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CAPÍTULO VEINTISIETE: Ilomilo

«Decían que no podía amar a alguien porque podría romperme. Si vas a morir, que no sea por error. Así que... ¿a dónde te fuiste? debería saberlo, pero hace frío y no quiero estar solo. Así que dime que volverás a casa, aunque sea solo una mentira. Intenté no disgustarse, dejarte rescatarme el día que te conocí. Solo quería protegerte, pero ahora nunca llegaré a saberlo. Date prisa, estoy preocupado. ¿A dónde te fuiste? debería saberlo, pero hace frío y no quiero estar solo. Esperaba que volvieras a casa, no me importa si es mentira.»

(Billie Eilish, Ilomilo, 2019, 1m10s)

Kim TaeHyung había llegado al apartamento recién una hora atrás. NamJoon no esperaba su visita pero no le negó asilo cuando éste le contó que, nuevamente, venía de una cita fallida. La situación era ya tan recurrente que NamJoon se preguntó qué clase mal asediaba al joven enfermero que ahuyentaba a las chicas con las que se relacionaba. Sin duda, estaba seguro, no se trataba del mismo problema por el cual él había pasado meses atrás. Quizás era que Kim TaeHyung aún no encontraba a la indicada.

Fuera cual fuera el caso, obviamente el joven enfermero estaba afectado. Fue ese el aliciente para que ambos fueran al convini más cercano y compraran varias botellas de soju junto con algunos empaques de calamar seco. También ordenaron, por que era necesario, pollo frito extra picante. Incluso Guksu se les unió a su cena improvisada mientras ambos comían, hablaban y esperaban a Min YoonGi. NamJoon miró a TaeHyung darle un trozo largo de calamar seco a ese endemoniado gato panzón.

—Lo vas a malcriar—le advirtió en algún momento.

TaeHyung se limitó a encogerse de hombros y lanzarle otro pedazo de calamar.

—YoonGi ya lo tiene malcriado, no creo que puedas hacer algo al respecto a estas alturas.

Tuvo que admitir que era cierto. YoonGi le permitía casi todo a ese gato aunque de igual modo lo había educado bien. «Bien» hasta donde un gato permite ser educado.

Cuando ya iban por la tercera botella de soju, y la suave música de jazz reproducida a solicitud de TaeHyung inundaba la habitación, su móvil sobre la mesa se iluminó, anunciando una llamada entrante de Min YoonGi. Naturalmente la respondió, imaginando que YoonGi tendría algo interesante que contarle sobre su noche en Itaewon.

La voz al otro extremo de la línea no fue la que lo saludo. Era Jeon JungKook quien hablaba. No comprendió mucho al respecto, probablemente a causa de la rapidez con la que aquel joven a tropezones contaba lo que estaba pasando. Según entendió, ambos iban de vuelta al apartamento porque Min YoonGi no estaba precisamente en sus cinco sentidos. A palabras de Jeon JungKook, estaba actuando demasiado extraño, y no sabia que hacer.

Antes de colgar, JungKook le dijo que estaban a medio camino y que llegarían en por lo menos otros veinte minutos. NamJoon contó cada segundo, esperando al pie del estacionamiento con un enfermero igual de preocupado que él. Y su cabeza empezó a ir cada vez más rápido, imaginando cosas que no quería. Porque YoonGi no lo haría. Eso fue lo que quiso creer.

Un auto azul oscuro apareció desde la avenida principal y un minuto después Jeon JungKook estaba bajando de él, con una expresión que iba entre la ansiedad y la pena. Entonces NamJoon abrió la otra puerta y se apresuró a tomar a YoonGi en brazos. Fue recibido con una sonrisa de oreja a oreja. Una sonrisa que le trajo los lejanos recuerdos de un año atrás. Los vellos de la nuca se le erizaron.

Con ayuda de Kim TaeHyung lo llevó consigo hasta el elevador, mientras Jeon JungKook los seguía de cerca, cargando consigo las pertenencias de YoonGi. Un par de minutos después ya se habían dejado caer de lleno en el sofá mientras YoonGi, con los ojos cerrados, tarareaba una canción desconocida.

