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Único

Pedido de mi bebé, Iv_Russell_Leclerc

Pep estaba emocionado, a pesar de ser el entrenador de uno de los clubes más importantes del mundo, siempre encontraba tiempo para disfrutar de sus otras pasiones, y las carreras de Fórmula 1 eran una de ellas.

Había insistido en llevar a Rúben a Las Vegas para el Gran Premio, argumentando que sería una buena oportunidad para relajarse antes de que la temporada se intensificara, sí... No tenía favoritos, aja.

Rúben no estaba convencido, las multitudes, el ruido y el drama de las carreras no eran lo suyo, aha, nop, él era más calmado, no como Pep que por poco y no besa a un aficionado porque Sainz había pasado a primero.

Pero Pep no aceptaba un no como respuesta, así que ahí estaba, sentado en un palco privado, con una expresión de aburrimiento que ni siquiera su entrenador podía ignorar.

—Vamos, Rúben, relájate un poco, esto es emocionante.—Dijo Pep, señalando hacia la pista.

Rúben asintió distraídamente, mirando la pista solo para que Pep no lo molestara, al menos no uso eso de "Quita esa cara, si no querías no hubieras venido..." Usa esa y se larga de ahí, no le importa volver a pie a Manchester eh.

Las luces de Las Vegas brillaban a su alrededor, y la velocidad de los coches lo tenía ligeramente curioso, pero no lo suficiente como para capturar toda su atención.

Pero

Siempre hay un pero.(_kimlove....)

Todo cambió en cuestión de segundos.

El coche de Williams perdió el control en una curva, fue un impacto fuerte, el monoplaza giró violentamente y chocó contra las barreras, levantando una nube de chispas y humo.

Los comentaristas en las pantallas del palco gritaron alarmados, mencionando el nombre del piloto; el omega Franco Colapinto.

Rúben sintió cómo su cuerpo se tensaba, su respiración se aceleraba y un extraño calor le recorrió el pecho.

No entendía por qué, pero algo en ese momento lo golpeó como un trueno.

Cuando las cámaras enfocaron el coche destrozado, su instinto Alfa despertó de golpe.

Su piel se erizó, sus colmillos se asomaron ligeramente, y un rugido bajo resonó en su pecho.

Era como si su cuerpo estuviera reaccionando a algo que su mente aún no entendía del todo.

—¿Rúben? —Pep lo miró con preocupación.

—¿Estás bien?

El portugués no respondió, su mirada estaba fija en la pantalla, donde los médicos estaban sacando al piloto del coche.

A pesar del casco, podía ver el temblor en el cuerpo del Omega, la forma en que luchaba por mantenerse consciente.

—Tengo que ir.—Dijo de repente, levantándose.

—¿Qué? —Pep estaba confundido.

—¿Ir a dónde?

—Necesito asegurarme de que esté bien.—Dijo Rúben, con una urgencia en su voz que no admitía discusión.

Franco estaba apenas consciente cuando sintió que lo sacaban del coche, su cuerpo dolía por todas partes, y su mente estaba nublada por el impacto.

Pero entre todo el caos, percibió algo que lo mantuvo ahí, un aroma fresco, una mezcla de caña de azúcar y menta que atravesó el dolor, envolviéndolo en una sensación de calma.

Su Omega interior, a pesar de estar débil, reaccionó, ese aroma solo podía significar una cosa.

Su Alfa estaba cerca.

Rúben no sabía cómo había llegado al hospital, todo había pasado en un borrón de sensaciones y decisiones, (Según Pep) locas y.. Y locas pues.

Había usado su influencia para entrar al área restringida, argumentando que conocía al piloto.

Ahora estaba de pie frente a la puerta de la habitación de Franco, su corazón latiendo con fuerza.

—¿Y si no es nada? —Se preguntó en voz baja.

Pero no podía ignorar lo que había sentido, era como si todo su ser estuviera conectado con ese Omega, como si cada fibra de su cuerpo le gritara que debía protegerlo.

Finalmente, empujó la puerta y entró.

Franco estaba acostado en la cama, con varios vendajes y un brazo enyesado.

Sus ojos se abrieron lentamente al escuchar la puerta, y cuando vio a Rúben, una pequeña sonrisa apareció en su rostro.

—Vos… —Susurró, su voz ronca por el esfuerzo.

Rúben se acercó, sus pasos lentos pero firmes.

—¿Cómo estás?

—Bueee he tenido mejores días.—Bromeó Franco débilmente, aunque su mirada estaba fija en el Alfa.

—¿Quién sos?

Rúben dudó por un momento.

—Soy Rúben, Rúben Dias, no sé por qué, pero… cuando te vi… —Se pasó una mano por el cabello, buscando las palabras adecuadas.

—Sentí algo... Algo que nunca había sentido antes.

Franco lo miró con curiosidad.

—Tu aroma… —Susurró.

—Es caña de azúcar y menta.

Los ojos de Rúben se abrieron con sorpresa.

—¿Lo sientes?

El Omega asintió lentamente.

—Mi Omega lo sabe, vos... Vos sos mi Alfa, ¿Verdad?

Rúben no necesitó más confirmación, se inclinó hacia la cama, cuidando de no tocar las heridas de Franco, y dejó que su aroma se intensificara, envolviendo al Omega en una sensación de seguridad y calma.

—No sé cómo pasó esto.—Dijo Rúben, con un tono bajo y suave

—Pero te prometo que estaré aquí para cuidarte.

Franco lo miró con un brillo en sus ojos, Rúben podía decir que el verde ahora era su color favorito.

—Eso suena bien.—Murmuró, antes de cerrar los ojos, dejándose llevar por la tranquilidad que el Alfa le ofrecía.




Bueeee, de tal palo, tal astilla, es mi hija obvio que sus shipps también van a ser muy funables jajaja te amo bebé.

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