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12 ; Recuerdos y Dudas. 🖇

PASADO | AÑO 2020

Sus orbes castaños se abrieron de golpe, encontrándose con un cielo despejado, hermoso, muy perfecto para ser real. Frunció el ceño, su cabeza dolía muchísimo y no podía evitar sentirse algo abrumada, pues el sol estaba muy fuerte. Se sentó en aquel lugar, el cual desconocía. Césped, había estado acostada en el césped, pero aún no reconocía el sitio. Miró hacia sus alrededores. Parecía ser el patio de una escuela. Optó por ahora pararse, limpiar sus manos y acomodar su falda; cuando hizo esto último, se dio cuenta que aquella falda, no era la de su uniforme escolar. No eran los colores característicos de su escuela. Ahora estaba doblemente confundida, llena de incógnitas. Inspeccionó más a fondo su vestimenta: su parte superior tenía el escudo de la escuela secundaria de su hermano mayor. Sintió un escalofrío, pues entendió que era un sueño. Ya había pasado por algo similar. ¿Su hermano aparecería de nuevo? No quería verlo, le era jodidamente perturbador.

La campana sonó y el sueño dio comienzo. Por más intenciones que tuviese de controlarse, por saber que se trataba de algo falso, de un sueño, de un producto de su mente, no pudo sucumbir a la curiosidad y comenzó a caminar por el gran predio. Se escuchaban risas, pero Lía no encontraba a los dueños de las mismas. Ninguna de aquellas voces que reían, la identificaba como la de Junghyuk, su hermano. Mientras caminaba, sentía las risas más cercanas, por lo que empezó a correr. A correr sin saber si había algún rumbo que seguir, algún camino que recorrer, un objetivo al cual llegar. Pero sí lo había. Finalmente llegó hasta los dueños de aquel ambiente lleno de gracia. Se trataba de unos tipos, que golpeaban con fuerza a otro más indefenso. Lía frunció el ceño.

—¡Hey, ustedes! ¡Oigan! —gritó Lía, con la esperanza de ser escuchada. Y así fue: los tipos la miraron con una sonrisa. Sus rostros estaban borrosos. Lía frunció el ceño molesta. Los tipos salieron corriendo, y detrás de ellos, sus risas características. La pelinegra los observó irse, pero cuando volvió su mirada para intentar ver quién era la víctima de aquel suceso, quedó petrificada. Era Junghyuk. Su cuerpo estaba moretoneado, herido, lastimado. Junghyuk lloraba, abrazándose a sí mismo, mirando sus heridas. Lía no podía moverse. Odiaba no poder hacer nada más que espectar aquel daño. Junghyuk alzó su mirada, conectándola con la de su hermana menor y una sonrisa de debilidad y aflicción adornó su rostro masculino.

—No me maté. Me mataron, Lía. ¡Ellos me mataron! —exclamó el joven, comenzando a sangrar. Lía cerró sus ojos intentando despertar. Una vez más, la escena que presenciaba le era completamente fuerte y shockeante. La figura del cadáver de su hermano con su cabeza hecha trizas, le era devuelta y lo detestaba. Lía, tapó sus oídos para intentar dejar de escuchar los gritos de su difunto hermano, pero era imposible— ¡ME MATARON, LÍA! ¡ELLOS LO HICIERON! ¡TIENES QUE HACER ALGO!

Un golpe despertó a Lía de aquel sueño horrible que la había acorralado entre la espada y la pared. Respiraba agitada, mientras sentía como una lágrima caía por su mejilla, solo una. Empezó a sentir un fuerte dolor en su espalda, y cuando fue consciente de eso, rápidamente se dio cuenta de que estaba en el suelo. Del susto había caído al suelo desde su cama y ahora estaba muy adolorida. Con dificultad, soltando algunos leves quejidos de dolor se levantó y volvió a la cama, pero sin intenciones de volver a conciliar el sueño, pues, en cinco minutos sonaría su alarma para ir al colegio. Simplemente reposó aquel tiempo restante, teniendo aquellos recuerdos aún patentes en su cabeza. Las imágenes la seguían atemorizando. ¿Qué significaba todo aquello?

Sonó su alarma, la apagó, y una vez más, decidió escribir todo aquello en su cuaderno, aquel que le hacía ser capaz de ordenar todos sus pensamientos, sus ideas, para no caer en la complejidad de sus sentimientos, y permitirse a sí misma ir más allá en todo aquel asunto. Cuando creyó que todo lo sucedido en su sueño había sido anotado, cerró su cuaderno y miró su pierna derecha. No lo había notado, pero estaba muriendo de la ansiedad; su pie se movía de forma frenética, en una especie de tic nervioso que exteriorizaba sus adentros. Suspiró agotada y se levantó, guardando aquel cuaderno, esta vez en su mochila de la escuela. Tal vez podría releer todo una vez estuviese tranquila junto a Beomgyu.








