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Capítulo I: La esfera de nieve

A Yang Jeongin le gustaba vestirse de mujer.

No era para nadie un secreto desde hace un par de años su preferencia por los vestidos, el maquillaje y los tacones altos. En un principio simbolizó un escándalo en su familia y círculo social, tanto que sus padres lo echaron de la casa a sus diecisiete años por deshonrar a la familia Yang, que era sumamente religiosa, y le quitaron cualquier ayuda económica.

Fue un momento duro en su vida que a veces le dolía recordar, sobre todo porque lo invadía de el sentimiento de soledad y desprecio que su salida del closet había ocasionado, calando en lo profundo de su corazón. Por mucho tiempo sintió que fue tirado como un objeto a la basura.

—¡No vales nada, me das asco!— Dijo su padre al descubrir lo que tanto había escondido.— ¡Escúchame bien Yang Jeongin, nadie va a querer a un desviado como tú, jamás!

Escuchar aquellas palabras viniendo de la persona que más admiraba estrujaron su corazón, pero dolió más saber que quizás su padre tenía algo de razón. Porque luego de que todos se enteraron de lo que él era nadie quiso volver a formar parte de su vida. Incluso sus amigos del instituto se alejaron porque no se atrevía a sentarse en la misma mesa que "el raro".

Estaba solo en el mundo.

Por esa razón tuvo que aprender a sobrevivir. Trabajaba medio tiempo en un café ubicado en el centro de Seúl, un lugar tranquilo y concurrido al que asistían los grupos de amigos, normalmente adolescentes, a pasar el rato. Y por las noches, Jeongin bajaba a Itaewon y se perdía en aquella puerta roja de un pomposo lugar. Le gustaba llamarlo "el teatro", porque ciertamente entraba en personaje cuando estaba allí dentro. Con todo ese maquillaje y utilería sentía que podía ser él mismo sin tener que ser señalado, porque todos los que estaban allí eran como él. Jeongin daba espectáculos en un bar gay.

De esa misma manera tuvo que buscar un lugar en el cual vivir, todos a su alrededor le negaron un techo para dormir, viéndose obligado los primeros días a descansar en las bancas de las plazas sin importar si llovía o hacía frío. Ese era el precio que debía pagar por gritarle al mundo que era diferente. 

Arrendó una habitación en una pieza cerca del café en dónde trabajaba. Era pequeña y nada barata, como cualquier lugar para arrendar en esa zona de Seúl, tenía una pequeña sala, una cocina, un baño y dos cuartos diminutos. Para poder costearla compartía el departamento con Hwang Hyunjin, un estudiante de arquitectura del tercer semestre, él era la razón por la cual Jeongin estaba frente los grandes escaparates de las tiendas de aquel boulevard.

Necesitaba encontrar el regalo perfecto para Hyunjin antes de la víspera de navidad.

Suspiró profundamente, el vaho salió de su boca en una pequeña nube, estaban a unos 9 grados esa tarde. Por suerte, Jeongin se había abrigado lo suficiente con un grueso abrigo de poliéster, unos guantes de lana y cuero, un gorro y una gruesa bufanda color borgoña.

Una fina capa de nieve cubría las aceras y el frío hacía empañar los vidrios de las tiendas.

Trató de organizar sus pensamientos, de esa forma podría permitirse ser más creativo y encontrar un buen obsequio para el chico que le gustaba. Porque sí, Jeongin estaba enamorado de su compañero de piso desde hace más tiempo del que se permitía admitir. Y aunque sabía que no existía ninguna oportunidad con Hwang Hyunjin, porque era su buen amigo y además no estaba interesado en los chicos, a él siempre le encantaba tener una oportunidad para desmontar cuánto lo quería.

Y esa oportunidad en específico sería un poco diferente, ayer por la noche, tras dar vueltas en la cama y perder la batalla contra el insomnio, lo decidió; le diría todo lo que sentía. Era consiente de que su amor no sería correspondido, pero no tenía nada que perder. Estaba harto de guardarse sus sentimientos mientras el tiempo avanzaba y veía a Hyunjin traer una chica tras otra al dormitorio. No le gustaba admitirlo, pero le dolía. Tal vez, tras su confesión decidiría alejarse de una vez por todas. Para Jeongin quizás era lo mejor.

