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23. Reencuentros y palabras

Disfruten el capítulo.

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—¿Y cómo está tu padre? —fue la pregunta que soltó Oscar el papá de Mónica a su invitada después de bajar e integrarse al comedor con toda la familia esperándolo.

—Bien. Trabajando como siempre en el restaurante.

—¡Qué gusto! Él sí que tiene el toque para la cocina. Hace un mes que visitamos el restaurante para celebrar nuestro aniversario. Fue grato saludarlo y quedamos maravillados con el buen trato que recibimos.

—Si, es muy hospitalario —sonrió orgullosa. En tanto que hablar de su papá no era la primera idea para iniciar la conversación pero no debía ser descortés, no con toda la familia de Mónica presente observándola.

—Alondra es tan buena como el señor Arturo. Si vieras como me tiene consentida en casa —dijo sin pena la morena que no hizo otra cosa que alertar a la chef por tan íntima revelación. No quería imaginar lo que sus padres pudieran pensar de eso.

—¿De verdad? —expresó la señora Monserrat—. Pues te agradezco hija las atenciones con mi Moni. Sé que no es fácil manejar a esta niña con lo extrovertida que puede llegar a ser.

—Descuide. Ya me acostumbré.

—Pero me da gusto que se lleven bien. Siempre es difícil vivir sola en un país alejada de la familia y que estés ahí, apoyándola, significa mucho para nosotros. ¡Verdad, cariño! —volvió la vista a su marido.

—Absolutamente. Sigue cuidando tan bien a mi hija como hasta ahora.

—Eh… gracias. Si lo haré —se limitó a decir.

Por alguna extraña razón aquello sonó como algo que un hombre diría al novio de su hija.

***

—¡Quiero ir contigo! —se colgó del cuello de su hermana para que no lo apartaran de ella. En todo el tiempo que Mónica estuvo en casa, Ángel no paró de permanecer a su lado, contándole cuanta cosa le ocurría en la escuela, sus programas favoritos y las cosas que quería que le enseñara a jugar—. Por favor.

—Será una visita rápida. Solo iré a saludar a nuestra prima y después tú y yo. Saldremos de paseo a dónde tú quieras.

—¿Segura?

—Te doy mi palabra de que así será.

—Pero quiero que venga ella —señaló a la chef que parecía encantada con la escena de los hermanitos—. Nos puede cuidar las mochilas mientras subimos en los Go karts.

—Por supuesto. Eso no está en discusión —apoyó Mónica y observó a la chef arqueando la ceja—. Y luego le diré que nos lleve a su taller de cocina para que nos haga unos postres —susurró aunque pudo oírlo la otra.

—¿¡Mi pastel de dinosaurio!?

—No. Le tomará tiempo para eso. Pero sin duda lo hará un día de estos. Mientras, la obligaremos a que nos haga algún postre rico.

—¡¡¡Si!!!

—Te estoy escuchando Mónica.

Los padres de la morena soltaron a reír ante lo dicho por las mujeres y el niño. Le pidieron a Ángel se despidiera de su hermana y Alondra para que al fin pudieran ir a casa de Silvana, aceptó después de acordar que saldrían los tres por la tarde. 

—Conduce con cuidado.

—Lo haré mamá.

Felizmente se incorporó a la carrera. Al fin después de una grata mañana en compañía de sus padres, hermanito y Alondra no podía sino sentirse tan dichosa porque todo saliera a pedir de boca.

—Ese niño te adora —expresó Alondra al observar el dibujo que hábilmente realizó en un cuarto de hora para que lo cargará como amuleto.

—Y yo, a él. ¡Ay! Cómo me hacía falta verlo.

—Y tus papás. No los había tratado tanto. Son muy lindos.

—Gracias. Ellos te adoraron.

—¡Oye! —le dió un leve golpecito en su hombro—. ¿Por qué demonios les dijiste lo de las comidas y nuestra convivencia allá?

—Jajaja. ¿Qué tiene? ¿Te molesta?

—Pues… fue raro. Fue como si… nada olvídalo.

Eso le interesó a Mónica.

—¿Qué cosa?

—No, olvídalo.

—Sabes que no lo haré. Así que anda, suéltalo.

