22. Visitas
Disfruten el capítulo.
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Mónica desvió la vista hacia la ventanilla que tenía a su izquierda. No veía absolutamente nada más que las luces parpadeantes del ala lateral que la abdujo en una especie de apoyo para soltar las palabras adecuadas.
—Supongo que… lo que todos buscan en una. Ser felices, tener una estabilidad o al menos eso pensaba.
—Explícate —suavizó su habla.
Se tomó unos segundos y prosiguió.
—Pues, que te puedo decir. Esto también es nuevo para mí. Si, hace unos años me hubieran preguntado lo mismo, te diría justo eso. Cuando dejamos de vernos intenté seguir con mi vida conociendo a más gente para… olvidarte.
—¿Lo conseguiste?
—Evidentemente no —sonrió melancólica—. Bueno, casi. Después de un tiempo, comencé a salir con alguien. Supuse que sería la definitiva porque, uhm… nos íbamos a casar.
—¿De verdad? —la tomó por sorpresa.
—Si. Congeniamos tan rápido que al año ya le estaba dando el anillo.
—¿Y qué pasó? —se arrepintió de preguntar—. No, disculpa. No es de mí incumbencia.
—jejeje… descuida. Te lo puedo contar. Se llama Carla —comenzó a narrarle—. Simple y sencillamente no acepto. Me amaba, al menos eso me dió a entender. Pero… dijo que aún tenía otras prioridades antes de atar su vida a la de otra persona. Y no la culpo, ella es una mujer con grandes aspiraciones, se fue a hacer una especialización porque ya sabes que en la medicina siempre hay que ir un paso más.
—¿Fue complicado?
—Si, lo fue. Pero descuida no le guardo algún tipo de resentimiento, quedamos en buenos términos e incluso hace un par de meses me enteré que ya había terminado su programa con excelentes notas.
¿La sigues queriendo? Fue la duda que surgió en la chef aunque por más que quiso expresarlo las palabras no salieron.
—A lo que voy es que… quizá no entendí en su momento lo que yo buscaba de los demás. ¿Era la necesidad de brindar amor? Sabes, mis sentimientos son un caos cuando se desembocan al exterior.
—Un poco, si.
—Pero entendí que lo que más deseo en este mundo es estar para mi pareja. Quiero que la persona que esté a mi lado me vea cómo su mejor amiga. En esa persona en la que ella se pueda apoyar y que me haga partícipe de sus eventos más importantes de su vida —expresó con voz soñadora.
Recordó un poco lo vivido con su exnovia Carla. Fue cierto que sintió un fuerte amor por la doctora pero el hecho fue que sus mundos siempre estuvieron rodeados por trabajo en ambas partes que les impedía relacionarse como lo hubieran deseado. Mónica entendió que al final del día ninguna pudo de su parte para encontrar una forma de sobrellevar la relación y que está no perdiera fuerza hasta culminar en un rompimiento.
Por eso, no quería cometer el mismo error dos veces y trataba de poner todo de su parte en su camino para conquistarla.
Cuando salió del sueño en vida que tenía, dió una vista rápida a su compañera que la miraba atónita.
—Me gustas y lo sabes. Sin presiones. Yo sólo… quería que tuvieras presente esto —soltó lo último con timidez.
Por escasos minutos ninguna supo cómo continuar hablando. Mónica estaba tan avergonzada porque al fin pudo decirle todo lo que sentía, sin miedo alguno. Finalmente si la aceptaba o no, ya no dependería de ella porque supo que dejó en claro todo y no se arrepentía de hacerlo así, ya que no guardo nada.
Por otro lado, Alondra parecía no poder salir de la impresión. Escuchar hablar sobre lo que alguien busca de su persona era tan distinto como cuando ella misma era quien lo hacía.
Ya había estado en los dos lados, ya había experimentado en carne propia el poder decir sin trabas lo que se guarda la mente y el corazón. No era fácil hacerlo, eso lo reconocía y lo aplaudía de las personas que se atrevían a ir más allá de la corriente, del conformismo.