—Una, dos... tres pruebas en las próximas dos semanas. Y eso que son los únicos profesores que nos han confirmado las fechas. Aún faltan algunos. ¡Estoy cansada! —chilló Rossie, quejándose. El periodo de exámenes de cierre del primer cuatrimestre, empezaría pronto. Durante esas dos semanas con suerte podrían respirar, si es que no querían perder el año. Sayeon rió un poco mirando como Rossie se quejaba y se retorcía. Luego su mirada fue a parar en Lía, quién miraba hacia el frente, sin tocar su almuerzo.

—¿Lía? ¿Estás bien? —preguntó la dulce joven. Como no obtuvo respuesta, Sayeon codeó a Rossie, quién dejó de lamentarse y alzó su mirada para ver a la misma Lía perdida que Sayeon miraba. Ambas chicas se miraron entre ellas y luego hacia dónde Lía tenía fija la mirada. Hueningkai estaba sentado solo en una mesa, comiendo el postre de su almuerzo, el cual era un pote de yogurt de durazno. Pero, por más que la soledad sea algo curiosa, tal vez, no era lo que más generaba extrañeza en Lía. Hueningkai tenía dos potes de yogurt. Uno de durazno, el que estaba abriendo, y uno de frutilla. Cualquiera podría decir que Hueningkai quería comerse dos, lo cual estaba prohibido en cuanto a reglas institucionales uno se refiera. Por eso no era posible. Pero... ya era obvio que Lía pensaba diferente. Su vida era diferente.

—Lía, ¿te gusta Kai? Bueno, digo, no es feo en absoluto. ¿Pero ustedes no se llevaban mal? —preguntó Rossie con una ceja alzada. Sayeon negó algo divertido y le dio un golpecito a la rubia que parecía no entender de qué se trataba. Rossie la miró molesta, sobándose la cabeza, zona en donde había sido golpeada— ¡Oye! ¿Qué dije o qué?

—Hueningkai fue mejor amigo de Beomgyu. Eso lo sabemos todas, Rossie. Es obvio que Lía quiere lograr acercarse a él de alguna forma, pero no de esa manera. —explicó Sayeon y Rossie asintió ahora entendiendo la situación. Lía cayó en cuenta de que hablaban de ella y solo pestañeó para luego levantarse sin haber tocado su almuerzo— ¿Lía?

—Lo siento, voy a aprovechar lo que queda del tiempo del almuerzo para hacer otras cosas, ¿sí? Nos vemos luego en clase. —habló la pelinegra, saliendo de allí, quién sabe en dirección a dónde. Sayeon y Rossie quedaron confundidas, mirándose una vez más entre ellas. Quién había quedado mirando su desaparición, había sido Hueningkai. La vio alejarse y luego miró aquel pote de yogurt que tenía al lado suyo.

—¿Hasta cuándo, Kai? Supéralo... —susurró solo audible para él mismo, pues era un regaño a su persona. No quería seguir haciendo eso, pero no podía evitarlo. Tal vez era momento de dejar todo atrás. Suspiró y, con algo de pesar, dejó abandonados aquel yogurt de frutilla y la cucharita que estaba disponible para él. Así, fue que atinó a ir, discretamente, detrás de Lía.








—Tu hermano... ¿Se llamaba Junghyuk? —preguntó el dulce jovencito pelinegro, mientras descansaba en el suelo de aquella sala de música y dibujaba en una hoja que le había entregado Lía para que se distrajera mientras ella leía su cuaderno—. ¿Llevaba el mismo apellido que tú? —hablaba desde su pura curiosidad. Beomgyu era un ser muy curioso cuando estaba tranquilo. Bueno, durante su tiempo en vida siempre tuvo la necesidad de responder a todas sus dudas y nunca dejar de aprender. Más cuando de la música se trataba. Eso era algo que se evidenciaba en su matrícula, la cual Lía y las chicas ya habían leído.

—Sí, Kang Junghyuk era su nombre. Es la segunda vez que se me presenta en un sueño. —habló Lía, parándose del suelo, captando la atención de Beomgyu, quién dejó de pintar para observarla. La pelinegra movió el escritorio que le impedía llegar al pizarrón viejo de la sala de música. Beomgyu al ver que le costaba, se levantó con intenciones de ayudarla con el trabajo pesado; y así lo hizo— Gracias, Beomgyu. —agradeció la dulce muchacha acariciando la mejilla del joven fantasma, quién sintió su corazón no latiente hincharse, sintiéndose vivo. ¿Cómo es que lograba sentirse vivo estando con aquella chica? Era la primera vez que alguien le gustaba. Y era irónico que fuese luego de su fallecimiento.