—Okey —suspiró nerviosa por las ideas que salieron en su mente—. Es que por un momento creí que tus papás tenían la extraña idea de que tú y yo estamos…

—¿Estamos…?

—Saliendo —dijo lo último casi en susurró. No quería verse tan paranoica pero así fue como lo sintió. Por su parte Mónica no pudo sino mantenerse en silencio después de escucharla.

Algo en su silencio llamó la atención de su compañera que de inmediato la atacó para que hablara—. ¿Hay algo que deba saber al respecto?

—Ah… no.

—Móni.

—Mande.

—No evadas la pregunta.

—¿Qué pregunta? —Volteó a verla de reojo solo para toparse con una mirada fulminante—. Está bien. No me mates con esos ojos de pistola. Te lo diré pero si tú también me respondes algo. ¿Trato?

—Mmm… bueno.

—Dejame ver, como te lo digo. Mi madre sabe unas cosas y digamos que ahora que te traje dedujo algo.

—¿Qué? ¿qué cosas?

—Le platiqué hace tiempo que me gustabas. Creo que ahora piensa que estamos juntas.

—¡Y me lo dices hasta apenas! —se alarmó. Ahora comprendía tantas atenciones con ella.

—Alondra, ve el lado bueno de esto. 

—¿Qué cosa?

—De que prácticamente te dieron su bendición. Sobre todo papá que al parecer se lleva muy bien con el tuyo.

La chef negó divertida. A estas alturas ya nada le sorprendía viniendo de Mónica, por lo que prefería dejar las cosas tal como estaban a menos que el tema se pusiera intenso y necesitaran aclarar la situación. Pero por ahora, estaba bien.

—Entonces, ¿ya puedo preguntar yo?

—¿Sobre qué?

—Es referente a tu papá —tenía dudas desde la cena con la familia de Paola que ahora que veía la oportunidad quería saber un poco de ello—. Para empezar ¿Por qué quisiste venir conmigo? No lo malentiendas, es fantástico pero si yo fuera tú. Aprovecharía la ida para ir a ver a mi familia.

Alondra enmudeció.

—¿Están peleados o algo así? —lo dijo sin más. Justo cuando el semáforo en rojo las detuvo, Mónica se pudo dar tiempo de observar mejor a su chef quien parecía concentrada a cualquier cosa de su exterior como medio de escudo.

Estaba por decirle que la disculpara por entrometerse en temas delicados, cuando al fin la escuchó hablar.

—Sólo estamos algo dispersos. Papá… no ha sabido tomar buenas decisiones últimamente y eso me tiene algo molesta. Quiero que se de cuenta de su error, cuando esté listo hablaremos. Por ahora no deseo verlo.

—Entiendo. Pero supongo que él espera saber de ti aunque sea para saludarte. No es como que todos los días vengas por aquí. Vivimos al otro extremo del mundo.

—Si, pero no sé… es muy pronto.

—Al menos piensa que un saludo no le hace daño a nadie.

A mí sí. Pensó la chef.

Tomó el silencio de Alondra como un seguro para concluir su charla. No entendía bien la profundidad del problema con los De Gante y por lo escuchado parecía bastante empeñada en mantener su postura aunque esos ojos marrones reflejaran tristeza.

Ya vería qué hacer al respecto.

***

—Esto si es una enorme sorpresa —Mario fue el primero en recibirlos en la puerta principal. Quién diría que aquel jovencito escuálido de dieciocho  años que alguna vez padeció enfermo, ahora tenía un aspecto de estrella de cine. Su cuerpo había ganado masa muscular luego de trabajar por meses en sus terapias. Incluso con ayuda de su hermana logró concluir sus estudios universitarios y ahora se encontraba trabajando en su propia empresa—. ¡Mónica!

Ambas lo observaron, él vestía con un traje semi formal debido a la pequeña reunión que se suscitaba en el jardín de la mansión. A diferencia de la última vez que se vieron, su cabello estaba ligeramente largo, oscuro como la noche, formándose al final de las puntas ondulaciones que le hacían lucir un look rebelde, a pesar de siempre mantenerlo cuidado.

Abrazó a su prima con tanta emoción después de algunos meses sin tenerla cara a cara que incluso una que otra lágrima no se pudo hacer esperar.

—No seas un llorón —dijo bromeando. Mario siempre había sido así con ella. 

