Sesenta y seis
— Llámame Esteban. — dijo entrando a la habitación sin permiso y tomando de los hombros a Fred, quien lo veía desde abajo con los ojos muy abiertos llenos de miedo — Sólo jugaremos un rato...
— ¡Oiga no–
Esteban cerró con el pie la puerta y arrojó con mucha fuerza a Fred a su propia cama, dejó la lata que tenía en mano en la mesita de noche y antes de que el azabache pudiera levantarse y correr se le dejó caer atacando de inmediato su cuello.
Lo mordió, y sus grandes y grotescas manos le manoseaban las caderas y piernas.
— Tu piel es muy suave, mocoso. — le dijo antes de lamerle hasta dentro del oído.
Y tenía mucho miedo, su madre no lo ayudaría, no lo escucharía con la música a tanto volumen.
Nadie llegaría a salvarlo.
Trato de empujar al hombre, y patearlo, pero parecía no tener efecto en él; — Si te resistes te irá peor... — Le susurró antes de bajar bruscamente el pantalón de la parte trasera.
Esto le hizo dar un salto, estaba desesperado; — AYUD–
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