de la dieta es fluida, ya sabes. Además, tengo entendido que ese es uno de los efectos del embarazo.
Me quedé allí como un pasmarote.
—Qué bien. —refunfuñó Rosalie. Ladeé la cabeza a tiempo de verla llegar desde una sala semioculta por las escaleras. Acunaba a Bella entre los brazos, con Lizzie detrás haciendo un mohín. —Sabía que algo apestaba.
Lizzie le gruñó y ella le sacó la lengua. Bella se dio cuenta de mi presencia, y sonrió.
—Has venido. —jadeó.
—Hola, Bells.
Esme y Edward se levantaron. Observé el cuidado con el que la Barbie depositaba a la embarazada en el sofá. A pesar del esmero, Bella se puso blanca como la cal y contuvo la respiración. Lizzie se acercó a mí, dando pequeños brinquitos como los de Alice, para colgarse de mi brazo.
—¿Tienes frío? —le preguntó Edward a la enferma.
—Estoy bien.
—Recuerda el consejo de Carlisle, Bella: no le restes importancia a las molestia. —la instó Rosalie. —Eso no nos ayuda a cuidar de ti.
—De acuerdo, tengo un poco de frío. ¿Puedes pasarme una manta, Edward?
—¿No está eso un tanto fuera de lugar estando nosotros aquí? —farfullé.
—Acabas de entrar y seguro que después de tirarte el día entero de un lado para otro. —repuso Bella. —Descansa un minuto. Probablemente se me pasará...
—¡Joe! —exclamó Lizzie.
A los pocos segundos, el mencionado llegó corriendo, mientras acababa de masticar algo. Se sentó al lado de Bella y esperó a que ella se acomodara para pasarle un brazo sobre los hombros, mientras fingía no estarlo haciendo.
—Gracias, Joe. —dijo, con una nota de escalofrío en la voz.
—De nada. —repuso.
Edward se sentó junto al brazo del sofá, a los pies de Bella.
—¿Por qué no le traes a Jacob algo de comida, Rosalie? —pidió Alice, a quien no había visto acercarse al respaldo.
Rosalie no salía de su asombro y dirigió una mirada fulminante hacia el lugar de procedencia de la voz.
—Te lo agradezco mucho, Alice, pero preferiría no comer nada que Rosalie haya podido escupir. Seguro que mi cuerpo metaboliza el salivazo como si fuera veneno.
—Rosalie jamás avergonzaría a Esme con semejante falta de hospitalidad.
—Por supuesto que no. —espetó la rubia con una voz aterciopelada de la que desconfié.
Edward suspiró y miró a Lizzie, quien asintió con la cabeza. Se soltó de mí, dándome un empujón para que me sentara a los pies de Bella. Luego, desapareció hacia la cocina. Rosalie se levantó y salió hacia la misma dirección. A los pocos segundos escuché a mi mujer reclamarle algo y como la Rubia se partía de risa.
Entonces, ambas estuvieron de regreso. La Barbie tenía la misma expresión facial que si le hubieran roto uno de sus bolsos de diseñador, mientras Lizzie sonreía con altanería. Rosalie le sacó la lengua de manera un poco infantil, haciendo que mi mujer se partiera de la risa. Me tendió un plato.
—Todo tuyo, Jake. —Lizzie me guiñó un ojo.
La comida parecía magnífica. Nada menos que un bistec con patatas y una completa guarnición.
—Gracias, nena.
La rubia bufó, pero Lizzie amplió su sonrisa, mientras se sentaba a mi lado.
—Eh, Rosalie, ¿sabes cómo se llama a una rubia con cerebro? —le pregunté y contesté sin esperar respuesta: — Golden Retriever.
—Ese también lo había oído. —repuso.
—Lo seguiré intentando. —farfullé, antes de centrarme en la comida.
La rubia torció el gesto y puso los ojos en blanco, mientras Lizzie soltaba una risa entre dientes. A continuación, se sentó en uno de los brazos del sofá y comenzó a hacer zapping en la televisión. Aunque, con la velocidad con la que cambiaba de canal era imposible que estuviera buscando algún programa.
