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9. Sentimiento

Disfruten el capítulo.

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Tal vez se le pudo pasar un poco la mano al molestarla, pero no era como si fuera todo su culpa, parte de ello le pertenecía a Alondra por los comentarios sobre su relación misteriosa mencionados justo cuando confesó su amor hacia ella.

Observó a su amiga avanzar hasta uno de los corredores. De pronto, Mónica no consiguió detener su andar al estamparse contra la misma chef que de repente giró sin aviso. 

—¿Cuál es tu problema? —soltó severa la Chef. No estaba para nada contenta.

—¿Qué? De… de qué hablas.

—Lo sabes.

—Sigo sin comprender.

—¿Por qué le dijiste a todos que estoy saliendo con alguien?

Aunque nerviosa, intentó que sus reproches no le afectarán. Estaba decidida, no se daría por vencida hasta escuchar de su boca lo que ya sabía, pero que quería oír.

—Creí que tú romance era de dominio público, especialmente con tu familia. Yo no sabía que lo mantenían en secreto. Pero me sorprendió que ni siquiera Paola estuviera enterada.

—… —La chef la observó inexpresiva. Fue cuando intentó hablar que escucharon pasos acercándose, haciendo que tomaran un poco de distancia.

—¡Oh! Están aquí —Se trataba del padre de Alondra, tenía el teléfono en mano. Parecía estar hablando con alguien, aunque no duró mucho cuando luego de disculparse, cortó la llamada.

—Regresaré primero —dijo la Chef. No tenía la intención de seguir ahí. Se apresuró a llegar al acceso, pero el señor Arturo la detuvo pidiéndole que le permitiera unos minutos para hablar.

—Por favor, hija —insistió.

—Esté… yo me adelanto. Iré por… ahí. Con permiso —abrumada por el ambiente. Mónica señaló la próxima salida. El padre de Alondra le agradeció la privacidad otorgada.

«Eso fue extraño» susurró para sí, una vez volver a la fiesta. Para ese momento, los padres de Paola se encontraban dispersos entre los invitados conversando alegres anécdotas con sus amistades.

Mónica volvió a la mesa donde Paola se encontraba conversando con un joven. Que a juzgar por la mirada risueña que ella tenía, posiblemente se trataba de algún romance.

—Monica. Tardaste mucho.

—Siento la demora.

—Ven. Te quiero presentar a mi novio. Él es Oscar —volvió la vista al joven—. Cielo. Ella es Mónica, amiga de mi país natal.

—Un gusto conocerte.

—Igualmente —sonrió amigable.

Tuvieron una breve conversación los tres. Mónica tenía una buena forma para relacionarse y no pasó mucho tiempo en que los tres reían animados ante cualquier comentario que decía.

Pero en lo que a Mónica concierne, no deseaba ser mal tercio, así que se disculpó señalando que tenía que salir al balcón a tomar una llamada importante.

En la tranquilidad del lugar, dejó salir un suspiro de cansancio. Se sintió extraño ya que ella no solía agotar sus energías hasta después de la media noche.

Tal pareció que le afectó la velada, —específicamente la confrontación con la Chef— más de lo que se habría imaginado.

Tomó asiento en la pequeña jardinera a su costado. Más relajada, se dedicó desde el balcón a observar la tranquila vista de la ciudad en lo que iba de la hora, sus pensamientos se dispersaron y lo único que podía escuchar eran los sonidos provenientes del exterior; el tránsito vehicular, personas conversando e incluso alguna que otra sirena de ambulancia pasando a prisa.

—Bastante normal… —Expresó en silencio.

—Aquí estabas —Alondra salió al balcón luego de preguntar a Paola dónde es que se encontraba—. Creí que te habías ido —su voz sonó serena. Tal parecía que ya se encontraba más tranquila.

—Vine a tomar un descanso.

—Entiendo. ¿Quieres… que te deje sola?

—No. Está bien. Quédate —Hizo espacio para que se sentara. Mónica volvió la vista al frente donde continuó observando la tranquila ciudad.

La Chef se quedó de igual forma callada, observando parte de la ciudad. Cuando se sintió serena, comenzó a hablar.

—Lo lamentó —soltó la Chef. Mónica la vió confusa, notando la sinceridad en sus palabras.

—¿Por qué te disculpas? La que debería hacerlo soy yo. No debí decir lo que dije y…

—No. No fue tu culpa, sino la mía en primer lugar. Yo… —tomó aire antes de hablar. Ya no podía con la culpa. Mentir jamás le había gustado y que ella lo hiciera le generaba una gran carga.

—¿Me dirás qué todo fue una mentira? —sonrió amigable.

—Así que ya lo sabías. Pero ¿Cómo?

—De alguna forma, ya lo sospechaba.

—Discúlpame. La verdad es que…  no estoy saliendo con nadie.

El silencio volvió a reinar. Y tampoco es como si quisieran decir algo. Simplemente permanecieron ahí, compartiendo el mismo espacio inmersas en sus propios pensamientos. Para Mónica no resultaba una sorpresa porque algo ya sabía de eso cuando por accidente leyó una conversación en su laptop.

—Supongo ¿Qué quieres una explicación de por qué te dije eso aquella noche?

—No —contestó de inmediato—. Tus razones tuviste, lo entiendo.

La Chef asintió agradecida. Fue un alivio que no la presionara a confesar.

—No me agradezcas —sonrió tranquila. No quería profundizar tanto en el tema porque igual no tenía intención de saber si existiría alguna posibilidad o no. Se supone que iba a intentar olvidarse de sus sentimientos por ella, aunque resultará difícil hacerlo—. ¿Quieres entrar un rato? Podríamos bailar —cambió la conversación, para comodidad de la Chef.

