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33. Lejanía

Disfruten el capítulo.

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Paola terminó de vendar la mano de la chef una vez haber aplicado el ungüento. Ese día por órdenes del doctor y sólo porque su amiga la obligó, Alondra tuvo que quedarse en su departamento como parte de su recuperación.

Era un poco más de medio día, ambas habían terminado de comer y luego de haber ayudado a su casi hermana con su aseo personal, al fin podían conversar en la comodidad de la sala. Principalmente porque moría de curiosidad en saber qué había ocurrido luego de su fuga con Mónica, trás haber dejado a una Doctora molesta y a ella (claramente divertida con lo que hizo su amiga) en el hospital.

—Entonces ¿se lo dijiste? —se sintió emocionada ante la noticia.

La chef no pudo hacer otra cosa más que observar la taza de té semi vacía que envolvían sus manos. Intentaba —a toda costa— mantener la calma para no ser tan obvia su emoción, pero a medida que narraba los hechos del día anterior, no podía evidenciar la dicha que experimentaba al por fin sacar a relucir los sentimientos por Mónica.

—Lo dije y después de hacerlo la besé —rió cuando escuchó el gritó de emoción de la otra—. Paola, de verdad. Yo creí que nunca sería capaz de sentir de nuevo tanto o más, como lo que estoy sintiendo por ella.

—Mira quien te viera, suspirando por nuestra amiga.

—Es que ella es tan risueña, me hace feliz con sus travesuras, es decidida cuando se lo propone, directa, hermosa… —se quedó sin palabras—. Dios, lo tiene todo. No sé cómo no pude darme cuenta antes.

—Si. Sinceramente estabas un poco ciega. A la pobre la tuviste en la friendzone por mucho tiempo, pero no te culpo, tenías que quitarte el fantasma de Renata para avanzar.

—Es verdad. Honestamente, no sé si su llegada al país fue casualidad o destino pero que me dijera lo que siente de frente y que pese a toda adversidad decidiera seguir adelante, habla de la determinación que tiene el ser humano para alcanzar sus objetivos.

—Exacto. Hay que aprenderle mucho a nuestra Mónica. Yo ya te hubiera mandado a volar hace rato.

—¡Oye! Más respeto.

—La verdad —se burló—. Bueno pero a todo esto… ¿Qué sigue? Ajá, se lo dijiste ¿Y? ¿Qué te dijo? ¿Cómo quedaron? Cuéntame ¿Qué pasó después?

—Pasó que tú ya te tienes que ir —se levantó para llevar el par de tazas a la cocina y despedirse de su amiga.

—¡Qué! ¿Me vas a dejar con la duda?

—Sip. De mi boca no saldrá nada. Por ahora. Así que, me dió gusto verte hoy —la encaminó a la salida—. Gracias por ayudarme, Pao. Nos estamos viendo.

—Está bien —la detuvo—. No preguntaré, aunque esa sonrisita tuya te delata.

—¿Cuál? —fingió demencia.

—Qué pésima actriz eres.

—Por eso soy chef —le beso la mejilla—. Cuídate.

Se quedó unos segundos en el marco de la entrada, despidiendo a su amiga. Cuando al fin las puertas del elevador cerraron volvió adentro para sentarse a trabajar.

Que se pasara hablando de Mónica por un buen rato, provocó que su mente la mantuviera en sus pensamientos todo lo que iba de la tarde. Entre constantes interrupciones consiguió terminar el trabajo que destino para casa y aunque tenía que revisar algunos documentos más, prefirió hacerlo al día siguiente, sólo porque el reloj marcaba pasadas las diez de la noche.

Estaba demasiado cansada para continuar y sobre todo, para preparar algo de cenar.

—Supongo que siempre hay una primera vez para todo —expresó para sí, al ver lo que sería su cena. Colocó la tapa de pan previamente cubierta con mermelada—. Si mi madre me viera —negó divertida al darle una mordida y volver a la mesa.

Mientras terminaba de comer, trasteo un rato su celular. Se dió cuenta que la morena no había subido absolutamente nada a su perfil en los últimos días. Algo extraño para su persona porque solía ser muy activa con sus actividades o post de entretenimiento.

Sin nada más que buscar en sus redes sociales, dirigió el pulgar a la ventana de sus contactos. Ahí —casi por reflejo—, abrió la ventanita de la última conversación que tenía con Mónica.

Se quedó observando el espacio vacío. No aguantaba más con el calvario en el que Mónica la mantuvo ese día. Todo por el bendito reto que la obligó a aceptar.

—Estas de broma ¿no? —preguntó confusa apenas escuchar la propuesta de Mónica.

—Dos días completos. Es lo que te pido. No me busques, ni me hables. Después de eso, ten por seguro que habremos encontrado las respuestas a nuestro futuro. De lo contrario, despídete de mí —expresó lo más severo que podía verse.

—Pero…

—Tómalo como una pequeña venganza por todo el tiempo que me hiciste esperar.

—Moni —se impacientó. Que le cambiará el juego a último momento justo cuando estaba por decirle algo de suma importancia la puso en alerta.

—Es que nuestra chef se da por vencida tan pronto —jugó con su suerte.

La observó confusa. Aunque no lo vio venir, algo en sí comprendió un poco lo que su compañera trataba de hacer. Además, conociendo su manera de actuar, sabía que se lo debía.

Pero ya tenía mucha experiencia con los juegos de Mónica para saber que podía agregarle un poco de su cosecha.

Tomó un respiro hondo hasta suavizar su semblante. Un fugaz destello oscuro acompañó la mirada de la chef. —Ten cuidado. Porque la que perderá el juego es otra —se acercó peligrosamente al comienzo de su boca. Mónica al notar la cercanía y sentir apenas rozar sus labios con los de ella, cayó presa del deseo cerrando por ende lo ojos y esperando el siguiente movimiento de su chef.

Cosa que nunca ocurrió, porque ella se alejó de inmediato —Te veo en dos días —. Concluyó de vuelta”.

—Porque dije eso… —susurró afligida inmersa en la ventana vacía y el puntero parpadeante a la espera de la primera palabra a escribir.

Quería y necesitaba saber algo de ella, tal vez un “ten una linda noche” la dejaría satisfecha. No tanto como verla pero, si era cierto, es que le brindaría el espacio que necesitaba.

De pronto la línea bajo su nombre que marcaba que estaba conectada apareció.

Su corazón retumbó agitado a la espera de ver qué ocurría. Pero a medida que transcurría el tiempo parecía no tener intención de hablar. Su estado seguía activo y las ansias de Alondra por hablarle aumentaron más en el momento en que notó por una fracción de segundos la palabra “escribiendo" quedándose la intención a medio camino.

No lo soportó más.

Alondra: Es mucho.

Al momento, la otra respondió.

Mónica: ¿Qué cosa?

Alondra: Dos días.

Alondra: Te extraño.

Escribió sin vergüenza. Últimamente decir las palabras que sentía eran más fáciles y la dejaban con una sensación de satisfacción.

Mónica: Nunca creí verte así.

Su respuesta le llamó la atención. Pensó que tal vez era una forma de decir “Mírate, te estás muriendo por mi”. No podía reclamarle nada porque estaba en lo correcto.

Alondra: Puedo preguntarte ¿Estuviste a punto de rendirte conmigo?

Aquello era importante, le hubiera gustado preguntárselo de frente pero quizá no se atreviera a observar su semblante a medida que desglosara su respuesta.

Está vez, su mensaje demoró.

Mónica: Eres un hueso duro de roer.

Alondra: ¿Eso qué significa?

Mónica: Descansa

Mónica: Alo

Alondra: ¿Si?

Mónica: También te extraño.

Aquellas palabras fueron todo lo que necesitó para brindarle esperanza al futuro que desde ya comenzaba a imaginar para ambas.

Con eso en mente la chef pudo conciliar el sueño.

***

No se tomaría otro día de descanso. Cómo pudo, Alondra se alistó con la filipina del día y salió del departamento para ir a trabajar.

Antes de bajar, decidió que aunque la morena se molestará —algo que era poco probable— iría a visitarla. Estaba dispuesta a concluir la sorpresa que tenía planeada para Mónica en la cita que tendrían pero que se tuvo que aplazar debido a lo ocurrido con su ex empleado. Y para eso, necesitaba hablar con ella.

Sólo que la sorpresa se la llevó la chef al notar un par de cajas etiquetadas bajo el nombre de donación que prevalecían en el pasillo. Dejando aquello a un lado, la puerta del departamento estaba abierta.

Con cautela, se acercó a la entrada deseando que no fuera lo que estaba temiendo.

Y entonces sucedió. El departamento estaba vacío.

Mónica se había ido.

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Hasta a mí se me fue el alma.

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Nos leemos luego.

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