VIII
Caminaba ente la vegetación, mientras a su vez sus pies rozaban contra las hojas caídas de los árboles y las raíces de esas últimas.
El ambiente era tranquilo, se oían los cantos de algunos pajarillos y se podía divisar entre la alta hierba los grillos saltando de un lado a otro. También se escuchaba desde el bosque, de entre los miles de árboles, ramas y hojas, los gritos que pegaban los críos del pueblo. Aquel ruido hizo que se le formará una leve mueca de molestia.
No le agradaba oír esos gritos cuales interrumpían el canto de las aves, y menos le agradaba reconocer quiénes eran los dueños de ese ruido molesto. Eran de los niños que se empezaban a meter con él debido a su herida que se hallaba en medio de su rostro, empezando por la mitad de su mejilla derecha y terminando por la parte superior de su nariz.
Le consideraban como un bicho raro, pues no era normal encontrarse con un menor de edad con una herida sin cicatrizar así de grande o en medio del rostro, estando a la vista y a las burlas de todos.
Por culpa de su herida se odiaba, aún teniendo una corta edad.
Movió su cabeza a ambos lados tratando de quitar de su mente todos los insultos o apodos molestos que le pusieron, o al menos de los que se acordaba. Siguió su caminata tranquila, pero iba con más lentitud que antes. No tenía ninguna prisa, ni que tuviera una cita para apurarse. Su mejor y único amigo no se encontraba con él para estar metiéndole prisa con sus pasos, otro motivo más por la cual ir a lo suyo y así ritmo.
[. . .]
Tomó con cuidado el agua que se hallaba en medio de árboles, plantas, ricas y barro para que no se cayera de entre sus manos y lo roció por su rostro. Estaba que se dormía de pie, tenía sueño y no entendía el porque, había dormido bien por la noche, según él.
Agitó sus manos para que las gotas de agua que quedaban cayeran y luego las limpió contra su chaqueta, quien se había manchado debido que para apoyarse en el suelo frente al lago había hundido sus manos en lodo. Su madre lo mataría.
Se alejó del recinto natural y no alterado por el hombre con agua en su interior que no llevaba ni cloro ni desatascador ni todas esas mierdas químicas que lleva hoy en día el agua y que actúan como un letal veneno para acercarse a un viejo árbol. Este, a pesar de la edad que tenía, seguía en perfecto estado. Incluso tenía más tiempo que Drácula y aparentaba ser mucho más joven de lo que era.
Se sentó en la tierra cubierta de musgo de espaldas al árbol y se apoyó en el tronco de este. No era muy cómodo, pero era mejor que estar curvado hacia delante y tener problemas mayores de espalda.
Cerró sus ojos y se perdió entre sus pensamientos.
[. . .]
Entró con cuidado en la habitación de su madre. Quería tomar algo, pero no quería que se enterara de su pequeño robo. Cerró con cuidado la puerta una vez dentro y miró su alrededor. Su madre tenía la habitación recogida como siempre. Buscó entre los cajones de la mesa que contenía todas las diferentes pinturas que usaba para pintarse la cara y que antiguamente te llamaban ”Señorita” o ”Madame” por lucir joven y bella y que hoy en día te llaman ”Puta”.
Tardó unos quince minutos en encontrar lo que quería. Era un hombre, un niño, nunca había visto distintos tipos de maquillaje y se distraiga fácilmente con todo lo que encontró. Tomó lo que deseaba entre sus manos y lo alzó hasta la altura de su rostro. Observaba molesto su figura, era horrible, y todo por culpa de la herida que devoraba su rostro. Deseaba nunca haberse ido de casa en medio de la noche cuando su madre se atrevió a ponerle una mano encima.
El color de la fisura era de un carmesí algo débil, los primeros días mantenía un color fuerte, resaltante a la vista, ya no, pero molestaba a su parecer ver algo rojo entre toda la palidez de su piel.
Sintió un escalofrío recorrer por todo su cuerpo y rápidamente guardó el espejo a la vez que se iba a su habitación. Había escuchado la entrada principal de su hogar abrirse y no quería, como escribí antes, que se enterara que tomó algo sin su permiso.
[. . .]
Las sábanas cubrían la zona donde se hallaba su estómago, pero nada más aparte de lo que seguía abajo de la ubicación de aquel órgano. Mantenía sus ojos cerrados, una respiración tranquila y con uno de sus brazos cubriendo sus ojos por ninguna razón en específica. Estaba dormido, metido entre sus sueños. Nada lo despertaría.
Pasaron los segundos, cuales pasaron al minuto al llegar a un determinado número máximo con la palabra ”Secenta” y los minutos pasaron a las horas al llegar al mismo límite.
La ventana de su habitación sonaba, alguien lanzaba piedras pequeñas sobre ella provocando un ruido algo irritante, pero eso no era suficiente como para sacar de entre sus sueños al dueño de la habitación. Al rato alguien harto de tener que esperar de que se asomara por la ventana para ver qué era ese ruido, decidió subir por si solo. Ya había subido una vez,no iba a sergta problema.
Subió, y al entrar en la habitación por la ventana quedó mirando la cama, donde estaba el pequeño Cruz. Ahora entendía el porque nadie contestaba, pero se molestó porque no podía darle alguna buena excusa por no haber estado con el en todo el día. Se sentó en el bordillo de la cama y se quitó los zapatos, seguido de ello se tumbó a en la cama junto al de menor de estatura, quien le abrazó al sentir un peso en la cama pero sin llegar a despertar o estar del todo consciente. Con cuidado de no despertarlo correspondió el abrazo y acarició su cabeza, teniendo sus dedos entre los suaves y revueltos pelos de Cruz.
Macabre suspiró.
— Ya otro día se lo diré.— dijo.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Volví :D
De seguro nadie me echaba de menos xd
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro