Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO DOS: Oblivion

«... Porque cuando corres solo, es difícil encontrar a alguien que te tome de la mano. Sabes que es bueno ser duro como yo. Pero esperaré por siempre.. Necesito a alguien más para mirarme a los ojos y decirme "Chica, sabes que tienes que cuidar tu salud"...»
(Grimmes, Oblivion, 2012, 1m23s)

NamJoon salió por las puertas de cristal, con una mano en el pantalón y la otra sosteniendo el móvil mientras veía la hora en su reloj de pulsera. Una brisa fría y seca contra su rostro. Según las manecillas, apenas estaría terminando las horas de su turno de no ser porque tuvo que salir antes para venir a la estación de policía y rendir su declaración.

Ahora debería comprarle algo a HyeJin para pagarle que hubiese cubierto lo que le quedaba de guardia. Ya que más daba.

Otra vez miro el reloj en su muñeca, ese accesorio carísimo que sus padres le regalaron junto con su viejo primer auto después de que se supiera que había sido el mejor puntaje a nivel nacional en el examen de médicos residentes de aquel año. Tres de la tarde. Suspiró, debatiendo si debería ir a almorzar por algún lugar allí cerca o simplemente volver a casa para dormir hasta el día siguiente.

La respuesta llegó por sí sola. Alguien se acercó a él y le tocó el hombro con extrema confianza.

-¿Pero qué hace mi médico favorito en la estación de policía?

NamJoon volteó y entrecerró los ojos sonriendo. Kim SeokJin río divertido por su expresión.

-¿Médico favorito? ¿Ese no es mi padre?

-Kim ChanSung es el médico favorito de papá, tu eres el mio.

NamJoon, el más alto de los dos aunque el más joven, río bastante divertido.

-Y tú eres mi oficial de policía favorito.

-Jefe de policía -corrigió con frustración.

-Oh, cierto -bromeaba-. ¿No prefieres comisario?

-«Jefe» está bien.

-Jefe Kim.

Jin pareció satisfecho, luego preguntó:

-¿Entonces qué haces aquí?

Él suspiró.

-He tenido que venir como testigo de un paciente del hospital al que le robaron sus cosas.

-¿En serio? -pregunto asombrado-. ¿Y por qué motivo eres testigo?

-El ladrón fue uno de mis pacientes. Un asqueroso drogadicto, además de prostituto y homosexual.

-¿Drogadicto y «puto»? Creí que al ChungAng solo iba gente decente.

-La mayor parte del tiempo, sí, pero es un hospital universitario, allí no se reserva la admisión de ciertos pacientes.

-Eso veo. Así que te metiste en problemas por culpa suya.

-No hay tal problema, sólo he dado mi declaración. Es cuestión de tiempo que agarren a ese drogadicto, si es que los oficiales hacen su trabajo. Y bien, ¿Tú qué haces aquí? Esta no es tu delegación.

-Ya lo dijiste, si es que hacen su trabajo y justo por eso mismo estoy aquí -dijo Jin levantando un carpeta plástica, la cual parecía contener un buen bonche de papeles en él-. Estos imbéciles tomaron un caso de mi jurisdicción y he tenido que venir yo mismo a arreglar los documentos de traspaso, el Jefe de aquí es el imbécil supremo, créeme cuando te lo digo, un recién graduado es más ágil en cuestiones administrativas.

-Suena que el tipo no te agrada.

-Tu lo dijiste, no yo -sonrió-. Pero tienes razón, lo detesto.

Después de esa charla SeokJin le preguntó si es que estaba libre por el resto de la tarde. NamJoon le respondió que estaba planeando ir a almorzar o ir a dormir a casa. Obvio SeokJin, siendo su mayor, lo invitó a comer y NamJoon terminó aceptando sin más remedio. A los mayores no se les dice que no.

Después de dejar los documentos en la jefatura de SeokJin, la que justamente era la segunda más cercana al domicilio de NamJoon, fueron a un pequeño restaurante muy famoso en el barrio. Panceta de cerdo fue lo que ordenó SeokJin, eso junto a cuatro botellas de SoJu.