La comida estaba buenísima, a pesar del fondo apestoso a vampiro que flotaba en el ambiente, y lo cierto era que empezaba a habituarme. Quizás tener el aroma floral y a canela de Lizzie a mi lado ayudaba un poco.
Lizzie apoyó la cabeza en mi hombro y cerró los ojos, como si estuviera descansando. Me pregunté cuanto había dormido, pero en ese momento noté los helados dedos de Bella en mi pelo.
—Tal vez ha llegado el momento de cortármelo, ¿no te parece?
—No pedí hora con el veterinario. —murmuró Lizzie, esbozando una sonrisa ladeada.
Me pareció ver un atisbo de sonrisa en la Barbie, pero desapareció tan rápido como lo vi.
—Te estás pareciendo más a un oso que a un lobo. —asintió Bella, y vi por el rabillo como tomaba uno de los bucles de Lizzie entre los dedos. —tal vez...
—Déjame adivinar, alguien de por aquí ha cortado el pelo en una peluquería parisina...
Ella rio entre dientes, mientras mi mujer me pegaba un suave codazo.
—Es probable.
—No, gracias. —le atajé, antes de que pudiera hacerme una oferta en firme. —Estoy bien todavía para una cuantas semanas más.
—Eso es lo que tú crees. —se burló Joe.
Rodé los ojos, mientras me preguntaba durante cuánto tiempo iba a estar bien ella, y empecé a darle vueltas a cuál sería el modo más amable de formular aquella pregunta. Lizzie abrió un ojo y me miró, como si supiera lo que maquinaba.
—Esto... Oye... ¿Cuándo es la gran fecha? Ya sabes, el día previsto para que nazca el monstruito. —me dio un manotazo en la nuca que me hizo el mismo efecto que el roce de una pluma al nacer. No puedo decir lo mismo del pellizco que me dio Lizzie. Pero la humana no me respondió. —Hablo en serio. —le insistí. —Me gustaría saber cuánto vamos a tener que andar por aquí.
Me volví para mirarla. Estaba frunciendo el ceño.
—No lo sé. —admitió en un murmullo, haciendo que Lizzie también girara la cabeza para mirarla. Joe tenía el ceño fruncido. —No exactamente. Es obvio que no van a aplicarse los nueve meses convencionales y los ultrasonidos tampoco nos sacan de dudas, por lo que Carlisle hace cábalas tomando como referencia el volumen de mi vientre. Se supone que en los embarazos normales se llega a unos cuarenta centímetros cuando el bebé está completamente desarrollado. —nos informó mientras llevaba el dedo al centro de su abultada tripa. No pude evitar el mirar de reojo a Lizzie. —Eso hace un centímetro por semana, ¿no? Pues esta mañana volvía a estar muerta de sed y he ganado dos centímetros en un solo día, y a veces he aumentado incluso más...
¿El feto crecía en un día lo de dos semanas? Los días pasaban volando. La vida se iba a marchas forzadas. Entonces, ¿Cuántos días podían quedarle a Bella si la cuenta terminaba al llegar a los cuarenta centímetros? ¿Cuatro?
Necesité prácticamente un minuto para darme cuenta de que debía volver a respirar.
—¿Estáis bien? —nos preguntó Bella.
Me limité a asentir, pues no estaba muy seguro de que tipo de tono de voz me iba a salir. Lizzie tenía los labios fruncidos en una línea, y la conocía lo suficiente como para saber que lo estaba haciendo para que no le temblara el labio inferior. Me pareció ver que Joe había perdido varios tonos de piel y estaba mirando al suelo con expresión abatida.
Edward miró en otra dirección, seguramente al escuchar los pensamientos de los tres, pero pude verle el semblante perfectamente en el reflejo de la pared de cristal. Volvía a ser el de un hombre consumido.
