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𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐔𝐍𝐎
MONOTONÍA DIARIA

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Como cada mañana, tiré el despertador al suelo, para que dejara de sonar y molestarme con ese infernal sonido. Gruñí contra la almohada, fastidiada, y seguí holgazaneando un poco más. El ruido de las persianas abriéndose y la claridad dándome en la cara hizo que volviera a gruñir. Intenté taparme para seguir durmiendo, pero un tirón en la sábana hizo que no pudiera lograrlo. Entonces, gimoteé disgustada.

El colchón se hundió a mi lado y una mano me apartó los mechones de la cara. No me hizo falta abrir los ojos para saber quien era, ya que conocía perfectamente el familiar aroma que poseía.

—Vamos dormilona o llegarás tarde.

Volví a gimotear, expresando mis pocas ganas de ir a clase, haciendo que mi madre, Aline Wolf, soltara un largo suspiro.

—Lizzie, cariño, es hora de levantarse.

Abrí lentamente los ojos y parpadeé varias veces, mientras emitía pequeños gimoteos.

—Si no te das prisa, te levantará otra persona.

Esas palabras hicieron que me incorporara  de golpe y pateara las sábanas para salir de la cama. Mi madre me observaba con una sonrisa en los labios mientras me veía acercarme al armario y elegir la ropa.

Suspiré y antes de meterme en el baño, besé la mejilla de mi madre, susurrándole un breve "buenos días".

Casi solté un gemido de alivio cuando sentí el agua caer por mi cuerpo, espabilándome y haciendo que el calor corporal volviera. Silbando, me lavé bien, me sequé y me puse la ropa que había escogido. Doblé el pijama cuidadosamente y caminé fuera del baño. Hice la cama, depositando debajo de la almohada el pijama y luego me miré en el espejo. No pude evitar fijarme en las pequeñas ojeras que tenía, recordándome que debía ir a dormir más temprano.

Salí de mi habitación y me dirigí a la cocina. Saludé a mi padre, Frank, con un beso en la mejilla y revolví el pelo de mi hermano pequeño, Joe , quien me sacó la lengua para luego besar mi mejilla. Ayudé a mi madre a acabar de preparar las tortitas y luego nos sentamos a desayunar. Comimos tranquilamente mientras mis padres comentaban las noticias locales y mi hermano me miraba sin entender una palabra de lo que decían nuestros progenitores.

Apuré el desayuno lo máximo que pude y fui a acabar de prepararme. Cogí mi mochila, me aseguré de que mi hermano tuviera todo listo y nos despedimos de nuestros padres. Emprendimos el camino a clase, tarareando, observando las nubes, tan comunes en nuestro pueblo. Joe hablaba entusiasmado de una excursión que tenía ese día, mientras yo lo escuchaba sonriendo.

Adoraba a mi hermano con toda mi alma. Siempre había deseado tener a alguien a quien cuidar, aconsejar y proteger. Por ello, cuando nació, me sentí la niña más feliz del mundo. Pese a ser un adolescente primerizo, Joe no era tan insoportable como otros de su edad. Era maduro, sí, pero también tenía unas pinceladas de inocencia que yo adoraba. Pese que ya no era un niño, tenía la costumbre de asegurarme de que llevaba todo al día y a el no le importaba que lo vigilara. Y si le importaba, nunca me decía nada.

Detuvimos nuestro andar ante la escuela, pues allí era donde nuestros caminos se separaban; mi hermano era tres años menor que yo y no compartíamos el mismo edificio. Joe se giró a mirarme y sonrió de lado, pareciéndose mucho a papá.

—Recuerda que hoy no tienes que esperarme, Lizzie.

—Lo recuerdo, renacuajo, para eso soy la mayor.—me reí.

—Eres insoportable.—se quejó, inflando sus mejillas, indignado.

—Si, pero soy tu hermana y lo siento, es para toda la vida.

Me reí cuando Joe puso los ojos en blanco y resopló, aún con la sonrisa en la cara.

—Te veré en la cena.

—Pórtate bien, Joe, recuerda que tienes que mantener la reputación de los Wolf.

Hizo el saludo militar, para luego reírse, besar mi mejilla y salir corriendo hacia su grupo de amigos. Me hacía gracia que se me quedaran mirando.

Joe siempre presumía de mí, diciendo que era la hermana más guapa y genial del mundo. Eso me avergonzaba y me hacía sentir especial a partes iguales.

Un brazo en mis hombros me hizo aterrizar, haciendo que girara la cabeza, recibiendo una sonrisa de lado. Le sonreí de vuelta, mientras besaba su mejilla.

—Buenos días, Lizzie.

—Buenos días, Jake.

Jacob Black era mi amigo desde que tenía memoria. Éramos casi vecinos, ya que las casas en La Reserva estaban bastante próximas las unas de las otras. Como consecuencia, éramos inseparables. Incluso mi hermano pequeño adoraba a Jacob.

Ambos caminamos hacia el interior del edificio que nos correspondía, por mi parte ignorando las quejas de Jacob por ir a clase cuando podíamos ir a otro sitio. Pese a que yo tampoco tenía muchas ganas, era la sensata de los dos, por lo que entramos en el edificio, callando los argumentos de mi amigo. Sus quejas volvieron cuando unos compañeros nos dijeron que íbamos a tener tres horas de una asignatura que él aborrecía con toda su alma. Una de mis miradas asesinas fue suficiente para que volviera a callarse.

Tomé asiento en una de las filas del medio, al mismo tiempo que Jacob suspiraba a mi lado, dejando sus cosas y sentándose. Lo observé apartarse el pelo de delante de la cara y casi me reí.

Era demasiado gracioso que tuviera el pelo más largo que yo. Las matas, negras azabache, hacían pequeñas ondas al final de cada mechón. Jacob tenía la manía de hacerse una especie de coleta con dos mechones de delante, haciendo que se viera su morena cara. Aunque tuviera la melena más larga que la mía, no se preocupaba mucho por si estaba seca o sin hidratar. Para eso estaba yo, para molestarlo lo suficiente hasta que conseguía que me dejara echarle una mascarilla, un acondicionador o cualquiera de los productos diseñados para el cuidado del cabello.

Un resoplido salió de los labios apretados de mi amigo, mientras miraba detrás mía. Vi como se le tensaban los músculos de los brazos y no me hizo falta girarme para saber a quien miraba.

A Sam Uley y sus seguidores.

Le di un golpe a Jacob en el hombro al ver a nuestro amigo Embry Call entrar. Llevábamos varios días sin verlo, tantos que para nosotros parecían meses y estábamos muy preocupados por él. Jacob siguió mi mirada y esbozó una sonrisa al verlo.

—¡Hey, Embry!—exclamó Jake contento.

El mencionado frenó su camino en seco al escuchar su nombre. Se giró a mirarnos y fue cuando me fijé en que se había cortado el pelo. Estaba diferente, y no solo era porque se hubiera cortado su pelo castaño.

Llevaba una camiseta casi interior blanca de tiras y fue cuando me di cuenta de otra cosa.
¡Se había hecho un tatuaje!
Y era enorme, pues le ocupaba todo el lateral superior del brazo. Parecía un escudo, un extraño escudo que se me hacía extrañamente familiar.

Embry me miró al percatarse de mi mueca asombrada. Estaba serio, pero en sus ojos vi preocupación y una pequeña pizca del cariño con el que solía mirarme mi amigo. Intenté abrir la boca para decir algo, pero él negó con la cabeza.

Sentí como se me formaba un nudo en la garganta al verlo caminar hacia Sam Uley, recordando todas las veces que se había quejado por sus intensas e insistentes miradas. Desvíe la vista, frunciendo el ceño con confusión, cuando Jared Cameron se giró a mirarme con una pequeña sonrisa.

Odiaba que me miraran así, como si estuvieran esperando a que pasara algo. Me observaban y no eran imaginaciones mías. Los había pillado cerca de mi casa, en el linde con el bosque, mirando mi hogar, como esperando a que algo saliera de ella y se perdiera en el frondoso escenario verde.

—Ignóralos.

La voz de Jacob me trajo de vuelta a la realidad, a la clase. Lo miré, a esos ojos negros que siempre me miraban con cariño. Ahora estaba serio, pero seguía esa pequeña chispa brillando en ellos.

—Ya lo hago, Jake.—murmuré un poco fastidiada.—Pero me ponen de los nervios.

—Lo sé, a mí me ponen los pelos de punta.

Iba a preguntarle a Jacob que creía que había pasado con Embry, pero la profesora entrando en la clase seguida de nuestro otro amigo, Quil Ateara, hizo que me mordiera la lengua y me quedara con las ganas.

Durante toda la clase, sentía las miradas de Sam y los demás sobre mi nuca, como si me estuviera vigilando o algo por el estilo. El mayor de ellos me miró serio cuando los miré de reojo, queriendo gruñirles como si fuera un animal salvaje. Pero no lo era.

Daba gracias de tener a Jacob sentado a mi lado, que me conocía como la palma de su mano y sabía cuando estaba inquieta, ya que aprovechaba para pincharme cuando la profesora no miraba, haciendo que dejara de preocuparme por si estaba siendo vigilada o no.



—Quiero partirles la cara.

Jacob y Quil me miraron como si me hubiera vuelto completamente loca. Y estaba sintiendo que iba a pasar.

—Son el doble que tú, Liz.—dijo obvio Quil, mirándolos de reojo.

—Créeme que me he dado cuenta.

Dejé caer la cabeza contra la mesa de la cafetería, sin importarme el ruido o la posible herida que podía causar.

—Deja de hacer eso.—me regañó Jacob.

Sentí su mano levantarme de la mesa y su mirada enfadada casi atravesándome el alma. Bufó y se aseguró de que no tenía un corte en la frente, mientras Quil hablaba por lo bajini.

—Me sacan de quicio. Un día los voy a poner en su sitio.—gruñí.

Eso hizo que los dos chicos a mis lados se miraran y empezaran a reírse a carcajadas, llamando la atención de toda la cafetería, incluyendo a los innombrables.

—Dejad de reíros de mí. —me quejé, inflando las mejillas indignada.

Jacob me miró con una gran sonrisa, después de casi llorar de la risa. Me acercó a él y besó mi pelo.

—Eres demasiado graciosa, pequeña.

El hecho de que me llamara "pequeña" me hacía gracia. En términos de edad, yo era unos meses mayor que él, pero me doblaba el tamaño, por lo que Jacob había llegado a la conclusión de que el mayor era él. Sin posibilidad de discutirlo.

—Eh, nos están mirando otra vez.— nos llamó la atención Quil.

Ambos seguimos la dirección en la que mirada Quil, encontrándonos con todos los miembros del grupito Uley con la vista clavada en nosotros. En ese momento quise tener rayos láser en los ojos y dispararles, sobre todo cuando Paul Lahote me miró de arriba a abajo, sonriendo de lado.

Sentí el pecho de Jacob tensarse ante la mirada de Lahote, por lo que acaricié brevemente su brazo, haciendo que me mirara.

A veces trataba a Jacob como un perro, pero él no se quejaba, le hacía gracia. Y una parte de mi no sabía por qué.

—Ignóralos, Jake.

El mencionado bufó, al darse cuenta de que eso mismo me lo había dicho a mi en clase. Me reí, haciendo que Quil me siguiera y finalmente, el propio Jacob .

Le dirigí una mirada fulminante a Uley y a sus amigos, para luego apoyarme en Jacob y hablar con él y Quil.



Caminaba junto a Jacob en dirección a su casa. Había insistido por activa y por pasiva en que fuera a comer con él y su padre, por lo que había sido misión imposible negarse. Incluso había llamado a mi madre, quién no había puesto pegas, puesto que adoraba a Jacob.

Entramos en la casa, escuchando inmediatamente las ruedas de la silla. Billy Black me recibió con una sonrisa enorme, muy parecida a la de su hijo.

—Que bueno verte, Liz.

—La viste hace tres días, papá.—replicó Jacob.

—Tiempo suficiente para echar de menos a alguien.—dije, avanzando unos pasos para abrazar a Billy,

—Tienes mucha paciencia para aguantar a este muchacho.—me dijo el mayor de los Black.

Escuché el bufido de Jacob, haciendo que sonriera divertida. Billy me guiñó un ojo.

Entramos, seguidos por Billy e ignorando las protestas de los hombres Black, me puse a hacer algo de comer. Tarareaba mientras ellos me observaban, Jacob apoyado en la pared de la cocina y su padre a su lado, ambos luciendo avergonzados por dejarme cocinar a mi, cuando yo era la invitada.

—Dejad de poner cara de perro, por favor.

Billy soltó una carcajada a la vez que Jacob ponía los ojos en blanco.

—Sarah me decía justo lo mismo.

Esa frase hizo que casi me cortara con el cuchillo, haciendo que Jacob corriera a mi lado. Tras verificar que no me había rebanado un dedo, ambos nos giramos a mirar a Billy, yo con los ojos llorosos y Jacob mordiéndose el labio.

Sarah era la madre de Jacob y las gemelas Rebecca y Rachel, sus hermanas mayores. Había muerto cuando nosotros teníamos 9 años, en un accidente automovilístico. Recordaba ese día como si fuera ayer, ya que yo me encontraba jugando con los niños Black, Quil, Embry y una amiga de Jacob, Isabella Swan. Ese día, algo se partió en la familia Black. Las gemelas pasaron a ser la imagen femenina para un roto Jacob, que se apoyaba en mí y Quil & Embry. Pero ellas, ya no estaban en casa, por lo que lo único que tenía Jacob era a su padre, en silla de ruedas por su diabetes.

Billy se acercó a mi y me dio un apretón en la mano. Intenté recuperarme bajo la mirada de los dos hombres que me miraban.

Que me compararan con Sarah Black era como si me hubieran dado un premio y a la vez una patada en la boca del estómago. Yo adoraba a Sarah muchísimo, era como una segunda madre para mí y Jake aseguraba que ella también me adoraba. Su muerte me había dolido muchísimo, al igual que a mi madre, pues era su mejor amiga.

Reaccionamos, sentándonos a la mesa y comenzando a comer. Mientras lo hacíamos, las palabras de Billy flotaban en mi cabeza.

Habían estado tan cargadas de sinceridad que me habían dejado en shock.

¡Hola!

Tenía muuuchas ganas de publicar el primer capítulo, aunque este no es el que tiene más chicha la verdad (contenido, me refiero JJAJA).

¿Qué os ha parecido? ¿Qué opináis de la relación entre Liz y Jake?

Espero que os haya gustado.

Y supongo que ya sabéis, estrellita un bonito comentario y me hacéis súper feliz jiji.

Nos leemos en comentarios.

¡Hasta el próximo capítulo!

~I 👑


|Publicado|: 03/01/2020

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