03 ; La Voz de un Alma. 🖇
《 PASADO | AÑO 2020 》
Entre la penumbra de aquella extraña, tenebrosa y supuestamente clausurada sala de música, se encontraba aquel cuerpo ensangrentado. La sangre parecía chorrear de una herida en su cabeza (por lo que se veía, más específicamente de su nuca). Esos ojos que antes le habían observado con horror y espanto, ahora le observaban con una extraña y nueva sensación. Era como angustia, agonía y súplica entremezcladas, generando compasión dentro del corazón de Lía, quién no entendía por qué su cuerpo estaba congelado, más no crecía el miedo en ella. No, no tenía miedo, y se sentía loca por ello. ¿Cómo no tener miedo ante aquello? Algo que ya le había causado pánico el día anterior, y no la había dejado transcurrir su día con normalidad, como cualquier estudiante ordinario... Temblando de forma leve, pero presente, Lía exclamó con impresión, sorpresa y alucinación:
—¡Eres real!
La figura de aquel sujeto, al escucharla, se encogió en su propio cuerpo, intentando desaparecer dentro de ese armario manchado, pero no podía, la chica seguía allí, observándolo, como si pudiese juzgarlo. Se sentía intimidado y adolorido La sangre seguía chorreando y su cuerpo seguía desprendiendo ese putrefacto olor a cadáver, que para su sorpresa, no le afectaba mucho a la joven. Para empezar, nadie había podido verle a los ojos desde que había perdido la vida de esa forma tan... Su cuerpo entró en desesperación. Sus manos comenzaron a temblar de forma descomunal y Lía comenzó a asustarse, tapando su boca y nariz al sentir como ese asqueroso olor a muerte se hacía cada vez más presente, aromatizando todo el lugar. El joven jaló sus cabellos manchando sus manos con su propia sangre (aunque ya las tenía manchadas desde antes) y lágrimas de sufrimiento comenzaron a deslizarse por sus mejillas. Pues él...
...no recordaba que le había sucedido.
Lía comenzó a hiperventilar y cayó sentada al suelo, teniendo un dejavu de lo que le había sucedido el día anterior en esta misma situación. El olor comenzaba a intoxicarla severamente, y podía ver dentro de esa intoxicación que el joven lloraba desconsoladamente, más su voz no se escuchaba; ni un quejido, un lloriqueo, o tan solo un pequeño sonido. Nada era emitido. Y eso hizo que ella intentara arrastrarse y acercarse. Estiró su temblorosa mano mientras tocía y tomó la muñeca del joven quién se asustó ante el agarre y comenzó a forcejear aún sin poder emitir sonido alguno. Ella chilló de dolor ante el forcejeo e intento reponerse y sentarse a pesar de que el olor era completamente insoportable. Aquella figura comenzó a patalear y Lía cerró sus ojos un poco asustada de recibir alguna de sus patadas, pero con un poco más de esfuerzo, estiró su otra mano y tomó la otra muñeca ajena, inmovilizándolo por completo. El joven lo observó con aquellos ojos blancos con apenas un punto como pupila y con dificultad, dejó que su impulsividad la guiara.
—¡Cálmate, te lo suplico! —chilló ella algo mareada y comenzó a toser un poco. Sus manos ahora estaban otra vez manchadas con la sangre ajena. Tragó en seco y volvió a alzar su mirada al temeroso espectro—. N-no pienso hacerte ningún tipo d-de daño, ¿S-si? —susurró ella casi sin voz, en un quejido. Aquella criatura comenzó a hiperventilar para conseguir tranquilizarse, sin dejar de mirar a la joven que estaba al borde del colapso. Comenzó a calmarse poco a poco al empezar a tener fe en que la chica no tenía malas intenciones para con él. Sus manos y su cuerpo aún temblaban, pero no pensaba hacer nada, pues la chica lo tenía inmovilizado. Intentó hablar, pero parecía tener desgarradas sus cuerdas vocales, pues no podía hacerlo. Lía al notar esto, decidió volver a hablar—: No p-puedes hab-blar, ¿cierto...? —preguntó algo asfixiada. Él negó aun en un estado de shock—. Mierda... realmente no pued-
Pero Lía no pudo terminar aquella frase, pues su cuerpo se desvaneció encima de las piernas de aquel sujeto aterrorizado. Las manos del espectro bajaron lentamente y suspiró más sin encontrar alivio alguno. Su rostro bajó con suma lentitud y miedo hasta encontrarse con el cuerpo adormecido de la muchacha. Estaba viva. Solo estaba desmayada por intoxicación ante el olor tan repugnante que él había desprendido ante su ataque de pánico y nervios. La observó con suma atención y curiosidad, siempre alerta a todo, pues no quería que despertara y le atacara. Su delicada mano pálida casi blancuzca se acercó a los cabellos de la joven y los tocó con delicadeza, corriéndolos levemente para ver aquel perfil que yacía en sus piernas. Una lágrima rodó por su mejilla y él la limpió con suavidad sin dejar de mirar a la chica.