Lo planeó todo. Lo invitaría a su show de víspera de navidad, si Hyunjin asistía en esta ocasión, porque no era la primera vez que él lo había invitado y no había asistido, y al amanecer le entregaría el obsequio y su confesión.

Tenía el corazón preparado para cualquier respuesta, o al menos eso fue lo que eligió creer.

Observó aquella tienda de antigüedades en la esquina de la calle, había pasado muchas veces por allí pero nunca había entrado, está vez iba decido a echar un vistazo. Cruzó la calle cuando el semáforo se lo permitió.

En el escaparate de la tienda se vislumbraba objetos muy variados: un juego de tazas antiguo, un reloj de ébano, una lámpara al estilo victoriano, entre otras cosas. Jeongin empujó la puerta te esta hizo un tintineo característico.

Dentro el ambiente era agradable, desprendía un olor a libros guardados e incienso. No había mucha gente salvo por una señora y su hijo de unos cinco años de edad. Y sobre todo, había mucho que ver, quedó encantado y se arrepintió no haber entrado antes a ese lugar. A lo mejor pudiera haber disfrutado más su visita si no tuviera la presión de escoger el presente adecuado. Se prometió a sí mismo volver a ese lugar con más calma.

¿Qué podía gustarle a Hwang Hyunjin?

Ya le había dado chocolates, libros, fruta e incluso souvenirs cuando viajaba a Busan ocasionalmente. Está vez quería que fuera algo que recordara cada vez que lo viera.

Lo primero que llamó su atención fue una linda pluma posada en un atril diseñado para sostenerla. Era de un color rojo sangre con letras  doradas de la marca estampadas alrededor, se lo pensó un momento, pero eso sería un regalo que le daría a su padre si aún tuvieran algún tipo de contacto, no al chico que robó su corazón. Siguió con su búsqueda.

—¿Desea algo, joven?— Se acercó un señor de edad avanzada, probablemente el dueño de la tienda. Jeongin le dió una sonrisa tímida.

—Estoy buscando algo adecuado para un presente de navidad.— Respondió.

—¿Para una persona especial?— Preguntó curioso.

El chico dudó en responder, él sabía perfectamente que Hyunjin era una persona especial, pero le daba vergüenza que el vendedor siguiera haciendo preguntas que tuviera que esquivar.

Sin embargo, terminó respondiendo un simple: — Sí, es para alguien importante.

El mayor se acomodó sus grandes gafas y le hizo una seña con la mano para que lo siguiera, Jeongin le siguió el paso hasta el final del pasillo.

—Aquí tengo unos hermosos aretes, no están en tendencia, pero pienso que a cualquier chica podrían gustarles.— Le mostró unos hermosos aretes de perlas.— Sino, también tengo este relicario antigüo, es de bronce.

El señor realmente creía que su persona especial era una chica. Jeongin río para sus adentros, no creía que Hyunjin fuera del tipo de hombre que le gustara la joyería. Sin embargo él... Volvería por esos bonitos aretes.

Tuvo que rechazarlo cordialmente alegando que no era el tipo de regalo que estaba buscando.

Cuando el vendedor lo guío al otro lado de la tienda dispuesto a mostrarle un joyero, fue que lo vió. En la cima de una de las muchas estanterías estaba una esfera de nieve, se acercó para detallarla mejor. Dentro tenía un árbol de cerezo florecido, era sencillo, pero hermoso. Lo tomó en sus manos.

—¡Oh, ese es de colección!-— Dijo el señor cuando lo vió con el artilugio en las manos.

Lo agitó y la nieve falsa se esparció por la esfera cubriendo el arbolito. El concepto de un árbol florecido en invierno le gustó mucho, incluso pudo imaginarse como sería si en verdad eso fuera posible.

Definitivamente era lo que estaba buscando.

—Me lo llevo.— Informó con una sonrisa en el rostro.