—No. A decir verdad, quiero volver a casa. Estoy algo cansada —buscó el celular en su bolso.

—¿Cómo volverás? —recordó que su camioneta se descompuso.

—En taxi —tecleó un par de números para pedir el servicio.

Mónica en dicha posición, no permitiría que la Chef volviera a casa siendo noche con un desconocido.

—No. No lo harás —tomó el celular de la otra presionando el botón rojo justo cuando ya estaba dando la ubicación—. Yo te llevaré a casa.

—… —se quedó pensativa un rato hasta soltar una sincera sonrisa. Las cosas estaban volviendo a la normalidad y era bueno, por ahora—. Está bien. Gracias. Ven, vamos a despedirnos —señaló con la mirada a la puerta.

—Por supuesto.

El retorno se tornó tranquilo. La ciudad parecía estar silenciada por la pacífica noche cobijando sus sueños. Sueños para algunos y pesadillas para otros porque Mónica aunque le dijo a su chef que no tenía importancia las explicaciones del porqué dijo lo que dijo. La realidad es que se moría por saberlo. Pero a la vez no estaba segura de querer oírlo. Sus posibilidades para poder estar con ella en plan romántico se reducían a lo que sea que tuviera que decir. Y no quería sufrir otro rechazo.

¡Pero por Dios! Le gustaba tanto esa chica.

—Te ves inquieta —expresó Alondra una vez llegar y bajar del auto—. ¿Sucede algo?

«¿Cómo podría pedirte que me lo digas? Pensó Mónica.

—No, no es nada —Demonios ¿por qué era tan difícil? Se dijo así misma.

Tomaron el ascensor, yendo en primera instancia al piso donde vivía Mónica.

Cuando las puertas se abrieron, la joven se despidió con un simple adiós captando la Chef de inmediato que la otra —siendo tan expresiva— demostraba que no estaba bien, algo la tenía pensando y posiblemente sabía la razón.

—¡Espera! —la tomó de la mano. Antes de que el ascensor se cerrará. Avanzó unos pasos para salir y quedarse con ella en el pasillo frente a la puerta de su departamento.

—¿Qué sucede?

Su semblante aunque nerviosa, reflejó una compostura firme y natural. Propia de su personalidad. No solía demostrar tanto afecto a los demás aunque para sus seres queridos fuera lo contrario.

—Esa noche… me tomaste con la guardia baja —comenzó a narrar—. En mi desesperación por darte una respuesta, lo primero que salió fue lo que te dije. Fue incorrecto, lo sé. Me disculpó nuevamente por ello.

—No tienes que hacerlo…

—Tengo que —suspiró profundo—. No lo dije con la intención de lastimarte. Yo… —se tomó unos segundos— no sé manejar las relaciones actualmente.

—…

—Es por eso que he rechazado todas y cada una de las propuestas que me han hecho en estos años.

Mónica la escuchó atenta. Quizá un poco confundida. ¿Qué era exactamente lo que la mantenía en ese estado de negación a Alondra?

—¿Por qué? ¿Por qué lo haces? —volteó de frente a su amiga.

—Eso no importa —evadió—. Tu eres bastante importante para mí. No quisiera que te alejaras y aunque dije lo que dije. No me sentía bien haciéndolo de esa forma. Nunca me gustaron las mentiras y menos a la gente que aprecio.

—Entonces… —respiró profundo. Estaba nerviosa pero quería hacerlo, se liberó de toda la timidez que albergaba en su corazón. ¿Qué importaba ya? No lo soportaba y eso era algo que la ponía mal. Jamás fue una persona que dejara ir tan fácil. Si quería algo lo conseguía. Parecía arrogante pero era algo que por fortuna —o maldición— distinguía a la familia Kofmant.

—¿Qué sucede, Moni?—Alondra retrocedió al ver a su amiga avanzar. Se detuvo sólo cuando sintió la fría pared a su espalda.

—Necesitó tu sinceridad… —expresó firme. La postura revelada la hizo ver superior ante la imponente persona que era Alondra. Se acercó de más y bloqueó las posibles salidas para la Chef con ambos brazos.

—¿Qué más quieres que te diga? Es todo lo que…

—No —soltó en un susurro. Sus ojos descendieron hasta el comienzo de su rostro. Tentada por el color característico de sus rojizas mejillas la acarició en un sutil roce—. Necesito tu sinceridad.

Alondra trago en seco, cuando vió a la otra aproximarse. 

—Pero no de tus palabras —volvió a decir—. Quiero sentirlo de aquí…

Con el corazón tiritando como loco, acortó la distancia y tomándola de sus mejillas, la besó.

La beso y lo hizo como siempre lo había deseado hacer.

Hubiera dado todo lo que tenía para detener el tiempo en esa fracción de segundos. Se sentía bien, tocando de cerca esa parte de su cuerpo: la humedad y el sabor de su boca, —aunque sin profundizar—. Así, sin dar paso a las palabras más que la sensación de tocar sus labios y el sentir del alma.

«¡Qué importaba las consecuencias!» Pensó Mónica. Lo único importante y real era lo que estaba pasando ahí.

—Gracias —susurró al separarse de ella—. Ahora sé más que nunca lo que quiero.

—¿Y qué es…? —Alondra aún en shock por el atrevimiento de la otra. Alcanzó a responder confusa de lo que hablaba.

—Te quiero a ti.

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¡¡¡Esto se puso bueno!!!

¿Se esperaban el beso?

¿Qué ocurrirá ahora?

Mónica empoderada es mi religión.

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Nos leemos luego.

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