Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

10.


———————————

CAPÍTULO DIEZ
Organizando a la manada

———————————

["Jacob"]

Los bramidos se fueron disipando conforme tomábamos distancia. También teníamos claro que todavía no nos seguían. De ser así, ya los estaríamos escuchando, y los únicos sonidos del bosque que se escuchaban eran los grillos y algunos pájaros nocturnos.

Debíamos avisar a los Cullen antes de que la manada se reuniera y nos detuviera. Si el aquelarre estaba alerta, Sam tendría que pensárselo otra vez antes de que fuera demasiado tarde. Lizzie lo tenía en mente cuando aceleró la carrera en dirección a la casa blanca. Era un lugar que, muy en el fondo, seguía odiando. De algún modo, estábamos dejando nuestro hogar. Se podría decir que habíamos renunciado a todo.

El creciente hilo que estaban siendo mis pensamientos —y de los cuáles Lizzie estaba pendiente— se vio interrumpido por un sonido algo temido pero esperado: el suave impacto contra el suelo de unas zarpas enormes detrás de nosotros, siguiendo nuestras huellas. Tanto Liz como yo aumentamos la fuerza de las zancadas y nos lanzamos como dos locos por el sombrío bosque. Bastaba con que nos acercáramos lo suficiente para que Edward pudiera leer nuestra mente y las señales de alarma.

En ese momento, percibimos el hilo de pensamientos situados detrás de nosotros. No había ira, sino entusiasmo. No había instinto de caza.

Interrumpimos la carrera, casi dando un traspiés.

Esperadme. No tengo las patas tan largas como las vuestras.

¿Seth? ¿Qué demonios estás haciendo?

¡VUELVE A CASA!

No nos respondió, pero logramos percibir su entusiasmo mientras seguía nuestros pasos sin vacilar, y fuimos capaces de ver a través de sus ojos igual que por los nuestros. Para él, la escena nocturna estaba llena de una esperanza algo sorprendente.

Cuando nos quisimos dar cuenta, lo tuvimos a un lado, corriendo.

No estoy de guasa, Seth. Este no es lugar para ti. Date el piro.

El lobo color arena resopló.

Os sigo a vosotros, Liz, Jake. A mi modo de ver, tenéis razón. Y no voy a quedarme con Sam cuando...

Maldita sea, niño, ya lo creo que vas a correr detrás de Sam. ¡Ya puedes ir moviendo ese culo peludo tuyo hacia La Push! ¡Acata las órdenes de Sam!

No.

¡Ve, Seth!

¿Eso es una orden, Liz?

Su pregunta hizo que Lizzie se detuviera de seco. Tropezó y se detuvo, haciendo que frenara mi carrera.

Yo no ordeno nada a nadie, cachorro. Me limito a decirte lo que tú ya sabes.

El pequeño lobo se dejó caer a nuestro lado sobre los cuartos traseros. Parecía a su aire.

Yo voy a deciros lo que sé. Fijaos en cuanto silencio... ¿No lo habíais notado?

Parpadeé y me sentí algo incómodo. El silencio no era absoluto. Lejos, hacia el oeste, los aullidos seguían llenando la noche.

Y no han cambiado de fase, nos recordó Seth.

Lo sabíamos. Ahora la manada iba a estar en alerta roja. Podían usar el vínculo mental para ver con claridad por todos los lados, pero nosotros éramos incapaces de escucharles los pensamientos.

Además de Lizzie, solo podía oír a Seth, y solo a él.

Da la impresión de que el vínculo no existe entre dos manadas diferentes, ¿no? Supongo que no había razón para que lo supieran nuestros padres, pues no existía ninguna posibilidad de que hubiera dos manadas separadas: nunca había lobos suficientes para dos grupos. Vaya. Menudo silencio. Da un poco de grima, pero, por otro lado, también da buen rollo, ¿no os parece? Apuesto a que era más fácil para Ephraim, Quil y Levi, como ahora ocurre entre nosotros. No hay tanta cháchara siendo tres.

Cállate, cachorro.

Sí, señora.

¡Para ya! No hay dos grupos, niño. La manada va por un lado y nosotros por otro. Eso es todo, así que tira ya para casa.

Si no hubiera dos manadas, en tal caso, ¿Por qué os puedo oír perfectamente y no escuchamos a los demás? Creo que habéis realizado un movimiento significativo cuando os habéis apartado de Sam, habéis provocado un cambio, y creo que el hecho de seguiros ha tenido también su relevancia.

Tienes razón, admitió Lizzie, suspirando. Pero los cambios también son reversibles.

Seth se incorporó y estaba seguro de que iba a decir algo más, pero otro ruido llamó nuestra atención. Eran pasos. Alguien estaba corriendo hacia nosotros.

Quietos, nos detuvo Lizzie.

Seth bajó las orejas y yo seguí la mirada de Lizzie. Hasta que no pude evitar resoplar.

Hola, perdedores.

¡Joseph! ¿Se puede saber que cuernos haces aquí?

¿No es obvio?, el lobo medio marrón le sacó la lengua a Lizzie. Sigo a mi querida hermanita y a mi adorado cuñado.

Vuelve a casa, Joe.

Nop.

Seth se echó a reír y Joe giró la cabeza para verlo. Parecía haberse dado cuenta de que estaba allí.

Al menos te ha venido el sentido, eh, Joe.

Cierra la boca, Seth.

Callaos los dos.

Sí, señora.

Lizzie bufó, y retuve mis ganas de reír.

Deberíamos movernos para anticiparnos a Sam, urgió Seth, inquieto.

Volvía a estar en lo cierto. No teníamos tiempo para seguir discutiendo. Echamos a correr de nuevo, pero no fuimos tan rápido como antes. Seth y Joe nos siguieron muy de cerca, en ambos flancos.

Ni se os ocurra empezar a hablar de los sitios en la manada, advirtió Lizzie, luego de mirar de reojo.

Puedo ir donde me plazca, canturreó Joe.

Si, no es como si os siguiéramos para promocionar, añadió Seth.

Corred hacia donde os salga de las narices, farfullé, irritado.

Aumentamos la velocidad de nuestra carrera a pesar de no oír sonido que nos indicara de una posible persecución. Ahora estábamos más preocupados —en verdad la preocupación que sentía era de Lizzie—: las cosas se iban a poner más difíciles si no podíamos meter la oreja en las conversaciones de la manada, pues tenía las mismas posibilidades de prever un ataque que los Cullen.

Podemos hacer rondas, sugirió Seth.

¿Y de qué nos sirve eso si nos desafía el grupo? Entorné los ojos. ¿Atacarías a tu camada, y a tu hermana?

No, sembramos alarma y nos replegamos.

Buena respuesta, pero ¿Qué hacemos luego? No creo...

Lo sé, admitió, ahora con menos confianza, mientras los hermanos se mantenían en silencio. Tampoco yo me veo capaz de pelear contra ellos, pero la idea de atacarnos les apetece tan poco como a nosotros. Eso podría bastar para contenerlos y además, ahora son solo siete.

Deja de ser tan optimista, Seth, se burló Joe.

Vale, sin problema. ¿Queréis que sea un agorero?

Callaos, debemos avisar a los Cullen, los detuvo Lizzie.

En ese momento, cruzamos el camino y el bosque situado alrededor de la casa de los Cullen.

Quizás deberíamos ir pensando un saludo. Algo así como <<venimos en son de paz>>.

Mira que eres raro, Seth.

El lobo color arena ignoró a Joe.

¿Edward?, llamó Seth, a modo de prueba. ¿Estás ahí, Edward? Vale, ahora me siento un idiota.

Y también lo pareces, hermano.

Cállate, Joe. Liz, Jake, ¿creéis que puede oírnos?

Estábamos a kilómetro y medio, dudé.

Algo así, asintió Seth.

¡Eduardo! Si puedes oírme, prepara las defensas.

Tienes un problema.

