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CAPÍTULO DOCE: Nobody

«Dios mío, estoy tan solo, así que abro la ventana para escuchar los sonidos de las personas… Venus, el planeta del amor, fue destruido por el calentamiento global. ¿Será que las personas de allí también deseaban demasiado?... 
Y no quiero tu pena, solo quiero a alguien cerca. Supongo que soy un cobarde, solo quiero sentirme bien. Y lo sé, nadie vendrá a salvarme, solo necesito a alguien a quien besar. Dame un buen beso honesto y estaré bien.»

(Mitski, Nobody, 2018)

Kim NamJoon caminó a lo largo de la playa cerca de una hora completa, pensando en lo que había sucedido con HyeJin. También dió un par de vueltas alrededor del hotel antes de volver a la habitación. Incluso en los pasillos acortó el paso con la intención de demorarse un poco más, no obstante y muy a pesar de que él no se trataba de una persona demasiado sensible a la temperatura, hacía demasiado frío como para que siquiera se pensara quedarse afuera a altas horas de la noche. 

Bien hubiera podido ir a un bar y seguir bebiendo dado que la borrachera se le había pasado ya rato atrás, pero ya era domingo en la madrugada, y más temprano debía conducir de regreso a casa. Además, si llegaba a tener un poco de suerte, YoonGi ya estaría dormido y no tendría que dirigirle la palabra, ni verle la cara, por unas horas más. Así que solo respiró hondo un par de veces y buscó la llave de la habitación. Ah pero que imbecil, si YoonGi se había llevado consigo la maldita tarjeta.

Dios Santo ¿Por qué se le tenía que parar justo en ese instante, mientras pensaba en la sonrisa de YoonGi y recordaba sus ofertas indecentes? ¿Cómo iba a excitarlo algo así si él no era…no era eso? Eso, un maricón, un puto homosexual. Eso era YoonGi, pero no él, por ninguna razón podría. El solo pensamiento de ello le provocó náuseas. Tan asquerosamente repulsivo. Pero, en ese caso ¿Por qué razón hacía tiempo que no pensaba en YoonGi de esa manera? ¿Cuándo fue la última vez que vió a YoonGi como un desviado antes de verlo como lo que realmente se decía que era, un ser humano? Una persona como él aunque NamJoon no fuera, bajo ninguna de las posibilidades, igual a él. 

Aún librando un debate interno se armó la valor, tocó la puerta y esperó. Nunca conoció a nadie que atendiera tan rápido como lo hizo YoonGi esa noche, ni tampoco conoció a nadie más que lo mirara de esa forma al recibirlo durante los años siguientes de su vida. Y su corazón latió sumamente rápido cuando este habló.

—Eso fue rápido —dijo YoonGi con burla mientras caminaba de vuelta al interior, con sus pies descalzos y blancos sobre la alfombra marrón—. ¿Ahn HyeJin fue muy exigente?

—No quiero hablar de eso —respondió, entrando detrás de él.

YoonGi no insistió pues claramente había escuchado su tono de advertencia, el mismo que había empleado con él una noche atrás al preguntar sobre su padre. Él lo entendía y de pronto, el que YoonGi se quedará callado, le pareció un gesto apreciable. NamJoon lo agradeció en silencio. 

El cuarto olía a cigarrillos y NamJoon inmediatamente supo que su apuesta no había sido la mejor de las ideas. YoonGi debía haber fumado muchísimo pues las ventanas estaban abiertas, por lo que el grado de impregnación del aroma debía ser proporcional a los cigarros consumidos. A eso le sumó la expresión nerviosa de YoonGi cuando se acercó al balcón y movió el cenicero fuera de su vista, aunque este no se esforzó en apagar el cigarro que aún tenía en su mano izquierda, todo lo contrario, siguió fumando. 

Entonces NamJoon notó algo a lo que jamás le había prestado atención y es que, incluso YoonGi apestaba a cigarro y ya no olía a lo que él solía oler. Y eso fue tan asqueroso. NamJoon odiaba a los fumadores y a tan despreciable hábito suyo.

—Que vicio más repulsivo.

YoonGi frunció el ceño mientras lo miraba e inhalaba aún más profundo el humo, luego este se acercó y sonrió de lado, entonces el humo le dio de lleno a la cara. NamJoon quisó empujarlo pero se resistió al impulso, limitándose a taladrarlo con la mirada, casi furioso. Él joven pálido se rió en su cara.

—Creo que estás celoso —declaró con esa cara idiota y dientes blancos como su piel.

—¿Celoso? —se quejó—. No tiene sentido lo que dices.

—Lo tiene, porque yo creo que nunca aprendiste a fumar y te molesta que yo lo haga muy bien.

Increíble ¿Qué era esta actitud suya? YoonGi no solía comportarse de ese modo salvó cuando estaba drogado ¿Acaso había conseguido algo? NamJoon lo dudo seriamente, tal vez simplemente había tomado algo del minibar, mañana lo descubriría al recibir la factura del hotel. Lo que sí era cierto es que la mirada de YoonGi y su semblante eran distintos, como si estuviera coqueteándole. Dios, de nuevo no podía estar pensando estupideces. Nada de eso estaba sucediendo, solo seguía demasiado sensible por lo de HyeJin y no otra cosa. 

