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4. Preparación especial

Disfruten el capítulo.

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De acuerdo, no era una cita la que tendría. Pero Mónica no quitaba el dedo del renglón para que algún día sucediera.

Cómo la palabra lo indicaba, se trataría de una pequeña celebración en el departamento de la Chef Alondra para darle la bienvenida al país. Nada más que una simple velada para disfrutar de la compañía de la otra, degustando… lo que sea que se le ocurriera preparar y charlar sobre lo que cada una ha estado haciendo en los últimos años sin verse.

Algo como eso, no le quitaría el sueño en teoría a nadie, pero no sé podía decir lo mismo de Mónica. Que a pesar de notarse tranquila, en el fondo, estaba con las emociones a todo lo que daba.

—¿Se siente bien, señorita Kofmant? —preguntó la secretaria al observar que su jefa había dejado de prestar atención al reporte que le recitaba—. Señorita…

—Si, corazón… —tenía el rostro embelesado puesta a la nada que se esfumó nada más ver a su secretaria y notar el semblante ruborizado de ella—. Eh, disculpa. ¿Qué me decías?

Ni siquiera dejó que la mujer terminara de hablar cuando la volvió a interrumpir. En su lugar, le pidió que la dejara sola y despejara su agenda para después del medio día pues tenía asuntos que atender que no podrían esperar.

Al llegar la hora indicada, Mónica tomó sus pertenencias saliendo al estacionamiento donde el chófer la esperaba, ya le había dado indicaciones de adónde necesitaba ir y fue preciso en acatarlas.

Su primer destino estaba a escasos minutos cerca. La boutique frente a ella era una de las firmas de más renombre en lo que a corte y confección refería. Tratándose de una ocasión especial se daría el gusto de adquirir algo de la colección de temporada. Nada ostentoso, aunque si había algo que fuera hermoso a su vista, lo compraría sin importar el precio.

Luego de una hora yendo de probador y prenda, terminó por llevarse un vestido escotado de encaje con abertura en la espalda. Era la prenda perfecta para dicha velada “nada romántica''.

El siguiente sitio fue el spa, donde tomaría parte de su tarde relajándose entre las atenciones de las empleadas para su cuidado personal.

Las horas ahí pasaron rápido. Mónica se apresuró al notar la hora prefiriendo retornar a casa donde terminaría de alistarse.

...

Una vez observado que el zíper del vestido estaba bien, lo único que resto fue esperar a que diera la hora para ir al piso de arriba y pasar la noche con su prospecto de novia.

Nerviosa.Tocó el timbre de la puerta como primer aviso a su puntual llegada, esperando que la chef abriera envuelta en un lindo delantal y que de la cocina se desprendiera el olor a algo recién preparado.

«Lasaña a la boloñesa tal vez, o un delicioso fetuccini…», pensó. Pero era su estómago hablando y a decir verdad, no le importaba que hubiese preparado porque se trataba Alondra, conocía un poco de su grandísimo talento y se sentiría privilegiada tan solo por el hecho de que lo que preparó fuera exclusivamente para ella.

Le dio una rápida inspección a su vestido para comprobar que no tuviera algún imperfecto. En la mano izquierda sostenía una botella de vino, su mejor reserva adquirida. Que aunque le dolía llevarla como obsequio por lo difícil que fue conseguirlo para anexar a su colección privada, bien lo valía por la persona a quien iba dirigida.

—¿Será que aún no llega? —volvió la vista al reloj. Tenía entendido que su trabajo finalizó hace una hora y como vivía cerca, trasladarse era cosa de minutos. Así que la dejaría ser, no había problema porque los percances siempre ocurren. Solo esperaba que estuviera bien.

Treinta minutos minutos más tarde, decidió que lo mejor sería retirarse a su piso, cambiarse de ropa, meterse a la cama para dormir.

Mónica no era una mujer rencorosa, como bien dijo la noche anterior Alondra probablemente se le atravesaron algunos asuntos del trabajo, bastante entendible porque… ser la jefa y dueña a cargo siempre conlleva muchas responsabilidades. Bastaba con mirar a su prima Silvana desenvolviéndose en el mar de quehaceres, cerrando negociaciones y proponiendo ideas innovadoras como cosa de todos los días.

Pero sólo para estar segura, tomaría parte de su desayuno como pretexto para verla un rato antes del trabajo.

***

Alondra terminó de asistir por el momento en la cocina, volvería más tarde no sin antes realizar el rondín entre los comensales como parte de la atención que brindaban.

Observó a los meseros que iban y venían con las órdenes. Para ser de mañana el sitio estaba abarrotado. Aunque no era de extrañarse, al paso de los años el restaurante De Gant había adquirido mayor demanda gracias al tipo de establecimiento. Si bien, caracterizarse con ofrecer alimentos de primera calidad era un punto razonable. Lo que la dejaba distintiva a los demás, era la combinación de recetas entre su país natal y las clásicas de la cocina dando como resultado nuevos platillos que han resultado alusivos a sus comensales.

