CAPÍTULO VEINTICUATRO: When Memories Snow
«Cuando nievan los recuerdos y cubren la calle, con la pala quito todos esos recuerdos y despejo el paso para conducir a la tienda. Y cuando los recuerdos se derriten, los escucho en el desagüe, goteando a través de la canaleta, mientras estoy acostado despierto en la oscuridad.»
(Mitski, When memories snow, 2023, 0m0s)
Durante las dos semanas siguientes NamJoon tuvo un total de tres citas con Moon ByulYi. La primera noche YoonGi se fue a la cama temprano para evitar verlo cuando éste volviera. En la segunda cita fingió no darle importancia, concentrándose en estudiar porque era temporada de exámenes de mitad de semestre. Pero para la tercera ocasión, sábado por la noche en específico, ya se había quedado sin planes. Por ser fin de semana no necesitaba dormir temprano, los exámenes habían terminado y aunque había invitado a TaeHyung para pasar el rato este también estaba de cita con una nueva chica cuyo nombre ya se había olvidado.
Así que sí, cuando NamJoon volvió a media noche bien arreglado, apestando a colonia cara y con aliento a vino fino, por supuesto que este lo encontró esperándolo en las escaleras, con media cajetilla de cigarrillos vacía y las cutículas de los dedos destrozadas. A pesar de todo lo anterior, NamJoon no se disculpó ¿por qué habría de hacerlo? Ya habían hablado al respecto. El plan era uno y solamente uno.
¿Entonces por qué le molestaba tanto?
Porque de nuevo era esa cosa que tenía que permanecer oculta, callada y en secreto. La cosa sucia de la que nadie podía enterarse, eso era YoonGi, y la vida se empeñaba en recordarselo en cada una de las oportunidades que se presentaban. NamJoon no decía nada sobre ello pero YoonGi lo veía en sus ojos, él también lo sabía. Y se odiaba por molestarse por algo que ni siquiera NamJoon podía controlar. El mundo allá afuera era solo uno y ninguno de los dos tenía control sobre este.
Y fue tal vez por ello que YoonGi jalo a NamJoon consigo cuando estuvieron dentro del apartamento a la altura de su oficina, o quizá fue este quien lo empujó al interior hasta chocar con el escritorio. Quizás hicieron un desastre con la habitación porque ese era el único sitio donde ellos tenían control sobre sus estúpidas vidas de mierda. Esas eran las únicas cuatro paredes donde ellos podían ser ellos mismos, o algo cercano a eso. La verdad poco importaban las cosas que pasaban afuera cuando YoonGi estaba con NamJoon.
Lo cierto es que YoonGi podía enviar a la mierda el mundo entero si su boca era atrapada por el incontrolable fervor y deseo del amor de NamJoon. Tal vez estaba condenado a pasar el resto de su vida como un secreto, sí, pero YoonGi también entendía que en el mundo había dos clases de secretos, aquellos que la gente odia e intenta negar a toda costa y esos otros tesoros que amaban por sobre cualquier cosa que incluso harían lo necesario para salvaguardarlos de todo mal. YoonGi quiso convencerse que ahora formaba parte de ese otro grupo selecto de objetos valiosos.
Pero intentarlo nunca es igual a lograrlo.
Al menos por esa noche YoonGi pudo olvidarse de todo y casi estuvo satisfecho a la mañana siguiente cuando despertó y vio el montón de papeles tirados en la oficina, riendo en silencio cuando Guksu entró a la habitación y lo juzgo con la mirada mientras agitaba sus bigotes marrones.
NamJoon había salido a su ronda dominical de ejercicios ya casi una hora atrás, así que él se dispuso a arreglar el desorden para tener el apartamento listo cuando éste volviera y así tomar el desayuno juntos. La verdad es que pocas veces metía mano en las cosas de ese sitio, naturalmente cuando hacía la limpieza dejaba todo tal cual lo encontraba sin embargo en dicha situación no había orden precedente que pudiera seguir así que solo improviso. Más tarde, NamJoon podría arreglar correctamente las cosas, él solo haría lo básico.
