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7. Convivencia

Disfruten el capítulo.

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Leer por las mañanas es un hábito saludable que Mónica ejerce desde hace ya varios años. No le molestaba que fuera. Aunque últimamente se centraba en el periódico nacional como una forma de adaptación para conocer más acerca del país.

Eso, y una buena taza de café es todo lo que generalmente necesita antes de ir al trabajo.

Pero hoy no era un día de esos.

Se supone que los fines de semana se queda en casa a completar papeleo de la empresa hasta el mediodía, luego como parte de sus obligaciones realiza una reunión virtual con Silvana, reportando las actividades concluidas de la semana. Y trás un breve descanso, sale a divertirse a algún club nocturno para quitarse el estrés acumulado.

Hoy, era distinto porque no haría ningún trabajo en casa, ni tampoco hablaría con su prima por videollamada. Ya habían planes para la tarde y sobre todo para su tranquila mañana. Los cuales iniciaron hacía un par de horas y eso la ponía intranquila porque tal como lo acordó la noche anterior, tendría un desayuno con Alondra en casa. Y estaba bien porque a Mónica le encantaba todo lo que cocinaba su chef y más si implicaba invadir su departamento desde muy temprano.

El problema fue que debía esperar un tiempo a qué aquello que la chef colocó en el horno estuviera listo. Al menos hasta que llegara Alondra del parque.

A Mónica no le gustaba salir a correr o hacer algún tipo de ejercicio que la sacara muy temprano de casa, para eso estaban sus escapes nocturnos dónde salía a bailar.

Por eso tuvo que quedarse en el departamento de la chef y cuidar a qué el horno no se apagara antes de tiempo.

—¿Será que ya está? —observó su reloj, notando que faltaban aún veinte minutos.

Impaciente, siguió leyendo la última nota de finanzas pero no pudo captar toda su atención. No cuando sus sentidos se alertaron de un peculiar aroma que empezaba a invadir cada rincón de la sala. Eso la hizo reaccionar para escabullirse de una vez por todas a la cocina y ver si podía probar aunque fuera un poco de lo que parecía estar ya listo. 

—¿Qué crees que haces? —la voz detrás de ella la alertó. Se levantó casi al instante ocultando los guantes de trapo detrás de su espalda.

—Ah… sólo venía a ver qué no se quemara nada.

—Uhm. Claro —la chef prefirió no decir nada. En su lugar, caminó hasta el horno notando que faltaban tres minutos más—. Dame.

—¿Qué? —Alondra señaló lo que la otra escondía en su espalda—. Ah. Toma.

Se colocó los guantes y con cuidado retiró un extremo de la cubierta de aluminio para cerciorarse que estuviera cocido.

Desde una distancia considerada, Mónica la observó analítica. En realidad la escaneaba cautelosamente. Cuando la chef le pidió que subiera a su departamento a cuidar el horno, notó que usaba otro estilo de ropa, diferente a como lo que estaba acostumbrada a ver. Ahora que regresaba de su ejercicio matutino, traía envuelta la sudadera a la cintura, lo que dejaba a la vista sus delgados brazos y la bella porción de busto oculto bajo una ligera blusa. Su cabello sujeto en una coleta alta permitía observar su perfil lateral dónde pudo apreciar el enrojecimiento en su piel y leves marcas de sudor que se dispersaron traicioneros por su cuello.

¡Dios bendito! Aún sin arreglarse es muy hermosa. Pensó para sí, recorriendo en ella un agradable cosquilleo en el vientre.

Probablemente era el hambre que ya iba en aumento.

—Uff. ¡Qué bien huele! —dispersó su mente y se acercó a la chef para tomar un trocito de carne también—. Podría necesitar también un poco de… ¡Auch! ¿Por qué me das un manazo?

—La comida aún no está lista. Necesita al menos unos diez minutos de reposo —Alondra se levantó, volviendo a cerrar el horno.

—Bueno. Pudiste decirlo antes de pegarme.

—Lo siento —sonrió la chef—. Pronto desayunamos. Mientras iré a tomar un baño. Bajo enseguida.

—¿Qué? ¿Tengo que esperar más tiempo? ¡Muero de hambre! —aquel chillido quejumbroso detuvo de su andar a la otra volviendo la vista.

—Solo serán unos minutos. No es como que te vallas a morir por hambre en poco tiempo.

—No. Pero mi estómago es muy exigente y estoy al límite de mi horario para desayunar.

—¿Tanto así? —la vió con gesto burlón.

