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02 ; Un Espíritu. 🖇

《 PRESENTE | AÑO 2044

Me encontraba leyendo los expedientes de las nuevas víctimas con las que yo debía contactarme en mi siguiente caso. Estaba un poco nerviosa, ya que el último caso que tuve me dejó muy agotada mentalmente, y mi salud mental importa mucho a la hora de intentar entablar conexión con un alma de alguna persona muerta. Sí, era complicado, porque era mi trabajo. Ya estaba acostumbrada a esto, a ver sus cuerpos heridos, al ver algunas escenas terroríficas que son parte de los recuerdos de la víctima, etc. Muy pocas veces las almas recuerdan lo que les sucedió, y eso hace que el caso se vuelva más largo, y eso puede agotarme, porque si no sale bien, ese alma puede destruirte para que sientas su dolor... Pero, más allá de eso, vuelvo a repetir que es mi trabajo y es lo que amo hacer. Pero éste caso me asusta un poco porque tengo que ir al lugar del supuesto suicidio y eso me recuerda a...

—¿Por qué tienes esa cara larga, cariño? —preguntó SiWon, mi marido. Yo suspiré ante su pregunta y le mostré los expedientes. Él los leyó y tomó un sorbo de su café—. Ya veo... Te recuerda a BeomGyu, ¿Verdad? —volvió a preguntar y yo asentí algo frustrada.

—Sí, algo así. Es solo que el estar un poco cansada me hace sentir un poco de miedo a lo que me pudiese aparecer. Y esto es lo que amo... —susurré y tomé de mi café también. SiWon tomó una tostada y la mordió mientras pensaba lo que yo supuse que era una respuesta.

—Tómate un descanso. —soltó él y yo lo miré frunciendo mi ceño.

—¿Un descanso? ¡Ni loca!

—Ya sé, ya sé. No hablo de un descanso de tu trabajo, si no de tu mente. Relájate un momento y si necesitas recordar todo lo que te hizo llegar a este lugar, hazlo. ¿Sí? —sugirió él y yo miré las tostadas mientras analizaba lo que él me había dicho.

—Puede que tengas razón...

—Piénsalo. Tú nunca fuiste tímida. Siempre fuiste valiente. De hecho, es lo que te trajo hasta aquí.

Yo lo miré y luego recordé.

—Tienes razón. Nunca le tuve miedo a estas cosas...






《 PASADO | AÑO 2020 》

El cuerpo de la muchacha estaba congelado. Las clases pasaban y pasaban como una ruleta rusa, mientras ella solo recordaba cada escena que había vivido el día anterior. Le atormentaba el no saber si quizá fue una alucinación o era la realidad. Si era una alucinación, realmente debía hacerse ver y medicar, pero, ¿Y si no? ¿Y si no es producto de su psiquis y en realidad vio lo que vio? Lo único que le atinaba a pensar que quizá no era real, es que su experiencia fue muy terrorífica, digna de escena cliché de películas de horror, y eso hacía que todo perdiese su valiosa veracidad. Sus dedos jugueteaban de forma brusca con el lápiz mientras intentaba calmarse y pensar en otra cosa, pero, simplemente no había caso... Siempre deseó tener alguna experiencia sobrenatural por ser fanática de las películas de ese género, pero jamás creyó que ese sueño se le cumpliría y menos de esa manera tan... explícita.

Pegó un salto cuando la campana que indicaba la hora del almuerzo sonó fuerte y de forma que aturdía a cualquiera que la escuchase. Suspiró un poco descolocada, pues aún no podía dejar de sentirse algo alerta a todo lo que pasara a su alrededor. Se levantó y tomó todos aquellos libros que no le servirían para la clase siguiente y luego solo decidió salir del salón y dirigirse a la zona de los casilleros para detenerse frente al suyo. Miró las notas que estaban pegadas en este y suspiró un poco desanimada. Recordó vagamente que aún debía sacar esas cartitas que le habían dado al propietario anterior del casillero. Lo abrió y guardó sus libros para después solo dirigirse al enorme comedor, donde todos los alumnos se estaban reuniendo para tener el almuerzo.

Su cuerpo se dirigió a la larga fila que había en modo de espera a que les sirvieran su almuerzo. Al llegar, tomó una bandeja de acero y solo se quedó allí. No le había dicho nada a su madre de su extraña experiencia, porque seguro no lo creería. Y es que ni ella creería las palabras de alguien que estuviese diciendo "¡He visto algo terrorífico!" y que lo visto tuviese las características de lo que ella vio. Sonaba irreal, y ni siquiera estaba segura de si era real. Tenía que hacer algo rápido para calmarse, pues en la noche anterior no había podido dormir nada recordando cada parte del rostro de esa... ¿Persona, tal vez? Realmente solo recordaba la mirada horrorosa que esa extraña aparición le había mostrado, la sangre brotando de su cabeza, manchando su uniforme... De alguna otra manera, ella...

...debía comprobarlo.

