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Esa noche Sophía, no pudo dormir definiendo que iba hacer. Por un lado ya no tendría que casarse con un completo idiota como lo era Alejandro, ahora lo que le asustaba era que no podía dejar de pensar en que Esteban y Daniel fueron hermanos, que ahora se odiaban por la decisión de Dios y Satanás.
No podía negar quería ir a reclamarle algo a James, pero no comprendía que era. De pronto, le causaba opresión la muerte de Sara o por no decirle la verdad de sus raíces que sencillamente era un demonio, pero recordar sus besos y aquel baile que casi la lleva el límite de lo desconocido, le hacían pensar que definitivamente se estaba enamorando de James.
Pero ahí es donde venía el otro problema: su ángel que la protegía, cuidaba y anhelaba. entendía que siempre estaría con ella sin olvidar que eran Almas Gemelas, desde siempre su abuela Josephine le había dicho eso ahora comprendía bastante bien él porque lo decía.
No tenía muy claro lo quería con ellos dos, pero también comprendía que cualquiera de las decisiones que tomara, cambiaria de alguna manera su presente. nunca creyó que tomar fuese tan traumático.
—Si esto es ser Dios déjame decirte que es una mierda —le estaba mirando el techo, como si tuviera una conversación con su padre celestial—Debes de ayudarme.
***
En el Palacio de Sion, eran 12 de la noche y el reloj sonaba como nunca antes, haciendo que un único corazón se despertara, se girara y mirara el ventanal que mostraba una luna extraña, una exactamente divina, con luz propia.
Era algo que sus ojos jóvenes no conocían ella colocándose en pie se en camino saliendo de su cuarto, ya que de la nada comenzó a sonar una tonada de un piano muy rápida como si la estuvieran llamado. La princesa curiosa camino guiándose por el sonido aquel sonido, pensaba que era Daniel, camino hasta el salón donde vivía el piano instrumento utilizado, por un joven humilde de corazón, cuando era un pequeño niño.
Lo más raro era que al abrir la puerta de esa sala no estaba el piano, si no un espejo, un espejo de cuerpo entero alumbrado por la Luna clara.
La princesa se acerco mientras con la mirada trato de buscar a alguien o algo que dijera que no estaba sola, pero por extraño que pareciera en esos momentos, no había nadie en el palacio.
—De hecho, Sophía — le hablaron desde el centro del salón espejo — eres, muy bonita.
—¿Quién eres? — Comenzó a sentir terror, puesto que era su voz pero un poco más gruesa— ¿Qué eres?
—Ven hermosa— dijeron desde el aquel objeto, que daba un poco de reflejo de la luna. —Ven no tengas miedo, que hoy descubrirás algo muy importante para cambiar lo que siempre... supiste que había que cambiar — hubo una risita traviesa que le erizaba la piel.
De Nazaret camino hacia el objeto se hizo al frente mirando por un costado.
«¡Vamos Sophía no debe de ser tan malo!» , exclamo para sí dirigiendo sus pies hacia el espejo.
Encontrando con el rebote de su imagen, pero era algo totalmente distinta a lo que era ella en ese momento.
La mujer metida en el espejo, era demasiado distinta, puesto que su armadura se encontraba pegada a su piel, sus ojos, aunque no se podía distinguir bien por la oscuridad eran más claros y de una manera nata, esa chica tenía el cabello corto, además pudo notar algunas cortadas que Sophía no tenía.
Entonces para asegurarse que no era ella. Se comenzó a mover para estar segura de que estaba en lo correcto, pero se equivocó porque esa imagen copiaba uno a uno sus movientes. Hasta en el suspiro que hizo antes de preguntar.
—¿Quién eres? — ambas preguntaron, la Sophía que se encontraba en el palacio. Palideció.
—Soy María Sophía de Nazaret Richard Kate — el reflejo hablo con una seguridad que no quedaban dudas que era ella misma — y ¿tú? — pregunto devuelta, aquella imagen.
