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Su amiga, aunque dudaba decidió hacerle caso, pero con susto ya que de pronto su Reina se desquitaría con ella, por suerte o interferencia de Dios Creador; Clariz no estaba en el trono, ni enel gran comedor donde curiosamente ya estaba el gran pastel dedicado alPatriarca de la Orden de la Lux.
La mujer, ese día traía puesto un magnifico vestido azul mar, había sido solicitada con premura por su esposo con preocupación y desdén. Tenía que impedir ese desastre.
El despacho estaba abierto y sin ni siquiera preguntar entró.
—Reina Mía— el oji castaño miró como extrañamente a su esposa, estaba preocupado y no obstante trataría de abordar aquel tema. Con la mayor calma posible
—Mi Rey — ella agacho la mirada esperando que él le considera el permiso para verle a los ojos.
—Por favor mírame a los ojos — la reina levanto su rostro quedándose prendada en la mirada de su Rey— ¿Sabes que estoy tratando de entender las razones de hacer esta locura?
—¿Cuál locura? —los ojos de la reina chispeaban con dolor. No estaba muy segura de ese enlace—, si proteger a mi hija es una locura, estoy loca deberías mandarme a las tierras de Lucifer —habló con ironía.
—Sí, pero entiende... —Clariz, interrumpió la negación.
—Te recuerdo, que ella debe de seguir todas las normas y leyes de Dios Creador. Y más ella que es el Infinitium —no podía negarlo, era cierto a pesar de tener el poder, magnánimo, lastimosamente era una mujer—, sé que te hubiera gustado que el hijo de que consideras hermano, fuera el prometido de mi hija. Y el futuro rey de estas tierras, pero no quisieron quedarse y ser de la Orden—ella lo miró y habló en tono conciliador —, la amas como si fuera tuya, pero ya no hay marcha atrás.
De repente un mensajero, acompañado el consejero real hizo reverencias y fue a las puertas del palacio para hablar y decir algo importante.
—Mi reina — habló un mensajero — los nobles Duks e hijo han llegado. La mujer exclamo pensando y recordando que su hija no estaba en cerca, que aún no había salido de su cuarto.
—Diles que pueden pasar y llama a la princesa. Por favor—observo a su esposo—, esperemos que mi decisión sea del agrado de Dios.
Salió del palacio con premura acompañada por los dos hombres.
— ¡Abran, las puertas! — grito Athos, y después entró a un canal subterráneo que comunicaba de manera más sencilla, con todas las partes del castillo. Camino entre tres y cuatro minutos al llegar a un recinto circular donde se hallaban tres puertas, cada puerta conectaba con los cuartos de los monarcas, junto al trono.
El hombre de casi tercera edad, abrió la puerta izquierda y no tardo en encontrar a su nieta Allejandra y sobrina Jhoana charlando con la princesa. Tamara estaba en silencio tratando de organizar el cabello a su princesa.
—Jhoana, los nobles Duks ya llegaron — Sophía, las demás junto a la que estaba diagonal a la puerta se respigaron. La joven oji verde habló e hizo que el hombre de inmediato fijara los ojos hacia el piso.
—Ya estoy lista— sonrió admirándose por el bello atardecer que yacía en las montañas — vamos chicas.
Las jóvenes se hicieron detrás de ella y el hombre delante de Sophía la princesa en su cabeza tenía una corona de flores entre una hermosa trenza gruesa que ocupaba su largo cabello igual al de su madre. No tenía joyas solo su pequeño anillo de compromiso de oro.
«La humildad en el corazón representa más que un millón de joyas», pensó recordando a su madre.
—Buenas tardes mi amada princesa — la joven levanto la mirada haciendo que la sonrisa de su madre apareciera — saluda, por favor.
Señalo a los Duks, una familia de tres, la duquesa madre de Alejandro bajo el rostro junto a los dos hombres. Pero el prometido de inmediato como auto reflejo levanto su rostro mirando a Sophía.
—Sean bienvenidos — habló la joven en una dulce voz haciendo una sencilla reverencia a su prometido.
Al poco tiempo arribo el rey, quien se situó en el trono acompañado de su Reina y su hija... el Pequeño Raphael no se encontraba allí, era cuidado por la nana Liz. Sophía esperaba como nadie a sus hermanos.
—Mis queridas mujeres — la hija y la reina. Levantaron el rostro con una gran sonrisa en sus rostros.
Sophía de inmediato sintió la sensación de tristeza de su madre a pesar de la sonrisa, pero no dijo nada aunque no entendía por qué siempre veía cosas que no eran normales o escuchaba las emociones.
—Buenas tardes, su majestad — habló el patriarca Duks, el hermano menor de Michell de la comarca de Gabrielle—la reina nos ha llamado para su cumpleaños—las tres personas, volvieron a saludar a su rey —, y para establecer la fecha del “enlace” entre su majestad Sophía y nuestro hijo.
Raphael miró a la Reina, quien se mostraba pasivamente preocupada.
—Bueno vamos al despacho, para organizar esto— el Rey propuso, tomando la mano de su esposa y dijo a los dos más jóvenes — chicos, ¿por que no van a recorrer el jardín? pueden ir ensayando sus votos.
De inmediato Alejandro, habló para que supiera que estaba de acuerdo con todo lo que ellos cuatro dijeran.
—Quisiera pasar tiempo con usted princesa.
La hija de Clariz disimuladamente pidió ayuda a su madre que, con la misma actitud de tristeza, ignoro mediáticamente a su hija. La Nazaret suspiro y girando su rostro, de esta forma dando falso gusto una sonrisa para ofrecer la mano derecha a Alejandro y guiar sus pasos a los hermosos jardines de la familia Skyred Richard.
El silencio y la incomodidad, se notaban sobre manera, hasta que el futuro rey habló y ella abrió los ojos mientras caminaban tranquilamente entrando juntos por arco un victoriano.
—Sé, que usted está enojada.
— ¿Le dirás a mis padres? — preguntó ella algo preocupada, para cambiar de actitud ante su el muchacho—Alejandro por Dios, no te hagas el digno no va contigo. Idiota.
El joven futuro rey se acercó a amenazante, Sophía no sintió miedo antes al contrario por sus amigas se haría matar, pues él no lograría amedrentarla. Sin embargo, agacho la cabeza, recordando con quien estaba hablando y le preguntó al importante siempre fue una curiosa.
— ¿Qué sientes por mí? — ella alzo la voz de una manera que Alejandro agacho la cabeza repentinamente elevo la mirada, mientras escuchaba lo que decía su princesa decía—. Acuérdate una cosa puedes hacer lo que quieras con el reino, pero dentro del palacio yo soy, la gobernante.
—Crees que te tengo miedo pequeña—le atrapo la cara con fiereza—, además cuando seas mi Reina, ellas serán desterradas de aquí del palacio y del reino para siempre.
—De verdad, eres tú el que está equivocado —le arrebato el arma que él muchacho poseía, pues si iba a desafiarlo cuantas veces quisiera. Debía de hacerlo con seguridad—, soy la Reina legitima de todo. puedo hacer lo quiera contigo—, los truenos se hacían notar cerca de Sion.
—No creí que tu amaras tanto a las chicas— sonrió, aunque estaba con el ceño fruncido, mostrando su reproche ante la actitud de la princesa, pero hubo algo ese algo que hizo decir una verdad inminente— hasta para desafiar a tu futuro Rey. Suelta eso—se sentaron poniendo mucha atención en los movimientos del otro —debemos aparentar, para nuestra gente, acuérdate de una cosa, no todos "los enlaces" son con sentimientos. Que los reyes y tus abuelos se hayan amado desde antes de contraer el enlace — la miró fijamente y ella igual. Eso lo hizo tragar entero, sentía el rencor de la joven— no quiere decir que yo pueda quererte como deseas, porque la princesa ama al desertor de Halle.
—Sí, sé que debemos aparentar — dijo la princesa, alzando una ceja de una manera desmedidamente grosera—no te atrevas hablar de él, la próxima vez que lo hagas, te corto la Maldita lengua.
—¿Desde cuándo aprendiste ese lenguaje tan grotesco? —dijo el joven con presunción.
—Por ahí, no te importa.
Después Alejandro y Sophía, guardaron silencio y el ambiente estaba tan tenso que se cortaba con cuchillo, hasta que el joven recibió la espada de nuevo
—Nos están esperando —, continuo ella retirándose de los jardines. No quería estar cerca de Alejandro Duks. nadie había llegado para ser solicitados ambos estaban incomodos y no se necesitaba saber que Alejandro guardaba un poco de mal gusto con su princesa.
—Está bien, además el sumo sacerdote debe estar esperándonos — se acercó al oído de la princesa. Necesitaba ganarse la confianza de la princesa, pero sabía que era un hueso duro — tratare de amarte.
—No deberías seguir con esto —sonrió por la desfachatez de aquel— tu deberías vuelvas a tu lugar de origen, para darle paz a la humanidad.
«Deberían dejarme gobernar a mí» el viento y algunos truenos se hicieron notar a la merced de la princesa.
***
Los chicos volvieron a pasar por el jardín, pero esta vez una entrada donde quedaba una especie de altar. Eran las seis de la tarde y el cielo se encontraba naranja con un violeta que dispersaba por todo el ancho reino. Alejandro y Sophía, ante pusieron el orgullo, por el bien del Reino de Sion además por mandatos de Dios Creador tratarían de llevarse bien.
—Su majestad— el sacerdote habló con respeto y la joven miró esa acción algo sorprendida, puesto normalmente eran ellos quienes mostraban reverencia, por el simple hecho de estar más cerca a Dios Padre y Creador.
—Estamos aquí, para el ensayo—. Alejandro si dio reverencia y dijo mirando a la princesa, aun molesto— su santidad.
Los jóvenes se hicieron juntos, mientras que los padres llegaban. Clariz al ver a su hija la abrazo, pero de la nada la joven sintió algo llamado dolor. Un dolor que se le oprimió el pecho
—Sus majestades — dirigió la mirada hacia los reyes con un grandísimo respeto —señorías — mostrando menos respeto a los Duques—tengo entendido que la princesa este año cumple su décimo noveno año de vida y que para eso me llamaron, para determinar qué fecha es adecuada para este nuevo "enlace."
***
«Quisiera que olvidaran por momento el ritual» Entonces Raphael, se paró para poner al tanto a los chicos antes de comenzar con el ensayo del ritual y, para luego ir al gran banquete dedicado a él.
—Estábamos pensando que se puede llevar el enlace en el décimo mes... —Sophía que estaba pensativa dejo de mirar el suelo, para dar su opinión, pero mejor se quedó en silencio por respeto a las decisiones de sus padres y de dios — justo días antes del cumpleaños de Sophía mi hija — dirigió sus ojos hacia sus acompañantes. Viro los ojos hacia su esposa quien lo miró con una mueca hecha para complacer y alentar sus decisiones —el enlace entre Alejandro Duks y mi hija Maria Sophía de Nazaret— alzo una ceja apremiando lo que sentía su querida hija quien tenía las mejillas coloradas y los ojos vidriosos —será la segunda semana del décimo mes de este año.
«Te daré 8 meses, de libertad antes de que seas la verdadera reina y la representación de dios en el universo, que sepas la verdad de tu origen», pensó el padre quien amaba a su hija, pero por cosas del destino o más bien de Dios Creador debieron ser asi, aunque prefería que ella gobernara sola, pues se atrevía a deducirse que no necesitaba a ningún hombre para ser feliz.
—Vamos a celebrar— Alejandro tomo la mano de la princesa para llevarla consigo lejos de los adultos—debemos hacer la paz— Sophía solo dejo que la llevar.
—Está bien y si debemos al menos llevarnos bien — sonrió con sinceridad acercándose de una manera tierna al chico Duks.
Pensó colocando su cabeza en el pecho de aquel joven quien sorpresivamente le amarro la cintura.
—Voy a tratar de enamorarme de ti—suspiraron ambos vieron la luna llena posarse en el cielo.
—Sé que lo harás — habló de la mano de él guiándole por el castillo para entrar juntos como la pareja que eran — aunque te mientas a ti mismo.
—Debo hacerlo, por el bien de ambos — dijo en un susurro. —y de Tierra Media.
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