CAPÍTULO DIECIOCHO: Song For you.
«Vi caer tu lágrima de tu gracia, me enamoré. Vi ese miedo cuando me enseñaste ese beso, nos enamoramos. Te tocaré esta canción... Todas mis vidas han visto, estoy agradecido por esto. ¿Por qué no me dices lo que necesitas? Siento el dolor que hay en tu corazón, siento tu dolor. Siento tu corazón, amor. Siento tu dolor... ¿Por qué no me dices lo que necesitas?»
(Rhye, Song for you, 2018, 0min17s)
— Te amo, YoonGi — dijo aún observando el blanco rostro de YoonGi.
Este abrió los ojos rápidamente y NamJoon creyó haber hecho algo mal pues la mirada de YoonGi lucía completamente sorprendida, confundida, descolocada.
— ¿Qué dijiste? — preguntó el joven pelinegro y entonces pudo ver cómo un par de lágrimas se formaban en sus ojos.
Namjoon tragó saliva sin saber si debía responder o simplemente guardar silencio. Se había decidido por callar, sin embargo YoonGi insistió con la misma pregunta así que NamJoon no tuvo más remedio que ceder.
— Dije que te amo.
Una lágrima rodó por la suave mejilla de YoonGi, este cerró los ojos y se inclinó de vuelta para abrazarlo por el cuello.
— ¿Puedes repetirlo? — preguntó YoonGi nuevamente mientras escondía su rostro contra su cuello.
Namjoon pudo percibir cómo los hombros de YoonGi se agitaban suavemente. Lo tomó por la cintura y frotó su mejilla contra su cabello enmarañado.
— Te amo.
— Por favor, otra vez.
— Te amo, Yoongi.
— Una ve...
— Te amo, te amo, te amo... — repitió una y otra vez mientras abrazaba a Yoongi más y más fuerte mientras esté lloraba con desconsuelo.
Fue allí que tuvo la completa certeza de que YoonGi estaba roto, total y completamente roto, y por un momento, tuvo el temor, que tal como una fractura de hueso vieja, las grietas de su corazón se hubiesen sellado de la peor forma posible. Una herida de esa naturaleza siempre dolería, a veces menos, a veces más, pero el dolor sería una constante. Él no deseaba eso para YoonGi.
Tuvieron que transcurrir varios minutos antes de que el llanto cesará y otros pocos más para que este dejará de temblar y se tranquilizara. NamJoon no le dijo ninguna otra cosa y YoonGi evitó mirarle al rostro cuando al fin se separaron de su abrazo. Para facilitar las cosas, Namjoon decidió recostarse a su lado mientras lo abrazaba por la espalda y aunque la habitación estuviese en completo silencio, ambos sabían perfectamente entre sí que el otro estaba despierto.
Casi una hora después, cuando las patitas de un Guksu hiperactivo resonaron afuera en el pasillo, YoonGi fue quien decidió hablar primero. NamJoon no podía estar menos preparado de lo que estaba en ese instante para escuchar todo lo que YoonGi estaría por contarle. Sus palabras le cambiaron por completo.
— Un hombre violó a mi madre cuando está era una estudiante, fue cuando ella apenas comenzaba la universidad. —dijo despacio y casi sin ninguna emoción en su voz.
La sangre se le heló y Namjoon escuchó.
— Poco tiempo después debió enterarse que estaba embarazada... embarazada de mi así que ella nunca me quiso, me tomó años entenderlo.
»Vivíamos en la casa de su madre. No estoy seguro de quien me crió realmente, ni mucho menos de sí fui visto como un hijo o un nieto alguna vez. Pero estoy seguro de algo y es que ninguna de ellas me quiso ni siquiera por un segundo. Sólo era esa cosa de la que tenían que hacerse cargo. Eso y nada más. No más que un animal que vivía bajo el mismo techo que ellas.
»Nunca hubo abrazos, caricias ni besos. Ninguna tipo de muestra de afecto. Yo me preguntaba la razón de su indiferencia, del odio en sus ojos. Las madres de los otros niños se veían tan cariñosas y ella...
La voz de YoonGi se quebró por un segundo.
— Yo solo quería que alguien me quisiera así como querían a los otros niños y un día pensé que había alguien que lo hacía. Aquélla maestra me parecía ser la persona más buena del mundo y yo era un niño que no sabía nada. Lo que ella me hizo... tarde otros tantos años más en asimilarlo, en comprenderlo. Me tomó mucho entender que lo que había visto como una muestra de amor no era sino lo mismo que mi madre había sufrido al concebirme.
Namjoon lo comprendió de inmediato y se horrorizó solo de imaginar a un pequeño YoonGi siendo abusado por una mujer que en dado caso debía cuidarlo. El mundo era un lugar demasiado retorcido.
— Pero lo merecía —dijo— yo me lo merecía. Le hice esas cosas horribles a mis compañeras. Nunca lo hice intencionalmente pero después de todo llevo la misma sangre que ese hombre. Los monstruos solo pueden engendrar a otros monstruos.
— No comprendo lo que...
— Yo toqué a mis compañeras, creí que así se demostraba el cariño.
NamJoon no encontró palabras con las cuales responder, en vez de ello se limitó a decir:
— YoonGi, tú no eres un monstruo.
— La vi en tu mirada — murmuró YoonGi.
— ¿Disculpa?
— Vi a mi madre el día en que te conocí, la manera en que me mirabas, era la misma con la que ella me veía. Asco. Repudio. A donde quiera que vaya, cualquier persona que conozca, todos me miran exactamente igual.
Guardó silencio y Yoongi continuó hablando después de unos minutos.
— Muchos de los padres estaban furiosos. Los profesores no dejaban de señalarme. Una tarde mi madre arrancó el cable del televisor y no paraba de gritar «monstruo, pervertido, engendro». Claro que alguien noto que mi comportamiento no era normal. El psicólogo de la escuela insistió en hacerme una entrevista y cuando le informaron a mamá lo que la profesora había hecho ella me llevó a casa, diciendo, repitiendo que eso era lo que yo me merecía por ser el hijo de un monstruo. Que era mi turno de pagar lo que le habíamos hecho. Pero NamJoon, te prometo que a ella nunca, nunca le hice nada.
»Ella me sacó de la escuela y me quedé en casa mucho tiempo, encerrado en mi habitación, jugando en silencio, siendo un buen niño pero un día llegaron esas personas, dijeron que me llevarían con ellos y ella no parecía estar más satisfecha. Quise abrazarla pero como siempre que lo intentaba fallé. Y no la vi otra vez. Dijeron que me darían una nueva familia pero la vida con las monjas no me pareció mejor.
Las palabras «Ustedes los religiosos son los peores» resonaron por algún motivo en la cabeza de Namjoon.
— Hubo un momento que fue diferente — continuó— El chico que encontramos aquella vez... ¿Lo recuerdas?
NamJoon tuvo que esforzarse un poco antes de recordar el día en el supermercado, ese joven rubio con abrigo negro.
— Sí. — dijo asintiendo suavemente.
— Se llama Park Jimin. Nos conocimos en la escuela secundaria. Nunca me atreví a hablarle por cuenta propia. Todos me señalaban como el estúpido del orfanato. Jamás me pasó por la cabeza que un tipo como él, tan perfecto, quisiera o necesitará la más mínima cosa de mi. ¿Que podría tener yo que ofrecerle que no pudiera obtener de cualquier otra persona? Nada, absolutamente nada. Y aún así, él me miró, fue él quien se acercó a mí aquel día afuera de la tienda de comics. Estoy seguro que medio colegio, aun siendo todos hombres, estaban enamorado de él y de entre todas esas personas, de entre esa rica variedad de opciones, él me eligió a mi. Me eligió a mí, puedes creerlo. Yo no podía. ¿Por qué él me miraría?