—Soy la princesa de Sion— el reflejo hizo una mueca de disgusto.
—¡Oh, ya veo! — exclamo algo interesada, pero con una sonrisa arrogante—eres la futura Reina.
Sophía asintió con sus mejillas rosadas de la vergüenza esa mujer estaba semi desnuda y de hecho parecía hermosa. Curvas que no se limitaban algo que siempre le habían dicho que estaba mal visto, labios rojos y una mirada que derretiría a los mismos cielos.
—Y para eso te vas a casar — movía su cabello, para quitarlo de su rostro — con Alejandro Duks.
—¿Cómo es que lo conoces? — hablo la joven en el castillo. La mujer en el espejo solo achico los ojos con un poco de arrogancia mirando el cuerpo de la otra, sonrió diciendo— pero ya no me tendré que casar con él.
—Solo te puedo decir, que se algunas cosas— la que estaba en el palacio se le escaramuceo la piel — pero lastimosamente debes de casarte para reinar— mordiendo los labios y guiando sus manos a su vientre que se encontraba destapado, acercándose a su cadera o más bien a su entre pierna, metiendo su mano derecha en la cual tenía un anillo enredado en forma de serpiente dentro de la de ropa interior, quizá ya estaba casada — para eso he venido, ayudarte a que entiendas que no necesariamente debes de reinar para ser feliz— ambas se quedaron en silencio mientras que una de ellas se tocaba con tantas ansias que la otra le comenzaba a palpitar las entrañas.
La joven se acercó dos pasos y la otra saco la mano de donde la tenía, para traspasar el vidrio, sorprendiendo a la princesa.
—¿Quieres venir? — hablo con una voz totalmente perdida en el placer. La otra lo afirmo, pero tenía miedo, aunque se sentía terriblemente atraída. No sabía si a Dios creador le gustaría eso— si te da miedo, por lo que diga— sonrió algo sexy haciendo que la peli larga se sonrojara mucho — no le interesara.
—¿Estás segura? — pregunto con un timbre de voz tímido. Extraño en ella.
—No puede hacerte nada — volvió a ofrecer la mano derecha, mientras que con la otra se tocaba.
Suspiro y puso un pie dentro del espejo cuando se dio cuenta había cerrado los ojos al volver a abrirlos, tenía su túnica de baño y estaba amarrada de manos en una súper cama con sabanas negro.
—Mírame princesa de Sion— la mujer la llamo, ya que Sophía cerró los ojos. La adulta comenzó a tocarla por encima de esa tela que en ese momento quería desaparecer, aunque no entendía porque — ¿Cómo se siente?
La joven inexperta, tenía los ojos llorosos, sus mejillas rojas y gemía, gemía, aunque no sentía dolor, solo sentía un calor desde el centro de su ser y de hecho se sentía tan bien que no se interpuso cuando la mujer le doblo las piernas, abriéndolas delicadamente dando una visión de género que estaban húmedo clamando una atención que la jovencita de dieciocho años no comprendía, en cambio la otra mujer sabía desde una experiencia avasallante.
Era tanto el descontrol que la mayor de la Sophía's, sonreía con lasciva y decidida llama en los ojos, entonces la beso irrumpiendo en la virgen boca con salvajismo, mientras que con sus manos acariciaba, los costados, en el comienzo de los pechos.
La menor a falta de experiencia, se dejaba guiar hasta que también respondió con un beso sugerente, tanto fue que hizo que la mayor se separa.
—Estas aprendiendo — volvió a besarla con clemencia y al borde la locura. Rasgo la túnica dejándola desnuda— pero vamos a ver si eres capaz de aguantar cuando... — agarrando un seno y chupándole hasta que sintió un poco de su propia sangre. La otra era un lago en la cama. De la nada bajo sus manos hasta la cadera de la chica quien se sentía en las nubes, abriendo sus piernas bajando con un camino de besos hasta su ombligo.
—¡Ah! — Se escuchó de la boca la que estaba amarrada — ¿Qué me estas haciendo? — pregunto en un grito, no comprendía nada, pero algo que sabía era que le gustaba bastante. En ese momento poesía algo llamado desespero — necesito... más, más.
—Sus deseos órdenes amada mía — metiendo su lengua en los labios interiores, succionando con fuerza y llevando a una chica virgen a un orgasmo inevitable.
***
A Daniel le calaba bastante la sonrisa de su amada y que saber que estaba pensando como estar con el en su humanidad tan frágil y real que parecería tan especial que no le importaba mucho lo que pasara con sus Mayores Celestiales.
Y se iba retirar a su casa donde Gerard lo esperaba cuando percibió un golpe, además de un olor azufre diferente. Comprendía de quien era, además de una voz filosa como la muerte.
—Apareces en mi casa, te llevas a la princesa y pretendes que me quede quieto —Esteban se hizo presente en la puerta de una dichosa princesa, cuando Daniel la dejo dormida —dime ¿Que carajos le dijiste?
Daniel solo sonrió y limpio su cara escupiendo a los pies de Esteban para decir.
—¿Que tu mataste a Sara? —, cuando iban a volver a la discusión, una luz los traslado al cuarto de la joven — y la piensas matar a ella.
El olor sensual y la posición de las piernas de aquella chica era una clara visión que estaba hipnotizada, pero ninguno de los dos podía saber quién era, se mostraba como si fuera existiera una fuerza gigante. Definitivamente alguien estaba jugando con la psique y el cuerpo de su soberana, ambos se encontraban en silencio hasta que Esteban fingiendo tos.
—¿Qué haremos?
—Detente —, el ángel decía esto con una voz entre la asesina y un poco placentera—. Que aquí el que merece estar con ella soy yo.
—Siempre tan egoísta. Hermanito — Con una gran ráfaga de juego se interpuso entre su Daniel y la princesa.
—Lo aprendí de ti, hermano mayor—, susurro ahorcando al demonio —ni el Rey tinieblas se acercara a ella.
—No seas imbécil, sabes bastante bien que Lucifer la tomara antes que nosotros—el alado se volcó a mirar al oscuro, para escuchar los ojos azules del ángel se cruzaron en un instante con los verdes de Esteban. Descubriendo que era cierto, que era la tendencia de ser la hija de Dios, seria ser la reina de los Infiernos. —entonces déjame tomarla, antes que mi estúpido padre le haga cosas impensables.
—Esa es la es la idea de tu padre y de Emmanuel...— sus ojos poseían un nerviosismo gigante. Cuando escucharon un grito de instintivo, de inmediato los chicos volvieron a mirarla—la convertirán en el Infinitium. Sin ella querer.
—Asi lo harán, parece ser que no ha cambiado en todos estos años.
***
A la mañana siguiente Alejandro apareció en el Trono, se iba practicando en como iba justificar el engaño y la traición hacia su soberana. Al llegar se arrodillo pidiendo piedad, por el y su familia. Sabía que a su tío lo mato la reina, entonces no se imaginaba que podría hacer la hija de sus Reyes que a pesar de estar muerta decidió participar.
Raphael y Clariz, lo miraron como se mira a un asesino, la Sophía sentada al lado derecho de su madre, daba una risilla de satisfacción, definitivamente el lado oscuro se iba apoderando de su ser, sin darse cuenta.
—¿Que tienes para decir en tu defensa? —habló la reina.
—Su majestad, solo puedo decir que... pido perdón ante ustedes y la princesa—Raphael viro a su hija y pregunto.
—Querida es tu decisión, ¿Cuál será su castigo? —miro a su madre y se paró para encaminar sus pasos hacia Duks, al estar frente a frente hizo que una cachetada sonara con un gran eco.
—Lo llevaran al calabozo y yo misma lo azotare—observo a Raphael —lastima que Victoria SkyRed, tendrá otro final.
—¿Que quieres decir? —la voz de sus Padres, hicieron que se volteara.
—La matare con mis propias manos, y aquí el Duque vera.
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