La mayoría de las cosas las dejó sobre el escritorio donde se suponía estaban en un principio, no obstante, como de vez en cuando sucedía, la curiosidad hizo que abriera el primer cajón. Allí encontró marcadores, lapiceros, una engrapadora y un bonche de notas adhesivas. Cosas normales de oficina, pensó. En el segundo cajón no había mucho, solo hojas de papel y una agenda. Aburrido. El último cajón no fue más interesante, parecían expedientes viejos de pacientes de Kim NamJoon aunque sí que encontró copias de recetas a su nombre y la orden médica de aquella operación para sacarle el apéndice. Inconscientemente YoonGi tocó la pequeña y casi invisible cicatriz al costado de su abdomen.
De nuevo, repitió en su cabeza que no había nada realmente interesante por ver, solo aburridos expedientes médicos que no entendía y, sin embargo antes de cerrar el cajón algo al fondo llamó su atención, la esquina de una vieja foto descolorida. Jaló de ella y encontró un grupo de niños de preescolar. Tardó solo tres segundos en encontrar su redondo rostro infantil. ¿Por qué NamJoon tenía una foto suya de niño? ¿Cómo la había conseguido? Y más importante aún: ¿Qué otras cosas tenía de él?
Tomó la carpeta de hasta el fondo, misma de la que se había asomado aquella foto y la revisó con detenimiento, comenzando por supuesto con la hoja del principio.
«Denuncia por asalto y agresión. Denunciante: Min HaNeul, mujer, veintiún años de edad. Fecha: Martes, junio 07 del año 1994. Atacante: Hombre desconocido, de aproximadamente cuarenta años, altura aproximada a un metro con setenta y cinco centímetros, tez clara, cabello oscuro...»
YoonGi no soportó seguir leyendo así que pasó a la siguiente página, un escalofrío recorrió su espina dorsal.
«Song YeHyun, sesenta y tres años, metástasis, cáncer esofágico. Fecha de defunción: domingo, enero 02 del año 2011»
El teclado electrónico de la puerta al fondo del pasillo anunció el regreso de NamJoon, no obstante YoonGi sostuvo con mayor fuerza el expediente y siguió leyendo, pasó la página y no levantó la mirada ni siquiera cuando NamJoon apareció en el marco de la puerta. Su corazón se detuvo por escasos segundos cuando llegó a las siguientes líneas:
«Min HaNeul, treinta y ocho años. Fecha de deceso: sábado, abril 02 del año 2011. Causa de muerte: suicidio, inhalación de humo de carbon»
— YoonGi-ah —escuchó la voz lejana de NamJoon entre el zumbido de sus oídos.
Apretó los labios y cerró el expediente, devolviéndolo al sitio donde lo había encontrado en un principio. NamJoon se quedó allí, observandolo con el rostro desfigurado entre la confusión, la angustia y otro montón de cosas que YoonGi no alcanzó a reconocer.
— Estaba acomodando —dijo con un nudo en la garganta, acercándose a NamJoon para tomar la bolsa con mandarinas que recién había notado este llevaba consigo.
Camino en dirección a la cocina y pudo notar que NamJoon lo seguía junto con Guksu a su lado.
— YoonGi-ah, yo... no supe cómo debía decírtelo —dijo NamJoon muy a lo lejos—. Perdoname.
— No importa —mintió, intentando que su manos no temblaran—. Min HaNeul no me importa, de hecho me alegra que esté muerta.
Escucho el rumor de los autos de la calle cada vez más y más lejos.
— YoonGi-ah, confía en mí por favor, puedes hablar conmigo de lo que sea.
— Lo sé.