Tenemos un problema, me corrigió Seth.

Irrumpimos en el prado, corriendo entre los árboles. La casa estaba a oscuras, pero no vacía. Edward permanecía en el porche entre Emmet y Jasper. Bajo la escasa luz del porche, parecían hechos de nieve.

—¿Liz? ¿Jacob? ¿Seth? ¿Joe? ¿Qué ocurre?

Disminuimos la velocidad, y salvo Lizzie, retrocedimos un par de pasos al caso del hedor. El efluvio de los vampiros siendo respirado a través de la nariz de mi lobo quemaba como el ácido. Seth se lamentó en silencio, mientras Joe maldecía por lo bajo.

A fin de responder la pregunta de Edward, Lizzie se puso a recordar la discusión con Sam. Obviamente Seth metió baza de vez en cuando para llenar las lagunas y mostró la escena desde otro ángulo. Se detuvieron cuando llegaron a la parte de la abominación, pues Edward siseó con furia cuando abandonó el porche de un salto.

—¿Quieren matar a Bella? —bufó, con voz apagada.

Los otros dos Cullen no habían oído la primera parte de la conversación, y tomaron aquella pregunta formulado sin inflexión de voz como una afirmación. En un momento estaban junto a él, y un segundo después exhibían los colmillos y se abalanzaban sobre nosotros.

—¡Em, Jazz, esos no, los otros! —gruñó Edward, deteniendo a sus hermanos. —La manada viene hacia aquí.

Emmet y Jasper retrocedieron. El segundo nos vigiló con la mirada mientras el primero se volvía hacia Edward.

—Pero, ¿Cuál es su problema? —inquirió Emmet.

—El mismo que el mío—repuso él con voz sibilante—, pero ellos han planteado otra forma de manejarlo. Reúne a los otros y telefonea a Carlisle para que él y Esme vuelvan aquí ahora mismo.

Lizzie aulló con algo de frustración. El aquelarre estaba disperso.

—No están lejos. —aseguró Edward, con la misma voz lánguida de antes.

Voy a echar un vistazo, anunció Seth. Correré por el perímetro este.

—¿Vas a exponerte a algún peligro, Seth? —quiso saber Edward.

Los cuatro intercambiamos miradas.

No lo creo, pensaron los más jóvenes a la vez.

Quizá debería ir yo también, solo por si acaso, pensé.

Es menos probable que me desafíen si voy yo solo, observó Seth. A sus ojos, soy un simple crío.

Y a los míos también, chaval.

Cachorro, lo detuvo Lizzie, llévate a Joe.

Pero...

¿Quieres recorrer el perímetro o no? O llevas a Jake o llevas a Joe.

Seth bufó, mientras Joe meneaba la cola.

Vamos, Joe. Tu hermana y tu cuñado tienen que coordinarse con los Cullen.

Vamos, vamos.

Ambos giraron en redondo y se perdieron en la oscuridad, con la rapidez de una bala. Lizzie los dejó marchar, aunque no estaba en sus planes que merodearan por el entorno.

Edward se quedó frente a nosotros en la oscura pradera. Emmet murmuraba algo por el móvil mientras que Jasper vigilaba la zona del bosque por la cual se habían desvanecido Seth y Joe. Alice apareció en el porche y se marchó enseguida con Jasper, luego de contemplar a Lizzie con algo de ansiedad. Supusimos que Rosalie continuaba dentro en compañía de Bella, protegiéndola de los atacantes equivocados.

—No es esta la primera vez que contraigo una deuda de gratitud con vosotros, chicos. —susurró Edward. —Jamás os habría pedido algo semejante.

Lizzie pensó en su petición de aquella misma tarde. En lo referido a Bella, él se saltaba todas las barreras habidas y por haber.

Sí, sí que lo habrías hecho.

Se lo pensó durante un rato y luego asintió:

—Supongo que tenéis razón.

Suspiré pesadamente.

Bueno, tampoco es la primera vez que hacemos esto por ti.

—Cierto. —murmuró.

Lo siento, intervino Lizzie, pero ya te advertimos que Bella no iba a escucharnos.

—Lo sé. En realidad, nunca pensé que lo hiciera, pero...

...debías intentarlo. Ya. ¿Está un poco mejor?

La voz y los ojos se le quedaron vacíos cuando, tras un largo suspiro, contestó:

—Ha empeorado.

Ni quería asumir las dos palabras que había dicho, tampoco Lizzie quería. Por eso nos alegró la intervención de Alice:

—¿Os importaría cambiar de forma, chicos? Me gustaría enterarme de lo que pasa.

Sacudí mi cabeza lupina, al mismo tiempo que Lizzie, mientras Edward contestaba por nosotros.

—Necesitan seguir como lobos para mantener el contacto con Seth y Joe.

—Bueno, en ese caso, ¿tendrías la amabilidad de decirme que está pasando?

—La manada... ha llegado a la conclusión de que Bella se ha convertido en un problema. Los hombres lobo prevén un peligro potencial por parte de... lo que ella lleva en el vientre. —Edward se explicó con frases algo entrecortadas y desprovistas de cualquier emoción. —Se consideran obligados a eliminar ese peligro. Liz, Jacob, Joe y Seth se han separado de la manada para avisarnos de que los demás planean lanzar un ataque esta misma noche.

Alice se alejó entre siseos. Emmet y Jasper intercambiaron una mirada y luego recorrieron los árboles con los ojos.

Por aquí no hay nadie, exclamó Joe.

Todo está en calma por el lado este, informó Seth. Quizás anden por ahí. Vamos a dar otra vuelta.

—Carlisle y Esme vienen de camino. —anunció Emmet. —Estarán aquí en veinte minutos, como mucho.

—Deberíamos adoptar una posición defensiva. —sugirió Jasper.

Edward asintió.

—Vayamos adentro.

Nosotros también recorreremos el perímetro, le anunció Lizzie, luego de mirarme de reojo. Si estamos demasiado lejos para que nos leas la mente, presta atención a nuestro aullido.

—Así lo haré.

Los vampiros se replegaron al interior del edificio, sin dejar de lanzar miradas a todas partes.

Nos dimos la vuelta y echamos a correr hacia el oeste, antes de que estuvieran dentro.

Sigo sin encontrar nada, nos informó Seth.

Nosotros nos encargamos de la mitad del perímetro, indicó Lizzie.

Movámonos deprisa para no darles la oportunidad de que se cuelen entre nosotros a escondidas.

Seth y Joe salieron por patas en un repentino sprint.

Estuvimos corriendo en silencio y los minutos transcurrieron sin ninguna novedad. Permanecimos atentos a cuando ellos escuchaban, pues no dejaban de ser cachorros. Lizzie estaba entre nerviosa y ansiosa.

Eh, alguien se acerca a toda pastilla, avisó Joe, al cabo de quince minutos en silencio.

Nos pilla de camino, Joe. Vamos.

Mantened la posición, me da que no es la manada, indiqué.

Un soplo de brisa trajo un efluvio. Leímos su mente.

Es un vampiro. Apuesto a que es Carlisle.

Retrocede, Seth. Tal vez sea algún otro.

No, son ellos, reconozco el aroma. Esperad, voy a cambiar de fase y se lo explico todo.

Seth, no me parece que eso sea buena...

Pero ya se había marchado, cortando a Lizzie.

¡Seth!, gruñó Joe.

Tanto Lizzie como yo corrimos con algo de ansiedad hacia la zona norte.

En menos de dos minutos volvimos a leerle la mente.

Sí, eran Carlisle y Esme, informó. Menuda sorpresa se han llevado al verme. Probablemente ya estarán dentro de la casa. Carlisle me dio las gracias.

Es un buen tipo.

Si. Esa es una de las razones por las que hacemos bien al obrar así.

Eso espero, bufó Lizzie.

¿Por qué estáis de bajón?, preguntó Seth, confundido. Os apuesto lo que queráis a que Sam no va a lanzar la manada contra los Cullen esta noche. No es de los que se lanzan a una misión suicida.

Suspiré.

Ah, pensó de nuevo, mientras Joe lo chistaba. No tiene nada que ver con Sam, ¿verdad?

Lizzie me hizo un gesto y dimos la vuelta al llegar al final de nuestra ronda. Captamos el efluvio de nuestros compañeros por donde habían pasado por última vez. No podíamos dejar brechas.

Creéis que, de todos modos, Bella va a morir, concluyó Joe.

Sí, así es.

Pobre Edward, opinó Seth, debe de haber enloquecido.

Tal como lo dices, soné algo irónico.

La mención del nombre de Edward trajo a un primer plano otros recuerdos más candentes que los dos jóvenes leyeron con asombro.

Y entonces se pusieron a aullar.

Venga, ni de coña. No lo hiciste.

No me puedo creer que lo hicierais. ¿De qué vais?

Si, eso. Debisteis decirle que no.

Dejad de aullar, gruñó Lizzie.

Callaos, callaos. ¡Los Cullen van a creerse que viene la manada!

Se interrumpieron en medio del aullido.

Dimos media vuelta y correteamos hacia la casa.

No os metáis en esto, cachorros.

Ahora haceros cargo de la vuelta entera, añadí.

Se enfurruñaron, pero les ignoraron.

Falsa alarma, falsa alarma, repetí mientras nos acercábamos a la carrera.

Lo sentimos. Seth y Joe son jóvenes y olvidan las cosas. Ha sido una falsa alarma.

Pudimos ver a Edward mirando por una ventana a oscuras en cuanto llegamos al prado. Nos adentramos a buen paso, queriendo asegurarnos de que había recibido el mensaje.

Ahí fuera no ha pasado nada..., insistió Lizzie. ¿Lo has entendido?

Él asintió una vez en silencio.

Miró hacia atrás, al interior del edificio. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Nos despidió con un gesto de la mano y se metió dentro, fuera de nuestra vista.

¿Qué ocurre?

Ni idea.

Como si fuéramos a obtener una respuesta.

Nos quedamos quietos en el prado y agudicé el oído. Casi era capaz de escuchar las suaves pisadas de Seth y Joe en el bosque, a varios kilómetros de allí, con las orejas lobunas. Por tanto, resultaba fácil distinguir cualquier sonido que procediera del interior.

—Era una falsa alarma. —explicó Edward con voz de sepulcro, repitiendo lo que acabábamos de decirle. —Algo alteró a Seth y Joe y se pudieron a aullar sin acordarse de que estábamos esperando una señal. Son muy jóvenes.

—Qué bonito es esto de tener niñitos protegiendo el fuerte. —refunfuñó una voz más profunda.

Sería Emmet.

—Esta noche nos han prestado un gran servicio, Emmet—le recordó Carlisle con suavidad. —, y con un alto precio personal.

—Sí, ya lo sé. Solo son celos. Me gustaría estar ahí fuera.

—Seth no cree que Sam vaya a atacarnos ahora—contestó Edward de forma mecánica—. No ahora que estamos prevenidos y tras perder a cuatro miembros del grupo.

—¿Y qué piensan Liz y Jacob? —quiso saber Carlisle.

—No son tan optimistas.

Nadie dijo nada. Percibí un goteo que no logré situar, y también la cadencia apenas audible de la respiración de los Cullen, lo cual me permitía diferenciarla de la de Bella, la cual era más laboriosa y áspera. Sus jadeos se sucedían a intervalos irregulares. Incluso pude distinguir los latidos de su corazón.

—No la toques. Vas a despertarla. —susurró Rosalie.

Alguien suspiró.

—Rosalie...—musitó Carlisle.

—No empieces, Carlisle. Antes te hemos permitido hacerlo a tu manera, pero hasta ahí vamos a llegar.

Tuve la impresión de que Rosalie y Bella ahora utilizaban la primera persona del plural, como si ellas dos formaran su propia manada.