NamJoon se obligó a actuar con naturalidad pero ni eso le salió bien porque estúpidamente le quitó el cigarrillo a YoonGi, sorprendiendolo al hacerlo y asombrandolo aún más cuando dió una calada larga, larga, sin ahogarse, para después escupir el humo a un lado, siendo más educado de lo que YoonGi había sido con él. Qué desperdicio, hubiera sido un momento ideal para cobrarselas, ya que más daba.

—Sé fumar, pero no me gusta —precisó con seriedad.

YoonGi se tardó en volver a sonreír después de eso, mas eventualmente lo hizo, tomando de nuevo el cigarro, acercándose peligrosamente a NamJoon en el acto.

—Tal vez me equivoqué —aceptó.

Y NamJoon no fue capaz de encontrar el motivo por el que, repentinamente, necesito mirar los labios pequeños y rosados de YoonGi mientras este hablaba, inhalaba y exhalaba. Los contemplo por escasos segundos,  sin darse cuenta que YoonGi lo seguía mirando, percatandose seguramente de su extraño comportamiento. Tardó mucho en caer en cuenta de ello y cuando lo hizo, al regresar a la realidad, su mirada se cruzó con la de YoonGi. Eran los bonitos ojos de un gato otorgados inesperadamente a un ser humano. De pronto le parecieron indiscutiblemente los ojos más preciosos del mundo. ¿Qué le estaba sucediendo?

YoonGi se aclaró la garganta y borró su sonrisa, apartando el rostro con dirección al mar. Una última calada y apagó el cigarro.
—Iré a dormir —dijo para justo después dar la vuelta e ir al interior de la habitación, directo a su cama. 

NamJoon lo único que fue capaz de pensar en ese instante, fue que necesitaba con urgencia un buen trago de soju, porque sus sospechas eran ciertas, se había vuelto completamente loco o un maldito degenerado 

Quizá era un poco de ambas o mucho de las dos.

De vuelta en Seúl la rutina fue exactamente la misma de siempre, NamJoon seguía cubriendo sus turnos en el hospital y YoonGi pasaba los días en compañía de TaeHyung y Guksu, haciéndose cargo de las labores domésticas cuando se quedaba sin nada que leer.

    Pocos días después del Congreso en Jeju, Kim NamJoon recibió un llamado importante. Tuvo ligeras sospechas sobre lo que podría ser pero no quiso asumir nada hasta no escucharlo personalmente de sus superiores. No se atrevió a demorar en su respuesta y pronto estuvo fuera de la oficina del Director General del Hospital, sentado en uno de los sillones junto a la mesa de la secretaria. 

El Dr. Kang salió a recibirlo después de despachar a otros dos médicos, todos superiores de NamJoon, siendo uno el director del área médica y el otro el jefe de cirugía, quien precisamente también era su mentor. Un buen presentimiento se apoderó de él cuando todos esos hombres le sonrieron y reverenciaron al saludarlo. NamJoon se levantó, respondiendo a sus respetos y luego entró a ese lugar. La última vez que había visitado ese espacio aún era la oficina de su padre, poco antes de que se retirara y le dejase el puesto libre al Dr. Kang. El sitio lucía tan diferente, más moderno y mucho menos frío, eso le agradaba. NamJoon sonrió suavemente, con algo de suerte saldría de allí con mejores recuerdos de los que tenía.

—Joven Kim NamJoon, con seguridad ya sabes el motivo de mi llamado así que seré breve —dijo ese hombre, pasándose una mano sobre las pocas canas de su cabello—. Tus superiores y yo hemos revisado las solicitudes para las plazas que próximamente estarán libres en el hospital y no fue sorpresa que la tuya se resaltara entre todas. Tu currículum es no solo impecable sino también admirable.

—Gracias señor —respondió NamJoon agachándose en cuarenta y cinco grados.

El Director Kang sonrió.

—Tus habilidades en cirugía y amplió compromiso con la medicina es digno de reconocerse, has obtenido las notas más altas en tu generación y las relaciones con tus compañeros son bastante buenas. Además hemos de mencionar que provienes de una renombrada línea de médicos, sin ignorar por supuesto que tu padre, mi mentor, fue también el director de este hospital antes que yo. Por ello es que sería un desacierto sin dudas, que no te ofrecieramos el puesto vacante en cirugía a ti antes que a nadie.

Kim NamJoon sabía lo que eso significaba y un escalofrío recorrió su espalda, no sabiendo distinguir con certeza si lo que experimentaba era gusto o decepción.

—¿El puesto es mío?

—Solo si tú lo aceptas. Sé que has hecho un par de solicitudes en otros hospitales y de nuevo no será de sorprender que ellos ya te hubieran ofrecido algo o que estén a punto de hacerlo. Me les he querido adelantar un poco, pues creo que dejarte ir sería perder a uno de nuestros mejores médicos. 

¿Eso sería así? Probablemente muchos pensaran de ese modo, después de todo, venir de una familia de médicos le daba bastante puntos en favor de su reputación. ¿Qué pensarían de él las personas a su alrededor si decidiera no tomar el trabajo? Con seguridad eso sí sería una sorpresa, la primera que él les diera a todos. NamJoon pensó que eso resultaría tan, tan divertido. ¿Qué cara pondría su padre, su madre y sus abuelos? Sería la decepción de varias generaciones.

 Rió internamente, divertido por las posibilidades, o eso creyó hasta que el doctor Kang también rió con él. Suerte que ese hombre no fuese capaz de leer sus pensamientos.

—¿Eso es un sí?

La sonrisa de NamJoon perdió fuerza lentamente, al darse cuenta que en realidad, por mucho que lo imaginara o deseara, no tenía ninguna otra buena opción. Así que solo hizo lo propio, lo que se esperaba de él, y sonrió al doblarse en una reverencia pronunciada de máxima gratitud. Al menos las jornadas nocturnas se habían terminado.

Solo eso, solo al menos.

A la tarde siguiente, a pocas horas de terminar con su largo turno, ya medio personal en el hospital estaban enterados, de algún modo que él desconocía, el no oficial nombramiento de NamJoon como Médico Cirujano Adscrito. Recibió muchas palmeadas de hombro y varias sonrisas por su tránsito en los pasillos, también hubo miradas tristes y otras celosas de compañeros que también contendieron por el mismo lugar y que claramente no habían ganado por culpa suya. Fue allí mismo en los pasillos, en una de las estaciones de enfermería, que NamJoon se cruzó con HyeJin, a quien tan exitosamente había logrado esquivar desde su vergonzoso encuentro en Jeju. La suerte no sería eterna y NamJoon se enfrentó a ello con tanta dignidad como fue capaz de reunir. 

    Al mirarse, NamJoon sonrió en medio de una mueca y ella no se vió mucho más cómoda que él. Bueno, como perdida ambos se hallaban en la misma vergonzosa situación, tal vez las cosas no serían tan raras como llegó a imaginar.

    —¿Recién empezaste turno? —preguntó NamJoon con la mayor naturalidad posible.

    —Por la mañana pero estuve en cirugía —respondió ella.

    Tan incómodos.

    —Ya veo —murmuró.

    Hubo una breve pausa.

    —Escuché que ganaste una de las plazas vacantes, felicidades —ella sonrió y NamJoon agradeció—. Espero tener oportunidad de quedarme, realmente me gusta el ChungAng. 

—Seguro qué estás entre las mejores de la lista, pronto se sabrá —dijo antes de extenderse un silencio entre ellos dos, entonces NamJoon habló:— HyeJin, sobre la otra noche…

—Olvídalo , no sucedió nada.

Ahn HyeJin se fue inmediatamente después de aquella sentencia y NamJoon no intentó alcanzarla, simplemente se quedó allí parado, observándola. Ambos decidieron olvidar y así lo hicieron. 

Las felicitaciones no se detuvieron por el resto del día, incluyendo los mensajes de su hermana y las llamadas de su padre y madre. NamJoon fue respetuoso y recibió los halagos de buena gana. Sin embargo, no se alegró tanto como pensaba que lo haría hasta llegar a casa y obtener un par de cálidas sonrisas, una más exagerada que la otra, al contar las buenas noticias. 

    TaeHyung fue a comprar un par de botellas de Soju a la tienda de conveniencia y consigo trajo bocadillos picantes, todo bajo la excusa de que un ascenso así debía celebrarse en grande. YoonGi no dijo mucho al respecto y solo se dedicó a servir la cena con aparente buen humor, crispando los labios un par de veces cuando sus miradas se encontraban. No bebieron mucho, no lo suficiente para emborracharse y YoonGi apenas tuvo permiso de dar un trago. Fue una buena noche según lo veía NamJoon, hacía mucho que no se sentía así de cómodo con nadie en absoluto. 

Al despedir a TaeHyung en la puerta fue que su tranquilidad se vio afectada un poco. El joven enfermero le había pedido hablar con él a solas en el pasillo, NamJoon aceptó, algo intrigado. Lo que el castaño le dijo fue simple y si lo pensaba bien, predecible. «Ya no necesitas que cuide de YoonGi» Había señalado el muchacho con la mejor de las sonrisas. NamJoon no estaba seguro de eso y menos cuando este agregó: «YoonGi me ha dicho que quiere trabajar, eso es bueno para él». Aquello le provocó un mal presentimiento y no lo ocultó. TaeHyung insistió por algunos minutos dando argumentos inteligentes y que tenían mucho de cierto en ellos. No obstante, NamJoon no dió una respuesta concreta a ninguno de estos, de hecho, básicamente los evitó y despidió a TaeHyung con una sonrisa tensa. Todo bajo la falsa promesa de que lo pensaría. 

Claro que al final no fue tan falsa como él se lo había propuesto, porque sí que pensó en ello al irse a la cama y posar su cabeza en la suave almohada, lo hizo al despertar, y también al saludar a YoonGi por la mañana mientras éste servía el desayuno. Incluso siguió pensando en ello cuando sentó al pelinegro en la sala y le pidió que extendiera el brazo para sacarle las muestras de sangre que mes con mes llevaba consigo al hospital.

—¿Por qué sigue sacándome sangre?—le preguntó YoonGi durante el cambio del segundo tubo— ¿Qué es lo que quiere encontrar?

Le dió un vistazo rápido al responder:

—Lo que no quiero encontrar es VIH. 

—¿Es esa cosa del SIDA? —señaló YoonGi—. ¿La que mata a la gente?

NamJoon inhaló aire profundamente.

—Precisamente eso.

Él sabía que no era la mejor de las nociones, la que YoonGi tenía, pero asentir era más fácil que darle largas y complicadas explicaciones médicas que, muy probablemente, no le interesaban a su compañero de vivienda. YoonGi no hizo más preguntas sobre ello. Claro que eso hubiera sido un alivio para NamJoon si tan solo YoonGi se hubiese quedado callado, pero no fue así y para su mala suerte, tocó un tema al que no quería dar atención innecesaria.

—Quiero trabajar —le dijo YoonGi, tan claro que le fue imposible fingir no haberlo escuchado. 

NamJoon no respondió de inmediato, en vez de ello se dedicó a retirar la aguja del antebrazo de YoonGi y guardar los materiales antes de levantarse. Podía sentir la mirada de YoonGi sobre su persona y supo que no sería tan fácil esquivar el tema como con TaeHyung. Así que estudió sus palabras, repasando los argumentos del joven Kim y que sabía eran ciertos. 

El enfermero tenía razón, ya habían transcurrido cuatro meses desde que iniciara la desintoxicación de YoonGi. Este se había recuperado por completo de la abstinencia y su estado de salud era mucho mejor que al principio, su rostro se veía más lleno y su semblante más iluminado. Además, YoonGi se había comportado, era obediente y por si fuera poco, acomedido en casi cualquier cosa que se le pidiera. Otro punto a su favor era que, dejando de lado los cigarrillos, no había ni rastros de una incipiente recaída a las adicciones, muy a pesar de que era probable que sucediera.

En otras palabras, YoonGi estaba listo para ser reinsertado en la sociedad, o al menos eso habrían dicho los especialistas de haberlo dejado en una clínica de adicciones. NamJoon lo sabía bien, solo que no encontraba la manera de convencerse que fuera buena idea, mucho menos aceptarlo. No obstante, también sabía que no tenía derecho a obstaculizar la completa recuperación de YoonGi, aún cuando le preocupara demasiado lo que pudiera pasar si decidía ceder un poco, si relajaba el control que con mucho esfuerzo había adquirido sobre él. 

Control. Ese era el problema, algo que NamJoon no reconocería en voz alta jamás. Debía hacer algo al respecto, encontrar tal vez un punto medio, entonces recordó una de las poquísimas cosas que conocía de YoonGi.

—¿Qué tal si en vez de trabajar, volvieras al colegio y terminaras tus estudios?

YoonGi ni siquiera hizo el intento de pensarlo un poco.

—No me gusta la escuela, no soy bueno para eso —dijo YoonGi con seguridad—. Prefiero usar mi tiempo en trabajar y ganar dinero, de otro modo, estaré muy lejos de saldar mi deuda contigo.

¿Eso era lo que le preocupaba?

—Nadie te ha cobrado —respondió.

—De igual forma quiero hacerlo.

    Allí se dió cuenta que, por más que insistiera, YoonGi no iba a abandonar aquella idea, NamJoon pudo notarlo perfectamente en su mirada. Así que se le ocurrió otra opción. 

—Hagamos un trato.

Transcurrió poco más de una semana desde aquella charla con NamJoon y YoonGi estaba orgulloso de haber llegado a un buen trato con él. La cosa era simple, YoonGi podría trabajar si encontraba un puesto de medio tiempo en algún lugar cercano al apartamento, esto bajo el argumento de que su inserción en la sociedad debía ser gradual, comenzando con tareas sencillas que le fueran fáciles de cumplir. YoonGi no estuvo muy convencido al principio pero al final aceptó, siendo consciente que no conseguiría más por parte del doctor. Peor era nada y ya solo le faltaba encontrar un empleó con las características que se le habían señalado. 

    Se sorprendió muchísimo cuando Kim NamJoon le confió la clave del apartamento y le dijo que de ahora en adelante Kim TaeHyung ya no le cuidaría. YoonGi se vió forzado a admitir, interiormente, que eso le entristecía un poco, pues aparte de Guksu, Kim enfermero era la única otra persona con la que charlaba mientras estaba en el apartamento. Pero bueno, estaba avanzando al parecer, y si bien eso tampoco lo admitió en voz alta, sí que le alegró estar mejorando aunque fuera un poco. 

Claro que no había sido del todo sincero cuando enfermero y médico lo interrogaron respecto a sus emociones y su anhelo por consumir cocaína.  YoonGi no quería mentir en realidad, pero sabía que si confesaba que recurrentemente le invadía el recuerdo de lo que se sentía  inhalar una sola línea y el alivio que obtenía, ninguno de ellos dos le permitiría siquiera salir solo a la calle. YoonGi estaba convencido de que podría controlarse y que llegado el peor de los momentos, se resistiría con éxito a la tentación. Al menos eso se dijo varias veces por aquellos días, intentado con fuerzas no darle más atención de la requerida al asunto. 