La fila comenzó a avanzar y ella levantó su mirada para concentrarse en recibir correctamente el almuerzo. Cuando estaba llegando a la vitrina con todos los alimentos, su boca se abrió en grande al ver todo lo que había para elegir. Definitivamente estaba en un colegio para ricachones. Pero la comida principal de hoy era carne. Al llegar su turno, observó cómo le servían la carne y ella sintió un extraño revoltijo. Le sirvieron un acompañamiento de ensalada y ella corrió rápidamente a una de las mesas y se sentó para luego taparse la boca sin vomitar pero haciendo arcadas. No sabía por qué se sentía así de asqueada, pero su nariz aún recordaba el extraño aroma a putrefacción que tuvo esa sala al momento de aparecer esa extraña criatura. Su corazón latió con fuerza y cerró sus ojos intentando no dejarse llevar por ese absurdo sentimiento. Pero sus ojos se abrieron al mismo tiempo que su cuerpo pegó un pequeño saltito, pues alguien había sentado en la misma mesa que ella.

—¡Hola! —exclamó una joven con una sonrisa dulce. Lía la observó con curiosidad, pues la chica se había desenvuelto con total confianza en el primer cruce de palabras. La joven, al ver la cara de Lía, quitó la enorme sonrisa amistosa de su rostro para dedicarle una mirada de preocupación, y así continuar—: Oh, lo siento. ¿No te gustó que fuese tan confianzuda?

—¿Eh? —preguntó Lía saliendo de sus pensamientos y se sorprendió comenzando a desesperarse por no dar lugar a malos entendidos aún sin conocerse. Se apresuró a negarlo rápidamente—. ¡Oh, no, no, no! ¡Lo siento! Es que no estoy acostumbrada a eso, lo siento. Además estaba algo distraída...

—Lo noté, por eso vine. —explicó la chica. Ahora que Lía la observaba con más tranquilidad, podía ver la belleza hegemónica de la muchacha. Era rubia y tenía una delicada figura delgada que destacaba por sobre todas las demás muchachas. Sus rasgos eran evidentemente extranjeros y eso le interesaba—. Soy Rossie. Rossie Brown, de intercambio. —Se presentó la muchacha estirando una de sus manos, la cual Lía recibió sin dudar apretándola entre la suya.

—Kang Lía. —respondió ella también presentándose.

—Eres la nueva, ¿Cierto? —Lía asintió ante la pregunta de Rossie—. También voy al mismo salón que tú, y permíteme decirte que todos hablan de ti por tu apellido.

—¿Mi apellido? —preguntó Lía confundida—. ¿Qué tiene mi apellido?

—Tienes el mismo apellido que el único repitente de nuestro salón. —dijo ella y comenzó a cortar su carne. A Lía le volvieron esas extrañas náuseas.

—Oh... ¿Y eso en qué es importante? —cuestionó Lía intentando evadir el olor de la carne.

—¿No te parece extraño que de todos los alumnos de último año, solo uno haya repetido? —La pregunta de Rossie sí la dejó pensando un poco, pero luego solo lo ignoró.

—Y bueno, tal vez no corrió con la misma buena suerte que el resto... Además mi apellido es dentro de todo común. Me extraña que no haya otro Kang en nuestro salón. —Simplemente respondió. Rossie hizo un puchero pensando y asintió creyéndolo coherente.

—Y... ¿Por qué no comes? —volvió a interrogar la chica mientras ella sí comía de su comida. Lía la miró algo sorprendida, por poco y se olvidaba de lo que hace tan solo unos minutos le aquejaba, pero lo recordó y suspiró un poco frustrada.

—Al parecer estoy algo... descompuesta. No lo sé, me siento asqueada. —respondió Lía algo aturdida y recordó nuevamente aquel rostro que la había asustado. Sus manos temblaron, y cuando Rossie se tomó el tiempo de comenzar a responder con respecto a lo que Lía había dicho, la campana sonó. ¿Tan rápido había pasado la hora del almuerzo? Pensó Lía.

—Oh, bueno... Avísame si necesitas algún medicamento de emergencia. Suelo tener en mi bolso. —afirmó la muchacha rubia levantándose de su lugar para luego tomar su bandeja ya vacía—. Bueno, fue un gusto, Lía. Espero verte más seguido y tal vez intentar llevarnos bien de ahora en adelante.

Lía la observó levantarse y ella copió el acto levantándose también.

—Igualmente, Rossie...

La campana que indicaba el fin de la última clase resonó por todo el colegio. Lía suspiró un poco agotada. A pesar de haber sido tan solo su segundo día en aquella institución, entre las terribles náuseas y la incertidumbre que aquel extraño y algo perturbador suceso le habían dejado, el día se había vuelto más pesado y angustiante, pero al menos pudo calmarse y pasarlo, pues este estresante día de colegio ya había terminado... La joven se levantó y comenzó a juntar todas sus pertenencias mientras pensaba. La chica con la que antes había hablado, Rossie, pasó a su lado hablando con otras chicas. Eso le hizo suponer que tal vez la joven era algo popular. De por sí notó que era muy extrovertida y bastante confianzuda al momento de entablar una conversación con alguien. Tal vez por eso le era más fácil rodearse de personas... Lía no se consideraba una persona introvertida pero tampoco era tan despreocupada como Rossie. Pero no tenía problema de charlar ni de empezar una conversación con quién sea. Solo era un poco más cautelosa al respecto.