Saludando a alguno que otro cliente distinguido, se extrañó de una persona conocida a un extremo en el balcón. Sonrió al percatarse de quién era y disculpándose de la mesa que atendía salió en dirección a la mujer de vestimenta semiformal. Mónica al notar que había sido descubierta sintió como en instantes su cuerpo sucumbía a sus arrebatos nerviosos.

«¡cálmate!», reprochó a su dilatado corazón.

—Tomando el desayuno —Alondra la saludo con un fuerte abrazo una vez llegó a la mesa de su amiga.

Finalmente Mónica consiguió aplacar sus alocados nervios pensando en la primera tontería que se le vino a la cabeza.

—Tú qué crees.

«¡maldición! Lo dije o lo pensé», se alertó.

—Uy. Parece que alguien se levantó con el pie izquierdo.

—Eso sucede cuando te dejan plantada.

«¡Dios… cierra la boca, Mónica!», pero eran sus nervios mezclados con la pequeña molestia de la noche anterior.

—¿Eh? —la vio confundida—. ¿A qué te refieres? —hasta caer en cuenta de lo que hablaba—. ¡Oh! Teníamos una… cena ¿verdad?

Mónica dejó salir el aire más relajada, ya había pasado el coraje y luego de escuchar que su linda Chef olvidó su cita —cosa que no le sentó para nada bien—, lo demás era banal.

—Si, pero no importa —fingió que revisaba algo importante en el teléfono.

—No. Si importa —con sutileza le hizo bajar su dispositivo para que prestara atención. Revisó su reloj y luego la miró—. Espera aquí, por favor.

Mónica la vió irse de regreso a la cocina, sin comprender de qué iba su prisa.

Pasaron cerca de quince minutos y supuso que Alondra no volvería. Así que ya no tendría nada más que hacer ahí. Lo mejor sería retirarse.

Justo cuando terminó de enviar un mensaje a su chofer para que estuviera listo al salir, un plato fue colocado frente a ella.

—Toma —la chef se sentó al otro extremo de la mesa.

—Un muffin ¿En serio? —arqueó la ceja divertida—. Vamos Chef, yo sé que al menos una rebanada de pastel me merecía.

—¡Ah! Pero no sólo es un muffin. Pruébalo —expresó con seguridad—. Y estoy segura que esto, lo acompañará a la perfección —uno de los meseros llegó a la mesa con una taza de chocolate caliente.

Mónica observó extrañada a Alondra para luego degustar del postre. Al hacerlo experimentó una especie de explosión de sabores, bastante peculiares.

Extrañamente reconocía los tres ingredientes que predominaban porque si era sincera, se trataba de sus favoritos.

—¿Y bien? ¿Qué tal está?

—Tú… pero ¿cómo lo supiste? —tomó otro trocito del panqué—. Quiero decir ¡son mis sabores favoritos!

—Un Chef jamás revela sus secretos —expresó vanidosa.

—Pensé que eso era exclusivo de los magos.

—Ya ves que no —se acomodo la manga de la filipina.

—Ya en serio. Dime —insistió.

—No.

—Dime, dime, dime, dime… —volvió a decir en tono juguetón.

—Okay. Jajaja. ¡Que insistente! —habló divertida—. Lo recordé de alguna plática que tuvimos. Pensé que sería una buena forma de disculpa. En la cocina, ya teníamos bases preparadas, así que sólo adherí los ingredientes restantes.

—Pues… no sé qué decir —observó el muffin y luego a la Chef.

«Habían transcurrido años sin verse y lo recordó», se dijo asombrada.

—Me conformo con un gracias —se acercó para hablarle directo—. Lamento haber faltado a mi promesa. No me justificaré, porque simplemente es innecesario. ¿Podrías... perdonarme?

«¡Qué bella es cuando pide perdón!», pensó.

—Ss… si. No hay pro… problema —sonrió nerviosa ante la mirada excesivamente angelical de Alondra—. Gracias por este detalle. Sin duda se volverá mi favorito, al venir aquí.

—Cuando gustes, Moni.

Se despidieron a los pocos minutos, debido a que requerían la presencia de Alondra en la cocina y no debía hacerlos esperar. Por su parte, ella quedó de visitarla al departamento un día de estos, para conversar y pasar el rato. A lo que Mónica respondió asertiva.

Ya solo faltaría que se diera la ocasión para hablar de lo que realmente le interesaba…

Sus verdaderas intenciones para con la Chef.

Y lo haría en su siguiente encuentro.

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Que se acuerde de pequeños detalles como tus sabores favoritos… Así hasta yo la perdono.

Muchos se preguntarán ¿Qué fue lo que sucedió en la playa después de su confesión?

Las respuestas vienen en el siguiente capítulo.

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Nos leemos luego.

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