»Y cuando él me besó, cuando él me abrazó y me dijo que le gustaba mucho, mucho, muchísimo.... No sabes, de verdad no imaginas lo feliz que fui. Y fue justo cuando no podía ser más feliz que ellos decidieron arruinarlo. Los otros chicos del orfanato. Ellos lo descubrieron, lo que yo era y lo que me habían hecho. Lo sabían todo y tan picante secreto no pudieron guardarlo. Los alumnos, incluso los profesores, todos ellos me miraban de la misma manera y JiMin... él me dijo que me odiaba, que no me acercara, que era un monstruo, que era un saco menos insignificante que la basura.
Inesperadamente, en ese instante, NamJoon fue consciente de la humedad de la almohada debajo de su rostro. Se le habían negado tantas cosas a YoonGi por razones completamente injustas y él, aquella noche de noviembre, estaba dispuesto a ser parte de esas malditas personas de mierda. Una vida entera no le sería suficiente para disculparse con YoonGi. Nunca podría remediarlo y eso hizo que le doliera aún más el nudo en su garganta. Sobre su pecho ahora descansaba el peso de la culpa, del remordimiento. Y así sería por el resto de sus días.
— Namjoon — la voz de YoonGi interrumpió sus arrepentimientos.
— Uhm — respondió, limpiando las lágrimas que habían escurrido por el puente su nariz y pómulo.
— Nunca nadie me había dicho que me ama.
El pelinegro se giró sobre su costado y lo miró de frente, al igual que él, YoonGi también estaba llorando.
— ¿Después de saber quién soy, podrás seguir diciéndolo?
Namjoon acaricio su cabello y le contestó:
— ¿Por qué razón no lo haría si eso es lo que siento?
— Porque no merezco ser amado.
Namjoon negó, tomando una de las manos de YoonGi.
— Tu mereces que te amen, no hay nadie que merezca más amor que tu y si nadie lo ha hecho, entonces te repetiré ésto nuevamente, yo te amaré a nombre de todos los que debieron amarte.
Y ahí, justo en ese segundo, Namjoon pudo ver el espacio infinito dentro de los ojos de YoonGi, ocupado por un millón de millones de estrellas rotas. Y más que una promesa para YoonGi, fue una promesa para sí mismo. Siempre amaría a YoonGi.
Siempre.
...
Aquella parecía una mañana tal como todas las demás, despertar, vestirse, hacer la limpieza del cuarto, el rezo de la mañana. El camino desde el orfanato a la escuela siempre fue callado, no caminaba en compañía de nadie, nadie a quien saludar, nadie con quien conversar. Algunas veces YoonGi tarareaba alguna canción de la radio, otras veces se sorprendía a sí mismo repitiendo los cantos de la iglesia en su cabeza. La mayor parte del tiempo, pensaba en Dios, otras veces en su madre, sin embargo, por esos tiempos, en quien más pensaba era en JiMin. Sus preocupaciones ya no eran las calificaciones ni las burlas de sus compañeros, eran sus sonrisas, sus besos y sus caricias. Vivía en el temor constante de que algún día Park JiMin se diera cuenta de lo poco que valía como para preservarlo un día más en su vida.
Ese jueves a mitad de mes fue el tan temido día de YoonGi. No demoró ni un minuto en notar que algo estaba particularmente mal. Un alumno de último año se paró frente suyo, lo empujó y una vez en el suelo le escupió en la cara. «Marica» lo escucho decir al alejarse. Los demás chicos a su alrededor rieron. ¿Acaso le habían visto con JiMin? Imposible, nunca hablaban en la escuela, siempre se veían en la casa del menor. Se levantó y corrió a los baños, debía limpiarse el rostro antes de poder ver a JiMin. La melodía de primera hora lo obligó a apurarse y aun así no fue lo suficientemente rápido pues el profesor ya estaba frente a la pizarra cuando puso un pie frente. Todos lo miraron en ese instante, todos excepto JiMin y eso le hizo inquietarse.
El profesor lo castigó y le obligó a pararse en una esquina para sostener libros con ambas manos frente a él por una hora, de vez en cuando alguien volteaba y le miraba de reojo, algunos reían en silencio, otros lo miraba con asco, y JiMin solo miraba al frente, resolviendo los ejercicios de matemáticas que él ni siquiera alcanzaba a comprender. ¿Qué era aquello que había hecho tan mal? En las siguientes clases intentó acercarse a JiMin pero sabía que no era la mejor de las ideas. Se obligó a esperar al final de las clases pero no lo soporto así que, a mitad de clase de gimnasia, busco a JiMin en los baños. Busco estar lejos de la mirada de todos, lo que menos deseaba era causarle problemas a JiMin.
— ¿Por qué me evitas? — preguntó.
JiMin alzó los ojos y el corazón de YoonGi se estrujo al reconocer la misma mirada de su madre, un escalofrío recorrió toda su espalda.
— No te me acerques, no quiero que nadie me vea contigo. No quiero que piensen que soy como tú.
— No entiendo de qué estás hablando.
— Dios, todos lo saben, tu sucio secreto. Eres asqueroso, siento nauseas solo de pensar en las cosas que me permití contigo. Revolcarme con un hombre no me da tanta vergüenza como haberlo hecho contigo, maldita basura.
— ¿Por qué me dices todas esas cosas? Creí que querías estar conmigo, creí que yo te gustaba.
— Eso era antes de saber la clase de monstruo que eras. Una maldita basura que ni su propia madre quiso. Sabes, sentía lastima por ti, siempre pensé que tus padres habían muerto o alguna mierda de ese estilo, no sabia que eras hijo de un puto violador, uno igual a ti y que por eso tu madre prefirio dejarte a quedarse contigo.
YonGi enmudeció. Hasta ese día siempre había fingido no saber la verdad, pero escucharlo en voz alta, desde la boca de alguien a quien amaba, eso le destrozo de tantas maneras más de las que creía posibles, y aun así, quiso negarlo, tal vez si fingía un poco más, un día...
— ¿Creíste que nunca nadie sabría lo que le hiciste a tus compañeras de escuela?
— Yo no...
— Todos lo saben, ya todos vieron tu expediente, maldito enfermo asqueroso. Aléjate de mí o hare que te maten, creeme que no hay nadie en la escuela que no quisiera hacerlo ya.
El resto del semestre fue un infierno. Lo seguían de la escuela al orfanato. Lo encerraban en el baño. Robaban sus cosas. Intentó resistir, se aferró a la idea de que tarde o temprano, todos se olvidarían de él, pero supo que no sería así cuando, un fin de semana, andando por las calles, tres chicos lo interceptaron, lo golpearon hasta perder la consciencia y lo fueron a tirar a las afueras del basurero municipal. Pensó que había tenido suerte de que no lo mataran, sin embargo cambió de opinión cuando noto el intenso dolor por entre sus piernas y entendió lo que le habían hecho.
No le dijo nada a nadie, no tenía caso, nunca nadie había hecho nada por él y ya que casi era un adulto imagino que las posibilidades eran mucho menores de que algún milagro pasara. Estaba solo y dependía de él mismo sobrevivir a como diera costa. Esa misma noche tomó la poca ropa que la caridad le había proporcionado a lo largo de esos años, se escubullo en la oficina de la madre superior y se hizo de todos sus papeles, incluyendo el expediente que resumía toda su maldita infancia y robo parte de las limosnas de esa semana, decidió que era lo mínimo que Dios podía hacer por él después de la vida de mierda que le había hecho el favor de «regalarle» con tanto amor.
Caminó por las calles vacías de Daegu a la tres de la madrugada, negándose a llorar por todo aquello que no tenía remedio y que nunca estuvo bajo su control. El hombre de la estación de autobuses estaba tan dormido que ni siquiera le preguntó su edad al entregarle el boleto de autobús con rumbo a Seúl. Nunca tuvo un verdadero plan en mente, pero se convenció que cualquier lugar era mejor que quedarse en ese maldito sitio. Allí jamás hubo nada para él, imagino que en Seúl al menos, lejos de aquellos que lo conocían, podría tener una mejor vida. Dios no iba a dejarle las cosas tan fácil.
El dinero apenas y duro para poco más de una semana. Los lugares donde pedía empleo lo echaban antes de pagarle al descubrir su edad y no contar con permiso escrito de sus tutores para poder trabajar. Sin dinero para pagar la entrada a los saunas, pronto se encontró durmiendo en las estaciones del metro, con suerte, los guardias no se daban cuenta de su presencia y solo debía escaparse un par de veces a la semana. El techo no fue el mayor de sus problemas, si no la comida. Una vez intentó robar comida de una tienda de conveniencia que frecuentaba en sus andares nocturnos, no le fue demasiado bien. Acabo golpeado y con la nariz rota en un callejón cerca, al menos no habían llamado a la policía.
— Carajo, eso no se ve nada bien amigo — dijo alguien al otro extremo de la calle.
YoonGi lo observó con dificultad pero aún bajo la penumbra alcanzó a distinguir el delgado rostro de ese joven , suavemente iluminado por el resplandor del cigarrillo entre sus labios, un chico al que finalmente llamó por su nombre, HoSeok.
— No deberías robar si no careces de habilidad.
YoonGi no dijo nada y sosteniendo sus costillas, se levantó, tratando de ignorar el fuerte dolor a su costado. HoSeok, en ese entonces un poco más joven, se acercó y lo sostuvo con gentileza, como si de algún modo supiera lo mucho que dolía recibir una golpiza así.
— Si necesitas dinero hay mejores maneras para conseguirlo.
— No hay muchas personas que quieran darme trabajo, soy menor de edad.
— Yo también lo soy, pero créeme, siempre hay un modo u otro para ganar dinero, solo tienes que estar dispuesto a hacerlo que sea que los demás te pidan.
YoonGi desconfió de las palabras de HoSeok, pero estando en la situación en la que se encontraba no había mucho de lo cual pudiera escoger, y cualquier propuesta que le dieran sonaba mejor a morir de hambre en las calles de una ciudad completamente desconocida.
— Creeme, una vez que te acostumbras nada es tan malo. — agregó el joven castaño.
Pero YoonGi jamás logró acostumbrarse del todo y averiguó que HoSeok tampoco podía, o de lo contrario ninguno de los dos se habría vuelto adicto a la cocaina.
...
La mañana siguiente fue Namjoon quien despertó primero, el sol aún no salía cuando puso un pie en la cocina y alimento al maleducado de Guksu, quien a maullidos (o más bien alaridos) demandaba su primer alimento del día. Le dejó el plato repleto de croquetas con tal de que lo dejara en paz. Contempló la idea de cocinar, sin embargo, ya sabía que aquella no era la mejor de las ideas y no deseaba molestar a YoonGi, así que solo tomó el móvil y ordenó algo que se viera bien en la aplicación de delivery. Cuarenta minutos después ya tenía la mesa puesta, Guksu dormía en el sofá y YoonGi despertaba, yendo directo al baño tal como cada mañana.
NamJoon sonrió al darse cuenta que a través de todos esos meses juntos, había aprendido a reconocer los hábitos y rutinas de YoonGi, algo en eso le generó una inusual sensación de placer, de sentirse pleno, casi completo. ¿YoonGi sentiría lo mismo? No tuvo el valor de preguntarle en ese instante, tenía miedo de la respuesta. Así que solo sonrió cuando lo miro salir de la habitación, aun con los ojos hinchados por el llanto de la noche anterior le pareció tan hermoso.
YoonGi le devolvió la sonrisa al mirar la comida sobre la mesa.
— ¿Lo has hecho todo tú? — preguntó este.
NamJoon rió por lo bajo.
— Agradezco la fe que tienes en mi pero mis manos solo sirven para una sola cosa y la cocina no está dentro de mis habilidades —bromeó y luego señaló a la mesa— ordené todo esto en línea, supongo que nada es tan bueno como lo que tu haces pero espero que al menos esté a la altura de tus exigencias.
YoonGi le respondió con una pequeña sonrisa, luego frunció el ceño, NamJoon se apresuró a preguntar si había algo malo allí. El joven negó suavemente.
— Todos son platillos que me gustan. —respondió.
