XII : ILEGAL
Sana había pasado el viernes mas triste de su vida desde que recuerda haber creído que sus padres habían olvidado su cumpleaños a los 11. Aun tenia muchas dudas en su interior, dudas sobre las razones de la coreana para terminar su relación.
Tenia su celular en sus manos, viendo las fotos junto a ella, haciendo que su corazón se arrugara un poco mas a medida que pasaba cada una, algo masoquista de su parte pero los recuerdos con la hermosa chica era lo único que tenia ahora, pues aunque el dolor en su interior fuera tan grande, respetaría la decisión de la castaña de estar lejos de ella, aunque le doliera, aunque pareciera rendida, le daría toda la libertad que la coreana le había pedido.
Jama había sentido tan lento el tiempo, y tan pesado su cuerpo, incluso sus padres sentían que jamas le habían visto tan triste, pero la dejaron a solas como se los pidió, a pesar de su preocupación por su negación a probar bocado.
Ya había llegado la madrugada cuando se levanto de su cama decidida a buscar algo con lo que llenar su estomago, aprovechando que sus padres ya dormían. El camino de ida y vuelta no fue nada nuevo, bajar y subir las escaleras con sus pies descalzos sobre la fría madera. Pero al entrar de vuelta a su habitación con el vaso de jugo de fresas en su mano, este casi se le resbala por la impresión de encontrarse con una inesperada y conocida figura en su balcón.
Su jadeo fue suficiente para que la Taiwanesa volteara despacio, dirigiéndose a ella con sus manos en la espalda con su tranquila y serena expresión y relajada y firme forma de caminar. — ¿Q-que haces... ¿Como? ¿Tu? No es posible... — Tartamudeo la japonesa.
Tzuyu esbozo una pequeña sonrisa parándose frente a ella, mirándola a los ojos, totalmente complacida por la perfecta diferencia de sus estaturas. — Buenas noches, Minatozaki Sana. — Dijo suavemente. — Lamento esta irrupción tan repentina en tu hogar pero, quería cerciorarme personalmente de que estuvieras sobrellevando bien tu reciente separación.
Sana seguía sorprendida por la presencia de la contraria y tanto sus ojos como su boca permanecían abiertos como muestra de su estado de shock, pero eso paso a segundo plano cuando se dio cuenta de la cercanía que había entre ella y la chica mas alta, y su corazón no tardo en acelerarse al analizar sus palabras. — ¿Hablas en serio? — Pregunto y la Taiwanesa la miro incrédula. — Lo siento es que de verdad no esperaba esto, las personas no suelen aparecerse de la nada en las habitaciones de los demás solo para saber de ellas Tzuyu, para eso existen las puertas principales.
Tzuyu ladeó su rostro algo confundida y apretó los labios, y Sana no pudo evitar que aquello le pareciera demasiado adorable. — Oh ¿Gustas que llame a tu puerta entonces? — Pregunto inocente.
La japonesa no supo si reír o golpear a la menor por lo que parecía una tonta broma, pero no sabia que la Taiwanesa realmente estaba haciendo su mayor esfuerzo por conocer las costumbres humanas y las relaciones interpersonales actuales. — ¿Eh? ¡No! Tampoco es... ¡Aish! — Bufo la pelirroja empezando a frustrarse. — ¿Porque actúas de ese modo? Es como si... — Suspiro pasando por su lado hasta sentarse en su cama.
Tzuyu hizo una mueca y aparto la mirada algo triste, ella solo quería saber de la linda chica frente a ella, pero no esperaba aquel recibimiento, definitivamente tomaría nota para la próxima vez, porque por supuesto que habría una próxima vez. — ¿Deseas que me vaya entonces? No puedo ver con claridad que es lo que quieres.
Sana volvió a mirarla, suspirando otra vez antes de abrazar sus rodillas. — Si alguien se hubiera detenido a preguntarme que era lo que quería hace dos días, seguiría al lado de Jeongyeon. — Comento con tristeza.
Tzuyu la miro curiosa, y al sentir el dolor en sus palabras se atrevió a sentarse frente a ella. — ¿Eso es lo que quieres?
— Solo quiero volver a ser feliz Chewy. — Confeso la japonesa sintiendo como un nueva lágrima rodaba por su mejilla, misma que la pelicobrizo no dudo en limpiar suavemente.
