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21. Cuestionamiento

Disfruten el capítulo.

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—¿Entonces irás? —expresó Paola mientras ingresaban a la oficina de la Chef. Esa mañana su amiga (casi hermana) llegó de sorpresa para contarle la noticia sobre el nacimiento del bebé de Renata. Algo que por supuesto, Alondra ya tenía conocimiento gracias a los comentarios de Mónica la noche anterior.

—Me gustaría pero estoy con lo de la escuela y…

—No. Debes ir —Cerró la puerta para tener algo de privacidad—. Dijiste que ya quedó atrás el tema de tu enamoramiento por ella—. La chef asintió—. Ya es tiempo de que vuelvas a tu país y visites a la gente que dejamos allá. Y eso incluye a tu papá.

Se puso intranquila con lo último. Si bien, era un tema que seguía causándole incomodidad, motivo por el cual prefería evitar hablarlo.

—Paola, no creo que debamos comentar. Ya sabes que pienso de él y su…

—Alo. ¿Cuándo vas a entenderlo? Tu papá está intentando…

—No. Basta —pidió con respeto no interfiera en temas que no eran de su completa índole. Para desviar la conversación y asimilando mejor la propuesta de viajar. Decidió hacer caso omiso a la petición de acompañar a sus amistades para visitar al nuevo integrante de la familia Kofmant—. Está bien. Haré todo lo posible para ir este fin de semana.

Paola asintió. No estaba tan convencida de que lo fuera a hacer pero luego de prometerle que asistirá no hubo vuelta atrás.

—Y… ¿cómo has estado? Ayer no respondiste mis llamadas por la noche. No me digas que ¿dormiste temprano? 

—No, para nada. Salí tarde de aquí y luego fui a cenar con moni… —rectificó—, es decir, salí a cenar.

—Claro, y yo nací ayer —se interesó—. Escuché perfectamente lo último. Saliste con Mónica ¿No?

—No. Bueno sí. Pero sólo fuimos a un restaurante al que ella quería conocer. Solo fue una salida de… amigas. Nada fuera de lo común.

—Y porque te pones nerviosa.

—¿Eh? No. Sólo somos amigas.

—¿Amigas? —la observó dudosa. Queriendo molestarla, aunque tenía ciertas dudas con ese par y quería verificar si sus sospechas eran ciertas.

—Amigas —confirmó Alondra.

—Pues… —jugueteó con un bolígrafo que tenía enfrente—. Aquí entre nos. Yo no creo que Mónica te vea cómo sólo una amiga. Más bien… busca algo más en tí. ¿Que tal robar tu corazón?

—Eh… no, no —se puso nerviosa. Era algo que ya sabía pero que seguía negándose a aceptar por ¿Miedo?—. Ella es una mujer increíble que…

—¿Ya se besaron? —reclinó su espalda en el asiento.

—¿¡Qué!? ¿Paola, por qué me preguntas eso? —su sobresalto fue tanto que a su amiga no le quedaron dudas de la respuesta.

—Uhm. Entiendo. Alo. Yo no le veo mal que intentes algo con ella. La conozco y la conoces. Es una buena persona. Y por lo visto, ama tu comida. Aunque, no sabía que eras su chef personal.

—¿Qué? Claro que no soy tal cosa.

—Entonces explica ¿por qué ella siempre postea en sus redes fotos de los platillos que casi a diario “alguien” prepara en casa? Y lo sé, porque no es precisamente un restaurante o la escuela el que sale de fondo.

La chef enmudeció.

—Okay. Está bien. Si. Admito que comemos de vez en cuando juntas pero es parte de la convivencia como amigas y vecinas porque si no lo recuerdas, ella vive en el departamento de abajo.

—Pues… para ser solo una amiga. Estás bastante pendiente de ella y su alimentación. Ya olvidé la última vez que cocinaste algo para mí. —Simuló tristeza, haciéndose la ofendida aunque solo buscaba formas para hacer caer en cuenta a la cabeza dura de su amiga en que Mónica significaba algo más de lo que ella quería aparentar.

