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El viento era realmente frío y la princesa solo podía ver a Daniel. Era encantador verlo con sus alas gigantes, no podía creer que su querido ex duque fuese como ella de cierta manera.
—Me puedes explicar ¿Qué haces aquí?—Daniel y su luz la tenían hipnotizada —con este bastardo de Lilith—cuando menciono a Esteban, se dio cuenta que ya no estaba.
—Me encontraba buscando la forma de una rebelión—se acercó para que la mirará a los ojos hechiceros —, Daniel Halle, ya no me tendré que casar con Duks.
—Pero no podemos estar juntos—la princesa frunció el ceño y estiró su cuello—Sophia—el ángel la saludó con ternura eterna, ella lo abrazo como buscando protección, de inmediato el la agarra de la cintura. Para que se sintiera mas cómoda.
—Dani — se aquejo la princesa llorando — me quiero ir no soporto esto, ¿acaso entiendes que me tendré que enlazar con alguien por que tu y yo no podemos querernos?
—¿Qué quieres decir? — lo apretó fuerte, susurrando y llorando aun más el lo entendía y con mucho pesar.
«Lo sé, que te duele esto. ¿Pero acaso no sabes cómo esto me mata?»
Sonrió a pesar de la tristeza al sentir los ojos de su querido ángel.
—¡Escapémonos! —Apartándose de él con sutileza—vamos de aquí.
—¿Estas segura de querer hacer esto? —Le hablo algo serio pero con amor— mira, Sophía tú cuentas conmigo, pero piénsalo bien.
Ella lo observo y se quedó en silencio, mirándolo demasiado lejano a ella, demasiado adulto, demasiado obediente.
—Tú y tu obediencia — girando su camino — me tienen hasta la coronilla, que no eres capaz de luchar por nuestro sueño.
—Sophía comprende que no puedo— dijo siguiéndola, mirando como Esteban la perseguía insistentemente —, no te voy a dejar que te acerques a ella.
***
Llegaron a casa subidos en una motocicleta entrando por una puerta secreta y ella abrió su cuarto tirándose en el sofá realizada en llanto, Daniel preocupado por los arrebatos de la princesa se tiro junto a ella. Acostándose al lado de su adorada loca, susurrando
—Perdóname, pero si tu supieras las normas que me tienen aquí— tapando las piernas con una manta sobre la cama, era un peligro inminente, para su trabajo y su desdicha, su deseo y su amor.
—No quiero — se paró de la cama mirando a su querido ángel con dolor — ¿sabes que es lo más duro? — agacho la mirada — que te amo, a pesar de que seas lo más detestable de este mundo.
Daniel le veía, conteniendo su respiración se tensó y sus músculos igual… ella apenas lo miro, cuando escuchó esa voz algo gruesa.
—También estoy cansado ¿Sabes cuantos años han pasado desde la última vez que estuvimos juntos? — sus ojos se detuvieron en los labios de Nazaret— que pretendes, solo soy un ángel —se giró y colocó sus manos en la cintura de aquella princesa, su respiración se transformó en irregular. Sophía estaba atónita, nunca en su vida un hombre le habló así, con frustración y deseo originales.
Esteban le había dominado de una manera lenta que ella jamás lo olvidaría, pero jamás pensó que su tierno ángel sintiera tanto por ella—, ante una mujer que tiene más poder que Dios mismo…— ella se iba a voltear, para alejarse de Daniel—¿Dime que quieres? — la beso con desenfrenó, con calor, sintiendo… como su cuerpo respondió al tacto de sus manos.
—Quiero más — él sonrió besando su boca—deseo estar contigo, deseo que seas mi rey.
—Perfecto y yo me muero por estar contigo siempre — contestando a su pedido con otro beso —Si mi Sophía— susurrando en su oído, haciendo que la piel de la princesa se estremeciera —, pero antes debes de entender todo esto— sonrío besando la frente de su princesa —tus antepasados son y serán parte de tu actitud y tus glorias futuras.
—¿Estás hablando en serio? —le preguntó aún más insegura que antes.
—Tienes que volver a tu pasado — le sonríe acariciando una de sus mejillas — para que puedas entender que no debes rendirte.
***
Ella era toda ojos su fe se encontraba perdida y aquel hombre le pedía que confiara en ella, era algo imposible. Nunca supo cómo llego a sobrevivir tantas cosas, para que Daniel le hubiera dicho. “Que no debía rendirse”
—¿Me acompañas? — le interrogó él a ella agarrando la mano derecha de su alado, del primer hombre que amaría hasta la muerte.
—¿Para dónde vamos? — la preguntó con dudas, pero cómplice en todo el sentido.
—Vamos a ir a tu pasado — la tomó de la mano izquierda.
De la nada las paredes de su cuarto se desvanecieron con el viento a pareciendo en un pasillo lleno de imágenes de retratos como en una especie de museo.
—¿Qué es esto?—le interrogó Daniel se queda inmóvil mirando la primera imagen.
—Tu marca —pronunció mirando el pequeño tatuaje ese que desde siempre le lo tenía idiotizado ahora le recorría todo su cuerpo provocador, que lo traía loco.
—Mi marca ¿Mi tatuaje, que tiene que ver con esto? ¿Qué tiene que ver con Dios?—preguntó la joven le parecía extraño que sintiera ese cuarto tan familiar a ella.
El alado explicó:
—Cada una de las mujeres y unos cuantos hombres aquí, tuvieron que ver con esa marca — vuelve a observar la primera fotografía.
Eran dos mujeres y una cruz donde se encontraba el hijo de Dios, en ese cuadro era su primera venida, aquel hombre era llamado Cristo.
—Las dos mujeres que están mirando a mi padre — le temblaron las piernas las conocía en sus sueños dándole aliento, se le hacían tan familiares como Clariz y Josephine— ¿Quién son?
—Mi querida princesa —, les respondió acariciando su mejilla — ellas dos, son tu madre y la madre de Cristo.
—Las había visto, en mis sueños — toca el rostro de una de las mujeres en la imagen — o sea que son Mariam y Magda. ¿Verdad?
—Exacto — caminando hacia ella, pegando sus manos a las de ella — en ese momento ella estaba embarazada de ti.
—De Sara… de Nazaret— le habló e iba a preguntar cuando un recuerdo sucumbió en la mente de Sophía.
***
El mar azul y la tierra desértica, eran el paisaje de una joven hebrea que cuidaba con recelo 10 ovejas y dos cabras.
A sus siete años le contaron quien era su padre y porque la perseguían para matarla, además de vez en cuando, sonreía al ver las aguas ser fructíferas y los pájaros cantar. Rápido había aprendido a leer y escribir comprendiendo la situación de ser la heredera del cielo.
Ella se transformó en una mujer observadora y comprendía cuando se solicitaba de su fe, para ayudar al pueblo de Israel. Ese que estaba disperso buscando protección de los romanos y los fariseos.
—Sara, ¿te necesitan en casa? —. Habló un niño más bajo. En ese momento Sara tenía la edad de 18 años como la Sophía.
Al entrar a casa, habían dos jóvenes muy parecidos, pero inevitablemente diferentes junto, a su madre y Lázaro quien veía como su padre.
—Sara, ve a cambiarte—le pasó una túnica de color blanco y le pidió que se lavara los pies y los brazos.
Suspiro y retiro a su cuarto, después al salir se encontró con sus padres hablando con los dos muchachos.
—Venimos desde Judea por ella—Magdalena, solo guardo silencio—señora mía, vengo en son de compromiso con mi hermano menor—, Sophía de inmediato supo de quien era la voz y por medio de la cortina podía diferenciar, eran Daniel y Esteban; que en aquella vida eran hermanos.
«No puede ser esto posible, ¿Daniel y Esteban son hermanos»
—Sabemos que eres la Heredera de los cielos—el supuesto joven, con el la querían casar era demasiado apuesto tenía una energía de benevolencia — Nuestro maestro Tito nos habló de ti—. Además somos de la estirpe de David, de donde vienen tus abuelos.
Magdalena interfirió.
—Te debes de quedar aquí.
—Lo haré y si de esta manera logro entender a Dios.
***
Sophía abrió los ojos rodeada de su propia luz y de los brazos de Daniel susurrando.
—Después de Sara, llegaron más mujeres a cambiar el mundo — le guiño su ojo azul grisáceaseo y ella abrió la boca, le estaba provocando — no sos la única que quiere libertad, que ha deseado la libertad— se colocó a su misma altura, agachando la cabeza —eres tú la libertad de todo lo bueno que hay en este mundo.
—Si soy libertad, debo de cambiar esto—él joven asintió, para poder estar contigo.
«Y con James»
—Ya sabes Dios, quiso cambiar las cosas desde que se dio cuenta que la mujer era el único ser capaz de cambiar el mundo.
—No creo que sea buena siendo Dios—se refugio en sus manos, al escuchar su nombre en exclamación guardó su tristeza.
—¡María Sofía de Nazaret ¿no comprendes que eres la unión de cada uno estas personajes? — se comportaba como una niña de 10 años, aunque él sabia más que nadie en el mundo cuáles eran las cicatrices de Sofía— con cada una de ellas, se ha traspasado el infierno y la ilegitimidad de los hombres — ella frunciendo el ceño, le advierte que le bajara al tono de voz suspirando, para volver hablar mirando cada una de las fotos — todas ellos han cambiado, para el bien de la humanidad — sujetando el rostro de aquella bella princesa, lloraba de miedo de incapacidad de verse, como su ángel la veía.
—No soy Dios, entiende Acies— grito dando pasos para atrás — no puedo ser un dios, que ve hacia bajo de una manera despectiva, mientras que su amada creación muere de hambre — limpio las manos en pantalón — no soy un dios que haga casar a las personas y que le guste la Maldita guerra.
«Niña mía, no llores más»
—Haz la diferencia mi niña de ojos verdes — ella subió los hombros — entonces… — le arremetió entre sus brazos — ven la excursión no ha terminado — le toma de la mano, solo se escuchaban el rechinar de los zapatos de ambos— tu eres la única, con la fuerza suficiente para acabar con la Elite del Paraíso, la Orden y congelar el infierno.
—¿Pero no tengo la suficiente fuerza? — Daniel le vuelve hacer una mala cara y llevándola a la parte casi final de ese gran muro—no me veo como una chica súper poderosa.
—Me vas a decir que no tienes fuerza, para acabar con el mal — dice observando a una hermosa joven con faldas largas y con mirada fuerte, tenía los brazos hacia atrás, le iban a matar, junto a un hombre que la miraba con amor— sí, no eres fuerte — le muestra —¿Qué hacías aquí?
—¿Soy yo?
—Si, eres tú y ese chico que está a su lado es tu humilde servidor.
—Me amabas tanto, para pedir tu vida una y otra vez.
—Exacto—sus miradas decían, algo profundo y ese algo era esperanza—He pasado miles de vidas cuidándote y amándote e incluso más allá de la muerte.
—Daniel Esteban era tu hermano ¿verdad?
—Si y te mató.
Mientras tanto en el salón de reuniones en el Infierno, James había sido noqueado por Lucifer.
—¿Creíste que no me iba a dar cuenta?, traidor te enamoraste de nuevo de la misma persona y fíjate una inalcanzable —Lucifer estaba realmente feliz, no le importaba matarlo. Pero maldita sea aún lo necesitaba mientras que la joven Sophía no se rebelara, no podria hacer mucho—, no te mato porque de ti depende mi reinado con ella.
—Te equivocas, sabes ya recordó quien es y para donde va—sonrió entre lágrimas de sangre —te aseguro que la cucaracha celestial y ella.
«y yo»
—No dejaran que gobiernes tan fácil la conozco.
—Pues tenlo por seguro, que soy el que estará más cerca—dio una mirada lasciva y macabra—, ¿adivina quién será el nuevo rey de Tierra Media?— la cara de sorpresa de él demonio era de terror—sorprendido, además te recuerdo que debes de matarla de nuevo o quieres morir.
Muy a su dolor y sabiendo que iba a morir, el joven demonio respiró.
—Esta bien, la mataré.
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¡FELIZ NAVIDAD!
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