— He leído que no existe una formula para la eterna felicidad. — Empezó a contar. — Y yo que he vivido lo suficiente puedo decirte que es verdad Sana, la felicidad es tan efímera e impredecible como las personas que pasan por tu vida. — Continuo dejando a la japonesa cautivada por la seguridad con la que hablaba, sin ningún rastro de confusión en su cuerpo, como si sintiera cada palabra. — Pero también he descubierto que los hum... las personas, asocian su felicidad a muchas cosas, un gesto, un recuerdo hermoso, una simple acción. — Susurró sin dejar de mirar sus ojos chocolate, rendida por aquella dulce mirada que mas allá de su tristeza escondía un mundo maravilloso de sueños y esperanza.
— Hablas demasiado hermoso para haber experimentado una separación alguna vez Zhou, el mundo real es tan... Despiadado, siempre terminas decepcionado de las personas, de...
— No sigas por favor. — La interrumpió la Taiwanesa. — No te llenes de odio, esto pasara Sana, volverás a ser feliz, a sonreír como sueles hacerlo, iluminando el mundo con tus hermosos colores. — Agrego notando como la menor bajaba la mirada para ocultar las nuevas lágrimas que salían de sus ojos.
— Eres demasiado ingenua Tzuyu. — Murmuro Sana mirándola de nuevo.
— Tal vez tengas razón, pero también soy muy perseverante. — Sonrió la ojiazul. — Y si lo que necesitas es una compañía incondicional para volver a sonreír como antes, entonces jamas me iré de tu lado.
Sana sintió su corazón acelerarse y no pudo evitar sonreír. No tenia idea de porque esa hermosa chica había llegado a su vida, pero ahora agradecía que haya sucedido, pues con cada segundo que pasaba a su lado se convencía de que ya no quería que se fuera.
— Gracias Zhou Tzuyu. — Dijo sonriendo levemente. — Aunque tus formas de animar a alguien sean un poco extrañas, me alegra que estés aquí.
— Subir a un ventana no es nada difícil para mi. — Bromeo. — Diferente tal vez, pero rompería cada una de mis costumbres solo por poder ver tus hermosos ojos, Minatozaki Sana.
Sana rió suavemente al escucharla y la Taiwanesa amplio su sonrisa dejando sus hoyuelos a la vista. — Eres una romántica muy extraña. — Dijo con una sonrisa que fue suficiente para que la vampiresa se sintiera satisfecha.
Todo era nuevo para ambas y a pesar de lo singular que era recibir una visita a media noche de alguien que apenas conocías, ambas se sentían cómodas con la otra, lo que fue suficiente para que Sana le pidiera quedarse a su lado esa noche, y en su deseo de cumplir con su promesa la Taiwanesa acepto feliz.
Durante las primeras dos horas de su imprevisto encuentro, Sana contó sobre lo que era su vida, y omitiendo varios detalles, Tzuyu hablo de la suya. Había algo en la forma de ser de la ojiazul que tenia a la japonesa encantada con ella, y pudo seguir admirando su perfecto y tranquilo perfil, si por la comodidad que sentía el sueño no la hubiera vencido.
Tzuyu hablaba sobre su mas reciente visita a los países occidentales cuando escucho el suave quejido de la pelirroja, cuya respiración se había relajado y tenia aquella expresión serena en su rostro, claros signos de que había sucumbido ante el sueño. Una sonrisa se curvo en su rostro mientras la observaba y colocaba un mechón de su rojizo cabello tras su oreja.
— Tal vez no sea una experta en temas del corazón pequeño ángel, pero si me permites estar a tu lado, estoy dispuesta a aprender cada cosa de ello. — Susurro dejando un beso en su frente. — Y puede que así ambas salgamos victoriosas.
Hizo ademán de levantarse de la cama pero un agarre alrededor de su antebrazo la detuvo, su vista bajo a aquella unión que aun sobre su abrigo se sentía cálida. Y con una nueva sonrisa que marco sus hoyuelos se libero con delicadeza, dejando una de las suaves almohadas de la japonesa en su lugar para luego de darle un ultimo vistazo salir de su habitación.
