2. Sorpresas
Disfruten el capítulo.
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—Los ingresos en este año se muestran favorables para la compañía. La idea que tienes proyectada me parece idónea. Sin embargo, es prudente que te apoyes de las metas establecidas. Aún somos nuevos en el país pero no dudo que consigamos despegar pronto —cerró el portafolio al concluir la reunión que ambas establecieron para cada fin de semana.
—Si, no te preocupes. Seré precavida —de igual forma, guardó los papeles de los reportes que presentó a la presidenta de la compañía sede de industrias Kofmant. Estaba agotada y le dolía la espalda por estar sentada tan correctamente desde la mañana. No entendía cómo su prima lo hacía todo el tiempo.
Aplacó su cansancio tarareando una melodía que traía en la cabeza mientras revisaba su Instagram. Se entretuvo en el celular más de la cuenta olvidando de que su prima seguía observando desde la pantalla de la computadora.
—Deberías apagar la cámara. —Silvana arqueó una ceja. Tenía pensado discutir algunos temas más pero al notar el desplante descuidado de la otra, lo dejo pasar.
—¡¿Qué?! Todavía sigues aquí —volvió la vista a la pantalla.
—Mmm… si. Sólo estoy matando tiempo. Por cierto ¿Cuándo piensas mudarte al departamento que te consiguió mi esposa? No puedes seguir viviendo en un hotel —sirvió una taza de té para acompañar su conversación.
—Oh, Silvanis —la llamó por el apodo que le impuso desde la adolescencia y que sabía tanto le molestaba oír—. Ya sabes que hasta que no terminen de amueblar y dejar mis cosas listas, no me mudare. Además sigo molesta porque no tengo el piso principal. Admito que es lindo el edificio pero me hubiera encantado tener el más exclusivo.
—No seas quejica. Renata se pasó toda la tarde al teléfono con su amiga Paola buscándote un sitio que se adecuará a tus necesidades, lo menos que puedes hacer es agradecer.
—Si, mamá —habló en tono de burla.
—Monica, ¿Cuándo dejaras de comportarte como adolescente? Te quiero, pero en ocasiones tu comportamiento me saca de quicios —se expresó con la misma seriedad con la que estaba acostumbrada a tratar a la gente.
—Si lo que deseas es que sea aguafiestas como tú, prefiero seguir portándome como más me gusta —mantuvo la tapa del bolígrafo en la boca generando un silbido, antes de seguir—. Por cierto, ¿No tienes cosas de esposa qué hacer? Si me sigues molestando con lo mismo le diré a tu adorada rubia y con algo de suerte, te mandará a dormir con el perro.
Silvana se alertó.
—¡Oh! Ni se te ocurra hacer algún tipo de bromita. Renata ha estado muy sensible por el embarazo y si bien soy cuidadosa, hay días en los que ni ella misma se soporta.
—Jajaja… pero querían ser mamás ¡Eh! —sonrió con malicia. Estaba contenta por ellas. Su prima en especial, había sufrido mucho para alcanzar ese punto en su vida. Pasando de ser una altanera egocéntrica a casi todo lo contrario por alguien que mejoró el rumbo de sus pensamientos—. Mmm… Pues suerte con ello, Silvanis. No me canso de recordartelo: La fiera resultó domada, jajaja —se burló por última vez antes de cerrar la sesión. No tenía intención de ver los desplantes de Silvana cuando se enojaba.
Pero admitía que era muy divertido molestarla.
—Y gracias, yo también te quiero —sonrió para sí. Apagó la computadora antes de levantarse a buscar su bata—. Bueno —observó la puerta del fondo—, vayamos por ese buen merecido baño de burbujas.
…
Lo bueno de los fines de semana, es que podía faltar a sus obligaciones en el trabajo.
Tampoco es que hubiera mucho que hacer. Por ahora, se mantenían con los mismos estatus de la empresa sede y sólo debía estar al pendiente de las entregas que se tenían establecidas el último semestre antes de que su prima le cediera la presidencia en España. Entonces, no habría presión por un par de meses.
—Su correspondencia, señorita —el camarero entró a la habitación.
—Déjalo en la mesita —tomó asiento justo al lado de la ventana que asomaba a la avenida lateral. Le gustaba iniciar su mañana con algo de noticias nacionales y una buena bebida—. ¡Iugh! ¿A esto le llaman café? —se limpió el resto de sabor con un poco de agua. Giró a ver al camarero—. ¿Sabés de algún lugar donde preparen un buen café?
—Cruzando la avenida hay una cafetería —respondió respetuoso.
—Si, ya fui y no me gustó tanto. ¿Otra?
—A unas cuadras cerca del parque está una de buen prestigio.
—Demasiado lejos.
...
—mmm… —se quedó pensando después de mencionarle un par de sitios más—. No es cafetería, pero su servicio es bueno, y el café es exquisito, de gran calidad. A menudo nuestros huéspedes ordenan comida o algún tipo de postre.
—¡Uy, no digas! Mi debilidad son los postres. Me viene a la mente un croquembouche —el hombre la vio entusiasmada infiriendo que le había gustado la propuesta—. Tal vez hoy sea el día de darme ese gusto. ¿Podrías ordenarlo para mí?
