Noventa y siete
La madre se Freddy trataba muy bien a Fred, pues mientras su hijo fuese feliz, por ella estaba bien que saliera con quien saliera.
Claro que existen límites, pero Fred era un buen chico, trabajador y amoroso.
— Voy a trabajar, te lo encargo. — dijo ella apuntando a Freddy.
Fred rió y asintió; — No se preocupe yo lo cuidaré.
Ella salió de casa, Freddy seguía con la vista puesta en el televisor hasta que Fred le tomó la barbilla y lo besó sin previo aviso.
— ¡Mamá podría vernos! — Le dijo en señas cuándo se separaron.
— Ya se fue. — Le respondió el azabache —, Es que no me resisto a tus dulces labios. Me vuelven loco.
Otro beso.
Y otro, y otro.
Yo nací para ti, espero que tu hayas nacido para mi.
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