Tenia una visita que hacer, una que ya no podía seguir posponiendo pues esta vez su corazón estaba directamente involucrado y si quería estar al lado de la pelirroja necesitaría aprender mas sobre la convivencia con los humanos, y sabia quien podría ayudarle.
...
Un desaliñado Minho se encontraba en la habitación que era su refugio y el de su hermana mayor cuando querían sumergirse en el mundo de los videojuegos, el mejor invento de los humanos en su opinión. Antes de eso lo acompañaba la pelinegra pero gracias a una misteriosa notificación de su celular esta simplemente había dejado su partida a la mitad saliendo de la habitación sin dar una explicación de la sonrisa boba en sus labios.
Aunque si lo pensaba bien, el que cierta coreana de ojos verdes y cabello castaño pasara la noche anterior a su lado tal vez tenia mucho que ver, y el menor se alegraba de que al fin su Noona estuviera empezando a sonreír a causa del amor, tan diferente de él, que aunque había sido flechado por aquel pelinegro desde el primer momento que lo vio, había preferido alejarse.
Christopher Bang Chan era hijo de un cazador, y estaba seguro que ese seria su destino también, algo que le saco un pesado suspiro al castaño pues estaba convencido que si siendo un vampiro su relación con el menor seria imposible, el que este fuera un humano cazador de los de su especie, lo hacia impensable, pues ningún final era sano para alguno.
Y por desgracias fue el mismo día que lo conoció que se convenció.
Flashback
El castaño llegaba al centro de la ciudad antes que sus hermanas, aquella noche de luna llena, algo sorprendido pues siempre era su Noona quien llegaba un par de segundos antes que el. Una extraña sensación de estar siendo vigilado lo recorrió de pronto y volteo a un lado en el callejón a su costado y entendió el porque.
Fue una suerte que su padre insistiera en hacerlos usar una mascara para guardar sus identidades mientras se encontraran jugando en el mundo de los humanos, y que en ese momento esta estuviera cubriendo su rostro.
Un hombre alto y vestido todo de negro salio de las sombras con una sonrisa que de no haber sido por que era vampiro, hubiera hecho temblar al castaño. — Como he estado esperando este momento. — Dijo el hombre acercándose a el despacio, y no fue hasta que las armas en sus manos quedaron a la vista que el chico entendió el porque.
«Un cazador» pensó dando un paso atrás ampliando sus párpados. Había tenido más de un encuentro con aquellos humanos como para saber lo que seguiría, pero no pudo prever lo que pasaría después.
El pelinegro como esperaba empezó a atacarlo, fallando en cada uno de sus golpes, hasta que él apareció.
Del mismo lugar que había salido aquel hombre salio un chico, tal vez tendría unos 18 años cuando mucho, pero se veía tan aterrado de estar allí que eso fue suficiente para que el castaño se distrajera.
Su cabello entonces rubio oscuro estaba algo desordenado y sus ojos de un tono azul claro lo miraban con horror, pero en el instante que chocaron con los suyos, Minho pudo disfrutar del leve carmesí que pinto sus mejillas, motivo por el cual se distrajo, recibiendo el primer golpe que no fue sino una fuerte patada en su abdomen y que lo hizo derrapar algunos metros.
Mas no fue motivo para que sus ojos y los del chico se separaran, al menos hasta que el cazador se interpuso bloqueando su vista. — ¡Christopher ven aquí! — Llamo el cazador siendo obedecido por el rubio que no tardo en llegar a su lado. — Esta es la escoria que hay que eliminar de este mundo, y es nuestro deber hacerlo. — Hablo el pelinegro con desprecio, pero a los chicos no podía importarle menos lo que decía.
Desde el instante que el rubio se había atrevido a ver al castaño de nuevo a los ojos el resto del mundo había quedado en el olvido, o lo hizo para ellos dos pues el pelinegro mas alto le entrego una estaca al rubio sacándolo de su conexión y Lee Know estaba seguro de que el terror en los ojos del chico seria algo que jamas podría olvidar, además la forma en la que sus manos temblaban sosteniendo el arma y como sus latidos se aceleraban solo eran la muestra de que no estaba seguro de hacer aquello.
— Vamos, se un hombre y hazlo de una vez antes de que escape. — Exigió el cazador dándole un empujón al rubio y el castaño apretó la mandíbula al verlo, definitivamente ahora quería deshacerse de el a cualquier costa.