Y sí, YoonGi sabía que podía hacerlo pero eso no significaba que quería hacerlo. Por eso no dijo nada más, ni siquiera le reclamó a NamJoon que le hubiera ocultado todos estos documentos y lo cierto fue que no tuvo que averiguar el origen de estos porque de todas formas NamJoon se lo explicó a pesar de que no se lo preguntó ni una sola vez. YoonGi repitió una y otra vez que no importaba, en su mente dijo que esa mujer podía irse a la mierda y deseo que se estuviera pudriendo en el mismísimo infierno. No obstante, por más que la maldijo, por más que murmuró que la odiaba, no dejó de repetir la misma fecha en su cabeza y entonces las pesadillas regresaron una vez más.
Y las pesadillas siempre venían acompañadas de la misma imagen: nieve fina y suave de color blanco.
...
El reloj marcaba las ocho de la noche cuando NamJoon cerró el último de los expedientes médicos en su ordenador. Ya solo debía confirmar las citas del día siguiente y verificar las cirugías programadas para poder considerar concluida su jornada y así ser libre de huir a su apartamento.
Antes de poder acabar, alguien llamó a la puerta de su oficina. No tuvo que levantarse para abrir pues, a los pocos instantes, la cabeza de Kim TaeHyung se asomó y le preguntó si podía pasar. NamJoon asintió, sin ocultar lo extraño que le resultaba la visita.
— ¿Sucede algo? —preguntó.
Kim TaeHyung llevaba puesta una sudadera ligera sobre su característico uniforme, metió las manos en los bolsillos de esta mientras se balanceaba en sus talones.
— La mujer a la que cuidaba tuvo un infarto —dijo TaeHyung, torciendo la boca—. Hice que la trajeran al hospital pero de igual forma falleció. Sus hijos ya están aquí así que estoy de sobra, no necesito quedarme más tiempo.
La mirada de Kim TaeHyung estaba rodeada de unas tenues ojeras grises y dejaba entrever una pizca de cansancio detrás de esas lágrimas contenidas. La imagen trasladó a NamJoon a aquella noche en la que perdió a su primer paciente. Sí, con el tiempo se había acostumbrado a lidiar con el sentimiento e incluso en ocasiones a dominarlo pero nunca, por más que se empeñara en ello, podría evitarlo. NamJoon lo entendía.
— Compremos pollo frito, cerveza y vayamos al apartamento —dijo, apagando la computadora antes de levantarse del escritorio—. YoonGi se alegrará de verte.
TaeHyung sonrió apenas y asintió.
— No he visto a YoonGi desde que entró a la escuela, incluso ya extraño a Guksu.
— Dudo que sea mutuo, a ese gato no le importa otra cosa que no sea comer o dormir.
Esta vez sí que se rió el enfermero.
Les tomó apenas diez minutos salir del hospital y llegar hasta el lugar de estacionamiento donde NamJoon tenia su auto negro. Ambos subieron al mismo tiempo, cerraron las puertas, y cuando puso su móvil en el soporte para celulares este anunció una llamada. Era GeongMin. Decidió ignorarla por completo hasta que la llamada finalizó por sí sola. Por supuesto un minuto después de ponerse en marcha la notificación de un mensaje entrante iluminó la pantalla. NamJoon la leyó de reojo.
«¿Qué estás planeando con Moon ByulYi?»
Suspiró hastiado de todo esa maldita situación.
— ¿Todo está bien? —preguntó TaeHyung.
Con esa simple pregunta NamJoon por fin fue consciente del peso que llevaba cargando por mucho tiempo sobre sus hombros. La mierda se estaba acumulando. Con poco valor se animó a negar.
— Mi familia sabe sobre mi relación con YoonGi —confesó.
— ¿Como? —preguntó Kim TaeHyung con verdadera sorpresa—. ¿Cuándo?
— SeokJin lo ha estado investigando desde el incidente del robo —dijo—. Se enteraron en mi cumpleaños.
— ¿Por eso te golpeo cierto? —señaló, llevando una mano a su barbilla—. Es un maldito loco ¿Cual es su puto problema?
NamJoon también había comenzado a hacerse esa pregunta con recurrencia los últimos días. ¿Cuál era el problema de toda esa maldita gente? Dios, y Kim TaeHyung aún no sabía el más importante de los sucesos.
— Y la madre de YoonGi y su abuela están muertas —agregó.
El joven enfermero se giró por completo hacia él y lo observó fijamente, esperando que fuera un chiste de mal gusto, NamJoon solo siguió mirando al frente.
— Carajo —lo escuchó murmurar—. ¿YoonGi te lo dijo?
— No, fue SeokJin —respondió—. O algo así.
— ¿Y YoonGi ya lo sabe? ¿Está bien?
— Lo sabe pero no creo que esté bien.
Dijo, al recordar el semblante apagado de YoonGi por los últimos dos días al levantarse.
— Tampoco lo creo —reafirmó TaeHyung.
Bien, tener la confirmación de alguien que conocía igual de bien (o algo cercano a eso) a YoonGi le dio la confianza de actuar aunque, sí debía ser sincero consigo mismo, NamJoon no tenía la más mínima idea de por dónde empezar. De nuevo YoonGi era ese recipiente hermético donde residían emociones que él, ni con el máximo de los esfuerzos, se podía imaginar. Sí, su familia era una mierda, por supuesto, pero ni de lejos le habían dado la infancia que YoonGi sin mayor remedio tuvo que vivir.
Pensó en ello todo el camino, mientras ordenaban el pollo y de regreso a casa, incluso la urgencia de averiguar qué hacer al respecto se intensificó al tomar el elevador del edificio. Intentó apagar su cerebro cuando llegó al apartamento y YoonGi les dio la bienvenida, fingiendo que las cosas estaban bien cuando lo vio recibir a TaeHyung con una media sonrisa. ¿Quizás estaba exagerando? Quiso imaginar que sí. Que tal vez YoonGi no estaba mintiendo y que el que esa mujer estuviera muerta le brindaba paz. Pero no pudo.
No, porque los ojos de YoonGi le decían que algo dentro de él estaba irremediablemente roto y supo que tuvo razón cuando a media cerveza YoonGi murmuró:
— Necesito ir a Daejeon.
TaeHyung a su lado tragó con dificultad el pedazo de pollo que recién se había metido a la boca, después los miro a ambos, primero a él, luego a YoonGi.
— ¿Esa no es tu ciudad natal? —preguntó el joven enfermero.
Claro que él y TaeHyung sabían la respuesta de antemano. YoonGi lo sabía y aún así asintió. NamJoon sintió su corazón palpitar, sintiéndose extrañamente nervioso, pensando que lo que YoonGi le pedía no era algo que normalmente haría. Hablar de su pasado. Buscar su pasado.
— ¿Realmente quieres ir? —le preguntó.
— No quiero ir, necesito ir.
NamJoon se dijo de nuevo que aquello era extraño, no obstante la mirada de YoonGi le hizo sentir justamente eso que le decía. Necesidad. Sí eso era importante, si era algo que necesitaba hacer entonces NamJoon no se lo iba a negar bajo ninguna excusa o circunstancia.
— ¿Cuándo?
— Mañana.
Mañana. Repitió en su cabeza. Sería complicado, tendría que reagendar por lo menos diez citas, solicitar un permiso de ausentismo, reasignar al paciente con cirugía de las once con otro médico y posponer las otras dos cirugías menos urgentes.
— ¿Por qué mañana?
YoonGi no respondió. A su lado TaeHyung se removió nervioso, luciendo incómodo y confundido, con la mirada fija en la ventana de la sala a falta de otro punto al cual observar. NamJoon regresó su atención a los ojos de YoonGi. Esa fractura invisible seguía ahí, al fondo de su mirada negra. Repaso mentalmente de nuevo cada cosa programada del día siguiente. Demasiado complicado, mucho papeleo y sin embargo nada de lo que la asistente médica no pudiera ocuparse con solo pedirselo.
— Está bien —dijo después de mucho.
YoonGi agacho la cabeza, agradeciéndole en silencio. Los tres terminaron de cenar.
...
En aquella casa, fuera de las peleas o los gritos, pocas cosas interesantes, memorables y agradables sucedían. Claro que YoonGi recordaba todas y cada una de esas excepciones y con seguridad podía decir que aquellos eran, por apenas poco, sus mejores recuerdos. Hubo un día en especial que se quedó grabado en su memoria.
No recordaba el día de la semana pero si recordaba haber ido a la escuela. No recordaba su edad pero sí recordaba estar en primer o segundo año de primaria. No recordaba la hora pero si recordaba a su madre aun con el uniforme puesto. Recordaba el olor de la sopa de algas y el aroma fresco del ajenjo en los pasteles de arroz. Recordaba el suave rumor del viento entrando por la ventana y el murmullo de las voces del noticiero en el televisor. Y lo más importante, el almanaque en la cocina señalaba una fecha en específico.
«09/26»
Min HaNeul lo había ignorado como cada vez al llegar a casa, había ido al baño y se había lavado el rostro antes de sentarse a la mesa. Recordaba a la anciana decirle que se sentara al lado de su madre y él, como buen niño que siempre intentaba ser, había obedecido. Mientras la anciana iba y volvía de la cocina, él y ella se quedaron solos. Fue de esas pocas veces que ella le miró fijamente.
No dijo ni hizo nada, solo lo miro, eso y nada más. Le miro mientras una lágrima se escapaba por la fina línea del rabillo de su ojo. Y sucedió aquello que jamás, ni en sus más descabelladas e irreales fantasías de niño pudo imaginar. Min HaNeul acercó su mano a su mejilla y con sumo cuidado, haciendo de sus uñas rosas una pinza, acarició su piel.
Él la miró con atención cuando ella le mostró esa pequeña y delgada pestaña entre la yema de sus dedos. Ella sonrió de lado y le dijo «pide un deseo, luego sopla». YoonGi estudió con cuidado la delgada línea negra por unos segundos. También recordaba perfectamente el deseo que pidió. Un deseo que por supuesto jamás se cumplió.
Su abuela volvió con la sopa de algas para su madre, después trajo consigo los pasteles de arroz y artemisa que tanto amaba su madre. Antes de que esta última bebiera del tazón blanco la más vieja le deseo un feliz cumpleaños. Min HaNeul pocas veces le sonreía a su madre y ese día fue una de esas ocasiones. YoonGi observó con detenimiento cada detalle de aquella escena completa.
Su madre lo miró de nuevo apenas un segundo antes de estirar su mano, tomar un pastel de arroz y colocarlo en el plato frente a él.
Cuando YoonGi subió al auto junto a NamJoon y miro la fecha en el tablero de nuevo esta marcaba septiembre 26.
...
La ciudad de Daejeon no estaba precisamente cerca, no si iban en auto. Generalmente en tren hubieran tardado alrededor de dos horas y media, pero el mapa del GPS marcaba poco más de cuatro horas para el trayecto en auto. ¿Y porque habían decidido ir en auto? Por la misma razón por la que NamJoon iba en auto a todas partes, no era afecto al transporte público. Además prefería pasar tiempo a solas con YoonGi, así, si este decidía platicar o decir cualquier cosa no tendrían que preocuparse por las personas a su alrededor.
De todas formas eso no importó porque YoonGi no dijo casi nada durante todo el viaje, excepto cuando se detuvieron en una gasolinera a mitad de camino y le preguntó si quería algo de beber o comer porque habían salido de casa sin siquiera probar bocado alguno. Un café americano y un sándwich fueron el desayuno de ambos.
Ya era mediodía cuando llegaron al distrito Jungdu de Daejeon, lugar donde se suponía estaba la casa donde YoonGi había nacido. El tráfico de media semana no fue tanto como esperaba NamJoon así que no tardaron mucho en dar con el sitio. Cuando aparcaron frente a la casa marrón con ventanas blancas, NamJoon no sabía qué esperar de YoonGi. Así que solo se quedó allí, callado, observando con atención su postura.
— ¿Esta es la casa? —preguntó.
— Lo es —dijo YoonGi con voz baja, mirando en dirección a la fachada de ese lugar aun con el cristal de la ventanilla hasta arriba.
Ambos se quedaron allí unos minutos hasta que NamJoon lo vio quitarse el cinturón de seguridad y bajarse del auto. Inmediatamente lo imitó y le siguió, cruzando ambos el jardín seco y descuidado del sitio. En la cerca había un aviso donde se leía la leyenda «propiedad del banco, en venta». Por un momento NamJoon temió meterse en verdaderos problemas por estar pisando propiedad privada, sin embargo la basura y los cristales rotos le dio a entender que a nadie le importaba ese sitio, además el barrio no parecía ser demasiado transitado, así que no le dijo nada a YoonGi.
La puerta de ese edificio era aún de cerradura mecánica, previa a la modernización. Por tal motivo YoonGi solo tuvo que empujar con fuerza un par de veces para abrirla. NamJoon lo siguió al interior. Si el exterior se veía mal el interior estaba mucho peor. YoonGi no pareció sorprendido ni nada por el estilo, solo continuó caminando hasta el fondo y no se detuvo hasta llegar a lo que era por poco una habitación lo suficientemente amplia como para meter dos camas.
— Este era nuestro cuarto, la vieja dormía al lado.
NamJoon miró de nuevo el rostro de YoonGi sin un atisbo de emoción en él. Algo estaba mal y no sabía decir que era, solo lo sabía. No permanecieron mucho tiempo allí y pronto volvieron al auto.
YoonGi se había llevado consigo el expediente, NamJoon no sabía qué esperaba encontrar en él pero fuera lo que fuera, no estaba en esas hojas porque este le pidió que lo llevará a los archivos del registro distrital.
— ¿Qué es lo que buscas? —preguntó mientras conducía siguiendo las instrucciones del mapa.
— Necesito saber en qué parque fúnebre está.
Por supuesto, debió suponerlo antes. No hizo más preguntas hasta llegar al ayuntamiento. Tuvieron que esperar casi una hora para que alguien los atendiera. Claramente le negaron la información a YoonGi cuando este se negó a dar su nombre así que al final no le quedó otra alternativa más que presentarse.
— Soy Min YoonGi, hijo de Min HaNeul.
— ¿Tu eres su hijo? —preguntó la mujer.
A primera vista NamJoon habría dicho que estaba simplemente sorprendida pero no tardó en encontrar ese destello asqueroso en su mirada. Ella creía saber quién era YoonGi.
— Tu madre y yo fuimos compañeras en la preparatoria —dijo ella, con una sonrisa que le dió nauseas a NamJoon—. Supe que había tenido un hijo, no te pareces a ella...
— No, porque me parezco a mi padre, ¿satisfecha? —contestó YoonGi con hosquedad—. ¿Ahora podría decirme dónde está mi madre?
La mujer guardó silencio, atónita por la respuesta de YoonGi. NamJoon no estaba mejor. Esta tardó unos segundos en recuperar la compostura antes de pedirle su identificación a YoonGi, este se la dió y después de revisar los registros en el sistema la mujer le entregó una dirección. YoonGi apenas le dió una corta reverencia al despedirse, dar la media vuelta y marchar de camino al auto. NamJoon fue tras de él.
Según el papel que la mujer le había entregado a YoonGi el parque fúnebre al que debían ir estaba a las afueras de Daejeon. Aún así les tomó poco tiempo llegar.
El lugar no era muy grande o lujoso pero según los registros de la entrada había más de quinientas tumbas y alrededor de ochocientos nichos, distribuidos en cuatro diferentes edificios. NamJoon se ofreció a ayudar a YoonGi a buscar la ubicación de su madre y este sin decir mucho aceptó.
