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IV


Zzio se recostó sobre Katsuki, él la dejó estar. No le incomodaba que ella estuviera tan cerca y tras ser amigos desde hacían unos meses se había acostumbrado a que la joven fuese tan de piel y cariñosa.

Bakugō miró a Shōto, estaba viéndolos fijamente desde ya unos minutos. Zzio se reincorporó y caminó hasta Todoroki, había notado que su novio estaba algo irritado debido a su cercanía con Katsuki pero no quería hacer mucho al respecto, después de todo ella tenía todo el derecho del mundo a tener amigos.

—Shouto, mi amor, deja de mirar a Katsuki-chan como si fueras a matarlo. 

Todoroki no dijo nada, solo la ignoró para evitar una discusión sin sentido debido a sus celos.

Katsuki dejó un pan con jamón y queso sobre la mesa de Zzio, cuando no había nadie, ella amaba el jamón y el queso. Sus gustos eran tan simples que los había memorizado en muy poco tiempo y le causaba gracia que Todoroki, en años, apenas supiera los colores favoritos de la joven.

La vio llegar sentado desde su pupitre, ella estaba mirando a su alrededor con dudas, pero tomó el pan para comenzar a comer. No debía desperdiciar algo que habían dejado para ella, le parecía muy triste hacer algo así. 

Katsuki suspiró, por lo menos, si él dejaba algo para que ella comiera cada receso de cada día, lograría hacerla recuperar el peso que perdió.

Zzio estaba sentada en el barandal de la azotea, viendo como todos caminaban a sus hogares ignorando su presencia. Todoroki caminaba solitario, como era costumbre. Quería abrazarlo y pedirle que volvieran a ser tan unidos como antes, pero aquello era día a día más lejano. 

Bajó del barandal, con cuidado. Porque le asustaba caer y morir de paso, vio a Shinsō caminar a lo lejos, corrió para llegar a él, pero Katsuki se cruzó en su camino. Lo siguió para hablar con él, quería entender porqué todos estaban actuando tan mal con ella.

—¡Katsuki-chan! —llamó, casi a gritos. Él volteó a verla, su rostro palideció.

—¡No te acerques! —gritó de vuelta. Siguiendo su camino. Ella se detuvo, no lloró, porque no podía llorar más de lo que ya lo había hecho.

Katsuki tomó asiento en la estación del tren. Viendo fijamente las vías, gritó frustrado y se marchó a su hogar. Se odiaba así mismo, odiaba el hecho de que él supiera lo que ocurrió ese día que Zzio estuvo peleando sola contra un nomu, odiaba que las noticias le recordaran aquello, odiaba que los héroes mintieran y odiaba el hecho de no haber llegado a tiempo a resguardar la seguridad de Zzio.

Odiaba todo, porque sentía que era su culpa.

Fuyumi afirmó el cabello de Zzio mientras ella vomitaba, le partía el alma verla en un estado tan deplorable, no había comido, solo bebió agua y su estómago no lograba mantenerla en su cuerpo.

Zzio se sintió obligada a realizarse un test de embarazo, pues no estaba segura de que su estado actual se debiera a la tristeza por perder al pequeño Tadeo. Para su desgracia y la de Fuyumi, ambos habían salido positivos. Ya no debía cargar solo con el peso de un grupo de muertes incluyendo la de su hermano, sino que el hecho de traer un "bebé" no deseado al mundo se sumaría a sus desgracias.

—Debemos hablar con papá y Shōto —dijo Fuyumi sentándose en el piso, abrazando a su cuñada.

—No —murmuró cansada de haber estado tanto tiempo dentro del baño. Fuyumi no sabía qué hacer, quería ayudarla a salir adelante y sentía que era la única que se esforzaba en hacer algo. Jamás sintió deseos de golpear hasta la muerte a su hermano menor, pero ahora, no podía verle la cara sin sentir impotencia y frustración.

Fuyumi llevó a Zzio y Tadeo para ayudarlos, para hacerlos felices. Pero no tenía idea de que todo aquello ocurriría. Cuando Zzio se durmió entre sus brazos, la mujer se sintió en libertad de llorar y lloró, como lo había estado deseando desde hace tanto, abrazando a la ahora pequeña y frágil Zzio.

Endeavor preparó un discurso, llevaba semanas haciendo los preparativos y consiguiendo información. Aquellos héroes que habían arruinado la vida de la joven Zzio pagarían con todo el peso de la ley, porque el símbolo de la paz estaba enfurecido.

Veía una y otra vez las grabaciones de seguridad que poseían en los locales y calles que no habían sido destruidos. Conocía la escena de memoria, lo sentía como si él estuviera ahí viendo como un espectador en carne y hueso. Endeavor reconoció los rostros como unos héroes buenos para nada, unos que intentaron ingresar a su agencia pero eran tan inútiles como tratar de mover roma con un pétalo de rosa. Incluso Hawks gritándole en el oído como un ave siendo torturada le parecía una mejor opción que escuchar las voces de ese grupo de basura con piernas.

—Endeavor-sama —escuchó detrás de él, Nadenka apuntó con una de sus largas alas la puerta, esos imbéciles estaban ahí. Quería quemarlos vivos y sabía que si le pedía a su acompañante que lo ayudase, ella accedería sin rechistar. 

—Hoy tendrán un ascenso, esperen mi discurso a mis costados. —Ellos comenzaron a adularse entre ellos, Ivanov soltó una carcajada pero guardó silencio cuando Endeavor le lanzó una chispa de fuego en el cabello.

—Déjame sola —pidió mirando a Shouto—, ¿por qué siempre dices que estarás conmigo cuando estás mintiéndome?, ¿por qué solo te dedicas a decir cosas como si realmente supieras todo?, ¿por qué hablas como si estuvieras tan seguro de lo que dices? —Sus manos temblaban y su voz se escuchaba quebrada, Todoroki no supo qué decir durante unos minutos.

—No soy el único que está para ti, ¡también tengo mis problemas! —exclamó irritado—, pero no busco victimizarme por eso.

—¿Eso crees que hago? —murmuró. Shouto guardó silencio, lo había arruinado, realmente lo arruinó en ese momento—, claro... tienes razón, busco victimizarme cuando... cuando fui yo quien mató a esos niños, fue mi culpa. —Zzio no pudo más, lloró a gritos, rogándole a Todoroki que la dejara sola. Él se marchó y en aquel lugar el silencio fue llegando poco a poco. La azotea de la academia ahora era el hogar de desahogo de Zzio, quien ahora dormía en el suelo.

Las madres lloraban desconsoladas. Algunas debieron ser sacadas del sitio cuando amenazaron con matar a Zzio, pero varias lograron golpearla de una u otra forma. La joven de hebras violáceas vio por última vez el pequeño ataúd de su hermano, no podía seguir en ese lugar porque nadie quería tenerla cerca.

Caminó entre las personas, hablaban sobre lo ocurrido y ella quería dejar de escucharlos. Entró a su casa, ya no quería seguir con vida, pero Tadeo odiaría que ella hiciera contra ella misma.

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