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16. Magia

Disfruten el capítulo.

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Las estrellas seguían cubriendo el cielo y por lo que indicaba el reloj, aún faltaban un par de horas para que saliera el sol.

—¿Cuál es el propósito de levantarme tan temprano? La mañana es… mala.

Los quejidos de su compañera no parecían ser de total importancia para Alondra quién se le veía concentrada en el celular cuadrando sus actividades del día.

Ambas se encontraban en el estacionamiento esperando a que llegaran las personas que las iban a auxiliar con el auto varado.

Con rapidez, la chef redactó las últimas indicaciones a la persona que mantenía ayudándole con la administración de la escuela. Cuando revisó que todo estuviera en orden, volvió nuevamente al presente en que se hallaban.

—Por si ya lo olvidaste; aún debemos regresar a la ciudad, tienes que ir con un médico para que te revisen el tobillo y por si fuera poco, hay que ir a trabajar —respondió con autoridad y un poco estresada, volvió la vista al reloj sólo para cerciorarse de que las personas que iban a su auxilio esa madrugada estaban con bastante retraso.

—Okay, si. Pero…

—Pero nada. Ya te dije que está fue una mala idea desde el inicio. Mira que venir aquí a principios de semana —Su mirada era tan letal que a Mónica no le quedaba más que quedarse callada para no hacer más grande su enfado. Aunque si de algo estaba segura, es que Alondra necesitaba darse cuenta de algunas cosas propias.

—Está bien, lo reconozco. No fueron de mis mejores ideas pero es que si te proponía salir, quizá me pondrías en lista de espera. Y tal parece que la diversión no está en tu itinerario —Muy bien, lo había dicho. Pensó envalentonada.

—Moni, hay tiempo para todo —volvió la vista a su amiga—. Y también suelo divertirme.

—¿Ah, si? Uhm… Dime, ¿Cuál fue la última cosa alocada que hiciste esta semana? Aparte de este viaje, por supuesto.

—¿Qué?

—Cuéntame —la observó gesticulando una sonrisa cómplice ante la posibilidad de escuchar alguna aventura sucedida.

Pero lo único que observó fue como la chef intentaba completar una oración de algo que sonaba tan ridículo para que fuera tomado como divertido.

—En serio. ¿Lavandería? —levantó la ceja confundida—. ¿Qué clase de diversión es esa?

—Bueno, no fue precisamente algo alocado pero la cosa es que como el lugar al que asisto estaba cerrado tuve que deambular un par de cuadras hasta dar con otro establecimiento y…

—Para por favor —no pudo aguantar más la risa y sin pena alguna se burló de la banal experiencia de su chef para ir a lavar su ropa. Su caso sí era grave, meditó—. Si que eres bastante letal.

—Oye, no te burles de mí —sus mejillas se colorearon a más no poder.

—Está bien —intentó con todas las fuerzas del mundo recomponer su postura pero tan sólo volver a recordarlo le hizo soltar a carcajadas—. No, ya, ya. Espera —carraspeó para serenarse—. Bien, continuemos —Otra risita amenazaba con escapársele pero lo contuvo.

—No, ya no te diré nada —cruzó los brazos apenas tomó asiento a un costado de ella tal cuál niña haciendo un berrinche. La morena lo visualizó pareciendole encantador la forma de querer ocultar su vergüenza.

—Discúlpame —suspiró hondo al fin hallando la serenidad que necesitaba—. Pero es que… ese era mi punto —como pudo intentó acercarse a su amiga para hacerle bajar los brazos y con una mirada amable suplicarle que la mirara a los ojos—. Me gustaría que tomarás en cuenta mi consejo. No sé por qué intentas hacer de tu trabajo tu propósito de existencia, pero… en el mundo hay más que eso.

—Yo… disfruto lo que hago.

—Y lo sé. Sé que disfrutas la cocina tanto como yo lo hago de tus platillos. Sé que la escuela es uno de tus sueños que has conseguido lograr y del cual no puedo sino sentirme tan orgullosa porque eso demuestra la mujer increíble que eres. Pero también sé, que hay algo aquí —señaló su corazón—, que mantienes herrado. Se siente como si trataras de negarlo.

—No se a que…

—Hey, sólo digo que… disfrutes la vida. Vivir a plenitud no es malo.

—…

Ya no pudieron seguir hablando debido a que las personas que las ayudarían habían llegado.

—Ya era hora Saúl —expresó Mónica al ver a su chófer dirigirse con ella apenas bajar del auto que trajo.

—Siento la demora, señorita Kofmant. Pero entenderá que tuve que esperar a que abrieran el establecimiento —sacó de la bolsa que cargaba un termo, extendiéndolo a su jefa quien lo recibió con buena actitud.

—¿Qué es? —cuestionó la chef curiosa. Parecía bastante importante como para que Mónica lo requiriera de inmediato.

