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20. Fantasías

Disfruten el capítulo.

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Al pie de la escaleras aquella rubia parecía no querer dejar ir a la chef y tampoco es como si la otra quisiera hacerlo. A Mónica no le agradó, así que tomando cartas en el asunto, bajó del auto y con la firmeza que pudo reunir comenzó a caminar en su dirección.

Irrumpió justo cuando la rubia terminaba de contarle sobre las últimas vacaciones que realizó en la playa.

—Aquí estabas, mi chef —la abrazó por detrás provocando un sobresalto a Alondra. Cuando divisó de quién se trataba dejó salir una bella sonrisa que no hizo más que incentivar los deseos de Mónica para besarle la mejilla. 

—Pensé que tardarías en llegar. Ya me estaba preocupando —sujetó con fuerza las manos de la morena para mantenerla cerca durante aquel lapso de tiempo. Incluso había dejado de existir cualquier persona a su alrededor apenas tener cerca a la mujer que parecía siempre estar en sus pensamientos.

—No tienes nada de qué preocuparte. Ya estoy aquí —le regaló un último beso en la mejilla antes de salir de la burbuja de amor en la que se hallaba y poner atención en la persona que las miraba un poco incómoda—. Hola —saludó amablemente.

—Moni. Ella es una de mis estudiantes.

—Uhm. Hola —saludó un tanto intimidada ante la imponente amazona que le tendía una sutil mirada de satisfacción al mostrarle abiertamente el terreno que pisaba si se acercaba más de lo debido a la chef —Di… disculpe. Debo irme —tartamudeó nerviosa.

—Claro. Ve con cuidado —Pidió Alondra manteniéndose aún en los brazos de la otra.

—Oye —Mónica habló firme para que le escuchara la joven cuando la vio avanzar—. Ten cuidado dónde miras la próxima vez —Alondra rió divertida golpeando sutilmente su mano para que dejara de actuar engreída y le prestará mejor atención.

La rubia palideció. —Lo… lo tendré en mente. Disculpe.

Y huyó sin disimular la derrota cayendo sobre sus hombros ante una diosa como lo era Mónica Kofmant, ante una perfecta reina de piel bronceada que parecía haber sido esculpida por los mismos ángeles…

No sonaba mal.

Incluso parecía lo ideal.

Solo que existió un pequeñísimo problema.

Eso fue un sueño y no la vida real.

—¡Ey! Shu, shu. Vete. ¡Vuelale! —susurró desde el auto con ademanes infantiles a la mujer que estaba al lado de su adorada chef como abeja merodeando el panal. Un panal bastante bonito.

—¿Qué hago? ¿Bajó y me presentó con ellas? Pero si la chef se molesta conmigo. ¡Ay! Creerá que estoy celosa. Bueno, sí. Pero no quiero que piense que soy esa clase de mujer —expresó frustrada—. ¿Qué hago Saúl?

—Eh… —Se detuvo a analizar la situación. No quería que su jefa perdiera la cabeza en sus propias ideas que la pusieran al borde del colapso. Así que creyó prudente hablarle con franqueza.

—Usted debe confiar más en su novia. Esa es la base de toda relación y…

Un silencio albergo escasos segundos en el auto. Su chófer al no escuchar respuesta, decidió voltear a los asientos traseros solo para notar a una consternada Mónica sobre las cuerdas del cuadrilátero.

—Señorita ¿Está usted bien?

—Saúl. No somos novias.

—Oh. Disculpe —recompuso de inmediato ante el descuido de sus palabras—. Es que inferí que todo esté tiempo que ha estado viniendo por ella ustedes ya eran…

—Nou —completó derrotada ante su propio chófer. Incluso él pensaba que ya estaban en un noviazgo.

Doble F por ella.


***

Avanzaban con una calma tan despreocupada sin tomar en cuenta que a lo lejos un alma a punto del colapso las observaba.

Recompuesta después de escuchar la pequeña travesía que tuvo su joven estudiante en una estadía aprendiendo a cocinar comida de su región. Alondra se dispuso a darle su crítica clave para la preparación que quería perfeccionar.

—Intenta adicionar más leche de coco o en su defecto yogurt para alcanzar esa textura sedosa. El sabor fue bueno pero la técnica dejó un poco que desear.

—Lo tomaré en cuenta Chef De Gante. De verdad deseo entrar en la competencia que le platiqué y necesito adecuar el menú que tengo en mente.

—Sigue practicando y si necesitas ayuda puedes pedirmelo.

—¡Me encantaría! —se acercó con sumo encantó soñador robando un poco del espacio vital de la chef—. Siento mucha admiración por usted.

