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Quiero provocar más

Ese día en el que los ángeles exterminadores habían atacado el hotel. Alastor no podía sentirse más que decepcionado de sí mismo, no pudo acabar con aquel desagradable hombre ascendido, el primer hombre en la Tierra.

Había huido como un vil cobarde, como un miedoso perro con la cola entre las patas. Dejó bajar la guardia, estaba seguro de que podía destruirlo. Acabar con Adán lo iba a beneficiar para que la gente del Infierno y el Cielo le mostraran respeto. Quería el control, y había perdido esa oportunidad. Sintió miedo de desaparecer, el volver a morir. No aún, todavía no podía.

Caminaba de un lado a otro, tratando de tranquilizarse, sin llegar a conseguirlo. En su habitación donde hacía sus transmisiones de radio, se podía sentir su frustración por todo el lugar, estaba a punto de explotar por ello. Se llevó su mano hacia la herida que tenía en el pecho, hecha por el arma de ese hombre.

De repente escuchó leves pisadas acercándose detrás de él. ¿Quién se atrevía a entrar a su habitación? Lo iba a descuartizar en ese momento.

Giró su cabeza, no sin antes preparar sus típicos tentáculos afilados para atacar al invasor.

Se fijó que era el ángel caído.

—Controla estas cosas —movió con su dedo uno de los tentáculos hacia otra dirección, justo el que le apuntaba en el cuello—. ¿Acaso no te enseñaron un poco de educación en tu vida humana?

Apartó los tentáculos, estos volvieron a su lugar de origen. —De haber sabido de que se trataba del rey, no me hubiera portado así —dijo lo más amable posible, de momento, no buscaba tener alguna discusión con él. De hecho, sólo quería alejarse, sin que se diera cuenta de su herida. Sería un tanto difícil, porque sentía que ya empezaba a gotear la sangre.

—No importa —dio un leve suspiro—. Adán está muerto, la pequeñita tu amiga, Nifty, ¿cierto? Lo apuñaló por detrás.

¿Debía sentirse bien o mal? Sí, le alegraba que ese cabrón haya muerto, pero se sintió enojado por no haberlo matado con sus propias manos.

—¿Para eso vino hasta aquí, su majestad? —estaba intrigado el por qué el rubio fue hasta su búsqueda. Dudaba que fuera nada más para darle la noticia de la muerte de Adán.

—En realidad, Charlie me pidió que viniera a buscarte. Ella quiere que nos empecemos a llevar bien. Y, quiere que regreses —respondió, volteando por todas partes de la habitación. Alastor pensó que iba a dar su opinión por la forma indiscreta de ver su pequeño estudio de radio—. Fue extraño para todos que abandonaras la batalla.

Y ahí fue donde le pegó en su orgullo.

—Al menos no fui el que tardó en entrar en la batalla —contraatacó el pelirrojo, haciendo una sonrisa más amplia.

—Tú... —comenzó a decir enojado el ángel caído. Iba a decirle algún insulto, pero prefirió guardárselo—. No sabes nada. Tuve algunos percances, los cuáles me impidieron llegar ahí desde un inicio. ¡Llegué a tiempo para ayudar a mi hija, que estaba siendo ahorcada por ese infeliz! ¡¿Dónde rayos estabas tú!? —exclamó acercándose al demonio, agarrando su traje por el pecho, cerca de la herida. A lo que Alastor lo empujó sin cuidado. El contrario había tocado un poco de la herida. El demonio no pudo reprimirse más y se tocó a dónde tenía la apuñalada, quejándose del dolor e inclinándose—. ¿Estás haciendo una reverencia? —preguntó el rubio confundido.

—N-No, no es nada —se paró firme, dándose la vuelta para que el rey no mirara.

—No mientas. Déjame ver —exigió Lucifer, tomándolo del hombro para darle la vuelta. No quería imaginar que estaba herido, pero aquellos gestos decían a gritos que lo estaba. Desabotonó el saco del mayor, abriéndolo y encontrándose con aquella herida—. Por qué... ¿por qué no lo dijiste? —dijo, fijándose en la profunda apuñalada en el pecho de Alastor, incluso le empezaba a temblar las manos de lo mal que se veía.

—No se preocupe por esto. Para mí está herida no fue nada.

—Por eso no regresaste —respondió el rubio, comprendiendo todo.

Lucifer no quitaba de vista esa herida. Ahora también entendía su cierta preocupación por aquel pecador. Cuando entró en el estudio, sintió esas enormes ganas de desaparecer la frustración del ambiente, originado por Alastor. Pero primero quería estar seguro si este mismo se sentía así o el por qué de su frustración. Lucifer aunque ahora era un ángel caído, nunca perdió su esencia como Serafín. El deseo de querer ayudar a los demás y la calidez que desprendía por su ser, estaban por salir a causa de esa herida.

—¿Puedo... abrazarte?

El pelirrojo levantó una ceja, sorprendido de haber escuchado tal cosa. —¿De qué serviría eso, majestad?

