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29. Oportunidad

Disfruten el capítulo.

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La joven doctora permanecía sola en la mesa. Las cafeterías solían ser su segundo sitio favorito después de su cama. Y es que por su trabajo, muy pocas veces tenía la oportunidad de disfrutar un tiempo libre. Y que fuera con alguien a quien apreciaba lo hacía mejor.

Parecía concentrada, muy atenta a su costado dónde varias personas esperaban ser atendidas. A ella no le importaba lo que sucedía en sí. Su principal enfoque se hallaba en la mujer que recibía su pedido luego de haber pagado.

La morena se percató de que alguien la observaba. Instintivamente, el primer lugar al que volteó fue a la mesa donde Carla la esperaba. Sonrió, recibiendo el mismo gesto de parte de su compañera.

Después de haber comido algo que extrañamente no pidió, decidieron salir a caminar. El parque fue su primer destino, aunque luego de recorrer prácticamente toda la cuadra, a Mónica le pareció buena idea entrar a una cafetería.

—Aquí tienes —extendió el vaso a su frente.

—Gracias —le dió un sorbo. Una pequeña sonrisa asomó en su rostro. Había recordado el café que le gusta beber—. Está delicioso.

—Sabía qué te gustaría —De igual forma bebió del suyo. Ya era un poco tarde. La vista tras el ventanal comenzaba a teñirse de oscuridad. Incluso, los faros que alumbraban las calles se habían encendido justo cuando la morena volteo. 

Todo parecía nostálgico. Cómo si se hubiesen proyectado años atrás en medio de alguna de sus citas dentro de las cafeterías en las que la doctora solía llevarla. Y es que, eran las noches, en medio de las guardias o sus descansos dónde parecían encontrar la oportunidad de seguir conociéndose, de disfrutar de una plática tranquila —entre comillas porque Mónica nunca perdía la oportunidad de mejorar el ambiente—. Así había sido desde la primera vez que la conoció.

Ahora, no eran uno de esos días, ni mucho menos seguían siendo pareja. La morena disperso esos pensamientos porque simplemente ya eran cosa del pasado. Entendió que su encuentro se trataba de una simple casualidad. Y que las cosas entre ellas no podrían volver a ser. Hace años, la doctora lo había dejado claro.

—Entonces, presidenta de Industrias Kofmant —cuestionó Carla captando su atención—Dígame ¿qué le hizo tomar dicho cargo?

—Jajaja. Bueno, realmente no fue decisión mía. Silvana me creyó capaz para el puesto.

—Y no se equivocó. Se muy bien que te esforzaste para poner en funcionamiento está sucursal.

—Si. No fue sencillo. Mis primos estaban indispuestos debido a la rehabilitación que cada uno llevó después de su operación.

—Entiendo. Y fue bueno que los apoyaras. Necesitaban estar alejados del estrés. Principalmente Mario. Las últimas consultas que atendí de él, fueron alentadoras. Su salud mejoró significativamente.

—Y todo gracias a la súper doctora que se encargó de llevar su caso después de todo el problema que hubo en el hospital —Recordó los sucesos: La alteración de las pruebas de compatibilidad para el trasplante de médula ósea que necesitó Mario en su momento dónde se vió involucrado personal corrupto.

—Si. Me asignaron su caso luego del incidente. Sentí que era mi deber responder de la mejor manera posible después de lo que ellos les hicieron pasar.

—Y siempre estaré en deuda contigo por hacerlo así —acarició con sutileza su mano. Carla la tomó envolviéndola con la suya e hizo el mismo acto con la yema de sus dedos.

—Has hecho suficiente —Su celular timbró. Observó la pantalla y después de responder el mensaje volvió a la conversación—. Lo siento. Eran mis amigas. Querían saber dónde estoy, ya que al parecer me les perdí desde el medio día.

—¿Y qué les dijiste?

—La verdad. Que vine a verte.

—Ellas saben que tú y yo fuimos…

—¿Novias? Si —sonrió al notar el gesto tímido de la morena—. Pero descuida, no te molestaran. Son muy discretas.

—Claro.

Cuando ya no hubo más que hacer en la cafetería retomaron su camino de regreso a casa. El frío nocturno provocó que su caminar se tornará más cercano quizá para generar y concentrar el calor corporal en ambas, o simplemente por una ligerísima costumbre que tenían cuando en aquel entonces volvían al hospital.