Con suavidad y tomándolo del mentón, agito el rostro de YoonGi, intentando hacerlo reaccionar. Este solo sonrió de nuevo y se removió entre sus brazos.

— Al principio pensé que estaba borracho —dijo JungKook guardando la distancia—, pero después empezó a comportarse más y más extraño.

— ¿Qué fue lo que hizo? —indagó TaeHyung.

NamJoon escuchó a JungKook aclararse la garganta con incomodidad, fue allí que volteó a mirarlo. Al igual que TaeHyung insistió en una respuesta. JungKook sin embargo no miraba al enfermero. Lo miraba a él, fijamente, indeciso.

— ¿Qué hizo YoonGi? —preguntó una vez más.

JungKook se relamió los labios con indecisión.

— Estaba besándose con otro hombre —dijo tan bajo que apenas logró comprenderlo.

NamJoon sintió un fuerte golpe directo en su pecho mientras un intenso ardor brotaba por la boca de su estómago. Se giró hacia YoonGi y lo observó. No era el momento para sentirse molesto.

— No creo que él fuera consciente de lo que estaba haciendo —agregó JungKook apresuradamente.

NamJoon lo ignoro. Estuviera consciente o no, lo había hecho. Y sospecho apresuradamente el motivo.

Casi de inmediato le pidió a TaeHyung que le pasara el móvil y le ayudará a sostener la cabeza de YoonGi. Este le obedeció. Cuando tuvo el teléfono en sus manos, encendió la linterna y la apuntó directamente al rostro de YoonGi. Abriendo uno por uno sus párpados evaluó la respuesta fotosensible, encontrándose con ambas pupilas ampliamente dilatadas. Pupilas que no se contrajeron con la luz.

Apagó la linterna y sin buscarlo, su mirada se cruzó con la de TaeHyung. Ambos lo sabían.

— Está drogado —dijo en voz alta, tal vez para hacerlo más real.

Para aceptar que había sucedido el peor de sus temores.

— ¿Pusieron algo en su bebida? —escuchó a JungKook murmurar, más para sí que para ellos.

Kim TaeHyung pareció leerle la mente, porque casi de inmediato y al mismo tiempo, comenzaron a buscar en todos los bolsillos de YoonGi. En su camisa y en su pantalón. Su corazón ya no podía ir más rápido cuando el enfermero, de uno de los bolsillos traseros sacó una bolsa pequeña con restos apenas visibles de polvo blanco.

Tenía que ser un mal sueño. No podía ser más que una maldita pesadilla de la que no podía despertarse. NamJoon, inconscientemente giró su vista y miró el crucifijo colgado en la pared. Preguntando en silencio ¿Por qué?.

— ¿Eso es droga? —preguntó JungKook mientras TaeHyung caminaba hacia él.

NamJoon no quiso saber nada más, decidido a simplemente esperar que el efecto de la cocaína desapareciera solo Dios sabría cuando. En su espera se negó a escuchar como Kim TaeHyung, mientras conducía a Jeon Jungkook a una de las habitaciones, explicaba, por sobre el agua, la muy complicada historia de Min YoonGi.

Derrotado, contempló el suave rostro, relajado y sonriente, de YoonGi. Se preguntó qué clase de sueños tenía, llegando muy pronto a la conclusión de que jamás lo sabría. Pero algo era seguro, parecía feliz. Por un momento en su vida, no, por solo esos pequeños instantes, YoonGi era feliz. Finalmente, ahí, abrazándolo, con su cabeza encajada contra su hombro, escuchándolo tararear irregular e inentendible, también se preguntó si algún día él sería capaz de hacerlo feliz. Y si no lo lograba, cuál sería el final de todo. De ellos. De YoonGi.

Repitiendo la misma pregunta una y otra vez, las horas pasaron. Llevó a YoonGi a su habitación con ayuda de TaeHyung, y se dejó caer en la profunda nada una vez que ambos estuvieron en la cama, con YoonGi aún entre sus brazos.