—Confía en mí. Puede que te ayude a sentirte mejor —entonces el pelirrojo un tanto confundido, aceptó. A decir verdad, hace mucho que no recibía abrazos, nunca se dejó abrazar, excepto por su madre. Eso cambió en aquel momento, se dejó abrazar por el rubio que se acercó con suavidad para realizar aquella acción, abriendo sus seis alas a su máximo esplendor. Fue raro para Alastor que hiciera eso, pero no le cuestionó, ya que empezaba a sentir una sensación de calidez. De igual manera, sentía que poco a poco la herida estaba cerrando por completo. ¿Acaso eso era a lo que le llamaban energía celestial? Aquel ángel caído, estaba usando su energía para sanarlo. Alastor bajo la mirada, encontrándose con ese sedoso cabello del rubio. La cara de Lucifer estaba pegada en el lado donde se encontraba el corazón del mayor, seguía realizando aquella acción, cuando sintió una respiración que le causó un escalofrío en su espina dorsal, se quedó quieto. Alastor estaba oliendo su cabello y sosteniendo su cintura con su brazos, para que se apegara mucho más a él. El pelirrojo estaba perdido en la suavidad y en el olor del cabello del soberano, olía a manzana; fruto prohibido que se atrevió a morder Eva e incluso algunos dicen que también Adán la mordió, y ni hablar de Lilith, que de cierta forma también la mordió y cayó en su encanto. Un enojo apareció en el pelirrojo, agarrando con más fuerza al menor, haciendo que este soltara un pequeño quejido, lo estaba estrujando.

El rubio con sus manos trató de alejarse un poco del mayor, logrando así, el poder verlo a los ojos. Ambos estaban perdidos en sus miradas, querían acercarse más hasta poder ver las estrellas dentro de ellos. Alastor no era del tipo romántico, pero aquellas ideas podían cambiar con un solo ser que le hacía sentir así. Había escuchado de los famosos besos que se daban en pareja, pero jamás había besado en su vida, aunque, tenía tantos deseos de hacer aquello con el soberano. Tomó su mentón y lo acercó despacio hacia sus labios, hasta sentir esa misma calidez que hace unos instantes le provocó. Lucifer sintió brincar su corazón cuando el pelirrojo lo besó, ese calor no lo había sentido desde su amada Lilith, pero no era tan intenso como lo que ahora sentía. "¿Por qué?" Se preguntó, pero no le dio tanta importancia, quería seguir sintiendo aquellos labios de sabor a café amargo que lo empezaban a derretir. Fue entonces que Alastor intensificó más aquel beso, mordió con suavidad el labio inferior del rubio, haciendo que abriera un poco su boca, para que el mayor pudiera depositar su lengua y explorar su cavidad bucal. Lucifer se sorprendió ante tal acción, pero no le disgustó, sólo quería sentir el calor del contrario. El locutor, necesitaba escuchar más de esos dulces gemidos que ahora el rubio soltaba, jamás imaginó el poder ver al soberano del Infierno tan sensible. Con tan sólo acariciar su lengua con movimientos suaves, se ponía así. "Que interesante criatura", se dijo.

Ambos se separaron por la falta de aire, aún agitados, se vieron a los ojos. El mayor miró las finas facciones del rubio, parecía un muñeco de porcelana, lo más bello fue ver ese sonrojo, aunque sus mejillas siempre estaban pintadas de un color rojizo, en ese momento estaban como dos manzanas que podían reventar. Por el contrario, Lucifer notó esa mirada atractiva y elegante del pelirrojo, tenía un leve sonrojo que él mismo provocó.

El ángel caído con torpeza dio unos cuantos pasos hacia atrás. —D-Deberías arreglar está habitación, esta un poco desordenada —dijo sin decir nada de lo sucedido. Su sonrojo seguía en su cara, podía sentirlo. Abrió un portal que lo dirigía hacia su habitación—. Vuelve al hotel, Charlie y los demás estarán preguntando por ti —comentó antes de irse.

Cuando el portal se cerró. Alastor volvió hacer esa sonrisa, que tal parece ser que, hizo sonrojar más al soberano. Lo que había pasado fue algo nuevo para él, incluso sintió el latido de su corazón que alguna vez pensó que ya había perdido. Había pensado que en su corazón solo habitaban el odio y la frialdad. Las acciones del abrazo y el beso le habían hecho cambiar de parecer. Solo sentía un calor reconfortante que Lucifer provocó en él. Haría lo posible para tratar de hacerle sonrojar de nuevo.

Lucifer había llegado a su habitación. Lo único que quiso hacer fue pensar en lo que había pasado. Se sentó en la silla de su escritorio, recargando su cara con las palmas de sus manos. En el tiempo que había pasado con Alastor, jamás lo había visto con una sonrisa sincera, siempre había sido falsa, pero ahora... esa sonrisa lo hizo feliz. Aún podía sentir sus mejillas calientes. Soltó un suspiro de enamoramiento.

N/A:
* En el remodelado Hotel Hazbin en este fic, Lucifer apoyó a Alastor a que tuviera un mejor espacio para sus transmisiones. Así es, estamos hablando de su cabina de radio que está al otro extremo de la habitación de Luci, juju ♡

* Por cierto, para hacer este fic me inspiré en el cómic llamado "Epílogo |La charla de Lucifer y Alastor" en YouTube. Obviamente le puse el romance y todo lo dulzón 💖☕️🍎

* Espero que les haya gustado esta cosita que hice. Denle votos y comenten gente, sino lloro Uwu
También vayan a leerse mi otro fic RadioApple, pronto estaré subiendo más 🌈

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