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26. Decisión


Disfruten el capítulo.

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Algunos días transcurrieron desde que Alondra regresó sola a España. Recordando un poco de aquel viaje, todo había salido bastante bien: volver a reunirse con sus amistades y que ellas la recibieran con los brazos abiertos se sintió reconfortante en muchos sentidos, sobre todo al darse cuenta que los sentimientos que tuvo alguna vez por Renata ya habían quedado atrás. Si, la seguía llevando como un bonito recuerdo al tratarse de su primer sueño de amor, y tomando su ejemplo, esperaba algún día poder conseguir la felicidad con alguien que la quisiera tanto como lo hacían la rubia y su esposa.

Sorpresivamente quién se le vino a la mente fue a una morena en particular.

Le hubiera encantado tanto regresar con ella ese día, tal como lo habían acordado —hasta antes de ir a ver a su padre—, pero tan pronto abordó el avión se percató que Mónica no aparecía por ningún lado. Esperó pacientemente a que llegara en lo que quedaba de tiempo hasta que sus esperanzas se esfumaron cuando anunciaron que el avión estaba a punto de partir.

Fue entonces que tras meditar a detenimiento lo ocurrido se dió cuenta del terrible error que cometió al expresarse de tal forma.

Reconoció que ella no fue culpable de nada en primer lugar. No era justificación, pero en cuanto a asuntos familiares se refería, Alondra evitaba a toda costa que terceros se involucraran y dada la intervención de Mónica para el tema de su padre, no supo manejarlo adecuadamente.

Por otra parte, se sorprendió que la morena —siendo como es— tomará sus palabras muy en serio. Cuando le pidió que la dejara un tiempo sola, sólo se refería a ese momento y no a que desapareciera por días.

Para el viernes, las posibilidades de poder verla se avivaron después de que el mismo encargado del edificio le dijera por la mañana que su amiga había llegado la noche anterior pero que tendría que esperar para hablarle porque tuvo que salir muy temprano al trabajo.

Trás de lo escuchado, no sé preocupó mucho debido a que contemplando la clase de cocina de la tarde, lo más seguro es que ahí la vería.

Una vez llegado el momento, Alondra tomó un breve tiempo para salir al estacionamiento a esperar. El lugar no estaba del todo vacío, algunos de sus estudiantes del curso llegaban con anticipación, mientras que otros salían al finalizar sus actividades. Clara (una de sus estudiantes) al verla desocupada se acercó a despedirse y hacerle compañía en lo que llegaba su transporte. La joven se encargó de ocupar el espacio para consultarle algunas dudas de la clase por lo que la chef no pudo negarse a responder. A momentos se apartaba de la vista de la joven para observar a su alrededor si es que veía a su amiga aparcar, pero nada.

Luego de despedirse de su estudiante y faltando pocos minutos para que iniciará la clase, Alondra tuvo que regresar adentro puesto que aún debía ir por algunos materiales a su oficina, así que no podía esperar más.

Al llegar al aula, lo primero que hizo fue observar al centro, justo en el espacio que Mónica acostumbra a usar. Suspiró desanimada al darse cuenta que de nueva cuenta, estaba vacío.

La clase dió comienzo, explico brevemente el tema hasta que leves golpecitos en la puerta hicieron detener de seguir explicando.

—¿Puedo pasar? —Una voz conocida hizo eco tras abrir la puerta.

Con mucho esfuerzo, Alondra retuvo una sonrisa y aunque le hubiera gustado verla a solas, debía aguardar al menos a qué terminara la clase para poder hablarle.

—Claro. Llegas tarde —completo en un tono de seriedad, aunque sólo fue para aparentar.

—Siento la demora, Chef —sonrió apenada.

Tras entrar, Alondra esperó a que la morena se colocará el delantal. Desde su lugar y escondiéndose tras una hoja que sostenía, no perdió ni un segundo para observarla: algún gesto sospechoso o indicio de molestia, algo que le ampliará el panorama de lo que pudiera haber sucedido durante sus días de ausencia, pero nada fuera de lo común a excepción de notar que —a diferencia de otros momentos— usaba ropa ejecutiva. Aquello le hizo sacar una sonrisa al recordar que a Mónica no le gustaba cargar con prendas formales (tal como viste su prima) y sólo lo hacía cuando debía sostener reuniones importantes.

Con dicha información en mente rogó que el trabajo fuera la razón de su desaparición y no porque estuviera molesta con ella.

La clase concluyó. Tratándose del fin de semana, la gran mayoría estaba saliendo tan pronto iban terminando de acomodar sus estaciones.

Ansiosa a más no poder, la chef trató con todas sus fuerzas no ser descortés con un par de estudiantes que por alguna razón, ese preciso día, se les había ocurrido hablarle para consultar sobre unas preparaciones que querían realizar en casa como parte de su aprendizaje. Ella fue específica e intentó acortar el tema lo más que pudo para que se fueran con la suficiente información. En otro momento, no le importaría extenderse en explicar paso por paso todo, pero dadas las circunstancias con la morena, no podía hacerlo.

—Monica, ¿podrías esperar? Necesito hablar contigo —expresó cuando la vió a punto de salir. La otra volvió unos pasos hasta ocupar el espacio de sus compañeros luego de que se despidieron de ella.