—Es café —bebió un sorbo, aún seguía a la temperatura adecuada y aunque no tenía con qué acompañarlo se daba por bien servida—. Es justo lo que necesitaba.

La chef se apartó para verla con el ceño fruncido, incrédula de lo que escuchaba.

—¿Qué? —volvió a decir la morena después de beber un poco más.

—¿De verdad? ¿Café? ¿Por esto llegaron casi una hora tarde?

—Ah… si. Pero, pero —le hizo una señal a Saúl para que le pasará la otra bolsa—, no creas que me olvide de tí. A ti te traje jugo de… ¿maracuyá? —leyó el nombre del empaque extrañada pues no era lo que le pidió.

—Eres increíble, Mónica —rodando los ojos, la chef se levantó para ir a realizar unas llamadas en lo que se disponían a ir.

—Disculpe señorita.

—Descuida Saúl —guardó el jugo de vuelta brindando una media sonrisa—. Pide que se apresuren a remolcar el auto, hay que volver a la ciudad.

El regreso se tornó bastante silencioso. La morena no estaba tan segura de cual molesta se pudiera encontrar su amiga y francamente no lo quería averiguar. Las cosas no resultaron como lo había planeado, eso era un hecho. Sólo esperaba poder solucionarlo de alguna manera porque no soportaba estar distanciada de la chef o que ella no le dirigiera la palabra, porque en todo momento se mantuvo con la vista afuera observando el sol ascendiendo entre las montañas al costado de la carretera.

Alondra observó extrañada el camino dentro de la ciudad. Según recordaba la clínica más cercana estaba en la dirección opuesta de dónde circulaban y si sus sospechas eran ciertas el lugar al  que se dirigían era…

—Llegamos —sonrió Mónica amable—. Me tomé la libertad de pedirte un desayuno ligero y conseguir uno de los trajes que usas, Filipinas se llaman ¿No? Bueno, como sea. Ya debe de estar alistado en tu oficina y sólo faltaría tu camioneta. Más tarde Saúl se encargará de venir a dejarlo.

El chófer bajó para abrir la puerta del lado donde Alondra se encontraba. Ella, anonadada de todo lo que Mónica hizo, no conseguía emitir palabra alguna.

—¿Qué sucede? —la vió confusa.

—No. Nada —se recompuso. Tomó su bolso para bajar aunque antes de hacerlo agradeció el gesto y pidió que saliendo de ahí,  fuera directo a la clínica a revisar su tobillo.

Entró al edificio de la escuela yendo directo a su oficina. Ahí, tal como lo dijo su amiga, observó que sobre el escritorio había una caja sellada con el logo de su mismo restaurante. Luego al lado de su sillón, colgado en el perchero una funda de ropa se mantenía a la espera. Cuando bajó el cierre pudo apreciar la prenda. Una pulcra filipina blanca de cuello cruzado con bordes color vino en las mangas y lateral. Monica no había reparado en gastos al comprar dicha bata, pensó al instante, puesto que ella misma sabía de la calidad al apreciar los acabados y finura de la tela al tacto.

***

Aburrida de estar acostada esperando. Mónica no hallaba la manera de salir corriendo del hospital. Por lo que el médico indicó, no había de qué preocuparse y solo necesitaba tomar reposo para que los medicamentos hicieran su trabajo y si se cuidaba en menos de una semana podía seguir con su vida normal o haciendo de las suyas.

Tenía la vista puesta en el insecto que sobrevolaba la planta del costado cuando escucho su celular timbrar.

Una sonrisa emocionada dibujó su rostro que a pesar del loco día, esté lo mejoró al instante.

Alondra: ¿Cuál es tú clave para la diversión?

—Pensaste en lo que dije —reclinó su espalda en la camilla en lo que la enfermera terminaba de apuntar los datos que pidió el doctor.

Se tomó su tiempo. Era estúpido, pero sentía que cualquier cosa con que le respondiera  dependería de su relación a partir de ahora.

Mónica: Me lo preguntas como si fuera fácil decírtelo, pero seré buena contigo y “Tal vez” te ayude a averiguarlo por cuenta propia. Eso, si tú quieres.

Alondra: ¿Tal vez?

Mónica: Tal vez.

Sonrió enamorada.

Mónica: Nos vemos mi chef.

—Si que eres increíble… —susurró la chef incrédula de lo que su pecho y mejillas expresaban al final del mensaje.

Tomó la filipina para de una vez por todas, empezar su día.

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Yo digo que Mónica ya se ganó su pase al cielo desde que nació.

Ay, es que está mujer es tan… (agrega palabra que la describa mejor) que es difícil no salir enamorada de ella.

Ahora en palabras de su escritora “se viene lo chido”.

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Nos leemos luego.

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