No podía hablar...
No podía parar de llorar...
Y lo peor de todo era que...
...Él aún no podía recordar el porqué de su estado actual tan deplorable...
La luna iluminaba la oscura y silenciosa sala de música. Unas pálidas manos acariciaban los castaños cabellos de Kang Lía, quién aun no despertaba de aquel profundo desmayo. Su respiración era tranquila y relajante para aquel espectro que no paraba de sollozar en soledad. Con sus delgados, largos y pálidos dedos comenzó a acariciar cada parte del rostro contrario, a contornear sus expresiones... Frente, nariz, mejillas y... labios. Aquel sujeto no podía estar más encantado con la belleza que la joven desbordaba sin intención. Su llanto cesó lentamente, pero apenas un poco. Todo era tranquilidad hasta que... la joven despertó. Aquella criatura se asustó ante eso y cerró sus ojitos, apretándolos, teniendo la tierna esperanza de que eso podría ayudarle en caso de que la chica quisiera herirle. Pero al no sentir daño alguno, decidió abrir lentamente uno de sus ojitos, quedando algo curioso al ver que la joven estaba intentando sentarse con algo de mareo.
—U-ugh... —Se quejó Lía, para luego sentarse lentamente acariciando su cabeza adolorida—. Duele...
Aquella persona pálida intentó acercar su temblorosa mano al rostro de la chica, pero Kang se asustó y se movió bruscamente golpeándose el codo con la parte de atrás del armario en el que ambos estaban encerrados. Gritó asustada, y notó como la otra persona también lo hacía, más su voz se reprimía en el aire. Cuando ella se golpeó, volvió a gritar, y esta persona también pero de nuevo de forma silenciosa. Solo hacía el gesto de pánico y su boca muy abierta en expresión de grito. Lía, al notar esto, se quedó callada y por los nervios, comenzó a reír a carcajadas. Aquella criatura la observó con curiosidad, pues no podía entender porqué ella se reía si recién estaba curada del espanto. Se rascó la nuca e hizo un gesto de mucho dolor al olvidarse que estaba herido y haberse tocado la herida. Lía paró su risa y carraspeó su garganta. Abrió la puerta del armario y buscó con los ojos en donde pudiese estar su mochila, y cuando la encontró, se paró a buscarla saliendo del armario.
—Tranquilo, te pondré algo en la herida y estarás mej-
Cuando Lía se volteó para querer entrar de nuevo al pequeño escondite de aquella extraña persona, no pudo terminar su frase, pues él había cerrado las puertas del armario. Lía suspiró un poco abrumada y preocupada y se acercó despacio para dar tres golpecitos a la puerta. No hubo respuesta alguna, así que decidió hacerlo de nuevo, pues no podía abrirla, aquella criatura estaba forzando la puerta hacia adentro para que ella no pudiese entrar. Lía, al no tener respuesta por segunda vez, se puso de cuclillas y miró sus manos y uniforme manchados de la sangre del espectro, que por lo que veía a simple vista, era un chico joven. Suspiró profundamente y posó su mano en la puerta pensando. Decidió hablar.
—Duele mucho, ¿Verdad? —preguntó de la nada sin obtener respuesta alguna—. Tranquilo... no voy a hacerte daño, solo... déjame curarte.