Esa tarde aún no había conseguido nada en lo que trabajar, por tanto su tiempo libre seguía destinado exclusivamente a las tareas del hogar. YoonGi salió a hacer las compras para resurtir las alacenas, llevaba en el bolsillo la tarjeta que NamJoon dejaba para gastos y emergencias. Tenía los gastos medidos aunque Kim NamJoon le había dicho un par de veces que no había problema si decidía darse un pequeño gusto de vez en cuando. YoonGi tenía un par de cosas en mente, solo debía decidirse por alguna. 

Al acabar las compras y pagar en la caja del mercadillo familiar, saliendo del lugar, se encontró con un pequeño cartel de empleo, con una vacante libre en, precisamente, aquel negocio. Los requisitos no eran muchos, aunque la paga no era demasiado buena. Qué más daba, ya era bastante que hubiera encontrado algo cerca y tenía suerte. Por eso YoonGi sonrió ligeramente mientras tomaba uno de los pequeños papeles con la información pertinente y lo guardaba en una de las bolsas de papel que llevaba en ambos brazos. 

Estaba tan contento por aquella oportunidad que no se dió cuenta del particular aroma e inconfundible presencia de su Hyung, hasta que esté lo abordó a su costado y le llamó. 

—YoonGi —dijo Jung HoSeok, sonriendo con sus largos y delgados labios—. Por poco no te reconozco, cortaste tu cabello y has ganado peso.

YoonGi lo observó por un instante, notando que su viejo amigo HoSeok lucía igual que siempre, con un rostro delgado, dos ojeras levemente oscuras y un par de prendas viejas bajo la chaqueta negra. Reconoció a la primera esa ropa, era su ropa. HoSeok advirtió su mirada cargada de reproche.

—Tome prestadas algunas cosas, no podía deshacerme de ellas.

Sí, esa era la clase de respuestas que Jung HoSeok solía dar. Era el mismo HoSeok de siempre y aunque eso le alegró un poco también fue motivo de su indignación. Su amigo no parecía haber pasado un mal tiempo sin él, como si no le hubiera hecho falta, como si no fuera nada para él. YoonGi no soportó creer que valiera tan poco para la única persona que consideraba su amigo, casi como un hermano mayor. Le dolió darse cuenta que ni siquiera para alguien que era su igual, importaba. 

—Te fuiste —fue todo lo que dijo, agarrando bien las bolsas de la compra, comenzando a caminar.

HoSeok parloteó algunas cosas mientras caminaba detrás de él. Hablando de asuntos que no le importaban en lo mínimo a YoonGi, sobre la deuda con SiWon, la persecución y el lugar donde había tenido que ocultarse para salvar su estupido trasero. A lo largo de varias calles HoSeok le juró que no había sido su intención dejarlo atrás, que siempre tuvo la intención de buscarlo aún cuando sospechaba que estaba muerto.

—Siempre crees que estoy muerto —dijo a modo de reclamo.

—No puedes culparme por ello, sabes que no sería nada extraño, YoonGi —respondió HoSeok, casi riendo—. Los que son como nosotros tienen un destino similar. No podía pensar otra cosa después de que ese maldito bastardo te llevara consigo para hacer quien sabe que cosas. Después de varios días sin aparecer naturalmente supuse lo peor. 

Claro, eso era lo común, YoonGi lo entendía bien, pues al igual que HoSeok también había dado por muertos a algunos conocidos suyos pero si podía justificarse por ello diría que esas personas no eran sus amigos. Esa era la mayor diferencia pero al parecer, para HoSeok, eso no significaba absolutamente nada. YoonGi miró al frente, solo una calle más y pronto llegarían a los apartamentos.   
  
—Sobre eso —continuó HoSeok—. ¿Cómo te has escapado de ese tipo? 

—No me escape, vivo con él —respondió.

Eso debió sorprender bastante al de rostro afilado porque lo tomó del brazo y le miró sonriente.

—¿Él te ha dado el dinero para comprar todo esto? —dijo este al fisgonear en el interior de las bolsas—. ¿Es una forma de síndrome de Estocolmo?

YoonGi lo apartó de un empujón, de pronto sintiéndose incómodo de que HoSeok estuviera tocando cosas que no le pertenecían. El joven frente suyo torció su expresión en disgusto pero a YoonGi no pudo importarle menos. Simplemente siguió avanzando e ignoró por completo los pasos que le seguían. No pensó bien lo que había hecho hasta que llegó al edificio y HoSeok burlonamente dijo:

—Te conseguiste uno bueno, eh YoonGi. 

Allí comprendió su error. Le pidió a HoSeok que se fuera pero este no hizo caso, solo se quedó ahí de pie, retándolo con la mirada. YoonGi sabía cómo era él y que no habría forma de alejarlo por las buenas. No hasta que le diera lo que quería ver o en su defecto, que hubiera una barrera física entre ellos. Y no tuvo más opción que subir la escaleras, oponiéndose con fuerza a siquiera tomar el elevador y compartir un espacio tan pequeño con ese hombre. Se detuvo llegando al tercer piso para una vez más, confrontar a HoSeok.

—¿No abrirás? —preguntó esté, mirando a la cerradura electrónica, luego a la comida en las bolsas—. Parece que debes preparar el almuerzo.

—Vete.

—¿No me invitas a pasar? 

YoonGi estaba por responderle que se fuera al carajo pero la oportunidad se esfumó frente a sus propios ojos cuando, una silueta bien conocida, apareció saliendo por el elevador. Kim NamJoon los miró, primero a YoonGi, luego a Hoseok y viceversa. Algo en los ojos del médico hizo que YoonGi se estremeciera. NamJoon seguramente reconoció a HoSeok porque no preguntó su nombre ni le cuestionó por qué estaba ahí, en realidad no le dijo nada a él, sino a HoSeok.

—Lárgate o llamaré a la policía, es un edificio privado.

—YoonGi me invitó —mintió HoSeok descaradamente frente a él.

—Me importa un carajo, es mi casa, no la suya. Así que tienes un minuto para desaparecer o haré que te arresten, maldito drogadicto.

HoSeok rió por lo bajo antes de devolver su atención a YoonGi y decirle:

—Vaya pez gordo, YoonGi. Te felicito.

Entonces, así como apareció, HoSeok se fue. YoonGi se quedó solo mirando a las escaleras mientras NamJoon abría la puerta y lo apresuraba a entrar. Él obedeció. Creyó que todo había quedado ahí pero se equivocó enormemente.

—¿Por qué lo trajiste? —cuestionó NamJoon con molestia—. No tenías permiso de siquiera buscarlo.

—Yo no lo busqué, simplemente me lo encontré por la calle, mejor dicho, él me encontró a mí caminando por la calle.

—¿Y se supone que crea eso?

—No tengo razón para mentir —respondió.

—Yo creo que si la tienes —dijo aquel, con ojos amenazantes—. Muestrame tus bolsillos. 

—¿Por qué?

—Tú sabes bien por qué —contestó con ese tono despectivo ya bien conocido por YoonGi—. No se porqué pensé que podía confiar en tí, al final no eres más que la misma basura.

Algo oprimió el pecho de YoonGi, un recuerdo muy lejano. 

Mamá había sido llamada a la escuela y no lucía contenta cuando ella y una de las secretarías irrumpieron en el salón de clases y lo sacaron de allí. Si YoonGi necesitara describir la mirada de su madre en aquel día diría que había fuego en sus ojos y chispas aterradoras en sus dientes blancos. 

El silencio durante todo el viaje en autobús fue horrible y YoonGi jamás se atrevió a preguntar el motivo por el qué mamá estaba tan enojada con él y lo había sacado de clases en primer lugar. Quizá estaba relacionado con su compañera de clase, a la que involuntariamente había hecho llorar cuando quiso besarla, aunque eso en su pequeña cabeza de infante no tenía ningún sentido, pues en realidad no había hecho nada malo. ¿O tal vez sí?

    No tuvo caso cuestionarselo tanto, porque no comprendió la respuesta hasta varios años después. Lo único que ese día fue capaz de entender es que había hecho algo muy, muy, pero muy malo, o de lo contrario mamá no lo habría llevado a la habitación y obligado a desnudarse, antes de golpearlo con el cable de la radio junto a su cama.

    «¿Por qué lo hiciste?» preguntaba sin que YoonGi pudiera darle respuestas, llorando por el insoportable ardor de su piel «¿Por qué? ¡¿Por qué?!»

    «Yo no hice nada, mami. No hice nada»

    «Eres un monstruo» gritaba ella entre latigazos «Un asqueroso degenerado como él, un maldito engendro de su sucia sangre» YoonGi no entendía lo que mamá quería decir, el motivo de su odio, la razón de su repulsión hacia él. 

    «Mami, no hice nada, lo juro. Mami, perdoname»

    «Deja de llamarme así. No eres nada mio, tu no eres mió» exclamó antes de golpearlo en el rostro «Debí matarte al nacer, eso debí hacer, te odio»

    Lo siguiente que vió YoonGi ese día fue la oscuridad misma.

NamJoon lo estaba mirando con los mismos ojos de esa maldita bruja.

    —Date prisa, no tengo todo el maldito día.

    Por supuesto, Kim NamJoon era un hombre muy ocupado y YoonGi no tenía el derecho de hacerlo esperar un minuto más. Así que simplemente tiró las bolsas de papel al suelo, dejando que todo su contenido rodara por el piso, asustando a su pobre Guksu que andaba allí por sus piernas. NamJoon quisó reclamarle pero a YoonGi qué tanto podía importarle la maldita comida, sí tenía cosas más importantes que hacer. Uno a uno desabrocho los botones de su camisa, abriéndola al mismo tiempo. Se sacó la playera dejando su torso desnudo. El rostro de NamJoon pareció horrorizarse al caer en cuenta de lo que estaba haciendo y YoonGi no sintió más que náuseas de tener esos ojos sobre su piel. 

    Se zafó los pantalones y los bajó hasta el suelo, sacándose al mismo tiempo los calzoncillos, quedando por completo desnudo frente a un muy pálido NamJoon. Lo detestaba tanto. Tomó la ropa del suelo y se la lanzó al médico, quien impactado y con torpeza, alcanzó a tomarla. YoonGi clavó sus ojos sobre los suyos.

    —Ahí tienes, revisa cuanto quieras, si también lo necesitas puedes revisarme el culo, siéntete en la libertad de hacerlo, no vas a encontrar un solo gramo de mierda, al menos no de la que tú esperas. 