—Es un sitio muy tranquilo. Me gusta mucho la zona —Entraron al edificio. Era muy tarde. La recepción estaba vacía.

—Si. Tiene su encanto. Aunque te confesaré algo, no he recorrido muchos lugares populares de aquí.

—¿De verdad? Pero eres tú. ¿Qué sucede contigo?

—¡Oye! ¿Por quién me tomas? —se hizo la ofendida y expresó bromista—. Olvidas que soy una ocupadísima empresaria/presidenta de una de las más importantes compañías del país.

—Oh. Entonces es un honor que una mujer de gran intelecto me conceda un poco de su tiempo —fingió hacer una reverencia.

—No exageres, Carla —sonrió divertida. Tanto, que no le importó que el ascensor demorará en bajar.

—Supongo que aprendí de la mejor.

—Ya lo creo.

Las puertas se abrieron, la duda que nació en Mónica fue si sería correcto invitar a la doctora a subir o ahí se despedirían. Carla fue quien actuó primero.

—Ha sido una agradable tarde. Me divertí.

—También yo.

Se tomó unos segundos antes de hablar—. Mónica. Si te parece bien. ¿Podríamos vernos mañana? Tal vez salir a caminar o ir a algunos de los sitios que aún no visitas.

Ella se sorprendió. Creyó que sería la última vez que la vería porque pensó que pasaría el poco tiempo que tendría en el país con sus amistades que de igual manera tan importantes.

En todo caso, analizando la situación. A ella también le venía bien un pequeño descanso.

—Si, me encantaría.

—Perfecto. Es una promesa —revisó su reloj indicando que ya era tarde—. Lo mejor es dejarlo aquí por hoy. No quiero seguir robando más de su tiempo, señorita presidenta.

—Presidenta Vera Kofmant para usted.

Ambas rieron ante las ocurrencias de la otra. Después de despedirse de la doctora, Mónica volvió a su departamento con una sonrisa animada. Supuso que se trataba del efecto de pasar una tarde desconectada del trabajo y de su vida actual. Carla representaba su pasado y le agradó recordar los viejos tiempos que vivió a su lado, a pesar de cómo terminaron las cosas.

***

Habían transcurrido cerca de media hora y ni aún así, la Chef se podía decidir. Su celular estaba al frente de ella, le había quitado la opción de bloqueo para que fuera más fácil hacer lo que quería, pero no se animaba por, ¿Miedo?

—Sólo es un mensaje —susurró para sí. Después de tomar suficiente tiempo, se armó de valor y escribió las cortas pero precisas líneas que iban dirigidas para su vecina de edificio.

Alondra: Hola, Moni. Oye ¿irás hoy a tu clase de cocina?

Le dió enviar y apagó la pantalla. Espero pacientemente a recibir una contestación. Por la hora supuso que se encontraba en la oficina y si sus cálculos no le fallaban estaba tomando su almuerzo. Lo que hizo más notorio su falta de interés para responderle.

A los diez minutos, dió por entendido que no le iba a responder. Así que sin nada que poder hacer, tomó sus cosas para volver de nuevo a la cocina.

De pronto, el timbre anunció un mensaje, sacó el móvil a velocidad luz del bolsillo dándole gusto encontrarse con un mensaje de ella. Sólo que al abrirlo las dudas volvieron a ella. 

Mónica: Disculpa, estaba saliendo de una reunión.

Mónica: Y lo lamento, pero no podré asistir hoy. Tengo un compromiso.

La chef tuvo que fingir que no había problema. Le dijo que estaba bien y cuando pudiera se reincorporará para que no perdiera el progreso que llevaba. Volvió a bloquear el celular, sus ánimos habían decaído al notar que sus respuestas eran bastante secas, sin esa chispa que caracterizaba a Mónica. Un nuevo timbre del celular alertó a la Chef. Hizo lo mismo que la anterior vez, creyendo que sería de nueva cuenta la morena pero el nombre que apareció le indicó lo contrario.

Paola: Pasaré por ti a las ocho.

Observó confundida el mensaje.

Alondra: ¿De qué hablas?

Al momento recibió una llamada. Nuevamente Paola.

—Teatro. Me dijiste que cuando se presentará la obra que te dije, iríamos a verla. Es este lunes.

—¿Tiene que ser hoy? —no estaba muy convencida.

—Es la única función —su voz se tornó afligida—. Bueno, si no quieres lo…

—No, no. Disculpa. Tienes razón. Te lo prometí —suspiró intentando reponerse. No podía fallarle a su mejor amiga después de cancelarle en varias ocasiones por pasar el rato con la morena—. Nos vemos por la noche.

Paola asintió. Concluyeron la llamada. Alondra respiró profundo tratando de mostrar su mejor cara antes de llevar a cabo sus actividades del día.

Tal como lo acordó, se encontraron a las afueras del edificio. Iban con buen tiempo a la función. Lo que era bueno para la tranquilidad de ambas que compartían la necesidad de ser siempre puntuales.

—Iré al baño. No tardó.

—Okey —Aburrida. Decidió revisar un rato el celular. Entre su búsqueda sin rumbo, casi inconscientemente y sólo por curiosidad —o necesidad—, entró al perfil de Mónica. Repasó las fotos más recientes, siendo algunas conocidas porque se trataban de los alrededores de la zona. Edificios, monumentos e incluso personas transitando las calles de Madrid. Todo parecía normal y eso la tranquilizaba porque significaba que seguía con su vida mucho mejor de lo que creía.

—Al menos sé que estás bien —susurró agradecida. Se relajó en su asiento. En lo que esperaba diera comienzo la función se puso a observar su alrededor. Justo en uno de los accesos laterales una mujer iba llegando. Se le hizo tan conocida al menos de vista, pero no lograba identificar de dónde.

Hasta que lo recordó. Justo un día antes la vió. Era la misma mujer que estaba en el departamento de Mónica. Venía sola, o al menos eso creyó. Cuando pensó que no podía empeorar, una segunda mujer apareció acompañándola. Adornandole una hermosa sonrisa, Mónica apareció siguiéndola a uno de los asientos del frente despreocupadas del entorno ignoraban la presencia de los demás asistentes. O la mirada acechadora de la chef. 

Paola venía de regreso notando callada a la chef—. ¿Qué te ocurre?

—Ah. No. Nada —volvió la vista a su amiga—. Está por iniciar la función.

—Si —dijo entusiasmada.

Las luces se apagaron y Alondra dió una última vista al costado dónde estaba Mónica.

Intentó con todas sus fuerzas prestar atención a la función pero por más que quiso hacerlo todos sus sentidos se desviaban a una dirección. Apenas alcanzaba a distinguir leves sombras que permanecían inmóviles, atentas a lo que se suscitaba en el escenario y que por momentos parecían discutir o hablar entre sí. 

El tiempo parecía pasar con lentitud hasta concluir la función en un mar de aplausos que provocaron sacar del trance a la chef quien parecía ajena al lugar.

Cuando el telón bajó, las luces se encendieron. Entre el bullicio del público, Alondra le pareció idóneo salir cuanto antes del lugar antes de ser vistas.

—Cielos. Fue muy hermoso —Susurró Paola reteniendo una lágrima—. Valió la pena la espera.

—Si. Supongo —Salieron del edificio, mirando a todas direcciones.

—No te escucho muy convencida —la notó actuar raro. Incluso la condujo a uno de los restaurantes cercanos para cenar, algo poco común en su persona ya que prefería deambular un rato antes de elegir un sitio. Tomaron su mesa y Paola no pudo contenerse más—. Muy bien. Dime ¿Qué ocurre?

—¿Sobre qué?

—Has estado actuando rara. Podría dejar pasar que me hayas traído aquí casi de golpe, pero no lo demás. Hasta parece que te ocultas de alguien.

—¿Qué? No. Para nada —habló firme. Notó la expresión de su amiga, más severa que nunca. Suspiró resignada—. Está bien. Si me estaba escondiendo.

—¿De quién?

—Uhm. De Mónica.

—¿Qué? ¿Por qué?

Prefirió omitir todos los detalles. Solo respondió que estaban atravesando un pequeño distanciamiento y que luego de verla en la misma función teatral con alguien no quería importunar a nadie.

—No entiendo que sucede con ustedes. Es decir, hasta hace unas semanas se llevaban de maravilla, incluso pensé que ya eran novias.

—¿Ah, si?

—Si. ¿Por qué cambió su relación? —Alondra no respondió—. Está bien. Si no me quieres decir lo entiendo. Si es decisión de ambas, al menos intenta que esto no te afecte.

—Mónica me dijo que me ama —soltó de golpe. Ya no podía contenerlo más, necesitaba decirlo—. No respondí nada, lo que le hizo pensar que tengo nulo interés en ella y ahora no me habla.

—¿Y así es?

—¡No! —Expresó enérgica—. Es decir. Al principio puede ser que no la veía de esa forma. Pero ahora. ¡Dios! No sé qué me pasa. Lo intento pero no puedo.

—¿Qué es lo que no puedes?

—Cada vez que la veo, mis ganas se disparan. Es como si todo en mi se alterará apenas escucharla. Nunca me había pasado esto —Ni siquiera con Renata, dijo sorprendida—. La cosa es que está lejanía me lastima porque lo único que no puedo dejar de hacer es pensar en ella —concluyó con vergüenza.

Paola la observó sonriendo. Sentía un poco de  lástima de la pobre Mónica porque supuso que había recorrido bastante para que la cabeza dura de su amiga al fin se diera cuenta de los sentimientos que habían nacido en ella.

—Pequeña Alondra. Siento decirte que tú caso es más grave de lo que creía.

—¿Ah, si? ¿Por qué?

—Porque si mis cálculos no me fallan, presentas una tasa elevada de enamoramiento fase tres.

—¿Qué?

—Osea, ¡qué te gusta Mónica! —se exasperó.

—Si. Ya no tengo dudas —confesó feliz.

—Lo que aún no me queda claro es una cosa.

—¿Cuál?

—¿Por qué demonios, no has ido a verla? Si ya sabes lo que quieres, ¿Por qué no haces nada? 

—Es que no he podido…

—No. No hay pero que valga para algo tan importante. La oportunidad de ser feliz está a la vuelta de la esquina y te quedarás sentada sin hacer nada.

—Si. Lo sé. Y lo he tratado. Fui a verla a su departamento pero no la encontré. Le llamé en algunas ocasiones pero me ignora, incluso hoy cuando la ví, estaba a punto de ir a su asiento pero me encontré con que iba acompañada. ¡No se que hacer!

—Es simple. Seguirás tratando hasta conseguir su atención. Ella ya hizo su parte al dar el primer paso. Es justo que tú hagas el resto. ¿No?

La chef asintió. Muy en el fondo necesitaba ese llamado que sabía bien se estaba negando a aceptar. Tardó mucho en darse cuenta, pero lo hizo y disfrutó abrazar sus sentimientos.

Rápidamente escribió un mensaje en su celular. Pidió disculpas a su amiga al retirarse tan de repente.

—Suerte.

El taxi la dejó al frente del edificio. Adentro, el corredor del vestíbulo se veía desolado salvó por el hombre que cuidaba la entrada. Ella lo saludó y sin perder más tiempo se dirigió al ascensor.

Por su mente, intentaba repasar lo que estaba por decirle. De lo mucho que significaba para ella, de como gracias a sus esfuerzos y sonrisas que le mostró, logró sacar a flote tanto amor que mantenía reprimido.

Una vez en el pasado, creyó haber encontrado a la persona correcta, cuando conoció a Renata. Las circunstancias y la presencia de Silvana como rival le hicieron tomar decisiones que aunque dolorosas, tenían mayor valor. Alejarse fue la mayor muestra de amor que pudo entregar y no se arrepintió de hacerlo.

Y ahora lo entendía porque de no ser así, jamás hubiera notado a la maravillosa mujer que llegó para poner su mundo de cabeza.

Avanzó sintiendo los latidos de su corazón acompasar su andar. No entendía cómo es que una acción la podría dejar tan vulnerable pues sentía como todo su orgullo y coraje, el sentido que la caracterizaba la iban abandonando porque comprendía que de alguna u otra forma con Mónica podía ser más libre, real.

Se detuvo estando al frente de su puerta. Aspiró con fuerza para serenar su mente. Solo que las voces dentro del departamento la frenaron de seguir.

“Me gustaría que lo volviéramos a intentar. Si así lo decides ¿Irías conmigo de vuelta a la ciudad?”

Aquella persona le estaba pidiendo una oportunidad a Mónica.


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Uff… 

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Nos leemos luego.

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