—Oye, déjalo. Está emocionado —Alondra regaño a su compañera.

—Descuida. No importa —se limpió una lágrima—. Ya extrañaba su forma de ser. Bueno, no nos quedemos aquí. Entren que todos esperan.

En el jardín todos pasaban un rato agradable. La primera persona que encontró Mónica en su campo visual fue a la entusiasta Ana intentando abrir una caja de la montaña de regalos que se encontraban dispersos en todo el jardín. Paola por su parte estaba sentada a un extremo de los sillones conversando animadamente con Liz, la novia de Mario, mientras esté último iba en dirección al centro del jardín donde una rubia sonriente parecía estar atendiendo a la pequeña personita que cargaba en brazos.

—¿Adivina quienes llegaron cuñadita? —Renata apartó la vista de la bebé para voltear donde Mario señalaba. Cuando lo hizo, se emocionó de ver a las mujeres que hacía rato no tenía la oportunidad de tenerlas enfrente.

—¡Moni! ¡Alo! ¡Están aquí! —dijo encantada de que toda su familia (porque así es como los consideraba) estuvieran ahí.

—Yo vine por mi sobrina —expresó severa la morena aunque luego se arrepintió—. Na, es broma. ¿Cómo está la mamá más cariñosa del mundo?

—Esperando a qué alguien se digne a responder mis mensajes —una voz proveniente del corredor se hizo presente. Silvana, quien venía sosteniendo una bandeja de bocadillos, se acercó dejando la comida sobre la mesita de campo—. Al fin llegas Mónica.

—Dije cariñosa, no gruñona, Silvanis —atacó de frente haciendo fruncir el ceño a la aludida y soltando un ataque de risa para los que estaban presentes.

—Te sorprendería lo mucho que nos ha cambiado la maternidad —expresó Renata sonriendo para la pelinegra quien agradeció el gesto de salvarla de las bromas de su prima.

Por otro lado, Silvana también notó la presencia de una segunda persona que se mantuvo en todo momento en silencio luego del pequeño chascarrillo de la morena.

—¡Qué tal Alondra! —se acercó de igual manera a saludarla, un poco más reservada que con su prima pero a final de cuentas todo normal—. Tiempo sin verte—. Ya habían dejado atrás el tema que las mantuvo en constante lucha y malestar. Ahora, después de algunos años alejadas una de la otra se podían tomar todo como cosa del pasado. Sin rencores, desde cero.

—Lo mismo digo —aceptó amable. Un poco incómoda por el hecho de que todos las observaban interactuar. Al menos se sentía aliviada de que ambas fueran sensatas para dejar atrás su conflicto y convertirse en una especie de “amigas”—. Felicidades por su bebé. 

—Gracias y… me da gusto que hayas venido también —apoyó el saludo de mano con una frase bastante sincera aunque con un poco de vergüenza que solo pudo ser roto por la intromisión de Mónica para bajar la “incomodidad” que aún prevalecía en ambas.

—Bueno, bueno. No nos quedemos aquí. Hay trabajo por hacer. Esos regalos y los tengo en la cajuela no se van a abrir por sí solos. Andando niñas y tú —señaló a Mario— intento de Peter Kavinsky, carga a la reina de la casa para que Renata venga a recibir sus obsequios.

—Oye. Ya te dije que no me llames así.

—Cambiate el look y luego hablamos.

—Yo te ayudo, amor —ofreció Liz dando por concluido el tema.

Por varias horas todos disfrutaron del grato tiempo: recordando historias, bromas o bonitos recuerdos que compartieron en un momento dado.

Compartir esa pequeña vivencia admirando y mimando a la hermosa bebé que yacía en los brazos de sus madres, o soportando las risas al ver pelear a dos locas como lo eran Mónica y Ana por ver quién debía ser proclamada como la mejor tía cool de todas, era sólo un poco de lo que esperaban seguir viviendo por más tiempo.

...

—Antes de que te vayas. Puedes venir un momento a mi despacho, Mónica —señaló Silvana firme luego de que todas entrarán de vuelta a la sala ya que la temperatura había bajado y no era bueno para la bebé.

—Okay, no me queda de otra —golpeteo sutilmente sus rodillas para armarse de valor. Ya sabía de qué iba el tema. Entonces esperaba salir con vida de ahí—. Ahora volvemos. ¿Alondra, me esperas?