    Y no aguardó a que Kim Doctor respondiera, simplemente caminó con la frente en alto, pasando por uno de los costados de éste y golpeándolo con el hombro antes de encerrarse en ese pequeño espacio que se suponía era su habitación, un lugar más al que no pertenecía.

… 
   
NamJoon no era de las personas que sufría arranques de furia y por eso no entendió en aquel momento el motivo por el cuál había tratado así a YoonGi. Es que ver a ese hombre a su lado. tan cerca y tan sospechoso, le había hecho hervir la sangre, imaginando un montón de cosas que probablemente no eran. Y no fue capaz de ver lo horrible de sus palabras hasta que YoonGi se desnudo frente a él, mientras le devolvía una mirada tan furiosa, que casi podía decir que lo había herido. 

    El golpe en su hombro terminó por hacerlo sentir una completa mierda y ese sentimiento simplemente fue peor cuando, por mero instinto, bajo la mirada a su entrepierna, notando la erección que a paso lento pero firme crecía debajo de sus pantalones negros. Fue tal la vergüenza que sintió por todo aquello, que no se molestó en ir a buscar a YoonGi o siquiera levantar las cosas que seguían allí tiradas tristemente en el suelo. No, solo caminó hasta su habitación, encerrándose antes de ir directo a la ducha y mojar su cuerpo con el agua helada.

    La erección seguía allí después de varios minutos y la poca fuerza que perdía la recuperaba cada vez que, al cerrar los ojos, aparecía el cuerpo desnudo de YoonGi, con su suave abdomen y genitales apuntando directamente a él, como si lo buscaran, como si le dijeran que lo necesitaban a él, provocándolo. Quiso resistirse a lo impensable pero su necesidad fue más fuerte que su cordura y al final solo encontró alivio en su mano empuñada firmemente contra él, mientras un nombre y una sola imagen rondaban en su cabeza. 

    Cuando hubo acabado, se sintió como el peor de los degenerados mientras la culpa se acrecentaba en su interior. Su mente iba y venía entre sus asquerosos impulsos y el rostro dolido de YoonGi minutos atrás. Para ese punto ya había perdido la cuenta de todas aquellas veces en que había sido un maldito imbécil con el joven pelinegro. Se dijo así mismo que definitivamente había algo muy malo con él, empezando inevitablemente a compararse con su padre. Cada día pareciéndose más a él. 

    Lo odiaba, detestaba sentirse así, ser de esa manera. Tenía que disculparse, no había otro modo de arreglar eso. De entre todas sus equivocaciones esta era en la que más la había cagado. Así que se apresuró a terminar su ducha, limpiando la suciedad de su depravación mientras clarificaba sus ideas. Al salir y vestirse fue directamente a la habitación de YoonGi, con las palabras ya medio ensayadas en la punta de su lengua. Toco y esperó. Nadie le abrió. YoonGi debía estar muy molesto, tanto como para dejar a su pobre gato abandonado en los pasillos. Y NamJoon quiso ser comprensivo, convencido de que darle su espacio sería lo mejor. 

    Se decidió a esperar en la sala. Recogió las compras y guardó cada cosa en las alacenas y en el frigorífico. YoonGi continuó encerrado. Tal vez si ordenaba algo delicioso el joven muchacho se sentiría tentado a asomarse. ¿Pero qué sería bueno? Seguía sin conocer mucho de Min YoonGi, apenas su nombre completo, su ciudad natal, su fecha de nacimiento, su tipo de sangre y su nivel máximo de educación. También sabía que no tenía padre, que su madre y abuela vivían en alguna parte y que por algún motivo había terminado en una casa de adopción. Que tenía un conocido del colegio que se llamaba Park JiMin, persona con quien parecía no haber quedado en buenos términos. Que tenía un amigo que era un drogadicto y probablemente otro prostituto más en las calles de Seúl.

    Sí, eso era todo lo que sabía de YoonGi, básicamente nada. Oh, pero recordó un par de cosas más. Que YoonGi era intolerante a la lactosa, que ya no tenía apéndice, que le gustaba leer mangas y que amaba la sopa de tomate y queso parmesano. Ahí estaba, al fin un conocimiento útil que le hizo sonreír a NamJoon. No demoró en tomar el móvil y ordenar la cena. Cuando el delivery llegara podría disculparse sin demasiados problemas. Estaba muy seguro de ello.

    Por ello no anticipó ni sospechó la sorpresa que se llevaría cuando, al recibir la comida y llamar por segunda vez a la puerta de YoonGi, nadie respondió. Fue entonces que se dió cuenta que algo estaba mal y al abrir la puerta, descubrió una habitación sin YoonGi. 

    Su cabeza fue a mil por hora, adivinando el momento justo en el que su compañero de apartamento había desaparecido. Claro, debió ser mientras se masturbaba como un maldito enfermo pensando en él. Imbécil, imbécil, imbécil.

Sin dejar perder más tiempo, tomó las llaves del auto y salió a toda prisa del lugar. Nunca manejó tan rápido como aquel día, tan desesperado y sin rumbo alguno al cual dirigirse con seguridad. De nuevo, no tenía idea de dónde encontrar a YoonGi. Pensó en las posibilidades y en lo que este hacía cuando estaba molesto, ansioso o ambas cosas. YoonGi fumaba, claro. ¿Se habría llevado sus cigarrillos consigo? NamJoon lo dudaba, porque solía resguardarlos en su habitación y no había manera que este hubiera entrado sin que él se diera cuenta. Así que este debía comprarlos. 

