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Pasaron algunos días en los que ella organizaba y aprendía como era el orden de las cosas antes de que llegase su futuro rey.

En esos momentos Clariz Richard leía de nuevo una carta que le dio un poco de alegría, pues se sentía demasiado sola. El castillo era muy grande para ella sola.

—Definitivamente, ya te extraño—miro la nota otra vez.

«Mi Princesa o, mejor dicho, mi Reina.

Muy pronto estaremos juntos y esta vez será por Toda la eternidad.

Que Dios te guarde»

Esas letras eran de su amado teniente, Clariz estaba sola en el gran salón sentada en el trono, imaginando como sería su reinado, contando cuantos hijos tendría con el teniente y lo dichosa que era en esos momentos, en los que Dios Creador era justo, para con ella.

Cerró los ojos y vio de pronto a una mujer de una estatura mediana, tenía unos ojos verdes de un color casi como piedras preciosas, una armadura claramente digna de un ángel, además las alas más brillantes que ella nunca imagino.

Su respiración era tranquila, porque la imagen le daba tranquilidad, compasión y mucho amor.

Percibía lo que pasaba a su alrededor.

Clariz desde muy pequeña tuvo algunas visiones de un futuro que no conocía. Cada tanto soñaba con cruces o con las alas de un ángel. Pero esta vez veía a esa mujer. Llena de GRACIA.

De repente escucho algunos pasos, pero no se permitió abrir los ojos. Pues no estaba segura si era la realidad o parte de la visión que estaba viviendo, cuando sintió la punta de una espada en su cuello, instantemente se acomodó en el trono abriendo los ojos en azul tormentoso, con algo de miedo, pero sin rencor.

—¿Cree usted que dejaría la oportunidad de gobernar por su capricho?—Michell la amenazó discretamente—y no vaya a gritar que más fácil le corto su angelical rostro.

Como era de suponerse la mujer se levantó lentamente, pero segura tratando de visualizar una espada o cualquier cosa, para distraerlo y salir de allí.

—¿Qué quieres? —pregunto la joven, siendo ruda y nada cortes.

El hombre que era mucho mayor que ella y que Raphael, disimulo al ver el cuerpo de la futura reina de Sion. Por todos los ángeles de Tierra Medía; La Princesa Heredera, era una cosa única. Su túnica delgada, se le pegaba bastante bien al cuerpo, pues era ropa de medio verano. Mostrando así su silueta de niña joven y fértil.

Su rostro era una ambrosia, labios carnosos y piel extremadamente blanca, los pechos de la princesa eran medianos, la curva media trasera, era la debilidad de cualquier mortal, y en ese momento también de algún inmortal.

Clariz aprovechando, que su contrincante la miraba lascivamente, decidió tirarle una patada hacia la espada para atraparla y atacar.

—Y tú crees que permitiré que te sientes en mi trono—habló ella demostrando su habilidad con la espada.

El hombre se acerco con un brillo particular en sus ojos.

—Dejé de jugar con espadas... se cortará— iba acercando a la joven contra la pared. Ese pensamiento morboso lo sentía ella, causándole gran escozor al ver la cara de Michell. La joven no dejaba de apuntar a las costillas del Conde.

No le permitiría que la dañasen sin pelear antes, por otro lado, la princesa, observo que Athos. El encargado de cuidarla, sacando su espada. Es que el hombre adulto no permitiría que nadie tocase a la doncella más Digna de Tierra Media.

—Aléjese de la princesa Clariz—habló el hombre detrás del conde—si no lo hace, no me importará romperle el cuello.

—Athos, querido amigo—habló el amenazado—tu tan obediente a Dios Creador, te has puesto a pensar que él está mal. Las cosas no deberían ser así, esto de seguir a Dios Creador y "sus órdenes", no son más que patrañas de los herederos—frunció el ceño, mirando a la joven que le estaba clavando de a poco la espada propia—de la "Orden de La Lux", que son una manada de Ovejas.

—¿Por qué lo dices? —la joven pregunto mirando a los guardias acercarse hacia ellos, para protegerla de todo.

—Sabe, usted que la siguiente generación, tendrá el deber de ver a Dios En La Tierra— dijo quitando la espada de la princesa—y dependerá de este ser traer el Apocalipsis. Mi lady —observo la mirada de la princesa, cuando sintió que era la obligación de decirle la verdad que todos le habían ocultado a ella—Es usted La Elegida.

De repente Clariz lloro, bajando lágrimas por sus mejillas y más cuando los guardias agarraron al Conde. No podía creerlo ¿Cómo era posible que sus padres le hubiesen ocultado semejante verdad?

Antes de que se llevasen a Michell al calabozo, donde lo esperaba una clase de tortura, por amenazar a su futura Reina y acosarla. la joven dejo la espada en manos de Athos, para mirarlo frente a frente, Aun los nervios le movían por dentro.

—Michell, serás quitado de tu puesto con Conde y futuro Duque de la Sagrada Comarca de Gabrielle. Cuando sea la reina de Sion—se limpió los ojos con su antebrazo—Debo de hablar contigo, pero primero necesito que aprendas la lección.

Athos se sorprendió bastante, con lo anterior. Pero decidió acompañar a su Reina futura.

***

Horas después la hija de Antonella y Jeremías, ex reyes de Sion, se dirigía suavemente por las mazmorras. Había ordenado que lo azotaran 20 veces y que solo comiera una vez por día, durante cuatro días.

Cuando la princesa entro, Michell estaba encadenado frente algunas sillas y una mesa con su azote. La guardia real se salió de allí.

Michell, tenía la cabeza agachada tratando de descansar cuando la puerta se abrió mirando a una antorchar iluminar la cara de la joven Clariz.

—No quiero matarte—la mujer tenia en sus brazos una capa para cubrirse del frio de la noche—Dame toda la información que tengas sobre el "Regreso de Dios"

El ex conde sonrió moviendo la cabeza para alzarla y mirar a la mujer.

—Su majestad lo vio ¿cierto? —dijo él con dolor en toda la cara.

—¿De que estas hablando? —ella palideció de una manera increíble.

—Del ángel de ojos verdes—Clariz asintió rápidamente, con temor—ese ángel es Dios aquí en Tierra Media.

—¿Cómo sabes eso? —habló ella acercándose—también la viste o porque lo sabes.

—Querida princesa, yo también soy Elegido—Para contemplar la posibilidad ella hablo sentándose a en la silla.

—El ángel que tu viste. ¿Cómo era?

—Es una chica, cabello castaño y ojos verdes—el hombre sonrió—no debería sorprenderla, el ángel vendrá y nadie podrá salvarnos. 

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