Bella alternó su mirada entre los tres, probablemente estudiando nuestras expresiones. Lizzie movió su mano hacia la mía y me dio un apretón. Eso me hizo girar la cabeza para mirarla, y se me quedó mirando intensamente. Asentí con la cabeza a su pregunta mental; nos quedaríamos hasta que el corazón de nuestra amiga se parara. Luego, ambos miramos a Joe, quien tenía la mandíbula apretada y parecía esforzarse en respirar con normalidad. Parecía atacado con la idea.
Desde que había empezado a pasar tiempo con Bella, parecía no despegarse de ella. Pero... ¿a santo de qué? ¿Por qué se estaba muriendo o porque sabía que su muerte nos dañaría a Lizzie y a mí? ¿Porqué de repente Joe parecía tan unido a ella?
Bella recorrió el pómulo de Joe con un dedo. Fue cuando me di cuenta de que tenía el rostro bañado en sudor, y Lizzie apretó mi mano.
—Todo va a ir bien. —canturreó la humana.
No importaba la falta de significado en aquellas palabras. Las pronunció como quien canta una nana a los niños pequeños.
—Fijo. —musitó Joe.
Bella reclinó y apoyó la cabeza en el hombro del menor de los Wolf, clavando sus ojos marrones en mí.
—Todavía no me creo que hayas venido. Lizzie y Joe me lo aseguraron, y Edward también, pero no les creía.
Ambos hermanos pusieron la misma expresión dolida.
—¿Por qué no? —pregunté con cierto malestar.
—No estás a gusto aquí, pero has venido igualmente.
—Querías que viniera. Además, Lizzie está aquí.
—Lo sé, —miró levemente a Lizzie. —Pero ninguno tenía que haber venido. No está bien que yo desee teneros aquí.
Se hizo el silencio durante cerca de un minuto. Edward volvió a la posición anterior, con el rostro mirando hacia la televisión mientras Rosalie seguía cambiando de un canal a otro. Debía de llevar por lo menos seiscientos.
—Gracias por venir. —susurró Bella, aunque los tres lo escuchamos perfectamente.
—¿Puedo preguntar algo?
Lizzie me lanzó una mirada de advertencia.
—Por supuesto. —asintió Bella.
Edward daba el pego y parecía no prestarnos atención. Pero era más que claro que estaba con la antena puesta en la conversación.
—¿Por qué quieres que estemos aquí? —en el plural, había incluido a Lizzie. Íbamos en pack. —Joe o Seth podían haberte mantenido caliente y probablemente esos pequeños rebeldes habrían estado felices de rondar por la casa. Pero tú vas y sonríes como si nosotros fuéramos tus favoritos en el mundo.
—Sois unos de mis preferidos.
—Auch. —dramatizó Lizzie.
—Aun sigues sin responder, —señalé. —¿Por qué?
—Me siento completa cuando estáis aquí, los tres. Tengo esa sensación propia de cuando está reunida toda la familia... Bueno, quiero decir, la sensación que se debe sentir, porque nunca antes había tenido una familia numerosa. Es bastante guay. —sonrió durante una fracción de segundo, mientras Joe fruncía más el ceño. —Y no está completa si faltáis alguno de los tres.
—Bella, yo jamás he formado parte de tu familia. —gruñó Joe entre dientes.
—Tú siempre has formado parte de mi familia. —discrepó ella. —Eres el hermano pequeño de Lizzie.
Rechinó los dientes.
—Menuda birria de respuesta.
—Joseph. —lo advirtió Lizzie.
—¿Y cuál habría sido la buena? —preguntó Bella, confundida.
—Algo así como: <<Es el karma, Joe>>. —dramatizó.
Bella dio un respingo.
—¿Y eso te parece mejor?
—Más llevadero, supongo que sí. —el menor de los Wolf puso los ojos en blanco al ver la mirada de su hermana mayor. —Podría comprenderlo mejor, digo yo.
Desvié la mirada, para observar el rostro de la humana. Apretaba con fuerza los párpados cerrados y fruncía el ceño.
