CAPÍTULO CINCO: Beetlebum
«Y cuando ella me deja escapar, me enciende y toda mi violencia se va. Nada está mal. Yo solo me desconecto y me voy. Nada está mal, ella me enciende y yo solo me desconecto y me voy... »
(Blur, Beetlebum, 1997, 1m2s)
Si había una sola cosa que NamJoon jamás podría dejar de hacer en la vida eso era amar a su madre. NamJoon la amaba con todo su corazón y con todas las fuerzas del mundo, sin embargo eso no impedía que no tolerará estar cerca de ella una noche completa desde que entrara a la universidad muchos años atrás. Es que Dios, ella era tan... tan terca, tan insistente y tan exasperante. Oh, pero NamJoon no podía decirle nada, después de todo era su madre de quien hablaba, la mujer a la que le debía máximo respeto.
Esa era, con suma probabilidad, la única razón por la que NamJoon se obligaba así mismo a guardar silencio, mordiéndose la lengua cada que se veía envuelto en alguna conversación con ella. Conversación que siempre giraba en torno al mismo tema. Matrimonio.
—Ni siquiera tendrías que estar aquí ahora con nosotros, deberías estar en un buen restaurante teniendo una agradable y romántica cita —insistió su madre, tomando el jeotgal de la mesa de la cocina, listo para ser llevado al comedor principal—. A tu edad tu padre ya me había propuesto matrimonio.
—Eran épocas distintas mamá —le aclaró con paciencia.
—¿No puedes sólo hacerme feliz?
—¿Acaso no eres feliz? —dijo en son de broma, a modo de amenizar las cosas.
Su madre lo golpeó en la cabeza con una de las toallas de la cocina. NamJoon se rió y aunque ella también sonrió le dejó en claro con la mirada que no iba a desistir. Ya que más le quedaba, por lo menos lo había intentado.
La cena transcurrió con la habitual normalidad que podía esperarse. Todos los invitados sentados a lo largo de la mesa, su familia en un extremo y la familia de los Kim (los otros kim) y los Jang al otro. Se efectuaron los ya acostumbrados rezos para agradecer los alimentos, después la mesa fue simplemente un constante repiqueteo de cubiertos y platos chocando entre sí, mientras los mayores charlaban de la vida, haciendo preguntas, riéndose de chistes anticuados. En cambio los más jóvenes hablaban de sus trabajos y sus familias, en ese grupo estaba NamJoon aunque SeokJin y su familia eran quienes se llevaban toda la atención.
El jefe de policía estaba casado y no solo eso, tenia una niña de escasos dos años y a pesar de que la mayoría de las miradas se las acaparaba la infante, quien apenas podía comer sin ayuda, era la barriga de Park JooYeon la que tenía eclipsados a cuantos estaban ahí, y para disgusto de NamJoon, su madre y hermana estaban incluidas entre ellos.
—¿Cuántos meses dices? —repetía su hermana como si no le hubiera preguntado cuando recibió a los Kim antes de la cena.
—Pronto serán cinco meses.
—Dios, de pronto siento que mi barriga está vacía —Bromeó GeongMin, abrazándose de repente al cuerpo tenso de su prometido, Lee YoungJae—. ¿No deberíamos darnos prisa y tener un bebé como JooYeon unnie y SeokJin oppa?
El prometido de su hermana casi se atraganta con un bocado de bulgogi, riendo nerviosamente al mirarla. NamJoon lo observó casi con algo de pena aunque la emoción fue rápidamente sustituida cuando ese imbécil lo miró a él y empezó a hablar.
—Podríamos pero... ¿Acaso el hijo mayor no es quien debería dar esa dicha a sus padres antes? ¿El primer nieto no es importante? Pienso que no sería justo quitarle ese derecho a NamJoon hyung.
Maldito hijo de perra. Con todo el respeto que merecía esa pobre mujer, por supuesto. Varios de los invitados, sobre todo hombres jóvenes, se tensaron, también alguna que otra joven demostró incomodidad.
—Concuerdo completamente —señaló una voz gruesa y ronca. La voz de su padre.
NamJoon inspiró profundamente tanto como fue capaz de disimular. Todo se estaba volviendo en su contra.
Estaba seguro que su madre iba aprovechar tal oportunidad para ejercer una mayor presión sobre el asunto de buscar una novia, sin embargo dicha cosa no pasó pues de pronto el timbre de la casa anunció la visita de alguien, un invitado sorpresa esperando afuera de la puerta. NamJoon dio un vistazo rápido a todos los asistentes, según él no faltaba nadie más, entonces quién podría ser.
Su madre sonrió y fue su hermana quien se levantó, yendo de prisa a recibir al invitado sorpresa. En ese tiempo de espera, NamJoon miró a SeokJin, recordando aquella charla a finales de noviembre, pensando preocupado que tal vez tenía que ver con eso. El Jefe de policías se encogió de hombros, diciendo en ese sutil gesto que él no sabía nada.
GeongMin volvió a la mesa y con ella una joven con la que probablemente compartía la misma edad. La sonrisa de su hermana y madre no fueron ni siquiera un mínimo disimuladas.
—Ella es Mun ByulYi, graduada de la Universidad de Mujeres Ewha —contó su hermana con la emoción brillando en sus ojos—. Trabaja en la misma escuela que yo y es licenciada en desarrollo infantil.
La muchacha sonrió ampliamente para todos los invitados antes de pronunciar una reverencia de cuarenta y cinco grados.
—Gracias por recibirme en su hogar esta noche —dijo con una voz grave que sorprendió a NamJoon.
Una mujer de su complexión tendría por naturaleza una voz aguda y delgada, de primer momento le pareció particularmente interesante a NamJoon. Y todo quedó claro en ese instante, si él no iba a una cita por cuenta propia, su madre y hermana se encargarían de traer la cita a él. Que maldita vergüenza.
NamJoon hizo hasta lo imposible por sonreír e ignorar los constantes intentos de su familia por hacerlo convivir a la fuerza con la señorita ByulYi, incluso le hicieron hablar de su importantísimo trabajo como doctor en el Hospital de ChungAng, sin dejar de mencionar por supuesto la larga, larga lista de Doctores en su familia.
—Es curioso que no seas doctora —mencionó ByulYi a GeongMin en algún punto de la conversación—. ¿No es como romper con la tradición?
—La medicina no era para mí, lo mío son los niños, por eso preferí la educación. Además, NamJoon ya tomó ese lugar, con él basta.
Claro, como si en primer lugar NamJoon hubiera tenido opción tal como se la ofrecieron a ella. Finalmente la cena se volvió intolerable para sus bajos estándares de lo que era una agradable cena navideña, así que con todo el respeto posible, simplemente se disculpó y abandonó la mesa, yendo directo al jardín trasero de la casa de sus padres.
La calma no le duró mucho, prácticamente nada, en realidad. Pues a la señorita ByulYi le pareció buena idea ir a tomar aire junto a él, importandole poco si sus tacones negros se mojaban con la nieve.
—¿No está disfrutando de la cena, NamJoon-Ssi?
—¿Ssi? Dios, no hace falta que seas tan formal.
Ella sonrió ampliamente.
—Bien, NamJoon.
NamJoon observó a la joven muchacha con un poco más de atención que la primera vez. Tenía que admitir que era bonita, bastante bonita, la verdad. Y sus ojos... sus ojos le recordaron a alguien aunque NamJoon no supo a quién exactamente esa noche. Su presencia era agradable y no daba la impresión de estar al tanto de los planes de su familia, o tal vez si lo estaba pero disimulaba bien. De igual forma, a NamJoon no le pareció una mala persona y decidió que podría ser al menos no una mala idea el hablar un poco con ella. ¿Qué tenía que perder si lo hacía?
Cuando NamJoon volvió a casa prácticamente al amanecer ya había conocido bastante bien a la señorita ByulYi, tomando en cuenta lo mucho que se puede llegar a conocer a una persona después de varias horas de charla, claro. NamJoon aceptó que en realidad no era la clase de chica con las que acostumbraba relacionarse, resultó ser una mujer bastante lista y bastante divertida, de hecho. A él le agradaba y él a ella ni se diga.
Por supuesto que no era perfecta, nadie lo es ciertamente, y ella lo demostró durante momentos particulares de su charla. NamJoon descubrió que ella también era una católica devota, que amaba a los niños y que su más grande sueño era, como el de todas, ser una madre que tuviera la fortuna de ser bendecida con un par de hermosos y sanos hijos. Y hasta cierto punto a NamJoon eso le pareció... comprensible. Sin embargo, cuando su charla se desvió de un lado a otro, ella le dejó ver algunas de sus opiniones más personales, entre ellas, su desmedida admiración al cardenal de la iglesia y a sus «enseñanzas de vida».
A NamJoon le dolía la lengua de tanto tragarse sus respuestas cuando puso un pie en su apartamento a eso de las siete de la mañana. Creyó que encontraría a TaeHyung y a YoonGi dormidos, pensó que así era porque el lugar estaba completamente en silencio, no obstante al ir de camino a la cocina, pasando por el pasillo, escuchó el ruido de las páginas de papel. Volteó y lo vió.
YoonGi estaba allí, completamente callado en su habitación, sentado en la cama con su espalda contra la pared y una almohada. Él estaba leyendo. YoonGi estaba leyendo un tomo de manga pero NamJoon no tenía esa clase de cosas en casa.
—¿Qué es eso? —preguntó, entrando a la habitación— ¿De dónde lo sacaste?
YoonGi alzó la mirada un poco para averiguar a lo que se refería, cuando comprendió, regresó parte de su atención a la lectura.
—Kim enfermero me lo dio.
—Podrías solo llamarlo TaeHyung, sabes.
—Es menos aburrido llamarlos así, Kim Doctor.
—Me parece irrespetuoso en realidad.
—A mi no. ¿Cómo podría ser irrespetuoso llamarlos por la profesión que tan esforzadamente eligieron estudiar?
Allí estaban de nuevo las preguntas. Dios. NamJoon se quedó sin argumentos posibles por varios segundos y al darse cuenta que no podría responder simplemente le dio la vuelta al asunto.
—No pienses en ser abusivo y quedártelo. Devuelveselo a TaeHyung en cuanto termines de leerlo.
—Él me lo regaló.
—¿Por qué TaeHyung te regalaría algo a ti?
—Es un obsequio —reafirmó un TaeHyung recién despierto al venir caminando desde la sala, llevando su mochila al hombro—. Por navidad, ya sabes.
—Pero ni siquiera es tu amigo.
Dicha declaración pareció tomar en frío a TaeHyung, pues este se quedó estático antes de mirar a YoonGi. NamJoon lo imito y ahí estaba ese tipo observandolos fijamente, con sus ojos apenas librando su largo flequillo negro. Luego de eso TaeHyung le pidió que le siguiera a la entrada, pidiendole hablar en «privado». ¿Acaso le preocupaba lo que YoonGi escuchara?
—No tienes porque ser tan malo con él.
—No lo soy, si no te has dado cuenta he sido bastante amable de hecho.
—Podrías ser un poco más amable, no deja de ser una persona como tu y yo, además es un tipo agradable solo que un poco tímido.
—TaeHyung, no hace falta que te recuerde la manera en que lo conocí. De tímido no tiene nada.
—Eso crees tú —sonrió—. Como sea, ya le regale mis mangas así que deja que los conserve.
—¿Realmente se los diste solo porque es Navidad?
—Sí, aunque... ¿Sabes lo que son los estímulos positivos, no es así? —Sí, NamJoon sabía y no demoró en asentir al adivinar por dónde iba la idea de TaeHyung—. Sí realmente vas a rehabilitarlo como pretendes sería bueno incentivarlo a que permanezca el mayor tiempo posible en abstinencia por voluntad propia antes de que decidas «darlo de alta».
—¿Regalándole mangas?
—O cualquier otra cosa, no tienes que darle obsequios. Lo que sea que refuerce su voluntad a seguir sería bueno. Una cena por ejemplo, música, una golosina. Algo que le guste.
—Las drogas.
TaeHyung sonrió de mala gana, poniendo los ojos en blanco. El muchacho no agregó ninguna otra idea y sencillamente le dijo que lo pensara, después tomó su abrigo. Sin embargo, antes de poner un pie fuera, se volvió hacia él y comentó una última cosa.
—YoonGi ha estado prestándole mucha atención a la cerradura, no dejes que se acerque demasiado, ni que mire cuando introduces la clave.
NamJoon entrecerró los ojos, sintiendo un suave calor emanar de lo profundo de su estómago. Así que el maldito drogadicto estaba tratando de escapar. Le agradeció a TaeHyung el dato, se despidieron y cerró la puerta, con clave por supuesto.