No supo nada de sí hasta llegada la mañana, cuando Kim TaeHyung evidentemente preocupado lo despertó. En ese instante escuchó el interlocutor de la puerta anunciar una visita.

— Es tu hermana —susurró el joven enfermero, procurando no despertar a YoonGi.

NamJoon se giró y se cercioró de que aún respiraba. YoonGi parecía bien, dentro de lo que se esperaba, por supuesto.

— Solo ignorala, ya se irá —dijo con despreocupación, aun adormilado.

— Lleva diez minutos afuera y ya vió tu auto —le señaló con el pulgar apuntando detrás de sí—. No creo que se vaya.

Como si de una señal se tratase, el móvil se iluminó, mostrando la llamada entrante y silenciada de su hermana. Había otras siete llamadas perdidas con el mismo nombre de contacto.

— ¿Ves? —insistió TaeHyung.

Maldita forma de empezar su asquerosa mañana de domingo. No tenía otra opción más que enfrentar a su hermana sobre cualquier reclamo que esta tuviera contra él. Con engorro se levantó y salió de la habitación, cerrando detrás de sí la puerta. Lo que menos necesitaba es que GeongMin viera a otro hombre durmiendo en su habitación.

Antes de recibir a su hermana, le dió un vistazo a TaeHyung, quien ahora sostenía a Guksu en sus brazos, al final del pasillo. Aspiró hondo y se preparó mentalmente para la campaña que estaba a punto de librar. Dos segundos después abrió la puerta. GeongMin definitivamente no estaba contenta por la espera.

El menudo cuerpo de su hermana se adentro sin siquiera solicitar su permiso. Ni siquiera se quitó sus tacones. Solo camino directo a la sala, encarando a Kim TaeHyung e interrogando el motivo de su presencia allí.

— Es un gusto verte también, Kim GeongMin —respondió el joven enfermero con desaire, llevándose al gato a la cocina.

— ¿Desde cuándo tienes un gato? —preguntó ella, ahora mirándolo a él—. Tu odias los gatos.

NamJoon la miró fijamente y caminó en su dirección, esquivándola hasta sentarse en una de las sillas de la mesa. Se frotó el rostro con ambas manos y suspiró suavemente. ¿Por qué las cosas seguían empeorando? Observó de vuelta a su hermana. Fuera lo que fuera que ella necesitara, las cosas no iban a terminar bien entre ellos dos. De eso estaba seguro.

...

YoonGi tardó varios segundos en poder abrir los ojos. Sus párpados estaban tan pesados que por un instante le cruzó la estúpida idea de que estos, sin explicación alguna, se hubiesen fusionado durante su noche. Claramente era irreal esa posibilidad y cuando finalmente pudo observar la luz del día se sintió como un completo imbécil.

El barullo de un par de voces discutiendo desde la sala lo desconcertó. Entonces fue allí que comprendió que estaba de vuelta en el apartamento. Quiso recordar cuándo fue que volvió pero su memoria se negó a cooperar con él. Casi por instinto llevó ambas manos a los bolsillos de su ropa, encontrándose con el vacío. Trago saliva, nervioso, consciente de lo que había hecho la noche anterior. Preocupado se levantó de la cama y se acercó a la puerta.

Pegando su oído a la superficie de madera, pudo distinguir la voz de NamJoon, seguida de la voz de una mujer. Le tomó solo unos minutos comprender que aquella mujer era Kim GeongMin, la hermana menor de NamJoon. Su discusión parecía girar en torno a ellos. A su relación como hombres.

Abrió con cuidado la puerta, dejando una delgada rendija por la cual escuchar mejor. Al asomarse pudo ver la puerta de su habitación abierta y sentado en la orilla de su cama, Jeon JungKook. Sus miradas se cruzaron. Jeon tatuajes parecía bastante consternado, lo suficiente como para esquivarlo y apuntó su rostro al suelo.

Con ese gesto supo de inmediato que la había cagado, y la había cagado en grande.

Antes de poder detenerse a pensar demasiado en ello las palabras que resonaron en la habitación fueron un cubetazo de agua fría que lo puso en alerta.

— ¿En serio NamJoon? No bastandote con cogerte a un puto maricon decides hacerlo con un gigolo de mierda.

Una vez más miró en dirección a Jeon JungKook. Bien, ahora él también sabía la clase de mierda que era. Drogadicto y prostituto. La verdad que siempre lo perseguiría. ¿Qué más daba ya si todos lo sabían?

Sin detenerse a pensarlo bien, abrió la puerta y salió al pasillo. Camino lentamente hasta llegar al pie de la cocina, recargándose en la pared con gesto despreocupado. Dando de sí la mejor de sus actuaciones nunca antes hecha.

NamJoon lo miró sorprendido y de inmediato su hermana, que hasta ahora estaba dándole la espalda se giró y lo observó. Viéndose por primera vez sus rostros, conociéndose al fin. Su expresión atónita irritó a YoonGi a niveles casi incontrolables.

La miró y estudió por completo. Era una mujer de pelo largo, negro, completamente lació. Con todo y tacones apenas le llegaba a la altura de las cejas. Su maquillaje y ropa lucían caros. Sus uñas estaban perfectamente hechas, sosteniendo a juego un bolso de marca sumamente pretencioso. Y en su mirada de nuevo se encontró con el indeseable fantasma de Min HaNeul.

— ¿Realmente este es Min YoonGi? —preguntó Kim GeongMin.

NamJoon no respondió y su hermana lo observó desde la cabeza hasta los pies, deteniéndose a observar con horror su rostro. Encontrando al parecer algo sumamente interesante en su cara.

— Sus ojos tienen la misma forma que los de Mun ByulYi.

YoonGi resistió el impulso de dirigir su atención hacia NamJoon, sosteniendo la mirada horrorizada y cargada de desprecio de Kim GeongMin.

— Pero igualmente soy más atractivo que ella —repuso, tomando por sorpresa a todos, aun mirándola—. ¿No es así NamJoon-ah?

La mujer, escandalizada, se giró hacía su hermano, comenzando a gritar un montón de maldiciones. Solo entonces YoonGi notó la presencia tensa e incómoda de Kim TaeHyung al fondo de la cocina. Negando con la cabeza mientras lo miraba, reprochado lo que acababa de hacer. Fue consciente que aquella no había sido la mejor de sus ideas pero tampoco iba a permitir que esa maldita desconocida lo mirara de esa forma. Ya estaba harto de todos ellas.

Kim NamJoon y Kim GeongMin siguieron discutiendo acaloradamente por varios minutos más. Sobre la familia y el empleo de Kim NamJoon. Deteniéndose repetidamente en las mismas dos personas, Kim SeokJin y Mun ByulYi. Sobre todo en la ultima. Según entendió, esa mujer y su hermana eran amigas. Min GeongMin estaba decidida a velar por los intereses de aquella otra desconocida. Y Kim NamJoon insistió que aquello no eran sus asuntos. Tal como era de esperar, la pelea no llegó a nada.

Kim GeongMin al final abandonó el apartamento. La habitación se quedó en completo silencio por un largo, muy largo rato. NamJoon permaneció sentado en la mesa, recargando el rostro contra sus manos, fastidiado. YoonGi lo observó callado antes de reunir el valor suficiente para acercarse.

— NamJoon-ah —se atrevió a llamar mucho rato después, dando un paso hacía él.

NamJoon alzo una mano y lo detuvo en el aire, aun sin levantar el rostro.

— No te me acerques, YoonGi —dijo en tono de advertencia—. Por favor, no lo hagas.

Se detuvo en seco y tragó saliva. A la distancia escucho los pasos de Jeon JungKook, ahora asomándose por el marco de la puerta.

— ¿Qué te pasa? —preguntó.

Finalmente NamJoon se descubrió el rostro y lo observó atentamente.