—Sé que no soy tu persona favorita por todo lo que ha pasado entre tu hermana, Jacob y yo. Pero llevas formando parte de mi vida desde que naciste, Joe. —hizo una pausa de un segundo sin abrir los ojos, como si estuviera a la espera de que él lo negara. Continuó al comprobar que ninguno decía nada. —Cometí muchos errores con ellos dos, y de alguna forma contigo. Solo quiero compensar todo...
Se le apagó la voz y el ceño de preocupación se suavizó hasta convertirse en una simple arruga en la comisura de los labios. Esperé a que ella dijera algo más, en especial al ver la mueca algo arrepentida de mi pequeño cuñado, pero desde el fondo de la garganta de la humana llegó un leve ronquido.
—Está agotada. —intervino Edward en voz baja. —Ha sido un día largo y duro. Creo que se hubiera tendido a dormir antes, pero estaba esperando a que los tres estuvierais despiertos.
No le miré, ninguno lo hicimos.
—Seth me ha dicho que tiene otra costilla rota. —farfullé.
—Sí, y eso le dificulta la respiración.
—Genial.
Me quedé en silencio unos segundos.
—¿Son cuatro días...?
—Más o menos. —repuso Edward sin levantar la mirada.
—Y entonces, ¿qué? —cuestionó Joe.
—¿A que os referís?
Me acordé de las palabras de Bella sobre el feto envuelto y protegido por unas membranas tan fuertes como la piel de un vampiro. ¿Cómo funcionaba eso? En otras palabras, ¿Cómo iba a salir ese feto del útero?
—No hemos podido investigar mucho, pero a juzgar por la información disponible, —habló Edward, como si los tres hubiéramos preguntado lo mismo. —parece que las criaturas usan los dientes para escapar de la matriz.
—¿Investigar...? —preguntó Lizzie, con voz ahogada.
—No habéis visto por aquí a Jasper ni a Emmet por ese motivo, y eso es lo que está haciendo ahora mismo Carlisle: descifrar antiguas historias y mitos a fin de tener algo con lo que poder trabajar aquí. Buscan cualquier cosa que pueda ayudarnos a predecir la conducta de la criatura.
—¿Historias...? —Joe parecía estar pensando en voz alta. —Si hay mitos antiguos, eso significa...
—...que tal vez no sea la primera de su clase. —comentó Edward, probablemente anticipándose a la pregunta del menor. —Quizá. Todo es de lo más impreciso. Es fácil que muchos mitos tengan su origen en el miedo y en una imaginación calenturienta aunque...—la voz le flaqueó. —Los mitos humanos son ciertos, ¿no? Bueno, puede que estos también lo sean. Parecen estar localizados y vinculados...
—¿Cómo los habéis encontrado...? —preguntó Lizzie.
—Conocimos a una mujer sudamericana muy arraigada a las tradiciones de su pueblo. Estaba al tanto de los avisos contra las criaturas de las viajes historias que habían pasado de una generación a otra.
—¿En que consistían esos avisos?
—Había que matar a la criatura nada más nacer, antes de que cobrara demasiada fuerza.
Era exactamente lo que pensaba Sam.
Lizzie me miró, con el ceño fruncido con preocupación. Le di un suave apretó en la mano.
—Las leyendas dicen lo mismo de nosotros, por supuesto, —siguió hablando el vampiro—, que somos unos asesinos desalmados y debemos ser destruidos.
Soltó una risotada entre dientes, mientras miraba de reojo a Joe.
—¿Qué cuentan esas historias acerca de las madres?
El dolor crispó las facciones de Edward, a quien le quedó un careto que echaba de espaldas.
No iba a darnos una respuesta. Parecía incapaz de articular alguna palabra.
Rosalie había permanecido tan callada y quieta que casi había llegado a olvidarme de su presencia. Pero fue ella la que metió baza en la respuesta.