NamJoon de nuevo no tuvo de otra más que cerrar los ojos y sonreír, pidiéndole a Cristo que SeokJin no decidiera beber demasiado como tenía por costumbre. Tendría que ser inteligente a la hora de servirle a su «hermano mayor».

A medio bocado de Samgyeopsal SeokJin preguntó por su primo, un miembro deshonroso de la familia que en vez de seguir la tradición de padres y hermanos y convertirse en militar o policía había decidido recibirse como un, según decían ellos, patético enfermero.

-TaeHyung ya no trabaja en el hospital -respondió-. Hasta donde escuché aceptó una buena oferta en una clínica geriátrica. Supuse que lo sabías.

-No tenía idea -confesó SeokJin-. Ya sabes que desde que mi tío murió su esposa tomó distancia de la familia y después del incidente de TaeHyung, madre e hijo se divorciaron de nosotros. Ahora incluso este año han decidido cambiarse de congregación ¿Sabías eso? Con tal de no vernos más la cara, como ellos dicen, abandonan su iglesia. Son de no creer.

NamJoon suspiró.

-Los hombres enfermeros son útiles y no es tan malo ser uno.

-Útiles son los médicos como tú o tu padre, igual que los policías -repuso el de hombros anchos-. Ese oficio es para mujeres o inútiles cuyo cerebro no da para mayores. TaeHyung es una vergüenza. Mejor que se hayan ido.

NamJoon no tenía nada que aportar a esa conversación. Ya sabía que Jin así como los familiares de este (también como la familia suya) tenían ciertas fijaciones con los papeles y profesiones que pueden desempeñar hombres y mujeres y nadie los convencería de lo contrario.

-Y ya hablando sobre eso -SeokJin bebió su trago de Soju y NamJoon le sirvió otro- ¿Irás a la celebración de Navidad?

-Sabes que sí. ¿Por qué lo preguntas?

-La señora MyungHee le ha pedido a mi madre que te presente a una de sus tantas sobrinas y a mi querida esposa alguna de sus primas.

-Oh, dios -se quejó apartando la mirada con vergüenza, ¿ahora cómo podría saludar a la madre y a la esposa de Jin sin sentirse humillado?-. Le dije a mamá que dejara de hacer eso, que no necesito de su ayuda para encontrar una mujer.

-¿Tu madre no sabe que estás saliendo con alguien?

-No y tampoco lo sabrá, Yerim terminó conmigo.

SeokJin alzó una ceja, bebiendo otro trago.

-Qué desafortunado eres en el amor, no te he conocido mujer alguna con la que hayas durado más de seis meses. ¿Qué haces que las ahuyentas tanto? A este paso dejarás sin nietos a tus pobres padres.

¿Nietos?

NamJoon lo miró de reojo mientras ahora era él quien se bebía el Soju recién servido. Ahuyentar. Esa era una palabra fea, acertada, pero fea.

No es que lo hiciera adrede, en realidad era un problema inconsciente, un poco psicológico, un poco físico, al cual, vergonzosamente, como médico, no había hallado una solución.

Y no es que no la hubiese buscado sino que era algo más bien difícil de hablar en voz alta y cuya aceptación hería inevitablemente su ego como hombre. Por supuesto, si a ningún colega suyo se lo había dicho ya, mucho menos se lo confesaría a SeokJin, ya ni mencionar pues a sus padres.

Por eso se limitó a simplemente beberse con SeokJin las dos botellas de Soju que restaban junto con las otras dos que ordenaron mucho después cuando ya ambos estaban borrachos. Mandando al carajo todo con cada trago amargo de alcohol.

Al diablo Yerim y al diablo sus estúpidos problemas en la cama.

...

El muchacho de piel blanca y cabellos negros tardo más tiempo de lo usual en llegar a casa. Por supuesto ya había esperado que fuera así, siendo consciente de la lentitud y letargo con el que se movía su cuerpo una vez que este superó el golpe de adrenalina al escapar del hospital.