Anduve en silencio, a la par de Lizzie, por delante de la edificación. Cada paso nos llevaba un poco más cerca. Las oscuras ventanas parecían un juego de pantallas de televisión instaladas en lo que era un oscuro recibidor. Era imposible apartar los ojos de ellas durante mucho tiempo.

Al cabo de escasos minutos de andar al paso, nos habíamos acercado tanto que rozábamos el lateral del porche con el pelaje. A esa distancia éramos capaces de ver a través de las ventanas tanto el techo y la araña de luces fijada en el mismo, así como la parte superior de las paredes. Tenía la suficiente altura, me bastaba con estirar un poco el cuello y, también, apoyar una pata en el extremo del porche.

Eché un vistazo al interior del enorme y despejado cuarto de estar, esperando contemplar una imagen similar a la de la tarde. Pero había pegado tal cambiazo que al principio me sentí un poco desorientado y llegué a creer que me había equivocado de habitación. Y eso, mis confundidos pensamientos, obviamente llamó la atención de Lizzie.

No había señal de la pared de cristal, que ahora parecía de metal, y habían retirado todo el mobiliario. Bella se aovillaba en una estrecha cama situada en el centro del espacio abierto. No era un lecho normal, sino uno como el de una clínica, pues tenía rieles. También parecían de hospital los cables de los monitores que eran sujetos con correas a su cuerpo y los tubos pegados a su pálida piel. Los indicadores luminosos de las pantallas parpadeaban, pero no se oía más sonido que el goteo del catéter venoso que estaba fijado al brazo, por el que corría un fluido denso y blanco.

Bella estaba sumida en un sueño intranquilo, y respiraba con cierta dificultad. Tanto Edward como Rosalie revoloteaban a su alrededor y se inclinaban sobre ella. De repente gimió y sufrió una convulsión, como si alguien le hubiera dado una descarga eléctrica. Rosalie deslizó la mano sobre la frente de Bella mientras su hermano adoptivo permanecía de espaldas, tieso como un palo. No podía verle la cara, pero algo debía tener escrito en su paliducho careto porque Emmet se interpuso entre ellos más rápido de lo que se tarda en parpadear.

Apoyó las manos en Edward y le dijo:

—No esta noche. Tenemos que atender a otras preocupaciones.

El interpelado se alejó de ellos. Volvía a ser aquel hombre atormentado y prácticamente consumido. Sus ojos se encontraron con los míos durante unos segundos, y estaba seguro de que luego miró a Lizzie. Me dejé caer sobre las cuatro patas, intercambié una mirada con mi mujer y corrimos de regreso a la sombría foresta.

Salimos pitando para reunirnos con Seth y Joe. Nos largamos para alejarnos de lo que quedaba atrás. Podía escuchar los lamentos de Lizzie en mi mente.

Peor, sí. Bella estaba peor.

¡Hola, hola! ¿Qué tal estáis? Espero que bien.

Okay, pues oficialmente Joe y Seth se unieron a la manada de Lizzie y Jake. ¿Predecible? Un poco.

Honestamente, cuando tengo que mezclar escenas con los Cullen y la manada soy hiper feliz. Obviamente adoro escribir de la manada y se nota (de otra forma no haría un fanfic de Jake, duh), pero de los Cullen no y tengo una espinita clavada por culpa de eso (estoy tentada de escribir sobre alguno, pero todavía no lo tengo claro uhu).

Creo que el leer Sol de Medianoche me ha hecho querer mucho más a los Cullen, que ya lo hacía pero ahora con mucha más intensidad.

(Si soys del grupo que odia a Bella, os recomiendo que lo leáis. Podéis entender mucho más).

Bueno, ¿Qué os ha parecido el capítulo?

¡Espero que os haya gustado!

Nada más por mi parte, pero ya sabéis que...

¡Nos leemos en comentarios!

Y en:

—Dianne y la piedra filosofal
—Multifandom One Shots

~I 👑

|Publicado|: 13/07/2021

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro