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CINCO: CONEXIÓN 1

Los botones parpadean constantemente brillosos y cegadores. Las penumbras envuelven el hangar y el conteo maquinario de la nave hace eco en mis oídos.

Últimos segundos restantes.

Doy un fuerte suspiro y cierro mis ojos, esperando un despegue, que nunca llegó.

«Despegue cancelado». Oigo en repetidas ocasiones.
La nave se apaga y la escotilla se abre provocando me un impulso por abrir los ojos.

El hangar se ilumina de golpe, echo un vistazo a mis costados encontrándome con la mirada irascible Pan.

— Baja de la nave —sentencia en un tono autoritario, que de seguro heredó de su madre.

Le tengo mucho miedo cuando se porta así; pese a que soy mayor, obedezco lo que me dice haciendo pucheros y apretando mis puños renegada.

No entienden nada.

No comprenden esta necesidad de saber quien soy.

— Necesito mi identidad —hablo intentando razonar.

Ella se acerca a mi y toma mis manos pero las aparto enseguida, demostrándole mi molestia.

No aguanto mas. ¿Por qué no lo comprenden?, no pueden tenerme como prisionera en este lugar.

— ¿Donde planeas encontrar tu identidad? —indagó melancólica— ¿En el sol?. Porque es justo ahí a donde te dirigías.

Que torpeza.

Rasco mi nuca y le agradezco por salvarme nuevo. Que alivio no morir incinerada.

— Pues... sería mas fácil si al menos alguien intentara ayudarme —le explico a modo de auxilio.

Lejos de que eso sea un reproche —que tal vez sonó así — les estoy muy agradecida por todo lo que hicieron por mi. 

Pan hace silencio.

Espero que responda; sin embargo, no dice nada y se queda viéndome detenidamente por un par de segundos.

Su vista recae en mi abdomen y como estoy usando ropa que lo mantiene algo descubierto; logra ver una gran herida que hay en el.

— ¿Que sucedió?.

Mi única respuesta es encogerme de hombros. Ni yo misma comprendo que fue lo que me pasó.

Hoy por la tarde: estas marcas y cortes aparecieron así de la nada. No dejan de doler y arden como el infierno.

Pan se acerca preocupada y las ve de cerca arrodillándose junto a mi. Me dejo tratar y observo en silencio como ella examina mi vientre detenidamente.

— Pechos.

— ¿Eh? —alega confundida.

Me cubro la boca avergonzada, pero inconscientemente vuelvo a hablar.

— Chupar, pechos.

Ambas nos sonrojamos y por mi parte me muerdo la lengua evitando decir algo mas.

Puedo escucharlo.

¿Por qué oigo su voz en mi mente?.

La peli-negra junto a mi, deduce mi mirada y me toma de la mano para guiarme fuera del hangar.

— ¿Es Kakaroto?, ¿Tu otro yo? —adivina recibiendo un asentimiento de mi parte.

Toma las llaves y cierra no sin antes acomodar las cosas en su debido lugar.

Algo me sorprende. Hace unos segundos, guarda la nave en una pequeña cápsula y de otra, saca una especie de carro espacial volador.

— ¿Que haces? —cuestiono, con ella arriba del automóvil indicándome que tome asiento.

Y yo que ya escuchaba la voz imaginaria de Bulma regañandome por mi intento de escape.

No se que planea esta niña.

Todos duermen dentro de la corporación cápsula y nosotras aquí encendiendo un vehículo para arrancar a quien sabe donde.

— Se de alguien que nos puede ayudar —me informa con una sonrisa en los labios.

No da mas detalles sobre a donde vamos o que planea hacer en este momento. Simplemente enciende el motor y despega con la música a tope, cantando la canción del momento. A veces, me regaña por tocar los botones de su coche y yo no puedo evitar seguir haciéndolo, todo es tan nuevo y luminoso. 

— ¡No enciendas el limpiaparabrisas! —repite con algo de fastidio.

Como acaba de lanzarme la mirada matona, decido quedarme quieta en mi lugar y disfrutar el viaje.

La nave sobrevuela en las nubes de manera suave y serena. Ella parece tenerlo todo bajo control.

— Recuerdo cuando le pregunté a tu mamá si las nubes eran algodón de azúcar y se podían comer.

— Yo recuerdo reírme de eso.

Ambas compartimos una carcajada sonora, que para mi resulta ser dolorosa. Le hago señas a pan de que deje de hacerme reir, porque la herida duele aun mas cuando lo hago.


Pov tercera persona.

El mayor terminó de colocar ese ungüento espeso y mocoso sobre el abdomen de su progenitor. No dejaba de quejarse y maldecir a pesar de estar dormido.

En repetidas ocasiones le había reclamado a Gohan que deje de insistir y lo dejara en paz. El mayor aprovechó cuando se fue a dormir para curar un poco su herida, admirando con preocupación los cortes y moretones que abastecían el cuerpo de su progenitor.

— Mira que osadía del príncipe Vegeta —quejaba su hermano paseándose en la habitación— castigar así a nuestro padre solo por no asistir a su entrenamiento de hoy.

— Es por desobediencia que lo castigó —intentó calmarlo Gohan— mintió para ir a otro lugar y descuidó a los soldados que están bajo su cargo.

Pero su hermano menor no escuchaba razones y continuaba maldiciendo a toda la descendencia real (incluyendo su mejor amigo).

— ¿No se supone que somos nobles? —reprochó dando pisotones con molestia— incluso los soldados pueden ir a donde quieran o saltarse un par de entrenamientos.

— Papá es la mano derecha del príncipe —aclaró aun desparramando el liquido medicinal— entiende que tiene responsabilidades con la familia.

— A veces me gustaría que fuera un soldado ordinario —volvió a quejar frustrado— incluso yo tengo que pagar por sus "titulos" y obligaciones.

— No es tan terrible.

— Porque tu no eres el que va a casarse.

Gohan simplemente se quedó en silencio. Hastiado de la actitud quejosa de su hermano menor.

— Lo siento —se disculpó ya mas tranquilo— se que tomarías mi lugar si pudieras, es solo... Estoy estresado y lo de papá solo suma otro problema a la lista.

— Fueron cortes no muy profundos y golpes que van a cicatrizar en un par de días —le comentó con una sonrisa— tranquilo, estará bien. Mientras tanto, no causemos problemas que puedan afectar a la familia.

— Si.

Goten salió de la habitación a buscar algo que le pidió Gohan. En el proceso, su hermano guardaba un par de armaduras y pantalones que estaban arrojados en el suelo.

Perdió de vista a su padre un par de segundos y dejó reposar el ungüento en la mesita de noche. Esos pocos segundos marcaron el cambio.

Cuando hubo guardado todo lo necesario en los cajones y la habitación estaba lo suficientemente ordenada, regresó a arroparlo para que no se enfermara.

Lo que vio lo impactó por completo.

Las heridas, ya no estaban.

— ¡Goten!, ¡Goten ven aquí! —pidió con sorpresa a su hermano.

Su padre comenzó a removerse en la cama y a mencionar cosas sin sentido para el mayor.

— ¿Goki?, ¿Te llamas Goki?.

— Papá. ¿Que tienes?.


Próximo capítulo.

— Cierra los ojos, concentrate, vas a comunicarte con tu otro yo.

— Adelante Goki, cuando sepas dónde está, yo misma te llevaré con él.

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