Pero ahora la cosa estaba en que debía hacer. Sentía que cada que llegaba a ese punto algo le hacía detener. Era como un pequeño freno que la obligaba a no ceder, a evitar la respuesta de aceptación o rechazo ante la posibilidad de que algo entre ella y la otra persona sucediera en un plano diferente al que estaba acostumbrada.
¿Por qué le costaba trabajo aceptarlo? Se maldijo para sí misma.
—No tienes que decir nada Alo —interrumpió la batalla interna que lidiaba su chef. Sujetó su mano y con sutiles roces la reconfortó para que se tranquilizara si es que estaba nerviosa—. Así soy yo. Siempre hablo de más. ¿Podemos… olvidarlo?
—No. No podría —habló entrecortada. Sostuvo con fuerza la mano de su amiga—. Esto es nuevo para mí. Tu eres alguien que a estás alturas representa una pieza importante en mi vida. No puedo simplemente olvidarlo. Solo quisiera un poco de tiempo para asimilarlo.
—¿Puedo preguntarte una cosa?
—Dime.
—Aunque sea un poco, ¿te gusto? —se aventuró a preguntar.
La chef conservó la postura. Se mantuvo en línea sin expresión alguna a pesar de que su interior estaba tan agitado que podía sentir su propio corazón vibrar con potencia.
No quería sacar conclusiones tan pronto y lo único que respondió es que no le era indiferente, cosa que emocionó a Mónica porque eso significaba que cada vez estaba un paso más cerca de ella.
Podía divisar un rayo de luz al final del túnel.
—Vamos a descansar.
La noche se fue volando, Mónica se percató al despertar que en todo momento su chef no se atrevió a despegarse de ella. Eso la enterneció y aunque quiso conservar la misma postura por la mayor cantidad de tiempo posible, era difícil e incómodo.
Más tarde fueron informados que pronto estarían arribando al aeropuerto después de una larga travesía de vuelo.
…
Salieron en dirección al estacionamiento. Mónica a diferencia de su amiga ya tenía un transporte esperando por ella.
—¿Vendrá alguien por ti?
—No. Este… —se frotó la frente, no sabía cómo decirlo—, si no es mucha molestia ¿Puedo… puedo quedarme en tu casa hoy?
Mónica se sorprendió, no obstante dejó lucir una gran sonrisa asintiendo de inmediato a la petición de su compañera.
—Vámonos —Antes de que cambies de opinión, pensó de inmediato.
***
La casa de sus padres estaba ubicada al otro extremo de la ciudad. En otras circunstancias quizá hubiera significado una visita como cualquier otra, pero no todos los días iba con una invitada, ni mucho menos tratándose de la mujer que la traía como loca.
Sería una visita interesante.
En poco tiempo ya estaban ingresando a la residencia de la familia Vera Kofmant. Y si su memoria no fallaba, ese día sus padres se encontraban en casa así que los tomaría por sorpresa con su llegada.
Con sumo cuidado, Mónica se adelantó por el pasillo hasta la parte trasera del lugar donde sabía bien por la hora que probablemente su madre estaría preparando algo para desayunar.
Y así fue, la encontró cortando vegetales. Estaba de espaldas a su dirección lo que le facilitaba sorprenderla pensando que aún no se daba cuenta de su presencia.
—Ni se te ocurra asustarme jovencita —sentenció la mujer justo cuando Mónica estaba a escasos centímetros de su víctima.
Bajó sus brazos derrotada. Seguía siendo incapaz de hacerle una pequeña broma a su progenitora y así sería hasta el final de los tiempos.
—Hola, ma —le regaló un beso en la mejilla a modo de saludo. La mujer no se inmutó en responder, se acercó a la estufa y vertió los vegetales a la cacerola tapándolo de vuelta para que terminara su cocción. Cuando se halló con tiempo, se alejó para luego ir directo a dónde su hija la esperaba.
—Moni —suavizó su voz. Aunque no duró por mucho—. ¿Porque niña no nos avisaste que vendrías?