El pelinegro tenía razón, todo lo que estaba en la mesa era la comida que YoonGi solía prepararse para desayunar. ¿En qué momento había aprendido todo eso? No dijo nada más y le pidió al menor que tomara asiento, ambos se sirvieron en sus platos y empezaron a comer en silencio. NamJoon observó el comer sigiloso y callado de YoonGi, fue entonces que las preguntas volvieron a surgir. No quería incomodar más a YoonGi, pero si no sacaba todas esas dudas de su sistema justo en ese momento que tenía la oportunidad quien sabe cuando podría hacerlo de nuevo. Así que solo lo dejo escapar.
— YoonGi — llamó suavemente.
El pelinegro solo movió la cabeza, indicando que le escuchaba. NamJoon prosiguió.
— ¿Cómo fue que empezaste a prostituirte?
YoonGi dejó los palillos sobre la mesa y alzó el rostro más no le miro directamente a los ojos, terminó de masticar, suspiro y luego, casi como avergonzado, respondió:
— Necesitaba dinero. — YoonGi tragó saliva con pesadez. — Llegué aquí mucho antes de poder terminar la secundaria o siquiera cumplir la mayoría de edad, no tenía muchas opciones para elegir.
— ¿Cómo conociste a HoSeok?
— Él simplemente iba pasando de casualidad por la misma calle donde acababa de recibir una golpiza por robar comida, fue el único que me dio una mano.
NamJoon se estremeció al imaginar tal escena.
— ¿Fue él quien te enseñó?
YoonGi finalmente lo miró a los ojos y asintió sin decir palabra. Se le hizo un nudo en la garganta al distinguir por primera vez la vergüenza en los ojos de YoonGi, había un dolor allí que este ya no se esforzaba en disimular, estaba siendo completa y totalmente transparente con él. NamJoon se lo agradeció con un suave parpadeo.
— ¿Y las drogas?
El joven pálido se encogió de hombros con una media mueca de desagrado.
— Lo hace más tolerable.
— ¿Qué cosa?
— Él que te cojan cuando no tienes más opción que esa. —respondió.— Por un momento dejas de pensar en lo horrible que es estar vivo y dejas de imaginar lo bien que debe sentirse estar muerto.
NamJoon no tuvo más preguntas después de tales respuestas, no es que ya estuviese satisfecho, sino que por primera vez ya no estaba seguro de si deseaba saber más. No se sentía tan fuerte como para soportarlo. Dejó a YoonGi en paz, ninguno dijo nada por otro rato, solo comieron porque ya estaban en la mesa, porque tal como lo vió NamJoon, ninguno de los dos tenía apetito ya.
Cuando estaba recogiendo los platos y llevándolos al lavavajillas escucho a YoonGi aclararse la garganta antes de llamarlo suavemente.
— ¿Qué sucede? — le preguntó.
— Sobre la escuela... ¿Aún puedo?
Lo observó seriamente, luego contestó:
— Solo si tu realmente quieres, no tienes que hacerlo porque te sientes obligado o por complacerme.
— No soy muy listo para la escuela, nunca lo fuí pero tal vez sí lo intentó una última vez... Pienso que no me hará daño. ¿No?
NamJoon esbozó una suave sonrisa.
— Por supuesto que no, no pierdes nada con intentarlo, además estoy seguro que no eres tan malo.
— Soy un completo idiota para las matematicas y las ciencias.
— Yo no creo eso, tal vez solo necesitas un nuevo ritmo, la secundaria para adultos tiene otro programa de estudios, además siempre se puede conseguir asesoría externa.
YoonGi asintió nuevamente en silencio. NamJoon dejo los platos en la encimera y fue hasta él, se sentó frente a él y le dedicó una sonrisa aún más amplia, YoonGi le devolvió el gesto.
— ¿Qué te parece si vamos de compras? Después de todo necesitarás ropa nueva y papelería para el colegio.
— Espero poder pagarte todo esto algún día.
NamJoon quería responder que no era necesario pero conocía a YoonGi, y este no aceptaba nada que pudiera malinterpretarse como lastima o caridad, así que respondió aquello que le pareció más sensato dada la situación.
— Lo harás, estoy seguro de eso.
...
NamJoon no se apartó de su lado por el resto de la tarde, incluso llegaron a rozarse de la mano un par de veces mientras nadie los veía en el centro comercial. YoonGi no iba a negar que eso le producía cierta alegría, sin embargo constantemente algo dentro de él le decía que, esa felicidad que ahora experimentaba, solo era el preludió de que algo terrible pronto le pasaría. ¿Por qué demonios la vida le permitiría ser feliz después de todo lo que él era? Quiso convencerse de que todo estaba en su mente.
Por algunas horas logró distraerse pues NamJoon lo llevó por todas partes. Lo primero que hicieron fue probarle montones de ropa. Jeans, camisas, playeras, ropa casual, ropa semi formal, zapatos y zapatillas deportivas. La vanidad de NamJoon afloró durante esos momentos y a YoonGi le pareció tan gracioso, nunca se había preocupado por su apariencia y que el doctor lo hiciera por él le resultaba casi cómico. No se quejó y solo permitió que NamJoon comprará todo eso que él afirmaba «necesitaría» definitivamente. cuando hubieron acabado con la ropa, fueron por los cuadernos, los libros y las plumas. YoonGi se dio cuenta que en eso, ambos tenían gustos simples, nada muy colorido ni demasiado novedoso, con que resultara funcional era más que suficiente. YoonGi creyó que no necesitaría nada más, sin embargo, NamJoon no estaba de acuerdo con ello y vaya sorpresa fue la suya cuando el médico, de la nada, desapareció de su vista mientras él escogía una estuchera para sus bolígrafos, solo para encontrarlo de nueva cuenta en el departamento de electrónica.
— ¿Qué es lo que estás buscando? — le preguntó.
NamJoon sonrió.
— Necesitas un ordenador, ¿qué te parece este?
YoonGi observó hacía la computadora que el joven moreno señalaba.
— Es demasiado caro.
— Igual lo necesitas, así que lo llevaremos.
— Prefiero que no.
— ¿Y cómo harás tus deberes?
— TaeHyung me dijo que había una buena biblioteca en la escuela, usaré los ordenadores que hay allí.
YoonGi estaba seguro que NamJoon quería discutirle pero él estaba firme en su decisión y no iba a permitirle un gasto de esa magnitud, sabía que como cirujano, este ganaba lo suficiente para comprarla pero no quería abusar de su buena voluntad. Sorpresivamente NamJoon desistió sin razón alguna, asintiendo insatisfecho pero respetando su decisión, YoonGi se lo agradeció. Su tarde de compras culminó en el Lotte Mart, surtiendo la lista de insumos para el resto del mes.
NamJoon le estaba ayudando a escoger la mayoría de las cosas sin embargo este se apartó por unos minutos cuando pareció recibir un mensaje importante en el móvil del hospital. Después de eso YoonGi lo noto diferente, distante, casi como si estuviera preocupado. Fue un comportamiento extraño pues NamJoon pocas veces parecía involucrarse con sus pacientes, casi podía decir que no le importaban. Pensó en preguntarle si habia algun problema pero un extraño nudo en su pecho le dijo que no lo hiciera. Como si su cuerpo le advirtiera que era mejor no saber.
Volvieron a casa sin decir mucho, NamJoon puso música durante el camino y le preguntó si deseaba cenar pollo frito o si prefería ordenar cualquier otra cosa que se le antojase. YoonGi respondió que el pollo frito estaba bien. En algún punto el médico le comentó que TaeHyung los estaba esperando en el apartamento. Eso le alegro. Al llegar el enfermero ya traía consigo soju y cerveza.
— ¿Cómo ha estado la boda? — preguntó TaeHyung a NamJoon en algún momento.
— Tan horrible como podrías imaginar.
— ¿SeokJin estuvo molestandote?
— No solamente él pero sí, fue el más insistente.