—Uhm. Si. Tómate tu tiempo.

—Tal vez es hora de que nosotras también nos retiremos —mencionó Ana al ver un leve bostezó de su amiga—. Debes estar cansada Renata, no hace mucho que saliste del hospital.

—Yo también tengo que irme. Aprovecharé que ando en la ciudad para arreglar unos papeles que necesito. Pero descuida, mañana podemos salir a desayunar a algún lugar.

—Si, suena genial —recibió el abrazo de sus dos mejores amigas y luego de brindarle más minutos para despedirse de la bebé, por fin la casa encontró silencio.

—Eh…este… —Un par de minutos más tarde Alondra no soportó más el silencio incómodo que surgió al verse de repente sola (en teoría porque estaba también la bebé) con la rubia.

—¿Cómo has estado? —Renata fue la primera en intervenir.

—Bien. Ya sabes trabajando en el restaurante y dirigiendo una escuela a ratos. Lo normal.

—Si. Mónica me dijo algo de eso. Me da gusto. Felicidades por tu sueño cumplido.

—Gracias —sonrió avergonzada ante el brillo natural que la rubia podía reflejar. Era extraño pero a la vez se sentía aliviada porque pensó que aquel reencuentro la pondría en una situación alarmante si es que por azares del destino aún existiera una mínima pizca de sentimiento por ella, pero se alegró que después de verla, su corazón no reaccionara a más de lo normal.

Había cerrado un ciclo y lo sentía tan bien.

—También, me da gusto que Mónica y tú se lleven bien. Hacen un buen dúo. 

—No, ella y yo no estamos…

—No dije que estuvieran saliendo —atacó de inmediato Renata—. Aunque la realidad es que pareciera que sí lo es.

—¿Así es como todos lo ven? —susurró tímida.

—Yo no soy nadie para tomar decisiones sobre otro pero nada me daría más gusto que verte feliz con alguien y… ese alguien pareciera estar tocando la puerta más cerca de lo que imaginas.

—Entiendo pero… no sé —se frotó los nudillos—. Tengo un poco de miedo, sabes —sintió que podía hablarle de esto a su antiguo amor—. Logré superarte, pero ahora cada vez que intento algo, me invaden esas inseguridades de no poder ser suficiente para alguien.

—Alondra —se levantó del sofá cargando a la bebé para sentarse a un lado de su amiga—. Eres una mujer increíble. No te cierres a las mil y una posibilidades que hay en el mundo para ser feliz—. Acarició su mano—. Lo que pasó entre nosotras tómalo como una experiencia para entender que lo mejor está por venir. Alguien como tú sabe lo mucho que significa dar todo por algo que vale la pena luchar. No límites tu encanto solo por una mala experiencia. Eres valiosa, así que… deja atrás esos miedos y anda por lo que realmente buscas.

—¿De verdad piensas que… Mónica es esa persona?

—No lo sé. Eso depende de lo que sientes aquí —señaló su corazón—, cuando estás con ella.

No supo qué decir al respecto. Tal vez escucharlo de quién considero su primer amor tomaba más sentido y le ayudó a sentirse mejor consigo misma después de estar viviendo en negativa por futuros rechazos o conquistas.

Y por ahora que la gran mayoría apoyará el tema de una relación con esa juguetona morena  sonaba cada vez más tentador.

Definitivamente estaba más cerca del final del túnel.

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Entonces, ¿qué les pareció este maravilloso reencuentro?

Alondra interactuando con Silvana sin querer matarse.

Alondra sorprendida de ya no tener ese sentimiento de amor por Renata después de mucho tiempo.

Y que por supuesto ella le ayude a entender que tal vez haya alguien dispuesta a dar todo por la chef. Cof cof Moni…

NOTA:

Como se dieron cuenta, no puse total énfasis en la vida de Renata y Silvana y los demás porque… vamos está historia está protagonizada por una nueva parejita y sus aventuras en la búsqueda del amor. Así que aunque sea, les pongo brevemente de la vida de ellas en familia. Solo eso…

Por ahora.

Este arroz se está cociendo poco a poco y quizá Alondra ya esté preparada para entrar en razón.

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Nos leemos luego.

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