De regreso a casa comenzó a nevar, pero Jeongin estaba demasiado contento por haber encontrado algo que le parecía adecuado, como para que eso le molestara. Cruzó los dedos para que a Hyunjin le gustara tanto como le había gustado a él aquella pequeña esfera.

Cuando entró al departamento se llevó una sorpresa al ver que su compañero tenía visitas en ese momento y en esta oportunidad no era una de sus "amigas", era un chico.

—¡Jeongin, pensé que llegarías más tarde!— Exclamó Hyunjin al verlo entrar. Jeongin se encogió de hombros restándole importancia.

—Salí a hacer algunas compras.— Respondió, no quería darle motivos para sospechar que el contenido que llevaba en la bolsita de papel era para él.

—¿Así que tú eres el famoso Yang Jeongin?, Hyunjin me ha hablado mucho de ti.— Sonrió el chico extraño. Hyunjin le dió un codazo a su invitado, una acción que Jeongin no supo cómo interpretar.

Inspeccionó al muchacho, era de su estatura, su piel era nivea y tenía rasgos afilados, como los de un gato.

—Soy Lee Minho. — Le tendió la mano con una sonrisa encantadora plasmada en el rostro. Titubeó, no estaba acostumbrado a estrechar las manos con alguien, solo a dar reverencias. pero terminó por aceptar su íntimo saludo.

De reojo vió algunas botellas de Soju esparcidas en su mesita de la sala, lo ignoró, pero Hyunjin no.

—Lo siento, Innie. Invité a Minho a beber unas cervezas aquí, se me olvidó decirte. — Comentó recogiendo las botellas.

—No me molesta en absoluto, Jinnie.— Y no lo hacía, porque su compañero había hecho cosas mucho peores, como follar con chicas justo al lado de su cuarto a altas horas de la noche.

Su modestia era algo cómica.

—Eres más bonito de lo que imaginé.— Soltó de repente Minho. A Jeongin lo agarró de sorpresa su comentario, se sonrojó de inmediato. No se topaba todos los días con gente así de directa.

—G-gracias.— Dijo, de pronto avergonzado.

—Minho, creo que es hora de irse.— Dijo Hyunjin con un tono incómodo.

—¿Quieres ir a una fiesta mañana?— Preguntó el amigo del rubio.— Me encantaría conocerte. Me tiene fascinado todo lo que me han dicho de ti.

Bien, Jeongin realmente estaba muy avergonzado. Pero extrañamente no de mala manera, en tan solo unos minutos Minho logró crear una reacción en él. Le gustaban ese tipo de personas, le agradó Lee Minho.

—No.— Respondió seco Hyunjin.

—No te pregunté a ti, Hwang. Le pregunté al pequeño Jeongin.— Le dió una mirada descarada. Hyunjin frunció el ceño.— ¿Qué dices?

No entendió la actitud reacia de Hyunjin, Minho era su amigo ¿Por qué le molestaba que lo invitara a su fiesta?, Después de todo él también era su amigo y compañero de piso.

—Lo pensaré.— Dijo suavemente.

Minho dió un aplauso estruendoso y se burló de Hyunjin.

—Para mi eso es un "Sí".

—Definitivamente ya es hora de irse — El pelo largo empujó a su invitado en dirección a la salida.

—¿Estás celoso Jinnie?, No te lo voy a quitar.— Bromeó aferrándose al marco de la puerta.

—¡Cállate de una buena vez, borracho de mierda!— Dijo molesto.

—¡Te espero, Jeongin bonito!— Gritó antes de que Hyunjin le cerrara la puerta en la cara.

El ambiente se volvió tenso y no sabía por qué. Lentamente Jeongin se quitó los zapatos, la bufanda y los guantes y dejó la bolsa en el sofá. Hyunjin carraspeó.

—¿Tienes hambre?, ordené una pizza y sobraron dos pedazos.— Jeongin asintió y él no perdió el tiempo en huir a la diminuta cocina. Lo siguió.

—¿Por qué no quieres que vaya a la fiesta?— Preguntó, la duda carcomiendo sus entrañas. No le respondió a primeras, se tomó su tiempo sirviendo la comida. Luego se giró.