—Ninguna sobrevivió, por supuesto. —contestó, sin hacer amago de ocultar la nota de mofa procedente del fondo de su garganta. Directa e indiferente, así sonaba. —Parir en medio de los marjales infectados de enfermedades, sin otra asistencia que la de un brujo que les untaba la cara con saliva de perezoso para alejar a los malos espíritus, jamás ha sido el más seguro de los métodos. La mitad de los partos normales acababan mal. Ninguno de ellos tuvo a su disposición lo mismo que este bebé: cuidadores con una idea de sus necesidades, capacitados para atender sus carencias, un médico con un conocimiento amplio sobre la naturaleza vampírica y un plan pensado para conservar al niño lo más a salvo posible. El bebé va a estar bien y la madre cuenta con la ponzoña de vampiro para reparar los daños. Esas otras madres hubieran sobrevivido con toda probabilidad si hubieran contado con los mismos medios... Si esas madres han existido, que de eso no estoy nada convencida.
Olisqueó con desdén.
El bebé, el bebé. Era como si no importara nada más. La vida de Bella era un detalle menor para Rosalie, algo de lo que aparentemente uno podía desentenderse.
El rostro de Edward estaba tan blanco como la pared y tenía las manos tensadas a modo de garras. Rosalie se giró en su sillón para poder estar de espaldas a él, con un egoísmo puro y una plena indiferencia. Él cambió de postura y se inclinó hacia delante.
Se quedó quieto y enarcó una ceja.
Miré como Joe tomaba el plato en silencio y luego lo lanzaba con un giro de muñeca fuerte y veloz contra la nuca de la Barbie, donde impactó de lleno, en medio de un gran estruendo. Luego, salió rebotado y cruzó toda la habitación, para acabar quieto cerca del grueso poste de la escalera, solo con una rayada.
Bella se removió, pero no llegó a despertarse.
—Estúpida rubia. —murmuró Joe.
Rosalie volvió la cabeza muy despacio. Tenía los ojos llameantes.
—Me has manchado el pelo de comida.
Joe se alejó de Bella para no perturbarla y se empezó a reír con tantas ganas que comenzaron a caerle lagrimones por la cara. Lo cierto era que ni Lizzie ni yo estábamos mucho mejor. Enseguida escuchamos la risa musical de Alice, quien se unía a nuestras carcajadas.
Me pregunté por qué Rosalie no saltaba, pues esperaba algo así. Luego, me di cuenta de que el ruido había terminado por despabilar a Bella.
—¿Qué es tan gracioso? —murmuró.
—Le he llenado el pelo de comida. —le dijo Joe, riendo de nuevo en voz alta.
—No voy a olvidar eso, chucho. —masculló Rosalie.
—Está chupado borrarle la memoria a una rubia, —repliqué, saliendo en defensa de Joe. —Basta con soplarle al oído. Tiene la cabeza tan hueca que se le van las ideas.
—A ver si buscas chistes nuevos. —me espetó.
—Venga, Jake, Joe, dejad tranquila a Rosal...—Bella se interrumpió a mitad de frase e inhaló con un ruido agudo.
Edward se acercó a ella en un instante. Su esposa parecía tener convulsiones y arqueaba la espalda, que ya no reposaba sobre el respaldo del sofá.
—Solo se está estirando. —jadeó.
Tenía los labios blancos como la cal y apretaba con fuerza la mandíbula. Daba la impresión de que lo hacía para contener los gritos.
Edward le puso una mano en cada mejilla.
—¿Carlisle...? —llamó al patriarca con voz baja y tensa.
—Aquí estoy. —contestó el doctor.
Ni siquiera le había escuchado venir.
—Estoy bien, creo que ha pasado. —dijo Bella. Seguía respirando con fatiga. —El pobre niño no tiene bastante espacio, eso es todo. Está creciendo mucho.
Había que tener estómago para soportar el tono de adoración con el que hablaba de la criatura que la iba a rasgar, sobre todo después de la insensibilidad mostrada por Rosalie. Por la expresión de Joe, me dio la sensación de que le entraban ganas de tirarle algo a Bella.
—¿Sabéis...? Me recuerda a vosotros. —dijo entre jadeos.
—No me compares con esa cosa. —le espeté entre dientes, al unísono con Joe.