— YoonGi —dijo—, tu sabes bien que es lo que me pasa.

Quiso fingir que no lo sabía, guardando silencio como si de un estupido se tratase, y aunque en el fondo sabía que eso no iba a funcionar, de igual forma insistió en intentarlo. A NamJoon no le causo gracia.

— Por favor YoonGi, se perfectamente que no eres un idiota y tú sabes perfectamente que yo tampoco soy un puto idiota, soy un médico y lo se.

Sí, él lo sabía perfectamente. Probablemente por ello no dijo más. No había nada con lo cual pudiera defenderse.

— ¿Por qué YoonGi? —preguntó NamJoon—. Llevabas tantos meses «limpio». ¿Por qué arruinarlo?

Nuevamente se giró hacia el pasillo y se encontró la mirada apenada de JungKook, evidentemente incómodo. Sin la posibilidad de zafarse de esa puta situación en la que él acababa de meterlo. La misma mierda se repitió una y otra vez en su cabeza. Se volvió en dirección a TaeHyung. El también lo estaba mirando de ese maldito modo.

Siempre era la misma mirada, la misma expresión. La sangre le hirvió dentro de sus venas.

— Tú no entiendes nada —respondió.

NamJoon asintió lentamente.

— Tienes razón, no lo entiendo —aceptó este, mientras su rostro se iba tornando más rígido—. No entiendo nada porque tú no me cuentas absolutamente una puta mierda YoonGi.

El joven doctor se levantó y dió un paso hacía él, acercándose. YoonGi percibió como TaeHyung se tensaba. En cambio él decidió permanecer firme en su sitio.

— No me dices lo que sientes ni lo que está pasando por tu maldita cabeza de mierda —empezó a hablar NamJoon, ahora a modo de reclamo—. No me dices lo que necesitas para estar bien, no me pides nada a sabiendas que yo te lo daría sin rechistar, cualquier cosa.

— No quiero tu puta lastima.

— Mierda, estoy harto de esa puta estupidez, YoonGi —dijo, dando otro paso hacía él—. No es lastima. ¿Cuando lo vas a entender? ¿Cuándo vas a dejar de autocompadecerte, carajo? Sí YoonGi. Todos aquí sabemos que tuviste una puta vida de mierda. Te trataron como basura cuando no te lo merecías, eraS un niño. Entiendo que te duele y sé que va a dolerte por mucho tiempo pero tampoco haces nada al respecto para sentirte mejor.

Ambos se sostuvieron la mirada mutuamente, cada uno más enojado cada vez por motivos completamente distintos.

— Te lleve al puto psiquiatra y con el psicoterapeuta —continuó NamJoon—. Te dieron medicamentos que tuve que obligarte a tomar como si fueras un maldito niño. YoonGi eres un adulto, así como tomas los putos retrovirales tenías que tomar los antidepresivos y los ansiolíticos.

— En ningún momento me sentí mejor —repuso.

— ¡Puta madre, por que son medicamentos de depósito! —exclamó el otro—. Te lo expliqué más de una vez. Necesitas tomarlos por un par de meses hasta acumular la cantidad mínima suficiente y así tengan efecto, y para eso, maldita sea, tienes que tragartelos diario.

YoonGi apartó el rostro hacia el suelo, experimentando una terrible y asquerosa mezcla de vergüenza e ira. Ira que se estaba acumulando a niveles peligrosos. NamJoon siguió hablando.

— A mi nadie me dice que tengo que tomar los putos retrovirales. Yo no estoy enfermo y técnicamente no los necesito pero aún así los tomo. Los tomó por ti, porque estoy contigo y quiero seguir contigo. Tengo que estar sano para cuidarte. Porque tengo que trabajar para tener el dinero suficiente para pagar todas las mierdas que necesitas. Como por ejemplo la puta psicoterapia, cosa que no es precisamente barata. Y aún así decidiste activamente no tomarlas.

— Lo intenté, las tomé.