—Por supuesto.
—Esperó no me decepcione tu recomendación.
—No, señorita Kofmant. Quedará totalmente complacida.
***
El ajetreo en el restaurante desde la mañana era común para la persona a cargo. A primera hora, la Chef Alondra De Gante arribaba al lugar para verificar personalmente las actividades a diario. Desde atender a los proveedores para la entrega de materia prima. Las reuniones con los jefes de cada área. Estructurar los menú del día. Entre otras gestiones más.
Terminó de revisar con su asistente la correcta limpieza de la vajilla, antes de entrar a la cocina.
—¿Cómo van con las preparaciones base? ¡Los comensales empiezan a llegar! —expresó con firmeza. Para una chef de su categoría, la demora era de las pocas cosas que no toleraba.
—Está casi todo listo —dijo el jefe de cocina—. En breve comenzaremos con los pedidos.
—Bien —recorrió todo el pasillo verificando los sabores en cada cacerola puesta al fuego—. Agrega más sal, aquí —volvió con el jefe de partida —Empieza con el servicio.
—Si, Chef —respondió y se giró con sus ayudantes.
—Reporten —La Chef De Gante entró a la siguiente área—. ¿Cómo van las órdenes y envíos?
—Se han enviado los primeros treinta pedidos con éxito. Estamos terminando el siguiente bloque. Pero tenemos problemas en pastelería, los tiempos de demora son altos. Los pasteleros no se dan a basto —revisó el registro de pedidos.
—Tardarán en estos tres —marcó con flechas un orden exacto para controlar las salidas—. Ayudaré con el último —entregó la carpeta, dirigiéndose a los presentes—. Muy bien, señores. ¡Apresuremos, que el fuego nos alcanza! —dicho en frase algo que suele mencionar su padre al inicio de cada cocinada. Su entusiasmo era algo que admiraba de él y ahora que ella tenía el mando en el segundo restaurante, esperaba honrarlo de la mejor manera posible, para que se sintiera orgulloso de ella.
Entró al área de repostería. Ahí, se adelantó a ordenar los ingredientes según las preparaciones a seguir.
No era cosa de todos los días que un cliente ordenara una versión clásica de dicho postre.
—¡Qué buen reto me has puesto! Quién quiera que seas —susurró entusiasmada al empezar a preparar la primera de las tres recetas en plan.
El croquembouche consistía en una torre cónica de gran altura montada con profiteroles rellenos de crema pastelera, sujetos entre sí por azúcar caramelizado y una capa final con hilos de caramelo.
Recordó la primera vez que elaboró uno. Había resultado un desastre debido a que la altura marcada no era la adecuada, la base se tornó bastante débil lo que provocó se desnivelara y por defecto a derrumbarse.
Se avergonzaba cada que lo recordaba, pero gracias a todos esos errores, consiguió mejorar. Después de muchos años de práctica y cientos de horas en la cocina, logró perfeccionar bastante áreas en el arte culinario y, ahora atesoraba cada experiencia vivida.
Completó el llenado de cada profiterol. La Chef Alondra desconocía el gusto de su comensal debido a que según la orden, solo pedía un croquembouche, no especificaba nada más. Por lo que era tarea de ella preparar algo realmente especial. Así que anexo para cada bolita, al menos tres tipos de relleno, en primera instancia el relleno clásico con una crema pastelera. También preparó una salsa de chocolate amargo que ayudaría a nivelar el dulzor y finalmente un mousse de limón.
Demoró casi diez minutos armando la torre, cuidando que cada unión fuera correcta.
—Casi terminamos —le pidió a su ayudante el recipiente y un tenedor.
Con el resto del caramelo utilizado, realizó con velocidad los hilos finos sobre la torre a modo de casquete, hasta tener la vista que deseaba.
Terminó de hacer los últimos arreglos para antes de pedir que lo empaqueten y posteriormente enviaran a su destinatario.
***
—Pase —dejó que el camarero entrara con el carrito de alimentos.
—¡Que tenga un excelente día, Señorita Kofmant! —le extendió el sobre que venía con la caja de su pedido. Mónica le agradeció su amabilidad y una vez quedó sola, sacó del empaque la tarjeta.
Sus mejillas se colorearon de un rojo vivo. Volvió la vista a la mesita donde tenía la caja. Tomó el listón de la parte central de la tapa para retirarlo, lo que provocó que se desplomara cada extremo de la envoltura, y revelar su contenido.
Lo observó dichosa. Desprendió un profiterol del hermoso croquembouche que tenía enfrente y luego de darle el primer mordisco, pudo inferir que era el mejor que tuvo el placer de probar.
Intentó ocultar su agradable sorpresa al descubrir quién lo había elaborado...
Sensaciones diferentes en cada mordida
«Disfrute este clásico de la repostería, porque yo lo hice al elaborarlo»
Chef Alondra De Gante
Restaurante De Gant
—Gracias mi Chef…
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¡Vaya sorpresa!
Y doble, por lo del principio.
Eso no lo tiene ni Obama.
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Nos leemos luego.
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