— P-pero papá...
— ¡Basta! — Le grito el pelinegro abofeteándolo sin piedad haciendo enfurecer al japones.
En un solo movimiento, Minho tomo al hombre del cuello y estuvo dispuesto a asesinarlo con una de sus propias armas de no ser por aquella figura que llego a su lado y le arrebato al humano de su poder, se trataba de Mina, que llego justo antes de que el castaño cometiera una locura.
— Hey, hermano tranquilo. Vámonos de aquí. — Le susurro suavemente la mayor alejándolo del cazador que cuando quiso atacarla a ella esta vez ya era tarde pues los japoneses ya se habían marchado, por supuesto no sin que antes de marcharse las miradas de los dos menores se cruzaran una ultima vez y una pequeña sonrisa se curvara en los labios del japones, una sonrisa que entre todas las emociones que escondía tenia algo de nostalgia en ella.
Fin de Flashback
— ¿Problemas en el paraíso pequeño Minho? — Una voz femenina y bastante suave se escuchó desde el exterior de su ventana y al voltear se encontró con la pelicobrizo que caminaba con calma hasta el.
— ¿Tzuyu Noona? — Hablo el castaño sorprendido. — ¡Wao! ¿Cuanto tiempo ha pasado, unos 50, 60 años?
La Taiwanesa sonrió levemente ante la emoción sincera del chico, y le agradaba que al menos un miembro de aquella familia no la mirara con recelo. — Algo así, pero me temo que esta no es una visita de cortesía, necesito hablar con tu madre. — Aclaró rápidamente viendo al menor asentir.
— Oh, eso es un alivio, y es una suerte que Mina Noona haya salido de paseo hace poco, porque sino se le hubiera juntado el... — Respondió Minho dejando de lado sus aparatos electrónicos, mismos que la chica miro con algo de curiosidad pero espero en silencio por el. — Vamos, te llevare a su refugio, a esta hora es el único lugar en el que se puede encontrar. — Dijo amablemente saliendo de la habitación abriendo un par de puertas mas hasta llegar a las escaleras que parecían llevar a un sótano y con la Taiwanesa siguiendo sus pasos descendió tranquilo haciéndole algunas preguntas triviales, Tzuyu sinceramente no le estaba prestando atención por lo que sus respuestas cuando mucho eran un par de silabas.
La realidad era que su mente estaba en la hermosa pelirroja que había dejado apenas hace unas horas dormida en su cama y solo cuando estuvieron frente a las puertas doradas del "Refugio" de la japonesa madre de los Myoui fue que salio de sus pensamientos.
— Mamá alguien te busca, es una sorpresa. — Exclamo un sonriente Lee Know entrando en el lugar que era muy similar a las descripciones que los humanos tenían sobre el jardín del Edén.
Un hermoso y pacifico lugar en el que podías escuchar el canto de las aves y el agua de los manantiales chocando en las rocas, todo producto de la magia de la castaña mayor que estaba junto a un pequeño riachuelo practicando sus hechizos en aquella agua tan cristalina y azul como los ojos de la Taiwanesa.
— Minho cariño, ya te he dicho que no grites aquí. — Habló Sachiko saliendo del agua flotando hasta llegar frente a ellos.
— Lo siento ma, es que... Mira quien no visita hoy. — Dijo señalando a la pelicobrizo que no tardo en hacer una reverencia.
— Sachiko-san, es un honor volver a estar frente a usted después de tanto tiempo. — Dijo respetuosamente, si había algo que sintiera la morena por la hechicera, era admiración y respeto aun cuando ella fuera mayor por algunos siglos.
— Oh pequeña Tzuyu, es un gusto volver a verte también, pero ven aquí. — Dijo la japonesa abriendo sus brazos ofreciéndole un abrazo que la mas alta no tenia intenciones de rechazar, aun con todo lo que había pasado con su hija mayor, ella siempre la había visto y querido como una madre.
— Tan suertuda que recibes un abrazo y no un reclamo de mamá. — Bromeo el castaño sonriendo divertido. — Y me encantaría quedarme pero no quiero enterarme de sus cosas de chicas. — Dijo sonriendo antes de girarse moviendo su mano como despedida de ambas.
