Cuarenta y cuatro
— Freddy, ¿no eres mudo, verdad?
El mencionado frunció el seño; — No, no lo soy.
— ¿Y porqué no hablas?
Por que era frustrante, porque odiaba la sensación de su garganta vibrando pero sus oídos intactos.
El hecho de no poder escuchar como suena tu voz era castrante para el castaño, lo odiaba.
Lo odiaba tanto que había decidió no hablar.
— No lo sé. — le respondió.
— ¿Puedes decirme algo? — preguntó Fred juntando ambas manos y poniendo en su rostro una expresión de niño regañado —, Por favor.
Freddy no pudo negarse, es decir, después de verlo, ¿como podría?
— Bien. — le dijo en señas —, ¿Qué debería decir?
— Solo di; Hola Fred, eres el mejor de todos, te amo.
Freddy soltó una carcajada, de esas que Fred adoraba, y con señas volvió a decir; — ¡Cómo crees que voy a decir eso!
— POR FAVOR FREEEDY.
Bufó, tenía miedo de sonar ridículo, pero era Fred.
¿Qué podía pasar?
— Ho–hola Fred... — comenzó a hablar el castaño, le dolió un poco el hablar, hace meses que no lo hacía —, Eres el... eres.
Fred le tomó la mano, estaba temblando, lo miró con los ojos. Bien abiertos y asintió indicándole que siguiera.
— Eres el mejor de todos... Te amo.
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