Cuando Lía por fin tuvo todas sus cosas dentro de su mochila, se estiró un poco por haber estado sentada bastante tiempo y se calzó la misma mochila anteriormente mencionada. Cuando el salón estuvo casi completamente vacío, Lía decidió salir. Comenzó a dirigirse a la puerta, y cuando estuvo allí, se dio vuelta solo para verificar que no se estaba olvidando nada y se quedó mirando a la única persona que se había quedado dentro del salón: ese tal "NingNing". Frunció un poco su ceño y pensó en qué hacer; ¿Irse o hablarle? Simplemente decidió hacer lo que su instinto le decía que hiciera: hablarle.

—Oye... ¿Te quedarás aquí? La campana ya sonó. —dijo ella con completa confianza pero algo confundida, pues el joven se encontraba mirando a la ventana con algo de vacío, como si simplemente estuviese tildado viendo su vida pasar por sus ojos. Cuando el joven escuchó la voz de Lía, se volteó a verla y frunció su ceño cambiando su estado de ánimo repentinamente. Tomó sus cosas, las guardó rápidamente y se acercó caminando a paso brusco hacia donde Lía estaba: la puerta del salón.

—Lo que yo haga no te incumbe. —espetó él molesto y se fue dándole un golpe con su hombro. Lía se tambaleó y chilló molesta al ver la insolencia y grosera actitud en sus palabras.

Gruñó y simplemente puso sus ojos en blanco en señal de que aquel joven le fastidiaba, más no haría nada al respecto. Cuando decidió que era hora de avanzar por los pasillos y así volver a casa, su pie pisó algo que parecía ser un papel. Bajó su mirada para ver de qué se trataba y encontró aquel pedazo blanco de... ¿Hoja? No sabía muy bien que era, así que se agachó para recogerlo, encontrándose con una foto en la que estaba ese tal NingNing con otro joven que parecía haber visto antes, más no recordaba exactamente dónde. Levantó una ceja y simplemente se guardó la foto con la esperanza de tener la oportunidad de devolvérsela en buenos términos el día de mañana... luego solo comenzó a caminar por los pasillos con la intención de ya volverse a casa.

Comenzó a darle hambre, pues no había podido almorzar bien por culpa del extraño e inoportuno revoltijo de estómago que la había atormentado todo el santo día. Al recordar eso, detuvo su caminata y quedó pensando. Giró su cabeza rápidamente hacia donde yacían las escaleras. Tragó en seco y apretó sus manos en dos puños. Mordió su labio y tomó la valiente decisión de ir al lugar de los hechos terroríficos. Intentó escabullirse entre las paredes, pues uno de los conserjes se encontraba limpiando el suelo del gran salón de entrada. Al lograr llegar a las escaleras sin ser vista, se apresuró a subirlas. Recordó en su mente las palabras del profesor, cuando este le dijo donde se encontraba esa sala de música que según él estaba clausurada, pero que cuando ella fue, estaba totalmente abierta. Corrió por el pasillo del piso en donde se encontraba la sala y cuando llegó a la puerta de la misma...

...esta otra vez estaba abierta.

Su piel se erizó por completo y ella miró sus manos, las cuales sudaban frío. Mordió su labio algo temerosa, pero no, no daría un paso atrás. Empujó un poco la puerta para que esta se abriera por completo y entró. La sala estaba igual que ayer: vacía, polvorienta, pero existente. No se escuchaba nada de nada, solo sus pasos al caminar recorriendo el lugar. Lía tomó aire cerrando sus ojos un momento, y luego soltó el aire. Se dio vuelta y se encontró con aquel armario en donde se había encontrado con aquella criatura. Era ahora o nunca, debía comprobar si lo que había visto era real, o tan solo una alucinación de su cabeza. Se acercó temblando a este depósito y tocó con la yema de sus dedos. Sintió algo extraño, ¿Angustia, tal vez? Pero ese extraño sentimiento fue lo detonante para que ella abriera el armario.

Y se encontrara con eso... con él...

Unos ojos aterrorizados, un rostro lleno de sangre, un cuerpo con el uniforme manchado, la miraban con detenimiento. Sin embargo ella ya no sintió ese terror que había sentido antes.

—T-tú...

Porque sentía algo que jamás había sentido antes. El simple hecho de que aquella figura masculina la miraba con terror, como si pidiese ayuda, como si estuviese escondida de todo su entorno...

—Eres real... —concluyó ella con sus ojos abiertos como platos, sin poder creerlo.

Sin poder creer que aquel chico que ayer le había causado el susto de su vida, ahora estaba frente a ella, como un niño abandonado, como un alama solitaria, como un fantasma herido.

—¡Eres real!


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