YoonGi se limitó a escucharlos, notando que NamJoon, de algún modo u otro, evitaba mirarle a los ojos. TaeHyung pareció notarlo de igual forma, este tampoco dijo nada al respecto. Ya bien entrada la noche el joven enfermero dijo que debía irse, tenía un turno nocturno que cubrir al otro lado del barrio. NamJoon lo despidió mientras él recogía la mesa. Él médico no volvió de inmediato a la cocina, en vez de ello fue directo a su oficina y estuvo allí hasta pasado un buen rato. YoonGi ya estaba guardando la comida en las alacenas cuando este volvió con un par de hojas en sus manos. Al mirarlo supo que algo para nada estaba bien.
...
NamJoon envió el documento a la impresora y esperó a que todas las hojas salieran para tomarlas y mirarlas nuevamente. Leyó de una vez más línea por línea el contenido de los exámenes y sus resultados, mismos que había recibido durante su tarde en el supermercado.
_____________________________________________________________
INFORME DE RESULTADOS. Paciente: MIN YOONGI. Edad: 23 AÑOS. Individuo del sexo: MASCULINO. Tipo de sangre: O+. Técnica: WESTERN BLOT/ ANTÍGENO VIH. Resultado: POSITIVO.
_____________________________________________________________
A esas alturas, después de tantos meses, las matemáticas decían que las probabilidades eran bajas y sin embargo, allí estaba. Ese signo de más en la prueba. Un innegable seropositivo. Había un nudo en su garganta del cual solo creció y creció al empezar a caminar en dirección a la cocina. Miro a YoonGi y con el poco valor del que dispuso le pidió que se sentara en la mesa frente a él. YoonGi obedeció y noto que este sabía que algo malo estaba pasando. NamJoon no encontró modo ni forma fácil de decir aquellas noticias, así que solo hizo lo que habría hecho con cualquier otro paciente. Puso las hojas sobre la mesa y le pidió a YoonGi que las leyera mientras él comenzaba a hablar.
— Estos son tus exámenes de sangre YoonGi, son los resultados de tu última prueba. En ellos se indica que eres positivo a la prueba de antígenos de VIH. — YoonGi leía con atención mientras su respiración comenzaba a agitarse, él sabía, así que NamJoon continuó. — Eso significa que tienes VIH, Virus de Inmunodeficiencia Humana.
Las manos de YoonGi comenzaron a temblar, agitando las hojas que sostenía.
— ¿Me voy a morir? — preguntó YoonGi alzando el rostro, mirándolo.
NamJoon encontró miedo en ese par de ojos marrones. No, no era miedo, era terror, angustia y desesperación. No dudo en levantarse e ir directamente hasta YoonGi, lo hizo levantarse y le tomó del rostro, quitándole las hojas de las manos y poniéndolas sobre la mesa, entonces YoonGi le confesó lo mucho que le asustaba la muerte.
— No te vas a morir YoonGi — le asegur, tomándolo en un fuerte abrazo — Hay muchas personas con VIH que viven muchos años aun después de contraerlo, la medicina puede hacer mucho si se toma correctamente y nosotros estamos a muy buen tiempo para empezar tu tratamiento, YoonGi.
YoonGi negó contra su hombro, como si no fuera capaz de creer sus palabras. NamJoon acaricio su cabello y lo estrujo aún más fuerte.
— Prometo que te voy a cuidar —dijo con cierta urgencia— Por favor, confía en mi YoonGi.
No escucho respuesta, sin embargo NamJoon siguió repitiendo un único mantra en su cabeza.
«Lo prometo, juro por Dios que nunca más te pasara nada YoonGi.»
🌺A estas alturas que les puedo decir, aquí solo hay dos opciones, o todo mejora o todo empeora, no hay puntos medios. I'm back bitches (procede a desaparecerse otro año).
No es cierto, ahora si ya estoy pilas para seguir con este sufrimiento autoimopuesto. Muchas gracias por esperarme y por no perder la fe en que volvería. Espero volver pronto con el capitulo 19, por favor, sean pacientes.
Las y los quiero mucho, atte, Minmin YoonJi.🌺
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro