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Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram.

Aram engendró a Aminadab, Aminadab a Naasón, y Naasón a Salmón.
Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isaí. Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías.

Salomón engendró a Roboam, Roboam a Abías, y Abías a Asa. Asa engendró a Josafat, Josafat a Joram, y Joram a Uzías. Uzías engendró a Jotam, Jotam a Acaz, y Acaz a Ezequías. Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amón, y Amón a Josías.
Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, en el tiempo de la deportación a Babilonia.

Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, y Salatiel a Zorobabel. Zorobabel engendró a Abiud, Abiud a Eliaquim, y Eliaquim a Azor. Azor engendró a Sadoc, Sadoc a Aquim, y Aquim a Eliud.
Eliud engendró a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob; y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo, quien engendró a Sarah de Magdala.

De esta manera suscitaba la realidad de la que sería heredera del Trono de Dios, después de el primer Apocalípsis.

***

19 años después en un espacio el reflejo de la vida estaba frente a  ella, la mujer que reescribiría la historia de la humanidad y de Tierra Media, se instauraba los nervios de no saber qué iba a pasar. El espejo daba respuesta, era tan parecida a su madre y a su padre que aun dejando visible aquella marca que a veces picaba y otras veces no, era de cierta manera igual a ellos.

Era una mujer hermosa dada a la admiración, miedo y sueños de querer ser eterno. Ojos verdes que cambiaban de acuerdo a su estado de humor, piel blanca y un cabello extremadamente liso organizado casi siempre en una cola que bajaba hasta la mitad de la espalda.

Habían pasado muchos años desde que su padre protegía a sus hermanos y a ella misma, de igual manera habían pasado muchos años desde que su abuela Josephine la cargaba y le decía que ella sería dueña de todo cuando jugaba a ser la reina y daba risas coquetas al cielo, cuando alumbraba más en la mirada de alguien que no apareció de nuevo.

Dentro de unos meses cumpliría 19 años y ninguno de los hombres, entre Duques y Condes se atrevían a persuadirla o enamorarla, pero comprendía la situación era una mujer difícil y seria la Reina más poderosa de Tierra Media.

—Su majestad —, hablaron, detrás de ella, Liz quien peinaba su cabello— princesa Sophía, le hare una trenza. Debe de verse bella para las Comarcas.

La chica solo se instauraba en el silencio, pues ya habían comenzado las negociaciones con las comarcas y muy pronto habría una fiesta para celebrar el enlace del elegido. Lastimosamente  no deseaba a nadie, no le gustaba ningún hijo de la Orden de la Lux. Los jovenes de las 7 comarcas ya habían sido llamados, pero faltaba uno que por su lejanía aún no se presentaba. Era la comarca de Luzbel, entendía si no podría aparecer aquello le reconfortaba bastante. No tendría que lidiar con otro petulante y misógino.
Sin embargo, muy en el fondo encontraba paz al recordar a su querido primo, que desapareció desde que hacía mucho tiempo.

«¿Dónde estarás?»

—Dicen que me parezco mucho a su majestad Antonella—, la princesa Sophia, no conoció a sus abuelos maternos, pues en la batalla por defenderla habían perdido la vida.

—Si, pequeña es muy parecida—la mujer terminaba de hacer la trenza colocando una camelia enredada en una liga— creo que es hora de ir al comedor allí la están esperando.

—¿Debo de ir?

—Antes de que venga su madre y su hermano—, continúo reconfortando a la joven, que no necesitaba ser tan inteligente para saber sería un objeto de intercambio para conseguir la paz tan anhelada.

—Liz, deja de tratarme así eres como una madre para mí y mis hermanos—sonrió la chica —y Allejandra es como mi hermana.

La princesa salió de sus aposentos justo a tiempo que su madre la llamará. Clariz hablaría sobre cómo enfrentar lo que vendría.
En el palacio lleno de rocas y de oscuridad, había una gran araña eléctrica que daba luz a todo el salón, en las paredes se encontraba una dinastía que nadie pudo salvar de Sion. Compartían dos mujeres ambas hermosas y con una mirada de grandes historias, mitos callejeros y demás cosas que las personas imaginaban de sus gobernantes.

—Buenos días, hija mía—de inmediato la joven hizo una pequeña reverencia, para darle gracias a los cielos que había amanecido de buen humor—, hoy tienes reunión con los hijos de los Duques y Comarcas...—la joven agachó la cabeza y de esta la brisa de las montañas protestaban—sé que no quieres esto, pero he pensado que si te comprometes y te enamoras luego, creo que será lo mejor.

—Madre, te pido el favor que no hables de eso y más tú. —los ojos verdes, comprendían que ella no entendía. Eran tan parecidas.

—Hija, solo quiero verte feliz—, Sophía pensó para sí.

«Debo de casarme para ser reina, como tú ¿no?»

—Madre ¿mi padre por qué no ha regresado de su viaje? — preguntó, la princesa esperando, la verdad aquella había sido criada para ser Guardiana de las Comarcas y ser Reina de la Lux, no para casarse con cualquier tipo que la pretendiera, pero sabía que había reglas y malditamente debía de seguirlas.

Clariz respondió tratando de sonar convincente, a pesar de todo la princesa tenía ciertas razones después era Dios, lo que le preocupaba era como se iría a tomar o que pasaría cuando su poder y Gracia despertaran. Respiro y contestó.

—Hija mía, tu padre no está vagando o algo así como tú siempre lo crees, está en un viaje de negocios, para mantener la paz en Tierra Media, sabes que está tratando de negociar, además como rey debe ir y venir —, aunque ella sabía que su hija no se quedaría con esta razón, la Reina deba y con las inquietudes, las cuales, serian aún más grandes con la edad; estaba preparada y entendía que la princesa descubriría el secreto que rodeaba a esta familia en cualquier momento—Recuerda que debemos de ir al templo, debes de hacer acto de presencia, para después ir a la cena con los Duques y Condes de las Comarcas.

Traducción, comportarse como una mujer creyente, y como era domingo día de estar en paz con Dios Creador, en un dios impuesto desde hace siglos que cada 200 años aparecía siendo hombre, convirtiéndose en amor.

Su madre, si era creyente aunque Sophia no le dijera y lo hacía para seguirle la corriente a Clariz. No creía pues, ella se sabía toda esa retahíla de pies a cabeza, no confiaba mucho en los hombres de los altares.
La princesa no estaba  tan segura de que existiera esa gran fuerza buena, por todo lo que pasaba a su alrededor. Pero para no pelear con su madre y si existía ese tal Dios Creador maravilloso solo pedía la liberación de su pueblo y de la reina Clariz.

«Como creer en Dios, si la guerra en esta época es por el elemento más preciado en la Tierra: el agua y por la llegada del Infitium, ¿Como es posible que un ser tenga tanto poder para destruir o salvar todo?», pensaba en la calle subida es su transporte; un carruaje con caballos robóticos, viendo la gente que sus padres gobernaban, como morían de hambre y deshidratación mientras que las demás personas eran despostas, las personas que tenían dinero, esas personas que estaban en una posición mejor.
Los Duques y Condes de las comarcas y que por cosas de la vida ella gobernaría.

Todos los domingos se iba temprano a la cama pensando en lo de siempre hacía unos días, si aquel pensamiento rondaba de repente, era una mujer ansiosa y esa ansiedad se la brindaban los hechos que vivía y para nada era divertido. Había acabado de llegar de la comarca de Miguel donde vivía su abuela y uno de sus hermanos, el más ágil.

«¿Qué haría yo si fuera Reina de la Lux me obligarían a casarme y mis amigas cómo cambiarían?", esta vez se durmió rápido estaba cansada de pensar en lo mismo que no tenía remedio «¿Qué sucedería si no apareces?».

A las 12:00 a.m. empezó a soñar con que ella se estaba casando en la piedra de la misericordia, era el antiguo palacio de Sion, que el día en que ella nació había sido destruido por los rebeldes destruido o aplacado, por así decirlo.

Con quien se estaba casando era un muchacho muy lindo y sus ojos la hipnotizaban, mientras ella escuchaba lo que decía la persona que los estaba cansando la cual no reconocía. hablaba, ella observaba el chico a su lado poseía ojos verdes iguales o más bonitos a los de ella, pero cuando se miraban fijamente eran grises casi azules eso la dejo sorprendida, pero no podía diferenciar esa mirada, lo único cierto era que su alma y su ser estaban completos, como si lo hubiera esperado durante años.

Allí estaban sus amigas, sus damas de compañía: Támara, Allejandra, Johana todas tres con una gran intriga y una última joven que no conocía haciéndoles compañía, pero jamás dio el sí pues despertó de un golpe, un rayo tempestuoso, como si el cielo estuviera librando una batalla.

—¡Sophi! —, tocaron la puerta, era su hermanito menor. El más pequeño el cual tenía unos 6 años. —ábreme la puerta, por favor.

—Ya va—se paró de la cama y lo abrazo—tranquilo estoy aquí, osito—la voz de la joven era dulce, y tranquilizadora; como si fuera la de un ángel.

Realmente ella amaba a sus hermanos, aunque Gregory estaba en la Comarca de Rafael y su hermano Simón en la Comarca de Miguel. Siempre los bendecía y parecía que sus bendiciones se hacían escuchar en los cielos, porque cada proyecto o locura les salía de una extraña.

—¿Te casaras? —preguntó el niño adormecido abrazando a su hermana mayor, siempre lo dejaba dormir con ella cuando tenía miedo.

—No lo sé—beso la frente del niño para brindarle calor a su pequeño hermano—, pero trataré de impedir tal cosa.

***

—Mira como sueña contigo—un ángel llamado Robín estaba en forma invisible protegiendo al niño que su futura reina protegía, le hablaba a su par que por órdenes divinas aún no aparecía en la tierra.

—Si, su inconsciente la traerá a mí, obvio antes de eso debo de acabar con el Astarot—recordó la pelea que habían tenido en el momento en que su amada nació—, lo más terrible del asunto, es que ella no recuerda lo que pasamos aquí como ángeles.

Eran momentos tristes para el ángel que se asemejaban a una tormenta de llanto.

—Amigo, no te alteres, ella y su verdadero ser te encontraran. Después de todo, la señorita Sophia es la propia Sabiduría.

—Lo sé, pero me encantaría decirle de una buena vez quien es ella y el porque me desaparecí de su vida.

—Paciencia, más que ella se debe de casarse, para seguir las ordenes de Emmanuel— respondió Robín. Sin saber que los superiores de ambos estaban maquinando la caída de Emmanuel.

***

En un barco, lejos de la princesa de la tierra media, se encontraba un hombre, con capa oscura y unos ojos de gran tamaño, verdes sin más. En la orilla de la Costa unos hombres recibirían al hijo del Duque James, el hijo adoptivo de uno de los amigos de Rey. Esteban.

—He llegado a Sion —miraba los grandes navíos y las casas pesqueras de la hermosa tierra Central —, te conquistare Reina de Cielos.

—Su majestad, lo llevamos esperando unos días —habló un hombre la zona de anclaje—, sabemos que viene a la citación de las Comarcas.

—Si, querido Asgar —el hombre que vio al otro, lo descubrió siendo un hombre más o menos de unos 48 años, y algunas canas en las sienes—, ya casi cumpliré la misión de mi padre.

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