Con esa pista en mente, NamJoon condujo alrededor de todas las cuadras donde hubiese una tienda de conveniencia cerca. Que maldita molestia que fueran tantas. Estaba a nada de llamarle a TaeHyung para pedirle ayuda cuando, simplemente, de la nada, vió a YoonGi allí sentado en una mesa, mientras sostenía una botella de Soju y bebía de ella directamente. 

Aparcó en el primer sitio libre que encontró y no le importó correr en casi pijama hasta donde YoonGi estaba. Y menos pudo importarle una vez notó el tremendo estado de embriaguez en que se hallaba el pelinegro, mientras por su rostro rojo rodaban un par de lágrimas. El corazón de NamJoon se estrujó. 

En la mesa había otras dos botellas, una vacía y otra esperando a ser abierta. En el cenicero, una colilla de cigarro y en la mano de YoonGi otro encendido a medio acabar. 

—YoonGi —lo llamó suavemente, ignorando las miradas curiosas—. Ven YoonGi, vamos a casa.

—Yo no tengo casa —respondió aquel—. Yo no tengo nada.

Escucharlo fue equivalente a que una delgada y larga aguja se clavara en el pecho de NamJoon.

—Claro que sí, tú vives conmigo, con Kim NamJoon. Mi casa también es tuya.

—Tú,  maldito… —balbuceó, completamente borracho—. Tú eres igual que todos, tus ojos son los mismos. 

NamJoon no quisó hacer una pregunta más, comprendiendo lo que YoonGi deseaba expresar en esa simple frase. Dios, se sintió terriblemente mal por ello. Tuvo que arreglárselas para levantar al pálido de la silla y arrastrarlo consigo hasta el auto encendido, suerte que no se lo hubiesen robado. Arrancó de nuevo y llevó a YoonGi de vuelta consigo. 

A casa.

… 

YoonGi despertó al día siguiente con un dolor de cabeza infernal y unas náuseas tan penetrantes que fue imposible no correr a vomitar apenas puso un pie en el suelo. Las arcadas no le dejaban ver ni oír, lo más que podía percibir era el hediondo olor de su vómito cayendo en el agua del retrete. Por eso solo advirtió la presencia de Kim Doctor cuando esté posó suavemente una mano sobre uno de sus hombros y frotó, como si quisiera reconfortarlo. 

YoonGi casi se deja embrujar por ese sutil y cálido tacto hasta que recordó lo que había sucedido la tarde anterior, entonces con brusquedad, se apartó. Se puso de pie y limpiándose los restos de porquería de su rostro, tiró de la cadena, todo para salir un segundo después e intentar huir del apartamento. NamJoon lo detuvo, tomándolo de un brazo.

—Por favor, discúlpame —lo escuchó decir con voz baja—. Lo que dije… estaba enojado, creí que habías fallado.

YoonGi lo observó mientras la mano de NamJoon se relajaba alrededor de él. Su mirada era diferente, ya no era desdeñosa, en cambio, Kim Doctor se veía arrepentido. Completa y sinceramente arrepentido. Una mirada que Min YoonGi jamás había recibido para sí. Su pecho se agitó un poco.

No respondió pero tampoco hizo el intento de seguir caminando. Estuvieron ahí de pie un rato hasta que NamJoon le dijo que desayunaran, que con algo en el estómago se sentiría mejor. YoonGi quisó creerle. Creer que se sentiría mejor. Creer que realmente lo lamentaba. Aceptó acompañarlo a la mesa.

El desayuno no lucía diferente a lo que solían comer cuando aún él no cocinaba, claramente NamJoon había ordenado la comida. Y no fue eso lo que llamó la atención de YoonGi. Allí, en un tazón, había varias mandarinas. Rápidamente miró al doctor sentado frente suyo. 

—Para tí —dijo este—. Sé que te gustan y el jugo es bueno para la resaca.

—No es temporada —contestó YoonGi, tomando una y sosteniendola con cuidado—. Debieron ser caras.

—No más caras que la vez anterior así que solo aceptalas, por favor. Son mi forma idiota de pedirte que me disculpes, no dudaré de ti de nuevo. Es una promesa.

Kim NamJoon nunca rompía sus promesas, eso le había dicho una vez. YoonGi lo miró fijamente y experimentó un vacío enorme e incómodo en su estómago, mientras los vellos en su nuca se erizaban. Y le creyó. Lo hizo porque necesitaba hacerlo, porque de verdad quería hacerlo. 

Próxima actualización, capítulo trece - 08/04/2022

🍬🦄 Disculpen la demora, entre el trabajo y la escuela apenas recordé que era viernes de actualización. 😣 lo siento de verdad.

Ya está aquí el capítulo, hermosas, espero lo hayan disfrutado y sufrido igual que yo. Jaja. Se vienen un buen de cosas. Prepárense.

P. D. Alguna vez leí que el final de un libro siempre está escrito en el primer capítulo, ¿Ustedes opinan lo mismo?

Las leo. 🦄🍬

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