—Tanto así, que soy capaz de abrir el horno y cortar un trozo de la deliciosa comida que aguarda ser consumida, antes de que bajes de tu aseo.

—No te atreverías —habló seria. Aquello captó la atención de la chef.

—Pruébame.

Alondra levantó la ceja, interrogante.

—Me refiero a mi punto —ruborizada, cayó en cuenta del doble sentido que pudo sonar su expresión.

En un corto suspiro, Alondra volvió de regreso a la cocina.

—Okay. No me voy a arriesgar. Vamos a terminar de poner la mesa.

Asintió una alegre Mónica detrás de ella.

Comieron con la tranquilidad que les permitió la mañana. Ambas habían cancelado sus pendientes y bien podían gozar de un tiempo en paz o por lo menos una de ellas lo intentaba. En ocasiones a Alondra se le complicaba seguir el ritmo de la conversación, Mónica tenía bastante energía para hablar y narrarle cuanta cosas se le ocurriera. No era nada fuera de lugar lo que decía, de hecho era entretenido y bastante interesante, algo que dejaba a la vista su gran conocimiento de cultura, ciencia y política por sobre otras cosas.

Pero parecía no tener un interruptor de silencio.

—Tienes mucha información en esa cabecita —Alondra tomó un sorbo de jugo.

—Solo la necesaria. Creo que gran parte se lo debo a la insufrible rutina que mi padre me obligó hacer apenas salí del preescolar. Puedo decir que gracias a la memoria fotográfica que se me concedió pude ahorrarme muchas horas de trabajo y tomarlo con diversión.

—Si, es una bendición.

—Es de familia. Inteligentes a fin, aunque no todas salieron con mi buen sentido del humor.

—¿Lo dices por tu prima Silvana?

Mónica sonrió divertida—. En particular, ella es una de esa amplia lista.

—Sigo sin creer que Renata haya podido emparentar con ella —soltó con desaire—. Son tan... diferentes. No la hubiera deseado para ella.

—Te equivocas. Son más similares de lo que crees —expresó pensativa. Un silencio se levantó en ellas. De pronto la conversación estaba tocando puntos delicados que bien sabía Mónica no quería atravesar. Por el bien de ambas—. A veces no es lo que deseamos, sino lo que necesitamos —suspiró decidida. No quería que la chef siguiera pensando en el pasado—. Y ellas son lo que necesitan.

—Por supuesto —esbozo una sonrisa apagada.

Mónica cambió drásticamente el hilo de la conversación, preguntando de qué iba la preparación del platillo que acababan de degustar.

Esos eran territorios de Alondra y con renovadas energías, le explicó sin tanto tecnicismo paso por paso su procedimiento.

—¿No quieres ser mi chef particular? Podría pagarte por tus servicios culinarios. Harías muy feliz a mi estómago.

—¿Es que acaso pretendes mantenerme?. Porque si es así, te puedo llevar fácilmente a la quiebra —sonrió arrogante.

—Tú pon el precio y te juro que puedo mejorarlo, no necesitarás trabajar en otro lugar —su respuesta hizo arquear la ceja de la chef. Mónica sin más, brindó una carcajada infantil haciendo eco en los oídos de la chef que la veía sorprendida.

—Eres todo un caso, Monica —negó divertida.

Le dió una última sonrisa a la chef para luego levantarse.

—Ya es hora de que me vaya. Tienes que bañarte porque no hueles precisamente a rosas —bromeó.

—¿Qué dices? ¡Tu eres la que no quiso esperar a que me aseara!

Mónica alzó los hombros quitándole relevancia a su molestia—. Como sea. Aún así, mi propuesta de que te conviertas en mi chef particular sigue en pie.

—A lo mucho que podría auxiliarte es dándote clases de cocina. No cuentes con lo otro para eso —se acercó al marco de la puerta a despedirse.

—Cierto. Se me olvidaba que ya hay alguien para ese fin —Hizo referencia a la relación amorosa que tenía Alondra con alguien—. Entonces, la llevarás a la fiesta de Paola ¿No es así?

—Si, bueno… —Estaba por responder pero la otra interrumpió.

—Mira la hora. Es bastante tarde. Será mejor irme. Nos vemos en la fiesta.

Mónica salió animada del departamento de la Chef.

Algo muy en el fondo le decía que conocer a la novia de Alondra sería una de las mejores oportunidades de su vida.

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¿Quién más ya quiere conocer a la "susodicha"?

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Nos leemos luego.

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