Adolorido, cansado y hambriento. A eso se resumía todo su estado cuando bajó las escaleras hacia el semisótano y llamó a la puerta de uno de los muchos «apartamentos» de aquel viejo y casi ruinoso edificio. No había recuperado sus cosas y por tanto no tenía llaves con las cuales abrir. Por fortuna no esperó mucho para ser recibido.

Hoseok, su amigo (y el único en realidad) lo miró sorprendido, de pies a cabeza, luego le dejó entrar al sucio y deplorable cuartucho que compartían; ese espacio de tres por tres metros, con una cama vieja y desvencijada, una mesa apolillada y una cocina que apenas tenía una hornilla y una nevera absurdamente pequeña; además, un baño donde solo cabía una persona a justas, con la manguera de la ducha directamente conectada a la toma del lavabo.

YoonGi caminó hacia el interior.

- ¿Por qué carajos traes esa ropa puesta? Dios, juraba que ya estabas muerto. Escuché rumores -decía HoSeok, siguiéndolo mientras él iba arrastrando los pies al intentar llegar a la cama-. Incluso DakHo mencionó una ambulancia.

-Fui al hospital pero me escapé -explicó, sentándose con extremo cuidado en esa única cama que también compartían.

-¿Al hospital? ¿Pues qué fue lo que te paso, hombre?

-No lo sé, según lo que dijo ese doctor fue una sobredosis.

HoSeok río incrédulo, luego se frotó la boca y la barbilla con preocupación.

-Entonces... ¿No recuerdas nada?

YoonGi negó lentamente, un intenso dolor en su nuca y hombros, una dolencia casi paralizante de la cintura hacia abajo.

-Algún hijo de puta me golpeó, me duele incluso respirar.

-Definitivamente, si te ves peor que un perro. ¿No te habrás roto algún hueso?

-No mencionaron algo de eso. Lo que sí dijeron es que tengo un desgarro.

Su amigo se quedó en silencio, mirándolo. Después HoSeok suspiro y se levantó, tomando las llaves antes de señalarlo.

-¿Tienes hambre? Iré por una bolsa de fideos a la tienda.

YoonGi asintió para después preguntarle a HoSeok si es que podía comprar algún ungüento y pastillas para el dolor. Su amigo hizo una mueca.

-Eso no será barato sin una receta -le aclaró-. Intentaré traerte algo que sirva pero sabes que necesitaré el dinero ¿Ganaste algo anoche?

-Me lo robaron pero igual recupere un poco -dijo sacando la billetera del bolsillo de ese estúpido pantalón deportivo-. Aunque tuve que gastar en una tarjeta de transporte nueva.

Su amigo se rió.

-Me aprendiste bien los trucos. ¿No es así?

YoonGi le devolvió la sonrisa extendiéndole todo el dinero robado. HoSeok lo tomó y aseguró que con eso alcanzaría.

-Tardaré un rato, si te duele mucho puedes tomar un poco de lo que me sobró -él señaló hacia la mesa rota allí en la esquina frente a la estufa-. Ya sabes, está en la lata de caramelos.

De nuevo asintió y miró a su amigo salir de ese pequeño lugar al que llamaban hogar. Una punzada en su espalda baja. Miró en dirección a la lata de dulces cuyo contenido hacía mucho había sido vaciado y reemplazado por sus preciadas bolsitas.

Estuvo tentado a tomar un poco pero después de gastar todas sus energías y esfuerzos para volver a casa lo que menos quería era arrastrarse para alcanzar una mísera porción que probablemente ni le serviría de nada. Así que solo se quedó quieto, muy quieto en la cama. Ya sabía que si no se movía le dolería menos.

Y eso hizo, respirando lentamente mientras sus párpados se cerraban de a pocos, YoonGi cayendo en la inconsciencia.


Escuchaba su propio llanto en la distancia. Los chillidos y jadeos de un niño mientras ella lo empujaba.

-YoonGi... abrazo.

-Hazte a un lado, niño.

