III
– Lo que hiciste estuvo muy mal.
– ¿Y? No me importa. — se encogió de hombros.— Tú estabas con esa mujer, y yo me estaba aburriendo.
– Tendrías que haberte quedado cerca. Me pegaste un susto.
– Un viejo amargado nos gritó, de seguro nos iba a pegar si nos hubiéramos quedado.
– ¿Y de quien fue la idea de irse corriendo tan lejos en vez de ignorarlo?
Soltó un suspiro.
– Mía. — respondió.
[...]
– Me asustaste, cielo.
— Lo sielto..... — contestó, mirando al suelo. Sus ojos se volvieron cristalinos.
– Tranquilo, Cruz. Que no se repita, por favor. — el menor asintió.— ¿Qué tal te fue con su niño?
– B-biel, pelo un s-senol nos glitó....
– Estos viejos.... Lo importante es que estás bien. Venga, vamos a casa.
[...]
Caminaba por el parque, o más bien bosque, mirando al suelo en vez de a su alrededor. Alzó la vista, viéndolo sentado, sobre una roca, mirando al suelo. Sin pensarlo dos veces se acercó a él.
– Hola. — sin respuesta.— Dije, "hola". ¿Estás enfadado o qué? — negó.— ¿Entonces?
– M-Mami dise q-que no habe contino hasla unos d-días.
– Amargada que es. — recibió una mueca de molestia. — ¿Qué?
– N...... Na...... Nada....
Se sentó junto a él, aunque debía estar apoyado sobre uno de sus piés, ya que si se sentaba por completo tiraría al menor. Lo miraba, pero este no. Se estaba incomodando, un leve sonrojo apareció en su rostro.
¿Desde cuando alguien podía tener un sonrojo morado si la palabra debía "rojo"?
– ¿Qué tanto miras? — señaló al suelo.— ¿Eh?......... Uh...... ¿Caracol?
– S.... Si.
Volvió su mirada al menor, notando como este temblaba. No creía que fuera por el frío, ya que la temperatura era regular; ni muy fría ni muy calurosa. Raro en los bosques de ese lugar.
Se acercó al caracol y lo agarró, sin nada de cuidado. Lo acercó al contrario.
– ¿Le tienes miedo? — negó.— ¿Entonces por qué tiemblas?
– P-Pol na... Nala.
– Entonces demuestra que no le tienes miedo. — dijo, dejándole el caracol encima de él.
Soltó un chillido, que de seguro se hubiera escuchado por toda Rumanía. Empezó a mover sus brazos de arriba a abajo.
– ¡Q-quitalo, quitanelo! — gritaba, mientras se formaba unas lágrimas en sus cuencas. El terror lo invadía.
El mayor rió y tomó al caracol.
– ¿De verdad le tienes miedo? No muerde. — dijo, tirando al caracol en el suelo. Seguido de esto lo pisó.— Lo único malo que hace es llenarte de mocos.
— A-alco.— contestó, mientras revisaba sus prendas esperando a que nada se hubiera manchado, sino su madre lo mataría.
Macabre volvió a reír por su comportamiento. Tan infantil e inútil.....
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