Observó a Alondra más callada de lo normal. No era un tema fácil de afrontar. Sabía los motivos de su renuencia para salir y buscar una relación. Y francamente le impresionó los avances que la morena ha conseguido porque aunque su amiga está aferrada a no decirle lo que pensaba, la realidad es que se le notaba el entusiasmo nada más mencionarla en su vida.

—Bien. Mi trabajo aquí concluye. Confío en verte allá este fin de semana. Yo viajaré hoy para pasar unos días más.

—Si. Te veo allá —no dijo nada más.

El resto de la semana se debatió entre ir o no. Al final del día, concluyó —luego de darle tantas vueltas al asunto— que tomarse un par de días para visitar a sus amistades le caerían bien. Quedaba el tema de su padre, esperaba que no se enterará que iría al país y con algo de suerte, regresaría sin haberse encontrado con esa mujer.

***

—Hasta aquí dejaremos la clase. No olviden colocar todo en su lugar después de lavarlo. Nos vemos con puntualidad el lunes —se apresuró para salir e ir directo al estacionamiento. Era viernes por la tarde y apenas le daba tiempo de regresar al departamento, dejar la camioneta en el garage y salir directo al aeropuerto para tomar el vuelo esa precisa noche.

Le tomó por sorpresa no encontrar a Mónica en el curso, incluso se quedó esperando un par de minutos en caso de que se le ocurriera aparecer pero no fue así.

—¿habrá viajado antes? —revisó sus mensajes notando que no tenía ninguno de ella.

Sabía que Mónica de igual forma viajaría para visitar a su familia. Lo que no sabía era la fecha exacta en que lo haría. Hace dos días que le había perdido el rastro. En palabras de su amiga, debía de cubrir unos asuntos en la empresa y que luego se pondría en contacto con ella. Algo que hasta el momento, no hizo.

Después de documentar su equipaje, se dirigió al andén que le indicaron. Estaba en el tiempo justo, debido a que los pasajeros ya abordaban el avión.

Una sobrecargo acompañó a Alondra hasta su asiento informando las indicaciones para antes del despegue. Apenas se quedó sola por fin pudo respirar. Fue increíble que le hubiera dado tiempo de llegar después de perder tiempo en el tráfico.

Divisó las otras cabinas que había, siendo imposible observar dentro de ellas. Supuso que habría más pasajeros como ella que buscaban algo de privacidad y descanso tratándose de un vuelo largo.

Justo a la hora indicada el avión despegó, después de que les informaran que se encontraban a una altura estable se quitó el cinturón para acomodarse mejor. Era cerca de medianoche, el vuelo estaba contemplado para arribar directo y al amanecer. Así que intentaría descansar en lo que iba del viaje.

—Señorita. Un cóctel de cortesía —la sobrecargo colocó sobre la mesita la copa y de inmediato dejó otra copa más—. Está otra es un presente que un pasajero le envía.

—¿Pasajero? —se extrañó de la atención— ¿Qué pasajero?—. Levantándose para quedar en el pasillo.

—La cabina cuatro. Que lo disfruté —expresó amable.

Alondra asintió. No obstante estaba intrigada por el regalo que “alguien” le envió. Armada de valor se dirigió a la cabina que señaló la sobrecargo, sólo para encontrarse con otra sorpresa.

—¿Mónica?

—Hola, chef. ¡Qué casualidad verte aquí!

—Lo mismo digo —se emocionó. Pasó adentro, tomando asiento a su costado—. Es decir, ya te hacía allá.

—Si, verdad. Pero tenía que cubrir unos asuntos aquí. Apenas me desocupe.

—¿Todo bien en la empresa?

—Si. Sólo que estoy atravesando unos cambios en la plantilla ejecutiva y me tiene ocupada. Pero ya se está resolviendo.

—Espero que el tiempo que le dedicas al curso no esté afectando tu trabajo —se preocupó.

—No, descuida. Todo está bien —tomó unos segundos antes de hablar—. ¿Quieres acompañarme un rato?

—¿Puedo?

—Pues… —observó a su alrededor—, está cabina es bastante amplia para una persona. Yo creo que incluso puedes dormir aquí.

Rió divertida—. No exageres.

—No lo hago —Mónica solicitó que trajeran las pertenencias de la chef. Con algo de sus influencias, en pocos minutos ya estaban acomodadas en el mismo sitio, conversando de cuanta cosa se les ocurría.