-Abrazo, abrazo -berreaba desesperado, persiguiendola con su torpe andar por la habitación-. Quiero abrazar.

Tropezó y se afianzó a las delgadas piernas de esta. Terrible error. Ella lo pateó y él cayó contra la cama.

-¡Maldito engendro, muérete!


YoonGi se sobresaltó al caer algo a unos centímetros de su rostro. Abrió los ojos y sintió la cara húmeda. HoSeok estaba mirándolo antes de apartarse y revisar la lata de dulces.

-Otra vez estabas llorando -dijo HoSeok tan desinteresado como siempre lo hacía cuando lo sorprendía en medio de una de sus pesadillas, este chasqueo la lengua-. Veo que no tomaste nada, entonces me lo llevaré.

-¿Te vas ya?

-Ya casi anochece y planeo buscar suerte en Itaewon, los extranjeros pagan más. DakHo no me va a fiar está vez y ya casi no me queda Nun (nieve=coca).

YoonGi asintió, recordando que él también le debía dinero a DakHo, el sujeto que se encargaba de venderles y que además, a veces, les conseguía clientes. Tendría que hacer algo para recuperar el dinero antes que viniera a cobrarle por las malas.

Tomó la bolsa plástica y sacó la caja de pastillas. Necesitaba mejorar pronto.

-Busque fideos sin picante y trajé esa crema en polvo que tanto te gusta.

Revisó el interior y sonrió al ver la bolsa de crema de tomate y parmesano instantánea. Alzó el rostro hacia HoSeok y este se encogió de hombros.

-No te lo acabes todo muy rápido, te veo mañana.

Su amigo salió por la puerta y cerró, dejándolo allí de nuevo solo. Pero a YoonGi no podría preocuparle menos. Así eran sus días, esa era la rutina desde que se conocían, desde que HoSeok lo encontró arrinconado en un oscuro callejón y decidió llevárselo consigo, rescatarlo.

No importaba esa actitud extraña y retorcida que HoSeok a veces tenía, YoonGi le estaba agradecido, porque fue su amigo quien le enseñó a sobrevivir en las calles aún cuando no estaba seguro si deseaba vivir o morir porque cualquiera de ambas opciones le parecían igual de horribles. Nadie nunca le había tendido una mano como lo hizo HoSeok y fue porque ellos eran iguales en más de un sentido.

Almas atormentadas que en primer lugar nunca tuvieron que llegar a este mundo.

....

NamJoon había estado mirando el reloj del auto en cada semáforo mientras subía y bajaba el nivel de la calefacción cada que sentía demasiado frío o demasiado calor, respectivamente.

Afuera las calles ya estaban todas adornadas con detalles navideños. Luces de colores por aquí, árboles decorados por ahí y algún sujeto disfrazado de oso por allí. Las tiendas tan llenas como usualmente lo estarían a esa hora por aquellas fechas.

La luz roja lo detuvo y NamJoon no podía creer la maldita mala suerte que tenía. ¿Pero cuál era su prisa?

Sencillamente, el turno de Yerim en la clínica dermatológica en la que trabajaba estaba por acabar y él necesitaba, de verdad que necesitaba alcanzarla antes de que se fuera si quería tener una mínima oportunidad de hablar con ella.

Por supuesto, le habría enviado un mensaje de texto si tan solo ella no lo estuviera ignorando por todos los medios imaginables. Ni siquiera contestaba los correos que él enviaba o los recados que le pasaba a la secretaría del consultorio.

Navidad estaba a solo unos cuantos días de distancia y eso significaba que NamJoon debía ir a visitar a la familia. Generalmente las reuniones eran lo mismo de cada año.

Felicitaciones y halagos la mayor parte del tiempo, pero el resto eran los constantes cuestionamientos de su madre sobre matrimonio e hijos. Su padre naturalmente solía responder que él estaba estudiando la especialidad y que aún no era momento de esa clase de compromisos, apaciguando así a mamá. Sin embargo ese año era distinto.