Lía volvió a prestar atención al pizarrón. Tomó el borrador y lo presionó contra éste, pero tosió fuerte cuando éste soltó mucho polvillo de tiza. Tapó su nariz y boca, y rápidamente comenzó a borrar todo lo que antes había estado escrito en el pizarrón que no era en absoluto relevante. Beomgyu tomó el borrador y limpió la parte de arriba, donde Lía no llegaba. La pelinegra tomó una tiza blanca y empezó a escribir, escribir y escribir. Hizo círculos, conexiones, equis, entre otras marcas. Cuando terminó, se separó del pizarrón y observó aquella creación que había logrado llevar a cabo. Era una especie de red, un método de estudio en dónde había volcado todo lo que había sucedido con su hermano. "Tres sujetos, golpes, Junghyuk, muerte, ¿suicidio?" Eran tantas las cosas que aún no tenían respuesta.

—Lía, ¿tú crees que el alma de tu hermano se esté intentando comunicar contigo como yo hice contigo? Bueno, yo no lo intenté, tú me descubriste. Y él lo hace a través de sueños. Pero... puede ser algo parecido. —habló Beomgyu y Lía sonrió mirándolo. Beomgyu volvió a avergonzarse; cuando Lía lo miraba así, todo su miserable dolor y solo se concentraba en ella.

—Es la primera vez que dices una oración tan larga, Beomgyu. —habló la muchacha y soltó una dulce risa. Beomgyu rió bajito con ella. Se sentía en confianza, Lía era todo lo que tenía ahora.

Beomgyu... Beomgyu... ¡Beomgyu! Hueningkai estaba detrás de la puerta de aquella vieja sala de música, congelado por aquel nombre que había salido de la boca de la pelinegra misteriosa por la que sentía mucha curiosidad disfrazada de desconfianza. Temblaba, sudaba. Había llegado hace tan solo unos minutos; escuchó ruidos, la voz de la joven hablando sola, pero justo llegó para escuchar como el nombre de su ex mejor amigo salía de su boca. Tragó en seco y retrocedió un poco. No quería que las cosas quedaran inconclusas. Si Lía le estaba jugando una broma, debía pagar por ello. Pero si no, ¿cuál era la explicación que se le podría dar a aquello tan extraño? Hueningkai no sabía si arriesgarse a entrar o correr lejos de aquella grotesca situación.

—La verdad es que, es muy pronto para decir que creo que mi hermano se está intentando comunicar conmigo. Pero... me han pasado tantas cosas, que no puedo negarlo tampoco. —confesó Lía sacando su móvil del bolsillo de su camisa para luego encender la cámara y tomar una fotografía de lo que había apuntado en el pizarrón. Debía borrarlo antes de que alguien entrase y lo viera, si es que aquello sucedía. Beomgyu miró a Lía y luego hacia la puerta. Un sentimiento extraño lo hizo ponerse en estado de alerta. Lía terminó de tomar fotos que luego utilizaría y empezó a borrar la pizarra. Cuando acabó, limpió sus manos, pues estas estaban llenas de polvillo y volvió a guardar su teléfono en su camisa—. Bueno, es hora de que me vaya. La campana sonará en solo unos minutos y no quiero que sospechen por mi ausencia. Ya fui lo suficientemente sospechosa. —rió la dulce joven. Se acercó a la mejilla de Beomgyu, dejó un beso en ella y tomó su cuaderno para irse de allí, dejando al joven fantasma anonadado, acariciando su mejilla.

Lía salió de la sala de música y miró hacia todos lados, para luego dar unos cuantos pasos por aquel abandonado pasillo. Se detuvo, pues sentía que la estaban mirando. Estaba harta de las sorpresas, del miedo repentino, de los sustos. Suspiró agotada y se volteó, pensando que no se encontraría con nada, puesto que era todo producto de su ansiedad y paranoia. Pero no. Lo primero que vio, fue el rostro de Hueningkai en primer plano. Quiso gritar, pero Kai tapó su boca y la sostuvo, escondiéndola en un aula vacía. Lía intentó resistirse, sin embargo, cuando ingresaron en el aula y Kai logró cerrarla con pestillo, soltó la boca de la joven médium, dejándola respirar, tosiendo.

—¡Q-qué rayos... te pasa! —gritó Lía mientras tosía por haber sido recientemente asfixiada por su compañero. Estaba molesta, muy molesta. Pero cuando su mirada se encontró con la de Hueningkai, supo que él no estaba enojado. Estaba pálido, tenía miedo, estaba angustiado—. Oye... ¿qué te pasa? ¿Por qué me trajist-

—¿Por qué mencionaste el nombre de Beomgyu mientras hablabas sola? —soltó de la nada, dejando a Lía con las palabras y dudas en la boca. Quedó petrificada, ahora entendía. Él la había seguido, la había escuchado, y convenientemente, escuchó justamente lo que Lía quería ocultar.

—Y-yo... —titubeó ella, sin saber qué responder al respecto, ni dónde esconderse para no ser encontrada jamás.

—No huyas, no me mientas, quiero hablar contigo. Es el momento en que tú y yo nos quitemos las máscaras de una jodida vez por todas, Kang Lía.

VOLVÍÍ!!! No sé como, pero no puedo abandonar esta historia. Hasta el día de hoy me sigue apasionando escribirla. Muchas gracias por leer <3

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