YoonGi estaba buscando en una libreta aparte cuando NamJoon dio con el nombre y lo señaló.
«Min HaNeul, nicho 337, edificio este. »
Ambos fueron en busca del lugar, saludando apenas a un par de vigilantes en su andar. El camino no fue largo y YoonGi a justas había acelerado el pasó ya cerca del pasillo tres. Él se detuvo cuando esté paró frente a uno de esos pequeños cajones con una tapa de cristal. Y entonces NamJoon entendió porque necesitaban ir precisamente ese día cuando leyó la inscripción grabada en esa pequeña placa de bronce.
«Min HaNeul. Septiembre 26, 1973 - Abril 02, 2011»
Nuevamente observo a YoonGi. Este tenía la mirada fija en la fotografía dentro del nicho, misma que descansaba al lado de una urna blanca con detalles plateados, estuvo tentado a acercarse y tomar la mano de YoonGi sin embargo se contuvo de hacerlo porque considero, en ese momento, que este necesitaba privacidad.
Por eso NamJoon dio unos pasos hacia atrás y se alejó lo que considero necesario para que YoonGi pudiera estar a solas con su madre pero sin abandonarlo. Debió ser más cuidadoso al respecto, aunque claro, NamJoon no tenía manera de adivinar lo que sucedería unos segundos después.
No reaccionó hasta que el ruido del cristal rompiéndose rasguño el aire, cortando la calma de aquel sitio junto a la piel blanca del puño de YoonGi. Corrió tan rápido como fue capaz para tomar al joven pelinegro y contenerlo.
— ¡Maldita perra! —grito este cuando apenas lo había tomado entre sus brazos, empezando a sacudirse— ¿Por qué nunca me quisiste? ¡Lo hice todo para que me amarás! ¡Fui un buen niño! ¡Yo era tu hijo!
NamJoon lo escuchó mientras intentaba mantener el equilibrio sujetando a YoonGi pero este parecía tener más fuerza que nunca. Inmediatamente se preocupó cuando vio un hilo de sangre manchar el suelo allí por donde ambos se movían.
— YoonGi tu mano —advirtió.
Este no pareció escuchar porque siguió hablando, está vez, recitando un versículo de la biblia.
—«El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me envió».
YoonGi no creía en Dios, NamJoon sabía eso y aunque sospechaba el motivo no fue hasta ese momento en que tuvo la certeza. También sabía que su madre y abuela sí eran creyentes, entonces cada palabra tuvo sentido.
— «Los hijos son una herencia del Señor, los frutos del vientre son una recompensa. Que tu padre y tu madre se alegren; que se alegre la que te parió»—siguió recitando mientras más sangre salía—. ¡Todas las madres aman a sus hijos! ¡Las madres deben amar a sus hijos! ¡Tú debías cuidarme!
NamJoon intentó buscar el punto del que brotaba la sangre, preocupado de que YoonGi se hubiese cortado una vena, mientras seguía intentando contenerlo. Todo al mismo tiempo que pensaba que debían salir de allí rápido o sería un verdadero lío cuando los guardias llegarán y vieran lo que YoonGi había hecho.
— Te odio, te odio —gritaba YoonGi una y otra vez—. Debiste deshacerte de mí si no me querías, abortarme simplemente antes de hacerme todo esto.
YoonGi le escupió a la fotografía de su madre y NamJoon tuvo que sostenerlo con mayor fuerza para detenerlo una vez más.
Y no es que no le importara lo que YoonGi estaba sintiendo en ese momento o que no le dolieran las lágrimas que escurrían de su rostro sin cesar, es solo que había ya demasiada sangre de por medio como para preocuparse en otra cosa que no fuera en su integridad física. Por eso, sin importar el escándalo que se hizo y las personas que inevitablemente se acercaron a observar la escena, NamJoon se las arregló para llevar a YoonGi a rastras consigo hasta el auto y huir con él con dirección al hospital más cercano. Debía curar la cortada de su mano antes de poder intentar arreglar su corazón roto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro