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3

Y los días pasaron de acuerdo a los designios de Dios creador, atorando y dilatando todo lo posible la llegada de los poderes de Dios a ella, a su hija. Lucifer y los demás arcángeles también comprendiendo el miedo que habitaba en Emmanuel, por eso si el no hacia nada Rafael y Miguel harían algo. Disimulando todo, hasta que una noche de luna Dorada mientras Sophia soñaba algunas cosas perturbadoras, su cuerpo cambiaba radicalmente; de su pecho salió un pequeño destello que cada vez se hacía más grande,  envolviendo y rompiendo todo su pijama en mil pedazos; esa luz gigantesca tomó forma de alas y se implantaron en ella por la espalda de esta forma resplandecieron hasta el amanecer.


A las 5:30 a.m., cuando Sophia se levantó, como siempre en la época escolar, pero como vio que nadie se había levantado volvió acostarse olvidando que lo más seguro es que llegaría tarde, un poco despistada no le importo estaba lo suficientemente cansada para ir al colegio como si su cuerpo pesara mas de lo normal, volviendo a la cama.

Al cerrar los ojos se dio cuenta que algo estaba mal, miró debajo de sus cobijas y descubrió que estaba desnuda, además tenía una sombra extraña que parecía alas se sentía más suave y delicado su espalda que su cama, entonces aterrorizada grito.

—¡Madre que es esto!, dímelo ¡ven pronto!, por favor — observando cómo las alas se movían lentamente. Eran claras y demasiado grandes para su cuerpo.

Oyendo estos gritos de espanto Clariz salió corrió a la habitación, antes de que los empleados y el Rey se dieran cuenta, cuando entró al cuarto vio la sorpresa tan gigantesca.

No le quitaba el ojo a Sophia; la princesa parada en el borde de la cama llorando y gritando como una loca, no entendía que pasaba  ¿Por qué en verdad con unas alas gigantes quien iba a estar bien?, además ella no sabía nada de lo que estaba pasando.
Sus alas eran de color plata con una luz propia de Dios caían por detrás de su espalda. 

Clariz acercándose con temor, la tapó y abrazándola le dijo:

—Hija mía no llores por favor que me parte el alma verte así — le contemplo por segundos, detallando sus ojos que ahora eran más verdes de lo normal y de la nada se volvió más mujer, un cuerpo de guitarra delineado y cubierto por sus alas — esto lo único que quiere decir es que tú vas a ser alguien indispensable para este universo tan malo —  con la chica entre sus brazos desnuda tratando de que las alas no se dañara, Clariz le arrullaba sus miedos. Como siempre desde que comenzó a sentir miedo —  El problema es tu padre y la Orden, no se puede enterar ya que nos pueden matar a todos — sentadas en la cama, l dijo estas palabras para tratar de calmar a Sophia, aunque hizo que la princesa se aterrorizara demasiado. 

—¿El colegio y Alejandro? —, pregunto a su madre mirándola fijamente — ¿Qué haremos porque si alguien se entera de esto? — Frunce el ceño y exclamo luego—, ¡mi papá se entera! Y yo no quiero morir — dijo con una cara de tragedia. Pero en verdad era algo espeluznante.

—Báñate, relájate y veremos qué se nos ocurre.

Salió del cuarto bajando las escaleras y entró a la biblioteca buscó un libro que parecía de matemáticas ya que sabía que su hija no lo miraría.  Había una copia del libro sagrado, aquel libro olvidado el cual quedo resegado por otras cosas, donde se guardaba la historia de las Comarcas y las guerras que hubieron, las profecías que en ese momento se estaban haciendo vida.

Lo que sospechaba la reina era verdad, encontrando que su hija sería la salvación del planeta y que ya era tiempo de que la luz renaciera, era tiempo de que Dios despertara. Aquella profecía decía así.
Clariz tenía claro que para eso su hija había venido a la Tierra, aunque no le gustaba pensar en la lucha que vendría sin dar por sentado nada, no sabia que como ayudarla en la practica.

El hijo de Dios entrará después de ser olvidado en forma de ángel y con espada de hierro destruirá al dragón de 7 cabezas”.

La reina oji azul no sabía qué sentir en ese momento, si felicidad porque su hija se convertiría en la luz del mundo redimiendo a los buenos y los que murieron por causa de Dios, o miedo de que Sophía y sus hermanos murieran en la lucha enfrentando a la Orden y a Lucifer.

—No ahora, es una niña — limpiando su rostro — es muy pronto… 

La reina Clariz deliberaba esto y trataba de aparentar, pues  sabía que en algún momento tendría que decirles a sus hijos la verdad de la princesa, que ella iba hacer la guía inmortal a la humanidad a una paz imaginada.

En el cuarto la joven  descubrió que la divina providencia no la dejaría sola, cuando se metía en una de sus blusas o se ponía algo en la espalda, respiro dando pasos tranquilos bajando al primer piso para desayunar, con el uniforme bien puesto ya no estaba tan asustada porque sabía que mientras nadie se diera cuenta que en su espalda se escondía la mutación más grave del universo para ella, todo estaría bien, lo más extraño era que abrigaba más fuerza para ser ella misma y no dejarse gobernar por los miedos estúpidos que tenía desde muy pequeña y ahora seria más difícil para Alejandro dominarla.

—¡Sophía tus alas! — Exclamo la reina madre — ¿Dónde diablos están? — con una cara de terror como si lo que había visto fuera mentira.

Esa cara Sophía jamás la había observado y jamás la olvidaría.

—Mami, no te asustes relájate que te vas a enfermar — respiro profundo mirando a su madre con tranquilidad con paz absoluta —.  Están dentro de mí creo que les da miedo salir a la vista de todos, pero a mí me parece que es mejor y ¿A ti que te parece? — preguntó ansiosa por una respuesta.

—Hijita mía, pues como te sientas mejor estará bien, para mí — dando un respiro— ven que el desayuno ya está listo. —Pero muy en fondo, pensó

«Ahora si debes de casarte con Alejandro. Lo siento tanto por otro lado es mejor que aun nadie se entere»

Sophía desayuno tratando de que su nueva diferencia no le estorbara regreso a su habitación y se cepilló los dientes como siempre, caminando a la parada de naves escolares esperando la de su colegio, llamado Institución, “la inmaculada”

como siempre desde que pidió a su madre que la llevara a estudiar,  siendo este el único colegio que recibía a personas de todas las clases sociales y creencias religiosas era muy raro ver a un Guardián y futura Reina instruyéndose, con las demás gentes.

La princesa vio a sus amigas sintiendo por dentro una intranquilidad como hace años no lo sentía; en ese momento recordó uno de los más duros de su vida el miedo de no ser aceptada, pero esta vez fue por su gran secreto que en cualquier momento se sabría, por obvias razones le preocupaba Alejandro pues en algún momento debía entregarse a el, aunque no lo deseaba.  

Tomando aire camino se hizo como en años anteriores en la parte de atrás donde Alleja, Jhoa junto Tami la esperaban con ansias.

Ella delimitaba los pensamientos de sus amigas, y esas cosas. Esas cosas sencillas, eran maravillosas para la hija de Dios Hijo.

—¿Cómo te está mañana? —preguntó Támara, conocía muy bien a Sophia y de algo estaba segura era que les estaba ocultando algo grande y pesado de inmediato ella respondió tranquila disimulando lo posible.


—A mí me fue bien con los problemas que nunca faltan — suspirando, recogiendo su cabello en una pequeña pinza de cristal, no sabía que sentir pues no comprendía que era lo que su madre quería decir con acabar con el mal—, no fui a ninguna parte en especial, estuve con mi madre — habló nerviosa y con temor un poco de duda sabiendo que ya no sería igual. 

—¡Ummm! — contestaron en coro, como si supieran algo la verdad hubo un minuto de silencio.

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