Dentro del armario se escuchó un ruido y Lía alzó su mirada esperando que aquel joven extraño pudiese abrirle.
—¿Lo harás? —volvió a preguntar—. ¿Me dejarás curarte?
Luego de unos silenciosos segundos que amenazaban con causarle ansiedad a la chica, la puerta del viejo armario se abrió un poco dejándole ver a ella esos ojitos que el joven poseía, casi blancos, con solo un pequeño puntito brillante. Lía sonrió y terminó de abrir la puerta. El chico intentó sentarse y la observó algo temeroso aún. Le costaba confiar...
—Noté que no puedes hablar... ¿Es así? —preguntó Lía sentándose al frente suyo para empezar a buscar algo en su mochila, mientras intentaba mirarlo y prestarle atención. El chico negó tocando su garganta con delicadeza—. ¿A qué se debe eso? ¿Eres mudo?
El chico negó viendo con curiosidad como Lía sacaba vendajes de su mochila. ¿Realmente pensaba curarlo? Lía solía tener muchos artículos de primeros auxilios porque su madre era bastante paranoica. Desde que su hermano mayor había fallecido, todo había cambiado, y la sobre protección se hizo demasiada.
—Entonces, si no eres mudo, ¿Por qué no hablas? —preguntó Lía y luego rió avergonzada—. Lo siento por preguntarte algo estúpido ahora mismo... ¿Puedes escribir lo que quieres decirme?
El chico se mareó un poco ante tantas preguntas, así que solo asintió y bajó la mirada. Aún no podía recordar quién era, ni el porqué de su estado.
—Vale... te pasaré un cuaderno luego de curarte.
La joven tomó algunas cosas y comenzó a intentar curar la herida del joven, pero cuando quiso curarla, esta ya no estaba. De hecho, la sangre había esaparecido y su uniforme ya no estaba manchado. Las manos y el uniforme de Lía, tampoco tenían rastros de la sangre que antes la había manchado. Ella frunció su ceño y luego alzó su mirada, topándose con la del joven. Un escalofrío recorrió su espina dorsal al poder ver bien el rostro de aquel chico sin ningún rastro de sangre. Lo conocía. De algún lado ella lo conocía. Sus indecisas manos se acercaron lentamente a las mejillas del chico, pero cuando estuvieron casi a punto de tocarlo, su teléfono sonó. Ella gruñó molesta y tomó el móvil. Casi le agarra un ataque de pánico al ver aquello que su teléfono le marcaba...
...treinta y seis llamadas perdidas y diez mensajes nuevos de su madre.
—¡Oh, mierda! —exclamó Lía y comenzó a guardar todo mientras gruñía y autoregañaba constantemente. Le faltaba su cuaderno, así que comenzó a buscarlo desesperadamente y cuando quiso darse cuenta, el joven ya se encontraba escribiendo algo. El chico le mostró aquello que había escrito con algo de pena y ella, aun estando nerviosa por lo de su madre, prestó atención a lo que decía.
"Estoy perdido... No sé quién soy, ni porque estoy herido. No sé porqué no puedo hablar... ¿Podrías ayudarme?"
—¡¿Pensaste la gravedad de las cosas, Kang Lía?! —gritó su madre llorando mientras la joven Lía estaba avergonzada mirando hacia abajo.
—L-lo siento, madre... No pensé que te asustarías tanto, y-yo...
—¡¿Acaso no piensas que te puede suceder algo?! ¡No soportaría perderte!
—Pero mamá, yo solo-
—¡NO SOPORTARÍA PERDERTE COMO PERDÍ A TU HERMANO!
La voz de Lía se reprimió en aquel nudo de llanto ahogado. Su hermano... Su madre jamás había superado la muerte de su hermano mayor. Jamás. Por eso ahora Lía tenía que soportar aquello, pues no era algo malo ni anormal la sobreprotección de su madre para con ella. Debía aguantarlo. Por su difunto hermano mayor, y por el herido corazón de su buena madre. Lía cerró sus ojos un momento, pensando en qué hacer. Luego de eso, los abrió y se acercó a su madre y abrazó con fuerza. La mujer mayor correspondió inmediatamente y se desahogó llorando. Lía suspiró acariciando la espalda de su progenitora y luego cerró sus ojos relajándose junto a ella. Escucharla angustiada le rompía el corazón. Sí, había sido muy descuidada. Se había desmayado por aquel horrible olor y las horas habían pasado. No podía imaginar lo histérica que estaría ella si su hijo o hija hiciese lo mismo. No, sería terrible...