—¿Quieres jugar a las cien preguntas? —se animó a decir la morena después de acabarse el resto de su copa.

—No lo creo.

—¿Por qué?

—Porque conociéndote eres capaz de preguntarme las cien.

La observó divertida—. Me ofendes.

—¿Ah, no?

—Quizá la mitad —se burló—. Es broma. Serán las que tú quieras. Que tal solo seis. Tres y tres.

—Okay. Entonces empiezo —dejó también la copa vacía sobre la mesa aprovechando el tiempo para acomodarse mejor.

—Soy todo oídos.

Meditó un tanto la pregunta hasta hallar algo interesante que preguntar.

—¿Qué querías ser de pequeña? ¿Te imaginaste que te convertirías en empresaria?

—Uhm. A decir verdad, no. Quería ser corredora de autos. Mi gusto por los vehículos de velocidad empezó desde niña. Mi padre era fanático y seguido salíamos a ver competencias.

—Muchos de nuestros sueños están un poco influenciados por ellos —sonrió recordando—. Recuerdo que mi padre fue quien se emocionó más la primera vez que tomé sus cacerolas.

—¿Querías jugar a la comidita?

—Eso es lo gracioso. Que ni siquiera iba por eso. Estaba organizando un pequeño concierto en mi cuarto y quería hacer una batería. Pero papá lo malinterpreto y en su lugar, ese día se metió de lleno en darme una mini lección que cambió la forma de ver la cocina.

—Te enamoraste de la cocina.

—Si. De toda la magia que puedo crear estando allá adentro.

—Wow. Eso es muy lindo —la observó tranquila y pensativa, imagino que tenía a alguien en mente después de mencionar lo de la cocina. Ya vería qué hacer—. Muy bien. Sigamos —Ella si que aprovecharía sus oportunidades para cuestionar—. ¿Cuál es tú fantasía sexual más secreta?

Los colores se le fueron al rostro a la chef.

—¡¿Qué?! No se vale preguntar cosas tan íntimas.

—No lo rectificaste al inicio. Así que si se valen.

—No. No responderé.

—Entonces tendrás un castigo. Una petición —sonrió maliciosa—. Pero lo cobraré en otro momento. ¿De acuerdo?

—No sé si temer o no.

—Para nada —cerraron el trato, estrechando la mano—. Bien, sigamos.

Alondra buscó que preguntarle hasta que recordó los regalos que Mónica le envió. Si algo seguía sin ser resuelto era el contenido de la caja misteriosa. Entonces aprovecharía a preguntar porque parecía no querer darle información.

—¿Qué hay dentro de la caja?

—Una tarjeta —contestó simple.

—Y…

—Solo eso.

—¡Qué! ¿De verdad?

—Si.

—No se vale mentir.

—No te miento.

—Entonces cuando volvamos ¿Podrías abrirlo?

—Lo siento pero esa es otra pregunta que no está en tiempo para preguntar.

—Oye, no es justo.

—Si quieres preguntarmelo espera tu siguiente turno, aunque será la última pregunta que responda y es posible que ya sepas mi respuesta.

—Eres mala.

—Jajaja… sigamos —espero a que su compañera le prestara atención para comenzar—. Está bien, te cederé mi segunda pregunta. Pero sólo la responderé si es algo que refiera a mi persona. No te límites.

Eso no se lo esperaba. Había tanto que preguntarle qué ahora se lamentaba de aceptar tan pocas oportunidades para hablar. Algo de ella, pensó. Si, existían un par de cosas que quería saber.

—¿Qué buscas en una relación? —se animó a decir avergonzada—. Es decir este tiempo que estamos compartiendo. Te pedí que siguiéramos tal como estamos porque quiero que nos conozcamos más. Pero me gustaría saber ¿qué buscas en mí?

Esas eran dos preguntas, pero a Mónica le valía cacahuate eso. El tema estaba sobre la mesa y sobre todo, fue su chef quién lo puso a discusión.

No valía echarse para atrás.

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Esto se puso bueno.

¿Qué responderá Mónica?

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Nos leemos luego.

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