— No YoonGi, en ningún momento lo intentaste. Ir a sentarte para no decir absolutamente nada no es intentarlo es sólo darme por mi lado. Para que la psicoterapia funcione, para intentarlo de verdad tienes que putas hablar. Sólo me hiciste perder mi tiempo y dinero.

YoonGi alzó la vista, furioso.

— Yo no te lo pedí.

— ¡No, no me lo pediste! Porque te niegas a aceptar que tienes un problema. Tienes depresión y ansiedad pero no sabemos a qué grado llega porque de nuevo, no hablas. No pides ayuda, no intentas sentirte mejor. Pareciera que te gusta tener toda esa mierda acumulada en la cabeza.

Se miraron fijamente de nuevo mientras YoonGi se clavaba las uñas contra las palmas de su mano.

— ¿En serio quieres esa vida? ¿De verdad quieres volver a toda esa puta mierda? —preguntó NamJoon, acercándose, relajando su rostro un poco en cada paso—. YoonGi, casi mueres hace un año por la maldita cocaína. De milagro estás aquí. Invertimos semanas en tu desintoxicación, recaiste, empezamos de nuevo y lo lograste. Ahora todos vamos a tener que volver a empezar y es un puto infierno el que tendrás que aguantar una vez más. ¿Quieres que las cosas sean así siempre? ¿Por una mierda que no te ayuda en nada?

— ¿Tu que sabes sobre eso?

— Lo sé todo.

— No sabes nada —exclamó—. Esa cosa me hace olvidar toda la mierda que me antecede. Me puedo olvidar de todo y de todos por un miserable instante. Por un par de horas solo existo yo y soy feliz, realmente feliz. Jamás en mi vida de mierda fui feliz y tú no sabes lo que es vivir así ni por un maldito segundo.

—¿Y vale la pena toda esa mierda por unos miseros segundos de felicidad?

—Vale toda la puta pena y alguien como tu jamás podría imaginarlo siquiera.

NamJoon no dijo nada más. En realidad, nadie dijo nada después de eso. No respecto a ese tema. TaeHyung simplemente dejó a Guksu en el suelo y se apartó en dirección a las habitaciones. Desde el fondo del pasillo pudo escuchar a Jeon tatuajes y Kim enfermero cruzar apenas dos palabras antes de abandonar el apartamento. Claramente ninguno de los dos deseaba estar en medio de una pelea que por supuesto no les corresponde.

YoonGi no los culpó. Él tampoco deseaba estar allí.

Kim NamJoon lo miró por un largo rato, decepcionado y cansado, sobre todo lo último. A los cinco minutos lo vio irse hasta que este se adentro en su habitación y cerró la puerta tras de sí. YoonGi no lo vio por el resto del día, ni siquiera se vieron para cenar. Ninguno de los dos comió. Y con el transcurso de las horas su cuerpo comenzó a protestar, no por la falta de alimento, sino por el suministro de algo aún más importante.

Esa noche fue un infierno en carne viva pero YoonGi se obligó a resistir. A pesar de los escalofríos, del dolor estomacal, de las náuseas y del sudor frío, YoonGi resistió.

...

NamJoon recién había salido de la ducha cuando escucho a YoonGi metido en el baño al otro lado del pasillo. Se acercó lo suficiente para escucharlo vomitar. No se atrevió a entrar, en lugar de ello siguió con su mañana tal como lo habría hecho cualquier otro día. Tampoco se molestó en tomar el desayuno. Seguía sin tener una pizca de hambre. De todas formas, siempre podía comer en la cafetería del hospital si así lo necesitaba.

No se despidió de YoonGi al abandonar el apartamento, solo lo miró una vez cuando se cruzaron en el pasillo. YoonGi no lucía precisamente bien, pero verlo vestido y arreglado le dijo que este planeaba seguir asistiendo a la escuela. Él no se iba a negar a ello. Tal vez seguir con su vida como hasta ahora pudiera ser de mayor ayuda. Realmente no es que tuvieran muchas opciones al respecto.