Ya era un residente de cirugía de tercer año, en un par de meses estaría empezando el cuarto y último de sus años, y después sería un médico con todas las de la ley, completo y exitoso. Era tiempo de pensar más a futuro. Y su padre está vez sería el que se lo recordaría aunque él aún no estuviera listo para dar esa clase de paso hacia adelante.

Por eso tenía un plan. Sólo tenía que presentarles una chica. Nadie presenta a su pareja con sus padres a menos de estar muy enamorado o de tener algo muy formal, eso haría que ellos confiarán en él, le daría tiempo. Ya después les diría que terminaron y que estaba con el corazón roto, muy, muy triste como para pensar en salir con alguien por los siguientes meses.

Los conocía bien, sabía que ellos no lo presionarían demasiado bajo esas circunstancias. Era un buen plan, bastante bueno de hecho. Sólo faltaba una pieza clave para eso y que se reducía a una mujer. Necesitaba una mujer, una chica, una novia.

No quería conocer a más mujeres, mucho menos que estuvieran relacionadas con su familia o la familia de su amigo más cercano. Pero tampoco tenía amigas demasiado cercanas que le hicieran el favor de seguirle el juego en su trato. Y era por ello que necesitaba a Yerim.

Si podía mantenerla con él sólo unos seis meses más, si podía convencerla de volver con él y complacerla entonces tendría una vida tranquila por al menos unos años extras antes de pensar en formar una familia que a estas alturas aún no sabía si deseaba conseguir sin tener que sincerarse con sus padres y decepcionarlos anticipadamente.

Ah, pero la muy desalmada no estaba cooperando y ahora NamJoon debía ir y humillarse por cuenta propia ante ella antes de que su madre lo humillara diez veces peor organizandole citas con todas las jóvenes solteras de la congregación.

La luz verde volvió a cambiar y él se puso en marcha de nuevo, con la mirada fija en un solo objetivo. Su objetivo. No obstante su visión periférica captó un pequeño movimiento que lo hizo prestar atención en la banqueta a su derecha, justo a ese callejón que atravesaba la cuadra.

Al principio no lo reconoció. Vaya, cómo podría si solo lo vio una vez esa noche en el hospital pero al paso de los segundos sí que supo quién era. Siempre tuvo razón, el imbécil había vuelto a las mismas y eso le sacó una sonrisa satisfactoriamente ácida.

Mas, impredeciblemente, una sensación de remordimiento lo invadió al mirar su andar torpe y errático, lo cual no tenía un mínimo de sentido. Sacudió la cabeza, decidido a no hacerle caso a esas estupideces de su cabeza. Tenía una labor aunque realmente no supiera qué demonios estaba esperando de su encuentro con Yerim.

Avanzó solo una cuadra antes de mirar por el retrovisor lateral. La silueta haciendose más pequeña mientras chocaba con alguna persona de por allí. ¿No era demasiado temprano para sus negocios? Además, el barrio no se distinguía por disponer de la clientela a la que él seguramente acostumbraba ofrecer sus servicios.

Una vez más, sacudió la cabeza. Seguro alguien llamaría a la policía y entonces ya se las apañaría el solo. Si, así estaba bien.

¿Entonces por qué detuvo el auto y bajó de este, mirando el camino ya recorrido? Ni él mismo lo supo cómo ya sucedía con cierta recurrencia por aquellos días. Lo que sí sabía es que posiblemente iba a meterse en algún problema.

Camino entre la gente, escuchando como alguien se quejaba en voz alta por "el maldito vago" con el que justo había chocado segundos antes. Cristo.

Un paso de separación, a tal distancia ya era completamente innecesario poseer un título en medicina para saber perfectamente que ese muchacho estaba completamente perdido. NamJoon no podía creerlo, menos de tres semanas habían transcurrido desde que ese tipo librara la muerte apenas por un pelo y ya había vuelto a las mismas.

No demoró en tomarlo del brazo y acercarlo a sí, observando esa sonrisa maniática y mirada perdida. Drogado hasta los mil demonios.

-Por Cristo -se quejó al intentar sujetarlo-. ¿Cómo puede importarte tan poco tu estúpida vida?

El joven muchacho sonrió como un imbécil, luego se abalanzó a él y lamió sus labios. Más de un transeúnte ahogó su sorpresa. NamJoon abrió los ojos horrorizado.

-¿Quieres diversión? -canturreó ese tipo con sus ojos felinos casi cerrados por su sonrisa, tambaleándose y restregándose contra él-. Quince mil won por una mamada, cinco más y dejó que me la metas.

Maldita sea, quiso que la tierra lo tragara. Las personas mirándolos mientras caminaban más rápido por la acera, rodeandolos y cuchicheando. Nunca debió bajar del puto auto.

Experimentó el impulso de lanzar a ese desgraciado mal nacido al suelo, sabiendo que ya más de una persona, al menos los dueños de los locales de allí, ya habrían llamado a la policía. Por un segundo quiso patearlo y escupirlo pero algo en esa mirada y esa sonrisa se lo impidieron.

¿Estaba compadeciéndose? ¿Realmente compadeciéndose de ese sujeto? Un maldito drogadicto, un asqueroso prostituto, un puto homosexual.

Por Cristo, pero si era uno de esos bichos repugnantes de los que su padre tanto le enseñó, no a evitar, sino a aborrecer, casi detestar. Y sin embargo ahí estaba él, debatiéndose seriamente cuál debía ser su siguiente movimiento mientras sostenia a ese tipo entre sus brazos que parloteaba sobre cuotas, felaciones y sexo anal en medio de plena vía publica.

Ya le había salvado la vida una vez y realmente no le debía nada a una persona de su tipo, al contrario, él le debía la vida, lástima que ni eso le hizo sentirse menos... menos responsable.

Y fue aquello lo que motivó sus acciones.

Agarró por la cintura a ese hombre y lo arrastró consigo por toda la cuadra directo hasta su auto, intentando ignorar por completo a todos cuantos lo veían y seguramente también asumian era un retorcido enfermo que al final si había aceptado los buenos y baratos servicios del vago. Casi lo logro.

Lo que si no pudo lograr fue ignorar, cuando ya estaba lanzando al tipo en los asientos de atrás, el grito de alguien a sus espaldas, volteando de inmediato. Otro hombre, delgado y de cara alargada iba a toda prisa hacia ellos, luciendo en ese mismo estado repugnante aunque un poco más consciente. Un compañero de "oficio" sería seguramente.

No se detuvo a esperarlo. Suficiente tenía con el bulto que recién había metido a su auto como para lidiar con un sujeto más al que definitivamente no conocía. Además, con ese sí que no tenía ninguna clase de responsabilidad.

Así que subió al auto y encendió el motor tan rápido como fue capaz de meter la llave en el interruptor. Vaya que pegó un brinco en su asiento cuando aquel idiota se lanzó contra su puerta e intento tirar de la manija mientras pateaba como un maldito loco el metal.

-Carajo -gruño entre dientes y escucho reír al joven del pelo negro en los asientos de atrás.

-¡Déjalo ir! -gritaba rojo del rostro-. ¡YoonGi! ¡YoonGi!

¿Ese era el nombre de aquel joven? ¿YoonGi? No iba a bajar la ventanilla y preguntarle, claro está. Sólo quitó el freno y puso en marcha el motor mirando por los espejos como ese tipo apenas corría por la calle unos cuantos metros mientras lo maldecía seguramente.

Imbécil, ni que estuviera cometiendo algún delito. NamJoon se rió y echó un vistazo al drogadicto allí atrás, riendo con la cabeza recargada en la ventanilla mirando completamente absorto al cielo, luciendo casi inocente como un niño indefenso recién sacado de la cuna de su hogar.

Ah... pero eso no era secuestro ¿O sí?

Próxima actualización, capítulo tres - 31/12/21

🦄💊 ¡Feliz navidad! Espero que todos ustedes se la pasen muy bien en compañía de su familia y seres amados. Los amo y gracias por estar aquí apoyándome. Ustedes son mi mejor regalo.
Besos. 💊🦄

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro