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Capítulo 18

Tomados de la mano, salimos del museo. Joey no dejaba de mirarme, con deslumbro, frente a mis nuevas piernas. Yo le sonreí y él acarició mi mejilla.

_ Te extrañé tanto, mi vida. No me rehusaba a que habías dejado de amarme.

_ Yo nunca dejé de amarte, Joey, ni por tan solo un instante.

_ Entonces ¿Por qué tu hermana me dijo esa mentira? Que tú te habías sentido traicionada por mí, por lo que pasó ese maldito día. Niña mía, yo estaba desesperado, quería saber cómo tú estabas. Te mandé una carta para saber de ti.

_ Una carta que mi hermana destruyó, para que yo jamás me enterara de que seguías vivo. Todos me hicieron creer que habías muerto aquel día, por salvarme, y cuando al fin supe que vivías, tenía que volver a verte y decirte que yo te seguía amando – me miró perdidamente.

_ ¿Fue por eso, que te dejaste convertir en una humana?

_ Si Joey. Necesitaba verte, besarte, decirte que aún te amo y que siempre te amaré.

_ Mi amada Ángela. Ahora nadie volverá a separarnos. Te lo prometo.

_... - le sonreí con mis mejillas enrojecidas y él me miró con detenimiento.

_ ¿Y qué pasó con tu cabello? – me preguntó y tocó mi corto cabello. Yo desvíe la mirada con tristeza.

_ A cambio de que Selene, la bruja del mar, me convirtiera en humana, yo tuve que darle todo mi cabello – se sorprendió.

_ Pero amor. Eso fue muy arriesgado. Es decir, todo lo que has hecho, para venir hasta aquí fue muy peligroso – me tocó los hombros y me miró fijamente – Podría haberte sucedido cualquier cosa, Ángela. Has corrido un gran peligro en llegar sola hasta aquí, para buscarme.

_ ¿Y qué querías que hiciera, Joey? Yo no podía dejar que tú te fueras y pensaras que yo ya te había dejado de amar, siendo que nunca fue así. Todo lo inventó Lina.

_ Lo sé, tesoro – tomó mi mentón con cariño – No me hubiera perdonado nunca si te hubiera pasado algo.

_ Te amo, Joey.

_ Y yo a ti niña mía. Con todo mi corazón – me sonrió con ternura, pero seguía preocupado e insistió en preguntar.

_ ¿Entonces, ya nada te pasará? Es decir ¿Volverás a ser sirena?

_ No, ya no. Tú me amas, y con eso, seré una humana para siempre.

_ ¿Para siempre? – su sonrisa brincó de oreja a oreja y yo le sonreí con dicha.

_ Si Joey. Ya no tenemos nada que ocultar.

_ Mi Ángela – Me cargó en sus brazos y yo me reí plena – Soy tan feliz, mi vida. Ahora te tendré en mis brazos siempre y no te dejaré ir nunca ¿Me oíste? – yo volví a reírme y me sentí la mujer más feliz de todas.

Joey me miró perdidamente y me besó.

Me miró aún deslumbrado y yo volví a sonreírle. Miró mis pies descalzos y luego miró mi corto cabello, junto a mi rosa blanca y sonrió.

_ Estás muy bella – le sonreí perdidamente.

_ Te amo, Joey.

_ Y yo a ti, Ángela.

_ ¿Me veo bien con mi cabello corto? – volvió a sonreír.

_ Si. Te ves adorable así con él. Me gusta. El que esa mujer te haya convertido en una humana, ha sido el regalo más grande para mí y ahora te tendré para siempre junto a mí – volvió a abrazarme.

_ Si Joey. Estaremos juntos para siempre.

_ Te amo.

_ Y yo...

Nos besamos y abrazamos, como si se tratara de la última vez. Nos miramos y sonreímos inmensamente felices. Él me sedujo con sus mágicos ojos, como la primera vez cuando nos conocimos, y me mantuvo en sus protectores brazos.

_ Extrañaba tanto tus abrazos, mi amor.

_ Creí por un momento que te perdería para siempre.

_ Lo hiciste, pero tu amor venció el hechizo – bajó su cabeza para mirarme y sonrió.

_ Me encanta como se te ve ese vestido rojo.

_ ¡Ay no! ¡Qué vergüenza! ¡Aun no me puedo acostumbrar a estos trapos cortos!

_ ¿Y tampoco a usar calzado de mujer?

_ No, a decir verdad. Me siento más cómoda con mis pies libres – me sonrió enternecido.

_ Pronto te acostumbrarás.

_ Te amo tanto...

Me sonrió perdidamente y volvió a besarme. Yo lo abrasé con todas mis fuerzas, y lo amé con fervor.

Despidiéndome de mis dos mejores amigos, Sam y Mina. Ellos me sonrieron y luego le sonrieron a Joey. Él les agradeció, de todo corazón, por haberme cuidado y dado hogar durante todo aquel tiempo y ambos volvieron a sonreírnos.

Joey me llevó a su departamento...

Me miró perdidamente enamorado. Yo me dejé atrapar en sus apasionados ojos y Joey sonrió.

Me mostró mi relicario con nuestra preciada foto y yo lo miré sorprendida. Siempre lo había tenido él.

_ ¡Por dios! Es mi relicario.

_ Si, niña mía.

_ Oh dios. Lo tuviste tú, siempre – me miró con destellos.

_ Sí, yo me quedé con él. Mantuve la ilusión de nuestro amor y que algún día seriamos muy felices, como lo seremos ahora.

_ Mi Joey – le dije con mis ojos llenos de lágrimas, de emoción, y él me miró dulcemente.

_ Soy tan feliz de haberte vuelto a encontrar, mi dulce Ángela.

_ Y yo mi vida. Solo quiero estar contigo y que nadie me vuelva alejar de ti nunca.

_ Eso no volverá a pasar. Te lo prometo.

Mi corazón latió fuerte y él acarició mi mejilla. Contemple su sonrisa, sus labios y Joey me besó largamente. Desató en mí que solo me amará esa noche.

Abrazándolo, él me siguió besando y me cargó en sus brazos y me recostó dulcemente en su cama.

Nos besamos, solo queriéndonos más y más. Luego, él besó mi cuello lo que me fascinó y acaricié su espalda.

Toqué su cabello y él me miró perdidamente enamorado; yo me puse nerviosa y mi corazón latió descontrolado. Tenía miedo y él lo advirtió.

_ No temas, mi vida, y solo déjate llevar, que no te haré daño - le sonreí un poco aliviada y besé su mano.

_ Lo sé, Joey. Solo quiero que me ames – sus ojos brillaron de anhelos y protección.

Ambos nos miramos con detenimiento; teníamos la respiración entre cortada.

Pude sentir su suave respiración en mi rostro y tumbado sobre mí, yo acaricié su rostro. Deseosa, abrí las piernas y él me sonrió y me besó todo apasionado.

Aferrada a sus besos, nos desnudamos por completo y él se deslumbró por mi cuerpo desnudo. Yo lo miré y me volví loca al verlo, también, desnudo.

Joey acarició mi mejilla y luego tocó con dulzura mis pechos y tomó el relicario, que ahora colgaba en mi cuello.

Sonrojada frente a su tierna caricia en mis pechos, sentí más deseos por él y Joey me observó y volvió a sonreírme.

Sin poder contenerme más, lo besé con fervor y él me abrazó y acarició mi cintura.

Inmensamente feliz, me dejé llevar por sus besos y caricias.

_ Te amo. Te amo, mi Ángela y ahora te lo voy a demostrar – me susurró y yo me estremecí de deseos y de nervios.

Volvimos a besarnos y yo no podía dejar de gemir abajo suyo. Él mantuvo el ritmo y todo el peso en sus brazos para no aplastarme. Me miró lleno de deseos y de protección.

Acaricié su enorme espalda; me perdí en su apasionada mirada y cerré los ojos de placer, por sus intensas embestidas. Sentí que más lo amé y quise en ese inolvidable y mágico momento.

Jadeé su nombre.

_ Oh, Joey. Te amo tanto.

_ Yo también te amo. Te amo y te deseo – soltó un gemido.

Era tan guapo y deseable en aquel momento, y perdido en mí, me hacía suya y yo jadeaba y gemía de deseos.

Acaricié su suave y sudado rostro y él volvió a besarme. Yo abrasé su enorme espalda pecho contra mí.

Estallé más de deseos al oír sus suaves gemidos en mi oído y besé su rico cuello. Joey me sonrió inmensamente feliz y nos miramos con complicidad y nos besamos y amamos aquella noche, como toda una vida.

Tiempo después...

Habíamos regresado a vivir al pueblo de la playa, donde, alguna vez, vivió nuestro amor.

Nada había cambiado. Todo seguía igual, la isla y el mar, el inmenso mar, que alguna vez fue mi hogar.

Joey había encontrado un trabajo de fotógrafo en una pequeña empresa publicista, que quedaba a media hora del pueblo.

Estaba muy feliz de que yo estuviera viviendo en su hogar y a su lado.

Corría por aquella desierta playa, descalza, y él fotografiaba el mar, cuando comenzó a correr un fresco viento y se detuvo a mirarme. Sonrió con amor.

_ ¡Ángela! ¡Ven, mi amor! – corrí y me senté, anhelante, junto a su lado.

_ ¿Qué pasa, amor?

_ Te amo – le sonreí.

_ Yo también te amo Joey. Te adoro.

_ Lo sé – me dijo y sonrió feliz.

Nos besamos y luego nos sonreímos plenos y Joey me miró con detenimiento. Sus ojos brincaron y acarició mí, ahora, largo cabello.

_ Mira, cariño. La corté pensando en ti – me entregó una dulce rosa blanca, como la que yo solía usar, cuando era una sirena.

_ Es preciosa, Joey. Gracias.

Él me sonrió y yo me la coloqué en mi cabello. Joey me miró con deslumbro.

_ Se te ve hermosa.

_ Que tierno eres. Te amo tanto.

_ Y yo...

Volvimos a besarnos y sentimos la brisa del mar. Las olas mojaron nuestros pies y miramos el mar con detención y sumos recuerdos.

Me miró, mientras yo miraba con cariño el mar, y tomé el relicario, que colgaba de mi pecho. Él me observó, yo lo abrí y se aferró más a mí. Miramos los dos nuestra foto.

_ Sí que fuimos felices aquel día.

_ Totalmente, pero ahora lo somos muchas más.

_ Eso es porque nos amamos aún más, que antes.

_ Te adoro.

_ Mi Joey. Mí amado Joey...

Me miró perdidamente y yo le sonreí.

Volvió a fotografiar, ahora, el otro ángulo del mar y yo me dediqué a mirarlo, mientras él acomodaba su cámara.

Se veía tan lindo y atractivo, mientras fotografiaba; suspiré y acaricié su brazo. Joey me sonrió.

_ Ven aquí, mi hermosa...

Me acomodé entre medio de sus piernas y él sin dejar de sonreír, corrió otra vez aquel fresco y relajante viento, el que jugó con nuestros cabellos.

La arena estaba húmeda, pero yo me sentía tan protegida sentada, así, junto a él. Joey me miró apuesto; me destelló con su intensa mirada y yo le sonreí inmensamente feliz.

Tomó mi mano y miramos el bello y sereno mar.

Observamos sus pasivas, y reservadas olas, que cubrían parte de nuestros pies. Podía sentir los acelerados latidos de su corazón y otra vez sonreí. Me apoyé con más cariño en su pecho y Joey me amó con locura.

_ Te amo – me susurró y me besó con todo su amor, siendo como único testigo el mar. Aquel mar, que una alguna vez, fue mi hogar y que, gracias a él, conocí a Joey, al gran amor de mi vida.

Nos miramos perdidamente, así de cerca ambos, al cabo de besarnos y nos sonreímos y oímos como las olas reventaban.

_ Amor. Quiero ir al mar ¿Me acompañarías, por favor?

_ Por supuesto amor. Ven, acerquémonos...

Lo encontré tan dulce y me coloqué de pie. Él tomó mi mano, me ayudó a levantarme de la arena y ambos caminamos, tomados de la mano, hasta el agua.

Pude sentir aún más fresca la brisa y Joey observó el mar. Yo lo miré a él y más lo quise y él no soltó mi mano.

Contemplé una vez más el que solía ser mi hogar. Sus olas mojaron parte de nuestras piernas y yo las miré con detención. Deseé acercarme más a ellas y me les acerqué. Joey me dejó y fue a sentarse nuevamente a la arena. De ahí me vigiló, y me amó como nunca.

No podía negarlo, después de todo, yo venía de aquel acuático mundo y me surgí en él. Joey me observó atento; yo volví a salir y mi cabello volvió a ser almendrado. Él lo notó.

Advertí que ninguno de ellos vendría y caminé de regreso.

Él me sonrió y de pronto, alguien tomó mi mano y yo di un grito. Joey se alarmó, pero mi miedo se ahuyentó al ver que se trataban de mi hermana, Marina y mi padre.

Ella y él me sonrieron y mis ojos se cubrieron de lágrimas dulces.

_ Hola, hija.

_ Hola, hermanita querida – el corazón se me iba a salir de emoción.

_ Papá, Marina. Son ustedes.

_ Así es, hija. Sentimos el aroma de tu cabello y supimos que estabas cerca.

_ Los quiero tanto papá y hermana, los extraño mucho.

_ Lo sabemos, hija ¿Cómo has estado? – miré a Joey, quien me miraba, atento, desde la arena y sonreí.

_ Soy muy feliz papá. Estoy con Joey. Él me ama y los dos somos muy felices.

_ Me alegra tanto oír eso, hermanita. Tú te lo mereces – le sonreí con emoción.

_ Te queda el cambio. Luces muy linda, como un humano. Se nota que ese muchacho te quiere – me dijo mi padre y yo volví a sonreírle. Volteé a mirar a Joey y lo llamé...

Él se me acercó y tomó mi mano con cariño. Vio a mi padre y a mi hermana y se sorprendió.

_ Padre, hermana, les presentó a mi esposo, Joey. Joey, él es mi padre y mi hermana, Marina – él les sonrió.

_ Es un gusto señor. Amo a su hija y le juro que la voy a cuidar y a proteger siempre –mi padre le sonrió.

_ Lo sé, muchacho. Creo que lo mejor que le pudo pasar a mi pequeña fue haberte conocido – miré perdidamente a Joey y él me miró de la misma manera.

_ Bueno, hija. Nosotros ahora nos vamos. Quedamos ahora tranquilos al saber que estas bien y que eres muy feliz – deseé llorar de emoción.

_ Muchas gracias papa. Te quiero mucho.

_ Y yo a ti, mi dulce niña.

_ Te vendré a visitar, hermana. Te lo prometo.

_ Es una promesa, Marina – le dije otra vez emocionada y Joey sonrió con ternura y me abrasó.

_ Adiós, hija.

_ Adiós padre y Marina. Los quiero mucho.

_ Lo sabemos. Sean muy felices.

Ambos se sumergieron y Joey los vio meterse bajo de lo más profundo del mar, con sus bellas aletas acuáticas. Yo los vi marcharse y recordé cuando yo solía ser una de ellos y sonreí feliz y con nostalgia. Joey me sonrió.

_¿Estás bien, niña mía?

_ Si, mi amor. Qué bueno que volví a verlos.

_ Y los verás nuevamente, ten fe. Ellos no se van a olvidar de ti, nunca.

_ Gracias por estar y apoyarme siempre, mi vida. Te amo tanto.

_ Mi dulce, Ángela. Yo siempre te voy a apoyar en todo lo que tú decidas. Eres mi esposa y siempre estaré ahí para ti.

Yo lo abrase y él me aferró a sus brazos y el mar nos empapó. Nos miramos, y besamos, y amamos con todo nuestro amor.

Volvimos a la arena y nos sonreímos.

_ Te amo.

_ Yo también te amo. Te adoro.

Miramos con detención y sentimiento, una vez más, aquel mar, nuestro mar, el que había sido testigo de todos nuestros encuentros y de nuestro dulce amor. Joey me miró con una dulce sonrisa, apretó con más cariño mi mano, corrió otra vez viento y seguimos contemplando aquel lejano, y profundo mar, que fue nuestro acompañante y discreto testigo. El testigo de nuestro gran amor.

Fin.

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