—Solo me refería al estirón que pegasteis. —replicó; parecía que nuestro comentario había herido sus sentimientos. —De pronto, os hicisteis altísimos. Cada minutos erais más altos, podías verlo. Él es así también. Crece demasiado deprisa.
Me mordí la lengua para no decirle lo que pensaba con tanta fuerza que me hice sangre. Sanaría antes de que terminara de tragarla, por supuesto, pero me gané la mirada de Lizzie durante unos segundos.
—Mmmm. —murmuró Carlisle.
Descubrí los ojos del doctor bailando entre nosotros cuando alcé la vista.
—¿Qué...? —inquirió Lizzie.
Edward ladeó la cabeza cuando supo la idea que le rondaba al médico por la mente.
—Como ya sabéis, me devanaba los seos pensando en la composición genética de las células fetales, y en los cromosomas del feto.
—¿Y qué? —pregunté.
—Bueno, tomando en consideración vuestras semejanzas...
—¿Semejanzas? ¿Qué semejanzas? —refunfuñó Joe. A ninguno nos gustaba ni un pelo el plural.
—El crecimiento acelerado y la dificultad para que Alice pueda veros.
Me quedé pasmado.
—Bueno, me estaba preguntando si a partir de ahí era factible obtener una repuesta, si las similitudes son genéticas.
—Veinticuatro pares de cromosomas. —concluyó Edward, por lo bajinis.
—No lo sabe.
—No, pero es una hipótesis interesante para especular. —dijo Carlisle.
—Ya, claro, fascinante.
Bella reanudó su suave ronquido, acentuando a la perfección el sarcasmo de la frase de Joe.
Entonces, se enfrascaron en una conversación sobre genética tan profunda que llegó un momento en el que solo era capaz de comprender los artículos y las preposiciones, y nuestros nombres, por descontado. Alice se unió a ellos, efectuando algún que otro comentario con su vocecita de pájaro tan llena de vida que poseía.
Incluso a pesar de ser el tema de la conversación, ninguno de los tres hicimos el amago de intentar averiguar las conclusiones a las que estaban llegando. Tanto Lizzie como Joe parecían estar pensando para ellos mismos. Ella apoyó su cabeza de nuevo en mi hombro.
Podía repasar los hechos.
Primero: Bella había mencionado la existencia de una membrana fuerte como la piel de un vampiro. Protegía a la criatura y era impenetrable tanto para los ultrasonidos como para las agujas.
Segundo: Rosalie había mencionado un plan para conseguir sacar a la criatura sana y salva.
Tercero: Edward había hablado de la existencia de otras criaturas similares a este engendro en los mitos; seres que se abrían camino desde el útero materno a mordiscos.
Me estremecí, no pude evitarlo.
Eso era lo que confería una lógica algo retorcida a todo aquello. Porque, cuatro hecho, había muy pocas cosas capaces de cortar algo tan duro como lo era la piel de un vampiro. Los dientes de la criatura a medio formar eran bastante fuertes si se daba crédito a los mitos. Los lobos teníamos unos dientes muy fuertes.
Y un vampiro también,
Resultaba muy difícil hacer la vista gorda, pero me hubiera encantado ser capaz. Me hacía una idea bastante aproximada —y espeluznante— del método ideado por Rosalie para sacar del útero a la cosa sana y salva.
¡Hola, hola! ¿Qué tal estáis? Espero que bien.
No sé muy bien qué decir, solo... ¡Edward me da penita aquí! 😭
Lo siento, es que me imagino a Rober todo triste y me dan ganas de llorar. Problemas de que lo escogieran a él para Edward osi osi.
Bueno, ¿qué os ha parecido el capítulo?
¡Espero que os haya gustado!
Tengo otra preguntita... ¿Qué os parecerían MÁS actualizaciones semanales durante agosto?
(Sí, me volví loca jsjsjs).
Bueno, ya me vais diciendo 👀
Nada más por mi parte, pero ya sabéis que...
¡Nos leemos en comentarios!
~I 👑
|Publicado|: 30/07/2021
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