—Tiene piña, sé que no te gustan, si quieres puedo quitarla.— Señaló, pero Jeongin no contestó, aún esperando la respuesta a su pregunta. Hyunjin suspiró con frustración.

—¡No es que no quiera que vayas!— Dejó el plato en la encimera.— No quiero que te relaciones con Minho, él es un maldito mujeriego y cuando se empeña en alguien no lo deja en paz hasta que caiga en su estúpido juego. 

Oh, así que era eso...

Jeongin río alto, Hyunjin lo miró de forma extraña sin comprender qué le había causado gracia. 

— Jinnie, definitivamente sé tratar con chicos como Minho, no te preocupes. Además, me parece alguien agradable.— Rodeó el mesón y tomó su plato de comida, un poco más relajado sabiendo el por qué de la actitud de su compañero. 

— Estoy tratando de protegerte, no sabes como es él. 

— Te aseguro que puedo tratar con alguien "como él", he pasado por peores cosas. De igual forma me vendría bien salir un rato, casi no me invitan a fiestas.

Y era cierto, su vida se basaba en el trabajo. No tenía tiempo para hacer amigos, o bueno, por lo menos no del tipo de amigos que te invitan a fiestas. Despejar su mente antes de la confesión que le iba soltar a Hyunjin ayudaría a relajarlo. 

Lo observó con detalle, llevaba una camiseta negra sin mangas que resaltaba sus biseps, unos pantalones de yoga holgados y unas pantuflas. Su cabello teñido de rubio y largo iba sujetado en una coleta despeinada. Y su rostro, Jeongin no se consideraba alguien superficial, pero debía admitir que Hwang Hyunjin poseía un rostro que te obligaba a mirarlo. Sus facciones eran suaves pero marcadas, con labios jugosos, una nariz recta y pequeña y unos ojos rasgados. Simplemente precioso, solía pasar horas mirándolo a escondidas. 

—Bueno, está bien. Pero no me apartaré ni un segundo de ti en esa jodida fiesta, ¿Correcto?— En ocasiones actuaba de una manera muy sobreprotectora con él, se tomaba en serio el papel de Hyung. 

Hyunjin era demasiado bueno, en muchos aspectos, para alguien tan indigno como él. Le entristeció darse cuenta de eso. 

— Correcto.— Jeongin sonrió. — De hecho... quería pedirte algo. 

— Dime.— Dijo con interés.

Jeongin rascó su nunca, le preocupaba que dijera que no. 

— Sé que no harás nada en la víspera de navidad, y bueno...yo daré un show especial ese día.— buscó en el bolsillo de su abrigo y sacó una entrada.— Sé que te incomodan ese tipo de...lugares. Pero esto será importante para mí y... En serio me gustaría que fueras.— Estaba seguro de que estaba rojo como tomate porque sus mejillas ardían. Hyunjin analizó la entrada que le tendía Jeongin, no dudó en tomarla con una bonita sonrisa de sorpresa.

— Gracias por invitarme, Innie. No es mi tipo de ambiente, pero si es importante para ti intentaré ir, debo pedirle permiso a mi jefe. — Jeongin asintió, y por fin pudo soltar el aire que no sabía que estaba reteniendo. 

Tomó un pato de la cocina y comenzó a apartar la piña que estaba en esta. Luego le pasó el plato a Hyunjin.

—Ten.

Hyunjin sonrió y fue hasta la nevera, sacó un pequeño platito. 

— Ten, los guardé para ti.— Se lo tendió. Estaba lleno de champiñones. 

Así funcionaban ellos, Jeongin odiaba la piña y Hyunjin la amaba. Hyunjin odiaba los champiñones pero a Jeongin le gustaban. Por eso siempre pedían pizza con piña y champiñones.

En el fondo de su corazón, Jeongin albergaba la esperanza de ser correspondido, aunque sabía que eso significaba que se mentía a sí mismo. Ojalá la esfera de nieve con el árbol de cerezo le recordara mucho a él, porque si las cosas salían mal se alejaría definitivamente de Hyunjin.

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Espero que les haya gustado el primer capítulo, no olviden apoyarlo con su voto.

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