El lugar quedó completamente vacío, Alondra se sintió ansiosa y feliz de que la morena estuviera de vuelta después de pasar casi una semana ausente, pero sobre todo, necesitaba con urgencia pedirle disculpas por haber sido tan grosera aquel día.

—Tierra llamando a Alondra —habló Mónica al ver a su amiga perdida en sus pensamientos apenas de preguntar por segunda vez de que quería hablar—. Responde.

—¿Qué? —se reincorporo, dispersando la mente. La otra sonrió al verla así, generalmente la morena era la divagaba con quién sabe qué cosas.

—Distraída —la acusó burlona—. Te decía que ¿Qué necesitabas?

—¡Ah, sí! —simuló estar pensando hasta acomodar sus ideas. Luego la volvió a mirar percatandose al fin de lo diferente que lucía. A Mónica la conocía siendo bastante enérgica y juguetona, pero no supo cómo es que ese día parecía tener otros aires.

Si era a propósito o no, lo cierto fue que aquel traje tan ceñido a su cuerpo y la coleta alta, dejaba lucir sus facciones a proporciones superiores. Incluso, el maquillaje que tenía le hacía mostrar una mirada tan madura e imponente, que te hacía pensar dos veces antes de hablarle de cualquier cosa.

Se veía, realmente hermosa.

—¡Yuju! —mencionó Mónica al verla de nuevo dispersa—. Otra vez te fuiste a quién sabe dónde.

—Ah. Disculpa —meneó levemente la cabeza y cuando estuvo mejor, la miró de vuelta.

—Si. Andas un poco rara. Deberías irte a descansar.

—No, no. Estoy bien —carraspeó un poco—. Yo, es decir. Necesitaba verte.

—Entiendo y siento la ausencia, pero el trabajo me mantuvo ocupada. Aprovechando que estábamos en casa, decidí quedarme porque debía arreglar asuntos de la empresa.

—Ya veo —se relajó apenas oírlo dándole confianza para hablar—. Sobre ese día… yo de verdad lamento haber dicho cosas horribles. Estaba muy frustrada por el tema de mi padre y esa mujer que de pronto ya me estaba desquitando contigo. No sabes lo mucho que me avergüenzo tan solo recordar cómo te trate. No te lo merecías. Yo… perdón —sus mejillas estaban rojas. Le sostuvo la mirada tanto como pudo hasta ver qué la otra fue la primera en apartarse de aquel duelo de miradas.

—Uhm… pues gracias. Realmente no estoy molesta por ello. Entiendo que estabas algo alterada que fue inevitable no responder así. Aunque yo también debo pedirte disculpas, debí consultarte primero y no obligarte a ir.

—No, descuida. Sé que tus intenciones fueron buenas. La relación que tengo ahora con mi padre está algo estancada pero agradezco mucho tu interés. Por favor ¿Me disculparías?

Mónica la observó analizando la situación. Le dió ternura verla en su faceta avergonzada y aprovechando un poco de esa vulnerabilidad quizá intentaría algo de vuelta.

—Bueno, si lo pides de tal forma. Es inevitable no replantearlo —pensó un instante antes de responder—. Está bien. Te voy a perdonar por todo el daño que me hiciste e incluso fingiré que no me hizo sentir mal tus palabras —exageró dramática—, si y sólo si me haces un favor.

—Si, ¿cuál? —respondió al instante.

—Que reconsideres hablar con tu padre.

El rostro de la chef cambió en un instante. Estuvo a punto de responder pero ya no quería cometer malos entendidos, así que resolvió fácil.

—No, no puedo.

Se observaron como intentando descifrar los pensamientos de la otra por medio de la vista. Mónica comprendía un poco lo difícil que era para su chef enfrentarse a un escenario diferente. Siempre tuvo en mente la imagen de su padre y madre juntos, a pesar de la muerte de uno. Jamás visualizó la posibilidad de cambiar esa vista a una diferente. Pero si podía aunque sea ayudar a que esa familia no se separará, por lo que no le importaba si la odiaba después, haría lo posible para ayudar a los De Gante a volver a unirse.

—Bueno. Entonces, ya sabes mi respuesta —tomó su bolso de vuelta. Retomando su camino a la salida del aula.

—¿De verdad? —observó incrédula la petición de la morena— Me vas a dejar de hablar solo porque no quiero hablar con mi papá.

Mónica giró a verla—. Supongo que mi dignidad estará en juego si cambio mi postura. Así que, si. Nos tomaremos un tiempo. Al menos hasta que sepa que tú consideraste volver a verlo.

La chef se quedó helada al notar que la otra iba en serio.

—No me puedes condicionar eso.

—Ya lo hice. Considera mi petición como el cobro del juego de preguntas que tuvimos en el avión.

—Mónica… —expresó suplicante, no quería que las cosas terminaran así con ella. Incluso ya tenía idea de lo que haría para saldar su culpa por el daño que le provocó pero con esa decisión, sus planes se habían arruinado.

—Espero que no quieras perder a alguien más —expresó directa, hablando de su persona—. Nos vemos, chef —dió media vuelta para retomar su camino, decidida a mantener firme su postura de alejarse hasta que volviera a ver a su padre.

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Auch. Ya valió para la chef.

Esperemos que reconsidere.

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Nos leemos luego.

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