Alondra resolvió amable. Le terminó de explicar algunas actividades que debía repasar en los talleres que dispuso para aprendices avanzados. Ella sin duda era apta para ser tomada en cuenta en esos espacios y con algo de dedicación, en un futuro podría llegar a lo que aspiraba.

—No le quitó más su tiempo, chef. Creo que la esperan —con la mirada guío a Alondra hasta el auto de lujo aparcado dónde la silueta de una mujer asomaba a su dirección. Simuló no verla, ocultando una sonrisa por lo graciosa que se veía Mónica espiando “a discreción”.

Supuso que sería divertido molestarla un poco con lo que sea que estuviera pensando al verla conversar con su estudiante.

—No le tomes importancia —suavizó su habla. Respetuosa, colocó su mano sobre el hombro de la rubia (a modo de que la otra lo malinterpretara) haciéndole hincapié en que debía seguir esforzándose. Ella, tras escuchar las bellas palabras de la chef que tanto admiraba, no pudo hacer más que esbozar una sonrisa soñadora—. Te veo en clases, Clara.

—Si, chef.

—¡Ay, no! ¡Creo que sí le gusta! —volvió la vista adentro. Mónica no parecía estar en sus cinco sentidos después de ver a la chef y a esa joven desenvolverse en una plática con bastante informalidad.

Una cortina de imágenes de inmediato se cruzaron por su mente llevándola desde una convivencia casual en el salón de clases lanzándose sutiles miradas o aceptando los sentimientos que pudieran estar surgiendo entre las dos.

Todo parecía real y doloroso.

Nuevamente volvió la vista afuera no encontrando por ningún lado a la chef.

—¿En dónde está? —sacó unos centímetros la cabeza para abarcar más campo visual. No hallándola por ningún lado.

—¿A quién buscas? —una segunda voz brotó sorpresivamente al costado de su asiento, provocando un sobresalto y casi un infarto por el susto emitido.

—¡Dios! Por poco me matas —se tocó el pecho. Ni siquiera notó en qué momento subió al auto. 

—Saúl fue quien abrió la puerta —sonrió amable al hombre antes de verlo apartarse unos metros para darles algo de privacidad. No quería ser inoportuno.

—Ah. Ya veo.

—Oye. Te dije que no había problema que hoy nos viéramos en casa. Aún tengo una pequeña reunión con mis docentes.

—Cierto lo olvidé. Pero ya que estoy aquí, supongo que…  podría esperarte. Ayer descubrí por internet un lugar que sirven unos platillos para chuparse los dedos.

—Suena tentador. Pero estaré ocupada una hora. No quiero que estés esperando tanto tiempo.

—No me molesta hacerlo —le restó importancia. Sonrió para sonar más creíble y convencerla de aceptar. Alondra lo captó apreciando el esfuerzo de la morena.

Cuando el silencio albergó aquel espacio cerrado las dudas sobre la joven que estaba con ella siguieron. No quería pero algo la animaba a preguntar de la relación con esa rubia.

—Oye… hace rato…

—¿Si?

—Bueno tú estabas platicando.

—¿Con quién? —Ya sabía por dónde se dirigía.

—Con esa joven. Uhm. La rubia. 

—Ah. Te refieres a mi estudiante, Clara.

Oh. Con que así se llama. Pensó desdichada. Incluso el nombre le parecía lindo.

—¿Qué hay con ella? —habló nuevamente Alondra. Su semblante dulce al pronunciar el nombre sólo reforzó más el temor de la morena para la respuesta que estaba próxima a escuchar.

—Me preguntaba si ella es… bueno tú sabes… tu estudiante favorita.

Arqueó la ceja una vez escuchar a su amiga. La dejó ser y le respondió tal como lo solicitaba la otra.

—No tengo alumnos favoritos.

—¿Ah, no?

Sonriente, acortó un poco la distancia para susurrarle al oído. —A mí… me van más los que suelen acosar entre las sombras. Pero sólo a los que no hacen preguntas absurdas.

Se separaron a una distancia considerable. Alondra observó a la otra quedarse muda, atrevida tocó con el dedo índice la punta de su nariz antes de prepararse para salir.

—Enviame por mensaje la ubicación del lugar. Llegaré tan pronto acabe aquí —pidió. Se bajó del auto inclinándose por la ventana—. Nos vemos en un rato… mi acosadora favorita —dicho lo último retomó su camino al acceso del edificio donde seguramente el personal docente ya la estaba esperando.

Mónica no consiguió hacer otra cosa más que sacar el aire retenido en el pecho.

—Soy su acosadora favorita.

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Tengo sentimientos encontrados. Entre risa por las acciones de Mónica y encanto por la forma de mostrarse la chef.

Comenten si les pasa lo mismo.

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Nos leemos luego.

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