Y una vez estuvieron solas de nuevo la castaña volvió a hablar invitando a la chica a sentarse junto a ella bajo el hermoso árbol junto al riachuelo en el que ella se encontraba momentos antes. — Bueno, ahora que al fin te has decidido a visitarnos, asumiré que es porque tienes muchas cosas que decirme ¿No es así? — Pregunto suavemente viéndola con cariño.
— Fuera de eso, hay algo que esta molestándome y necesito tu ayuda Sachiko-san. — Respondió Tzuyu suspirando. — Creo que al fin la he encontrado. — Confeso ganándose una mirada curiosa de la japonesa que en cuanto entendió a lo que se refería sonrió de felicidad.
— Oh cariño. — Dijo acariciando el cabello de la joven. — Esa es una maravillosa noticia, y por supuesto que quiero conocerla ¿Eh?
La Taiwanesa rió suavemente asintiendo antes de volver a hablar. — No tengo problema con eso, de echo el problema radica en algo mas.
Sachiko la miro sorprendida. — ¿Algo mas?
— Así es, ella no pertenece a nuestro mundo Sachiko-san. — Dijo suspirando. — Es una hermosa humana.
— Oh. — Fue lo que salió de los labios de la castaña.
...
Era domingo en la mañana, y para la fortuna de la ojigris que conducía en dirección a la casa de la castaña el día estaba soleado, aunque por ello debiera usar sus lentes oscuros para cuidar sus ojos.
La ojiverde le había hablado sobre uno de sus pasatiempos favoritos, uno que coincidía bastante con los suyos y por lo cual sonrió levemente al recordar lo que quería hacer ese día junto a ella, agradecida de que Jeong aceptara verla sin problema.
Suspiro al llegar frente a la propiedad y escuchar los desconfiados pensamientos del castaño que caminaba en la sala de la casa como animal enjaulado desde que la castaña le informo sobre su salida con la misma chica que a su parecer la había raptado hace un par de días.
Sin embargo nada de lo que escucho en su mente hizo cambiar de parecer a la pelinegra que bajo del vehículo, ajustando su chaqueta y sus lentes sobre el puente de su fina nariz, caminando con calma hasta la entrada, y ni siquiera le sorprendió que antes de que llamara al timbre la puerta se abriera dejando a la vista al coreano que la miro desafiante esperando intimidarla sin éxito alguno.
— Buenos días señor Yoo, estoy aquí por... — Hablo ella haciendo una reverencia.
— Lo se. — Dijo Changjoon de forma cortante. — Estas aquí para llevarte a mi niña de nuevo, pero quisiera mostrarte algo antes. — Continuo diciendo sin cambiar su expresión. — Pero primero, lentes fuera. — Le dijo en modo de orden.
Y a pesar de lo graciosa que le parecía la situación a la japonesa, lucho por mantener su expresión tranquila mientras se quitaba los lentes con una lentitud demasiado seductora a los ojos de la castaña que bajaba las escaleras y se quedo a mitad de estas haciendo un esfuerzo por controlar los acelerados latidos de su joven y enamorado corazón.
— Tus ojos son grises, interesante detalle. — Comento el coreano al verla y ella sin poder evitarlo desvió su mirada a la figura tras él que los miraba curiosa, y al notarlo el castaño se volvió a interponer entre ellas. — Enfocada.
— Si señor. — Dijo Mina riendo para sus adentros aunque no fue la única pues Jeongyeon mordió su labio sonriendo y volviendo a su habitación para ir por su abrigo y partir junto a ella.
— Bien. — Hablo el coreano sonriendo. — Ahora entra. — Dijo haciéndose a un lado para que la chica entrara, pasando sin saberlo la primera de las pruebas del hechicero que cerro la puerta a sus espaldas. — Ven conmigo. — Mina dio un vistazo en dirección a donde segundos antes estaba la castaña para después seguirlo hasta el lugar que supuso era su despacho, donde la invito a sentarse frente a un brillante escritorio negro mirándola desde el asiento del otro lado.
— A ver Mina, respóndeme una cosa ¿Sabes porque cuido tanto a mis hijas? — Pregunto el castaño mirándola serio, y aunque Mina supo que tal vez no acertaría en su respuesta o tal vez si, decidió responder.