El resto del día NamJoon intentó no darle mayor peso a aquello. YoonGi era un drogadicto a principios de una rehabilitación forzada, por Dios, habría sido estupido imaginar que se iba a quedar sin hacer absolutamente nada. Él lo sabía, si era precisamente por eso que bloqueaba la cerradura electrónica tanto al entrar como al salir, para evitar que se fuera.Era cuestión de lógica.
¿Entonces por qué le molestaba tanto el solo seguir pensándolo? Ah, Dios.
Pidió comida para el desayuno y también para el almuerzo. NamJoon era un empedernido usuario del delivery no por gusto sino por practicidad. No era el mejor cocinero ni con el mayor de los esfuerzos y aunque lo quisiera intentar, rara vez tenía el tiempo y las ganas de surtirse en los mercados así que las alacenas, fuera de fideos instantáneos y botellas de agua, estaban siempre vacías.
Ese era el motivo por el cual NamJoon le dejaba a Taehyung una tarjeta precargada, con el suficiente dinero para cubrir los gastos de la comida de ellos dos en su ausencia.
Para la hora de la cena fue exactamente lo mismo, salvo que al revisar el menú de la aplicación se le cruzó por la cabeza, por solo un segundo, la idea de preguntarle a su huésped que deseaba cenar. No obstante tan rápido como lo pensó desistió de ello. Ya era bastante con que le diera buena comida como para cumplirle sus gustos a ese drogadicto.
Entonces, después de que el repartidor hiciera su entrega, en la mesa fueron colocados los platos con banchan, kimchi, japchae y bibimbap. Una vez que los palillos estaban puestos, NamJoon simplemente llamó a YoonGi, de quien sospechaba, había leído por tercera vez en el día todos y cada uno de los mangas que TaeHyung le había regalado horas atrás.
Él y YoonGi comían en compañía el uno del otro a pesar de no conversar prácticamente nada. Un silencio entre ellos dos era tanto como compartían más allá de la mesa. Ahora bien, esa comida fue diferente dado que NamJoon decidió, de la nada, confrontar a YoonGi sobre sus obvias intenciones de huir.
—TaeHyung me dijo que anoche estuviste algo inquieto.
El cuerpo de YoonGi se tenso sin dejar de picar los fideos con sus palillos, haciendo un ruido molesto cada vez que la madera raspaba el plástico de los platos.
—Estaba aburrido. Por eso me dio sus mangas.
—¿E igual por eso estabas curioseando cerca de la puerta? ¿Porque estabas aburrido?
—Creí haber escuchado algo afuera en el pasillo. Un ruido extraño.
—Un ruido dices. ¿Qué clase de ruido?
—Un ruido.
Que irritante era ese desgraciado. NamJoon suspiró con molestía, dejando los cubiertos sobre la mesa, masticando disgustado.
—Así que no solo eres un asqueroso drogadicto, prostituto, homosexual y ladrón, sino que además un maldito cobarde mentiroso. ¿Por qué no simplemente aceptas que estabas tratando de adivinar la clave para largarte?
Oh, vaya que si logro que YoonGi alzara esta vez la mirada.
—¿Eso iba a servir de algo? ¿Me iba a dejar ir?
Irse. NamJoon infló el pecho con enojo.
—Los hombres de verdad tienen las bolas suficientes para aceptar sus propios actos cuando se les cuestiona sobre ellos..
—Ah, sí, pero olvida algo Dr. Kim, yo no soy un hombre. ¿Recuerda? Yo me abro de culo para los verdaderos hombres y me pagan por ello.
NamJoon se quedó en silencio mientras YoonGi le sostenía la mirada, sin mostrar una pizca de vergüenza por lo que acababa de decir con tanto cinismo y descaro. ¿Qué clase de persona podía aceptar aquello en voz alta de manera tan despreocupada? Ese sujeto le causaba tanto asco, el suficiente para sentir cómo su estómago se contraía y hervía con cada segundo que pasaba. NamJoon no lo soportaría un día más.
Se levantó de la mesa y caminó directamente a la entrada, con YoonGi observándolo en silencio. No dijo nada en todo su trayecto, solo se detuvo frente a la puerta y tecleo la clave para desbloquearla, luego la abrió.
—Si quieres largarte, puedes hacerlo. Ya no eres mi problema.
Aguardó unos segundos. Escuchó a YoonGi levantarse de la mesa y caminar hasta allí. Cuando este llegó donde él, lo confrontó con la mirada. Ese tipo parecía estar dudando.
—Anda, vete. No voy a llamar a la policía ni a nadie si eso te preocupa. No te soporto, las personas como tu son todas basura, no importa la ayuda que se les ofrezca, siempre serán una mierda. Naciste como una y morirás como una. No quiero tener nada más que ver contigo.
YoonGi permaneció allí callado sin mover un dedo, mirándolo a él y luego a la puerta. ¿Es que estaba dudando? NamJoon quería tanto que se fuera de una vez por todas.
—Ah, si. No tienes dinero. Bien, aquí tienes —dijo NamJoon agarrando su abrigo y de uno de los bolsillos sacó la billetera, de ella tomó una tarjeta de transporte—. Estoy seguro que con lo que tiene te alcanza para ir a donde sea que vivas o trabajes, me da igual, solo vete ya.
YoonGi no bajó la mirada hacia la tarjeta, en vez de eso se dió la vuelta y atravesó el pasillo, metiéndose en la pieza que NamJoon le había dado. El palido no se demoró mucho allí dentro, en realidad volvió demasiado rápido, ahora llevando con él ese viejo y desgastado buzo con el que llegó. No cruzaron una sola palabra, ni tuvieron el más mínimo roce. YoonGi ya no le miró, simplemente lo rodeó, cruzó la puerta y caminó hacia las escaleras. Y NamJoon lo contempló marcharse antes de cerrar la maldita puerta e ir a la cama.
Al despertar a la mañana siguiente NamJoon tenía la sensación de que algo se le estaba olvidando y no lo recordó hasta que escuchó la puerta ser abierta mientras él se lavaba los dientes. Se le había pasado por completo avisarle a TaeHyung que ya no requería de sus servicios. Ya que, tendría que hacerlo ahí mismo así que fue al encuentro del más joven.
Encontró a TaeHyung asomándose en la cocina con confusión.
—¿Y YoonGi? —preguntó el enfermero apenas saludarlo.
—Se fue —respondió con tranquilidad —. Ya no tendrás que venir, aún así te pagaré la semana completa.
—¿De qué hablas? ¿Se escapó? ¿A dónde fue?
—No lo sé, a algún lugar de mala muerte supongo.
TaeHyung lo observó un instante, después entrecerró los ojos, comprendiendo.
—Tú lo dejaste irse —murmuró, NamJoon permaneció en silencio—. ¿Por qué?
Cristo, por qué tenía que dar explicaciones.
—No es alguien que valga la pena, no importa lo que hagamos. Es un puto drogadicto, un repugnante gigolo que da el culo para pagar sus vicios.
—YoonGi no es lo que es por gusto. lo escuchaste tan claro como yo. A nadie le gusta esa clase de vida, ni siquiera a él.
—¿Si no le gusta porque no la deja?
—Porque sabes que no puede.
NamJoon decidió callar.
—¿Qué hay de sus medicinas, al menos se las llevó?
—No, y no habría dejado que lo hiciera —respondió sin dudar un instante—. Esas medicinas las pagué con mi dinero y él ya no es mi problema.
Después de decir eso, NamJoon pudo ver claramente como las mejillas y orejas de TaeHyung se coloreaban de un tenue rosa.
—Dios, eres como tu desgraciado padre, igual a todos ellos —le dijo el enfermero.
—¿Y eso qué significa?
—Sabes perfectamente lo que significa, el maldito orgullo de los Kim no necesita explicaciones —exclamó TaeHyung apretando los puños—. Malditos hipócritas, fingiendo ser buenas personas cuando ya están podridos por dentro. Por eso mamá y yo nos fuimos.
—¿Te crees mejor persona que nosotros, es eso? TaeHyung no uses eso de pretexto cuando sabemos de sobra que tu madre y tú se fueron porque no soportan que les digan en su cara que son unos malditos mediocres. Mírate, eres un estupido enfermero que pudo haber sido más si tan solo te hubieses esforzado.
Apenas dijo esas palabras NamJoon quiso retractarse de inmediato no obstante se contuvo de hacerlo por dos razones. La primera, era un maldito orgulloso y no aceptaría el haberse equivocado. Y dos, TaeHyung ya había tomado sus cosas e iba de camino a la puerta dándole la espalda. Un ruido fuerte le anunció que el muchacho ya se había ido, incluso creyó distinguir la marcha molesta y pesada de TaeHyung bajando las escaleras del edificio.
A qué punto habían llegado las cosas y todo por un maldito vago al que ni siquiera conocían. Una maldita molestia. Y qué mayor molestia fue al escuchar su celular timbrar. Había una notificación, un correo en su bandeja de entrada. NamJoon la revisó y claro, no tardó en reconocer el remitente. Se había olvidado de eso.
Dijo en su cabeza que no le importaba, que ya no tenía sentido abrir el documento ni revisar los análisis de sangre. De todas formas, NamJoon terminó echándole un ojo, qué más daba. Alzó una ceja sorprendido, decepcionado pero de nueva cuenta experimentando esa extraña, extraña sensación de alivio.
A orden del Dr. Kim NamJoon. Resultados del Examen de sangre ELISA.
Paciente sin nombre. Seronegativo.
NamJoon sonrió y apagó el móvil, empezando a caminar listo para el trabajo. A ver cuanto lograba permanecer así.
YoonGi constantemente se sorprendía de lo imbécil que podía llegar a ser, para mayor prueba estaba el hecho de haber tenido que caminar por más de medio Seúl a causa de no tomar la maldita tarjeta de transporte que ese desgraciado doctor le había ofrecido y aún a sabiendas que la suya estaba más que vacía. Fueron un par de horas de larga caminata pero al final YoonGi pudo llegar a casa, muy cansado pero casi contento de ser libre.
Lamentablemente el gusto de la libertad no le duró mucho, no al meter la llave en la cerradura de su casa, abrirla y descubrir que no había nadie adentro. HoSeok no estaba. Claro, porque muy seguramente seguía trabajando. YoonGi debía suponerlo y aún así sintió que algo en la oscuridad de ese lugar no estaba bien. El cuarto no se sentía únicamente más solo, sino también vacío, dos cosas que YoonGi sabía distinguir demasiado bien.
Intento ignorar el malestar, todo estaba bien. HoSeok solo estaba en algún lugar «atendiendo» a uno que otro hombre para sacar dinero. Se convenció de ello tanto como pudo antes de quedarse dormido. Mañana sorprendería a HoSeok cuando viera que ya estaba de vuelta y todo iría bien. No fue así.
Él sol que se colaba por la pequeña ventanilla cerca del techo fue lo que despertó a YoonGi a media mañana, casi al medio día. Abrió los ojos con increíble pesadez, sintiéndose tan cansado y adolorido. Apenas pudo levantarse sin aullar al sentir uno de los resortes del colchón clavarse contra sus costillas.
YoonGi miró a su alrededor y fue al fin, con un poco de luz de día, que se dió cuenta de lo que estaba mal. HoSeok aun no volvía y la mitad de las cosas no estaban, sobre todo la ropa y los zapatos. Tampoco la lata donde guardaban el dinero. Y las cosas de HoSeok... todo eso se había ido.
No quiso caer en pánico, no, no. Seguro había una explicación para eso. Tenía que... debía de haberla, eso se dijo YoonGi una y otra vez, convencido de que nada estaba pensando, que podía quedarse tranquilo. Qué HoSeok volvería. Pero decir y hacer son dos cosas muy, muy distintas y YoonGi apenas pudo mantenerse cuerdo al salir de ese lugar tan pequeño, frío y húmedo, tan frío que le dolían los huesos.
Caminó por la calle mordiéndose los dedos, jalándose la piel con el filo de los dientes. Buscó por un buen rato, un par de horas quizá. HoSeok no estaba en ninguno de los lugares a los que solían ir juntos. Ni el baño público, ni el comedor comunitario, ni siquiera con los enfermeros voluntarios. No estaba, no estaba. Su hyung no estaba.
Y al darse cuenta de eso fue en busca de alguien más, de quien tenía lo necesario para calmarlo. DakHo si estaba en el lugar de siempre, justo en la misma esquina. YoonGi casi corrió hacia él cuando lo vio aunque este se acercó mucho antes de que pudiera llegar a la esquina.
—¿Qué haces aquí, idiota?
—Necesito que me fies un poco.
