Ambos estaban sentados sobre las piedras de la calle.

–Y.... ¿Cuál es tu nombre?— se decidió a hablar, sin siquiera mirarlo. El otro no le respondió. —..... Contéstame.

– C.... Clu.........

– ¿No sabes cómo te llamas o es que  siquiera hablar?— preguntó malhumorado, tan pequeño y ya era amargado.

El menor se sonrojó por la vergüenza que sintió en su momento.

– S-Se ha-Habal

– "Hablar", no "habal" — le corrigió.— Que tu madre te enseñe a "habal"

– C.... Cluz.

– ¿Uhm?

_  Cruz, mi pequeño. — dijo su madre, tratando de hacer que su hijo aprendiera a diferenciar o a pronunciar la "R"

– ¿Cruz? — asintió.— Que nombre más feo.

– ¡Quitaros de aquí, niños inservibles! — gritó un desconocido.— ¡Os sacaré a patadas como no me hagáis caso, mamacallos!

– Ese jomble si que haba feo. — dijo, haciendo que el otro riera.

– ¿Qué dijiste, niño ingrato?

El mayor de los pequeños agarró la mano del encapuchado, levantándose con rapidez y huyendo de ahí, dejando atrás al hombre. Antes de desaparecer entre la multitud gritó algo que cabreó aún más al anciano.

– ¡Que le jodan, viejo amargado!

[...]

Se escuchaban como las hojas eran quebrantadas de su dulce sueño, destruyendo todo tu ser. Esto formaba el característico "crack" que emitían al ser aplastadas.

Ambos iban tomados de la mano

....

Mentira, en realidad era el mayor quien tenía agarrada con fuerza el brazo izquierdo del menor. Este soltaba pequeños jadeos por el dolor.

– M-Me jases da-dano. — dijo, el mayor paró de caminar y volteó a verlo.—

– Aprende hablar. Te hago daño, ¿y? No eres el primero.

– D-Duele. — trató de liberarse de su agarre, consiguiendo más daño en su muñeca.

Cayó al suelo, de culo. Había conseguido liberarse, pero a cambio de un dolor de muñeca y de pelvis, el golpe fue fuerte.

– Inútil.

Empezó a sollozar, le dolía demasiado. El mayor estiró su mano hacia él, aunque este no entendiera que quería hacer con eso. Suspiró, agarró su otra muñeca y lo levantó.

– Empezamos por mal pié. — dijo, al ver como las pequeñas gotas de savia iban saliendo de su árbol a través de las aberturas; sus ojos. Limpió las lágrimas de dolor. — Ya, para de llorar, no te servirá de nada.

Apartó las manos de contrario para limpiar sus mejillas con las mangas de su chaqueta. Algo llamó su atención, y era el hecho de que el mayor volvió a estirar su mano hacia él. ¿Lo iba a jalar de nuevo?

– Mi nombre es Macabre, ¿y el tuyo?—

Sonrió levemente. Estiró su mano y correspondió el apretón de manos.

– C......... Clus....

— Cruz — corrigió, soltando una débil carcajada.

Vale, ya se presentaron. A ver cómo se tomarían sus madres el hecho de que se hayan ido tan lejos.