—Eh… Ah. Si. Lo olvide.
—¿Cómo podrías olvidar algo así? —Mónica se limitó a reír. La mujer negó resignada—. Pudimos haber planeado algo para recibirte.
—Mami no es necesario. Soy feliz con tus comidas caseras.
—Ese no es el punto —giró la vista al marco de la puerta donde Alondra se iba acercando. Cuando la vio no pudo sino esbozar una gran sonrisa que hizo despegarse de su hija por unos segundos—. ¡Alondra! Qué maravillosa sorpresa.
—Ah. Y también les traje una sorpresa. La invité a pasar unos días aquí —expuso a su madre quien le pareció una grata sorpresa.
—Hola, señora Kofmant.
—Por favor, hija. Solo dime Monse —le brindó un abrazo que enterneció un poco a la chef por la amabilidad de sus palabras—. Cómo has cambiado desde la última vez que nos vimos. Te ves muy linda.
—Gracias.
—¿Hasta parece que tú eres su hija? —chilló Mónica a modo de juego para su madre quien le lanzó una mirada asesina.
—Modales señorita —reprendió a su hija y luego volvió la vista a su invitada.
—Siento llegar sin aviso señora Monse y espero no ocasionar molestias pero le pedí a Mónica me permitiera acompañarla el día de hoy.
—Ay, no te preocupes. Siempre serás bienvenida. Siéntete como en tu casa.
En el corredor se escucharon pasos acercándose, como era de esperarse siendo un sábado por la mañana la silueta de un niño adormilado de cuatro años se asomó a la cocina después de escuchar el bullicio de esta.
—Mamá hay mucho ruido, no me deja… —Observó a su alrededor hasta reconocer a una en particular—. ¡Moniiiii! —avanzó corriendo lanzándose a los brazos de su hermana mayor—. ¡Volviste! ¡Volviste!
—¡Hola, corazón! —lo abrazó con fuerza regalándole un par de besos en las mejillas—. Te extrañe mucho enano. ¿Cómo estás?
—Bien. Ayer crecí dos centímetros después de comerme todas mis verduras.
—¡Wow! ¡Es verdad! —lo observó juzgando—. Ya te veo más alto. Creo que copiaré tu estrategia para que esté así de alta.
—Si, házlo. Yo te ayudo.
—Angel —llamó su madre—. Saluda niño a nuestra invitada.
Vió a la mujer de cabello corto y luego se acercó al oído de su hermana para susurrarle algo.
—¿Quién es ella?
—Es mi amiga. Se llama Alondra. Anda, saluda.
Mónica bajó a su hermano avanzando hasta estar al frente de la mujer.
—Hola.
Alondra se puso de cuclillas y recibió el saludo con la mirada más amable que pudo esbozar. El niño era demasiado adorable para no querer abrumarlo con abracitos y besos.
—Hola Angelito. ¡Qué gusto verte de nuevo! Te conocí cuando eras un bebé. Mírate, ya estás muy grande.
—Crecí dos centímetros ayer —señaló su logro.
—Si, lo noté.
—Angel —se acercó Mónica a su hermano—. Adivina, ella es chef profesional y sabe preparar tu pastel favorito.
—¿De verdad? —sus ojitos brillaron de la emoción. De pronto, había dejado de parecerle una extraña para ahora considerarla como parte de su familia—. ¿Sabes hacer el pastel de dinosaurio?
—Ah… Si. Supongo.
—¡Genial! —saltó de la emoción—. ¡Mamá! ¡Ella me hará un pastel de velociraptor!
Por alguna extraña razón, para Alondra, ver al pequeño niño animado le figuraba tanto a la morena cuando ésta se salía con la suya.
Son tal para cual. Pensó en aprietos.
Aceptó resignada, supuso que sería una forma de pagar el hospedaje.
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Jajaja. Pobre Alondra. Pero que bien se tomó la mamá la visita de su nuera, este… digo la visita de la amiga de su hija.
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Nos leemos luego.
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