—YoonGi, te fié la última vez y ahora mismo no podría hacerlo aunque quisiera, el jefe está encima mío. Y no deberías estar aquí. Los demás los están buscando a ti y a Jung.
Jung, DakHo estaba hablando de HoSeok hyung, toda la atención de YoonGi se centró en aquél dato.
—¿Sabes dónde está? —preguntó sin perder tiempo.
—Ese idiota se largo, le robo a uno de los nuevos —le respondio DakHo casi con tono de reclamo—. Tu y él juntos le deben al jefe un buen dinero. Te digo que no deberías estar aquí.
—¿Y a dónde voy?
—Ese no es mi problema, yo te estoy avisando, haz caso si no quieres que vayan por ti.
YoonGi comprendió perfectamente lo que eso quería decir, al final tendría que irse al igual que HoSeok aún si no sabia a donde ir en realidad. No obstante, antes de marcharse, había algo que necesitaba con urgencia.
—Me iré pero... ¿Puedes darme un poco? —insistió.
Park DakHo frunció el rostro en una mueca de irritación, YoonGi creyó que lo echaría a patadas pero para su fortuna este rebusco entre los bolsillos de su pantalón hasta sacar una pequeña bolsa plástica. Le dio a YoonGi ese pequeño paquete de polvo blanco, apenas una pizca de coca que le sería suficiente a por apenas un rato.
—Ahora lárgate —le dijo DakHo y YoonGi obedeció.
Estando de vuelta en ese maltrecho y ruinoso cuarto, en lo que menos pensó YoonGi fue en tomar sus cosas e irse como le habían sugerido. En lo único que podía pensar era en que HoSeok se había ido y sin él, dejando todas sus cosas atrás como si él ya no importase. ¿Por qué se sorprendía tanto? Las cosas eran así después de todo, siempre eran así. Al final de cuentas, YoonGi no le importaba a nadie.
Nunca a nadie y eso lo hizo sentirse inmensamente solo. Solo y abandonado una vez más.
Y como no quería sentirse así ni pensar en ello por más tiempo solo derramó el polvo en la mesa, lo cortó en dos finas líneas con ayuda de un cartoncillo sacado de entre la basura del suelo y las aspiró una a una. El cerebro no le ardió tanto como las malditas fosas nasales, ah, pero ninguna de esas molestias podía ser peor que la manera en la que se sentía por dentro.
El golpe de felicidad fue casi instantáneo. Las formas y los sonidos se mezclaron en una sola sinfonía luminica donde YoonGi no existía y por tanto no sufria, solo era un espectador, un ente externo que reía mientras se tiraba en la cama hasta perderse en el mayor de los abismos.
YoonGi perdió la conciencia poco después de eso, quedándose profundamente dormido quién sabe por cuantas horas. Ciertamente, pudo haber permanecido así por mucho tiempo más de no ser por el chorro de agua que alguien dejó caer sobre su rostro, provocando que se despertara a causa de la sensación de ahogo. Para YoonGi hubiera sido preferible ahogarse que despertar porque lo primero que encontró al enfocar la mirada fue la silueta de tres hombres parados en el umbral de la puerta. Y no solo eran ellos, pronto YoonGi descubrió un cuarto sujeto frente suyo mirándolo desde arriba con una sonrisa torcida. Era el jefe de DakHo, Choi SiWon.
Su primer instinto fue levantarse y soltarse a correr mas no pudo pues uno de sus pies resbaló, haciéndolo caer al suelo. Su segunda opción fue gatear pero una patada directa a sus costillas lo tumbó por completo a uno de sus costados. Alzó la mirada con dirección a la puerta, de aquellos tres hombres solo conocía a otro más. DakHo era agarrado de ambos brazos por los otros dos hombres y no lucía muy bien, con varios golpes en el rostro y un poco de sangre seca en la playera.
Recibió una patada más en los genitales y otra en el estómago, la última logró sacarle el aire. El hombre se acuclilló a su lado y le agarró de los cabellos, obligando a YoonGi a mirarlo.
—¿Dónde está Jung?
—No... no sé —respondió con el aire que restaba en sus pulmones.
No tuvo tiempo de agregar otra cosa, SiWon torció los ojos y azotó su rostro contra el suelo lleno de tierra y suciedad sin soltarlo de la melena. Las lágrimas se les escurrieron a YoonGi en contra de su voluntad, sintiendo como la piel de una de sus mejillas se rasgaba. No obstante logró con éxito no gemir ni chillar en voz alta. SiWon volvió a alzarlo.
—Quiero mi dinero. Tú, Jung y este imbécil de Park me han estado robando, adictos de mierda. Así que págame.
—No tengo nada.
—No tienes dinero y así te atreviste a pedirle a este imbécil... —dijo señalando a DakHo—. que te vendiera más. Eres un puto chiste, no somos banco para darte a credito. Me tienes que pagar o te mato.
—No, no, por favor, solo dame tiempo y te pagaré, yo... yo sólo necesito una semana.
—¿Una semana? Un «puto» como tu no podria juntar tanto dinero en tan poco tiempo solo dando mamadas. No soy imbécil, solo estás ganando tiempo para escaparte como hizo tu amigo y no voy a caer en tan patético juego. Si no puedes pagarme ahora...
SiWon estiró la mano hacia uno de sus hombres y este le extendió rápido y preciso una navaja suiza. El metal destello frente a los ojos de YoonGi cuando el sacacorchos fue desplegado. YoonGi estuvo a punto de mearse los pantalones cuando Choi SiWon acercó la herramienta a su ojo izquierdo pero fue esa misma sensación de que todo estaba a punto de acabarse de la peor forma posible que algo dentro de su cabeza pareció encenderse de la nada. La única solución a la que pudo llegar bajo esas circunstancias.
—Te pagaré, te pagaré —dijo ya en medio de lágrimas—. Conozco a alguien que puede darte el dinero.
—¿Ah sí? —sonrió—. ¿Quién?
—Un doctor, es un doctor. Los doctores ganan mucho dinero, él puede pagarte.
—Ya veo, un cliente tuyo. ¿Y dónde vive este doctor?
¿Qué dónde vivía? Yoongi intentó recordarlo
—No lo sé pero... pero se donde trabaja. En el ChungAng Daehaggyo ByeongWon.
—¿Y nos dará el dinero?
El asintió no con la mayor de las seguridades, pero qué más podía hacer.
—Está bien, no voy a matarte, iremos a buscar a tu amigo doctor ahora mismo. Más te vale que esté ahí y me de el dinero porque sino... —SiWon apretó su rostro y lo acerco hacia a él, tanto que YoonGi pudo saborear su asqueroso aliento con olor a sangre—. tendremos que buscar otra manera para saldar tus deudas, tengo algunas ideas en mente y todas son bajo mi supervisión y mis condiciones. ¿De acuerdo?
YoonGi asintió sin mayor opción.
—La verdad YoonGi, me tomé muchas molestias para venir a buscarte y no me agrada mucho el tener que cruzar medio Seúl para ir por lo que es mio. Tal vez puedas devolverme una parte de todos estos favores precisamente ahora. Es lo justo.
Por supuesto, eso era lo justo. YoonGi se quedó quieto mientras Choi SiWon le decía a sus hombres que salieran. Ambos matones asintieron y abandonaron el lugar, llevándose con ellos a DakHo, dejándolos solos. Una vez que todos ellos estuvieron fuera y la puerta cerrada, SiWon se giró hacia él y sonrió, tomándolo de la barbilla con fuerza para hacerlo levantarse.
—Sabes qué hacer —le recordó con ese tono bajo y amenazador que muy a menudo otros hombres usaban con él.
Sí, YoonGi sabía bien qué hacer.
—Date la vuelta —ordenó SiWon empezando a desabrocharse los vaqueros.
Obedeció sin chistar porque también sabía bien lo que pasaría si no lo hacía y por eso mismo lamento tanto, tanto no haber guardado una sola línea que le ayudará a perderse mientras todo eso sucedía.
...
Próxima actualización, capítulo seis — 28/01/2022
🦄💊 Un nuevo capítulo y las ganas de chillar siguen aquí, jajaja. No me odien, leer fics jamás fue una tarea fácil.
Me disculpo por la demora y también me disculpo por qué Wattp*d mierda sigue cambiando los guiones largos por cortos. Ya no se que hacer para solucionarlo.
Entre otras cosas. ¿Quien aquí ya está leyendo 7 Fates Chakho? Jaja. Está superfumada la historia. Me encanta!! 💊🦄
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