— ¿Porque las ama y solo quiere lo mejor para ellas? — Cuestiono viendo sonreír levemente al coreano aunque fue apenas una pequeña elevación de sus comisuras.
— Exacto. — Afirmo Changjoon. — Mis hijas son mis tesoros ¿Entiendes lo que eso significa? — Pregunto viéndola asentir. — Bien porque puedes creerme que si yo me entero de que alguien, quien sea, se atreve a lastimar a alguna de ellas, le ira muy mal. — Mina no hizo mas que asentir, humedeciendo lentamente sus labios sin dejar de mirarlo demostrándole que no le afectaban sus amenazas disfrazadas. — Tu debes entenderme, Jeong me comento que tienes una hermana menor que Ryujin, la pequeña y dulce Nina. — Contó y Mina mordió su lengua para no reírse, si tan solo el coreano supiera que la chica a la que llamaba pequeña, era mucho mayor que el.
— Correcto señor, y por supuesto que lo entiendo, si alguien quisiera hacerle daño yo seria la primera en defenderla. — Confeso cruzando sus piernas tranquila.
— Eso me gusta Mina, ya me agradas. — Aprobó el hombre levantándose, de su asiento dirigiéndose al armario donde con ayuda de una pequeña llave las puertas de este se abrieron dejando a la vista varias armas de fuego junto a un par de espadas y Mina negó sonriendo aprovechando que el hombre le daba la espalda. — ¿Sabes? Jamas he usado una de estas. — Siguió hablando tomando una de las armas de fuego mas grandes. — Pero supongo que siempre hay una primera vez ¿No te parece?
— En efecto señor Yoo.
— Por defender a mis hijas soy capaz de todo, aunque a muchos le parezca exagerado. — El hombre camino hasta ella sin soltar su arma y una vez estuvo frente a ella la miró en busca de alguna señal de miedo, mismo que no encontró en ningún momento.
— Pues en lo personal, considero que cuando se trata de la protección de un ser querido, ninguna medida es exagerada señor. — Dijo Mina sinceramente, pues en eso si lo entendía a la perfección, aunque estaba empezando a fastidiarse del mayor y su intento de mostrarse intimidante.
Y fue una suerte que justo en ese instante la ojiverde abriera las puertas del despacho asombrada con la imagen que encontró. — ¡Papá! Te dije que no hicieras esto. — Reclamo caminando hasta quedar en medio de los dos.
— Pero si no hice nada cariño, Mina y yo solo conversábamos, y me cayo muy bien. — Dijo sonriendo en dirección a la japonesa. — ¿No es así Mina?
Mina se levanto quedando al lado de la castaña y sonrió levemente en complicidad con el mayor. — Así es Jeongyeonnie, tu padre fue suficientemente amable de mostrarme su arsenal de armas, que por cierto jamas ha usado. — Bromeo la japonesa aunque solo el castaño rió sonoramente mientras Jeong solo negó tomando su mano.
— Es el colmo papá. — Le reclamo una ultima vez antes de sacar a la pelinegra del lugar que se despidió del mayor con un movimiento de cabeza que este respondió con un asentimiento y una sonrisa que Mina interpreto como de aprobación mientras apoyaba el arma en su hombro izquierdo.
— Dios, de verdad lamento eso Minari, papá suele ser algo... — Dijo Jeong una vez estuvieron frente a la casa y Mina sonrió mostrando su gummy smile cuando se detuvieron junto a su auto. — ¿Que fue lo que te dijo? — Preguntó pasándose la mano por el cabello ofreciéndole una vista tan sensual a la japonesa que esta tuvo que contenerse de lanzarse sobre ella.
Mina se acerco a ella mirándola con cariño y al ver la duda en sus ojos y escuchar los acelerados latidos de su corazón, consecuencia de su reciente caminata, acaricio sus mejillas. — Esta bien Jeongie, ha sido menos intimidante de lo que esperaba. — Bromeo antes de juntar sus frentes sintiendo como la castaña se atrevía a rodear su torso recostando su mejilla de su hombro.
— De acuerdo, pero aun así, lamento eso. — Murmuro Jeong disfrutando de su aroma a menta. — No tenia idea de lo adictivo que era estar entre tus brazos.
Mina sonrió de felicidad al sentirla y correspondió su abrazo acariciando su cabello y dejando un beso en su frente. — Creí que la de las tentaciones aquí era yo.