Debió ser más cauteloso.

Los días siguientes fueron exactamente igual. Apenas se dirigían la palabra a la hora de la cena y YoonGi volcaba toda su atención en Guksu la mayor parte del tiempo. Lo único de lo que NamJoon se cercioraba a diario era que YoonGi siguiera tomando los retrovirales y las vitaminas en tiempo y forma. Fuera de ello no hizo más por él. Tenía muchas otras cosas en las que ocuparse, como por ejemplo Mun ByulYi.

El fin de semana, al salir del hospital y antes de regresar a casa, se obligó a asistir a una cita y no pudo ser peor para él. Mun ByulYi sacó a colación su posible compromiso y NamJoon aceptó de mala gana que, en efecto, era algo de lo que tarde o temprano debían hablar. Sobre todo por cómo las cosas se estaban tornando con su familia y en el trabajo. ¿Era el momento?

No le dio una respuesta en concreto pero definitivamente dejó abierta la posibilidad. Cuando llegó de vuelta al apartamento siguió dándole vueltas al asunto. Definitivamente no quería pero qué más podía hacer dadas sus limitadas opciones. Por supuesto había muchas posibilidades que se desencadenarían una vez se tomará una decisión. Ninguna parecía ser mejor que la otra.

¿Mun ByulYi aceptaría un trato como ese? De todos los involucrados, definitivamente sería ella la que quedaría peor parada. Sin embargo tampoco podía no decirle, tarde o temprano sabría de YoonGi. Y él, por supuesto, no estaba en la mínima disposición de relegar a YoonGi a un mero conocido con el cual encontrarse apenas unas veces al mes. No.

YoonGi iba a quedarse a su lado a como diera lugar. No obstante, también se preguntó si este estaría de acuerdo con su decisiones. Después de todo, a pesar de haberle aceptado dejar ir a las citas, casarse, era un asunto por completo distinto. Min YoonGi bien podría negarse y NamJoon no podría culparlo dado el caso.

Abrumado y exhausto, finalmente notó el silencio del lugar.

Se levantó e inmediatamente fue a la habitación de YoonGi. Cuando abrió la puerta Guksu saltó de la cama y escapó de su encierro. La mochila y los útiles de YoonGi estaban ahí, tirados en el suelo. Le pareció que algo no estaba bien. Llamó al baño y encontró una habitación igual de vacía. Probó suerte en su cuarto. Su corazón se aceleró al ver la hora. Casi media noche.

Inmediatamente llamó a YoonGi. Sin respuesta. Dos, tres y cuatro veces más la contestadora le dió el mismo mensaje. «El número con el que intenta contactar está apagado, pruebe en otro momento». Al final había marcado quince veces sin tener una pizca de suerte. Kim TaeHyung también se unió a él lo intentó por el resto de la noche. Ninguno tuvo éxito.

El joven enfermero le pidió que esperara, que tal vez YoonGi necesitaba estar solo. Además este insistió que YoonGi sería incapaz de abandonar a Guksu. Tenía razón, él no haría eso. Así que decidió darle su espacio y esperar hasta que las horas a su disgusto se volvieron días. Fue entonces que empezó a temer lo peor, acariciando la idea de ir a la policía a pedir informes.

Aguanto solo porque TaeHyung lo ayudó a conservar la calma y porque no quería hacer de todo ello un mayor problema.

Y no entendió la razón de las decisiones de YoonGi hasta que el martes por la noche, cuando la paciencia ya se le estaba terminando, al volver de una larga cirugía, Jeon JungKook apareció en el umbral de su edificio. El joven lucía genuinamente preocupado. NamJoon compartía el sentimiento. Fue hablando, que comprendió lo que había pasado, o al menos se hizo una mínima idea.

—No he visto a YoonGi desde el viernes, cuando la hermana de NamJoon-ssi lo buscó en la escuela.

Justo en ese momento las gotas de lluvia de principios de diciembre comenzaron a caer sobre la calle. NamJoon ya no fue capaz de esperar un segundo más. 


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