—No vuelvas a hacerme una cosa así, Lía. Nunca más, ¿Me escuchaste?
—Sí, mamá... Lo siento mucho.
Pero al menos ella ya estaba sana y salva en casa, junto a su madre...
Choi BeomGyu, 2001 – 2019, Q.E.P.D.
Eso decía aquella fotografía enmarcada que ahora volvía a sonreírle como si nunca hubiese dejado de hacerlo. El cuerpo congelado de Kang Lía estaba allí, observando aquel joven con suma atención mientras tragaba en seco, y a sí mismo, sus ojos bajaron a la fotografía de papel fino que estaba en su mano, la cual su compañero había dejado caer el día anterior. Suspiró, y sacó su móvil para tomar una foto de aquel altar, para luego tomar aire, darse la vuelta y comenzar a correr. Su cuerpo pasó por los casilleros el cual se detuvo a abrir para sacar sus cosas, ya que después de lo que tenía pensado hacer, volvería rápidamente a casa. Pero un imprevisto la distrajo: como recién había ingresado al colegio y ya le habían pasado cosas extrañas, no había tenido tiempo de sacar todas esas cartitas que su casillero tenía que al parecer eran para el anterior dueño del mismo. En un percance, una de esas cartitas se calló y Lía frunció el ceño agachándose a levantarla, llevándose la sorpresa de que esa carta era dirigida para ni más ni menos que... BeomGyu. Sus ojos se abrieron en grande al igual que su boca y comenzó desesperadamente a chequear todas las cartas. Sí, eran cartas de luto, de muchas personas que lamentaban su partida.
Tragó en seco y las guardó en su mochila. Cerró su casillero y corrió rápidamente hacia las escaleras del colegio, las cuales daban a esa sala de música clausurada que había conocido hace dos días atrás de una mala forma, pero que ahora ansiaba visitar. Cuando tocó el primer escalón, en menos de cinco minutos, ella ya estaba en el tercer piso, corriendo por el extenso pasillo hasta llegar a la última puerta, la cual como ya se imaginaba, estaba abierta. Entró de un brusco portazo asustando al jovencito que estaba sorpresivamente fuera de su pequeño escondite, admirando todo desde la ventana. Este pegó un saltito ante aquella entrada agresiva y frunció su ceño preocupado. Lía corrió hacia él asustándolo un poco más, pero no pudo rechazarla porque lo que ella dijo, logró cambiar algo dentro de él, algo que recordaría muy bien de ahora en adelante.
—¡Eres Choi BeomGyu! —exclamó Lía, y el joven tragó en seco. Su corazón parecía latir, a pesar de que no recordaba cómo es que eso podía suceder. Kang sacó la foto y se la mostró. Luego tomó su móvil y le mostró la foto del altar en su honor. Pero eso no fue lo último, pues Lía abrió su mochila y comenzó a sacar todas las cartitas. BeomGyu se arrodilló en el suelo y las tomó con sus manos temblorosas, leyéndolas. Lía lo miraba sin poder asimilar todo correctamente aún—. Eres Choi BeomGyu... Tú... Estás muerto... —susurró ella entrando en razón junto con él, pues el "estás muerto" hizo click en su cabeza de lo que sea que estuviese viviendo ahora mismo—. Tú... estás muerto...
—C-choi BeomGyu... —susurró una voz.
Lía se sorprendió y tapó su propia boca. Aquel chico había podido hablar... ¡Al fin había podido hablar! Y su voz era... preciosa.
—Soy Choi BeomGyu... Y-yo...
—Cálmate, habla despacio... Debe ser confuso para ti más de lo que lo es para mí...
—Tengo miedo... —susurró él y Lía mordió su labio con angustia.
De verdad que todo lo que estaba pasando le resultaba increíble.
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