Jeong rió suavemente mirándola sin soltarse de su abrazo. — Pues ya comprobaste que no es así. — Bromeo la coreana y Mina no se resistió mas acercándose a ella para besarla suavemente.
A pesar de que estaban frente a la casa de la menor y que en cualquier momento su padre podría salir con una de sus grandes armas y dispararle, o de que esta podría rechazarla, lo hizo, orgullosa de su decisión cuando a pesar de su impresión la castaña le correspondió con el mismo cariño.
— Moría de ganas de volver a hacer eso. — Susurro cuando se separaron rozando sus labios con los de la coreana.
Y Jeongyeon solo pudo suspirar. — Definitivamente eres mi nueva adicción Myoui Mina. — Confeso sonriendo antes de volver a besarla, aunque esta vez si las interrumpieron, pero para su suerte fue Ryujin desde su ventana lo que las hizo marcharse antes de que llamaran la atención del castaño mayor.
...
— Entonces... ¿Tu papá es policía? — Dijo una sorprendida Momo sentada al lado de la coreana en uno de los escalones traseros de su casa después de que el padre de esta las encontrara compartiendo un cariñoso beso en el sofá de la sala y dejara a la vista una brillante pistola y una reluciente placa dorada.
— De echo... — Nayeon mordió su labio ocultando su risa. — Es el comandante. — Dijo divertida.
— ¿Y se supone que eso debería tranquilizarme? — Pregunto la japonesa mirándola preocupada, aunque el señor Im era humano Momo sentía que era alguien peligroso incluso para una vampiresa guerrera como ella, algo que iba mas allá de su cargo como comandante de la policía.
Nayeon rió suavemente antes de sonreír divertida y acercar su rostro peligrosamente al de la japonesa. — No me digas que le tienes miedo a las armas. — Susurro rozando sus labios.
— ¿Como crees? Digo, eres su hija adorada después de todo, no tengo nada que temer de el. — Respondió Momo con sarcasmo provocando otra risa de la coreana, definitivamente podría acostumbrarse a ese sonido.
— Vamos Momori, no es tan malo una vez lo conoces, además sabe que puedo defenderme si cualquiera intenta lastimarme. — Informo tranquila. — Algo que tú no harás ¿Verdad?
Y Momo no pudo evitar sonreír ampliamente al ver su adorable expresión para después rodar los ojos. — Por supuesto que no bunny. — Respondió ganándose un abrazo de la castaña que quedo sentada en sus piernas rodeando su cuello.
— Lo se. — Apoyo Nayeon dándole un beso en la mejilla. — Por alguna razón confío en ti, y aunque tenga menos de una semana conociéndote, cosa que es totalmente descabellada y sin precedentes, no se como explicar esto que siento. — Confeso mientras Momo colocaba un mechón de cabello tras su oreja, perdida en su belleza sin dejar de prestar atención a sus palabras. — Es como una conexión, que aunque no soy capaz de entender, no me permite alejarme de ti.
— Lo se bunny, porque yo me siento exactamente igual, es como si ahora... — La miró enternecida, siendo ese un motivo suficiente para que las mejillas de la menor fueran teñidas de un adorable carmesí. — Tú fueras mi razón para vivir. — Termino de decir y Nayeon se refugio en su cuello para ocultar su rostro avergonzado.
— Hey, se supone que yo soy la más romántica de las dos. — Se quejo entre susurros que hicieron reír a la pelinegra.
— Pero solo digo la verdad, mi bunny. — Dijo Momo suavemente mirándola otra vez y Nayeon le dio un pequeño y fugaz beso en los labios.
— Entonces gracias. — Le dijo al separarse. — Y espero que nunca dejes de decirme dulces palabras.
Momo sonrió ampliamente volviendo a besarla suavemente. — Siendo ese el caso, tendré que nutrir mi repertorio con algo de poesía para mi hermosa reina Nayeonie. — Bromeo escuchando como la coreana reía al segundo de escucharla.
— Solo bromeo tontita. — Rió la castaña besando su mejilla. — Sé que cualquier cosa que venga de ti me parecerá la mas dulce y hermosa de las palabras. — Agrego sellando su confesión con otro suave beso, uno que esta vez nadie interrumpió.
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