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15. Susurros

Disfruten el capítulo.

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Alondra no pudo evitar sonrojarse cuando escuchó a su compañera soltar con tanto fervor  una clara e intrépida declaración de amor.

Declaración que ya antes lo había expresado y que quedó como cosa del pasado porque ella había sido “puntual” ante su posición de no querer nada de romance.

Pero…

¿Hasta qué punto conseguiría aparentar algo que intentaba negar?

Con suma calma levantó la cámara enfocando la posición exacta dónde su amiga se mantenía valerosa, despegada —al menos metro y medio— del suelo para posar a la foto anhelada.

Sólo que cuando quiso tomar la foto no consiguió hacerlo porque Mónica —después de hacer lo que hizo— perdió el equilibrio para luego caer de la enorme piedra.

—¡Mónica! —gritó alarmada y a toda prisa corrió para cerciorarse de que se encontrara bien.

Para suerte de la morena no fue tan grave gracias a qué cerca de la roca se encontraba un montículo de hojarasca que amortiguó la caída.

—Auch —se tocó la cabeza.

—¡Mónica! ¡¿te sientes bien?! —la chef se agachó con preocupación revisando que no tuviera algún tipo de lesión.

—Estoy bien. Así bajo yo —levantó ambos pulgares, no parecía perturbada, más al contrario soltó una leve risa para calmar su angustia.

—Deja de bromear. No es gracioso.

—De acuerdo —en su lugar siguió acostada, sin moverse.

—De verdad ¿Te sientes bien?

—Si, creo —comenzó a levantarse.

—Con cuidado. Acabas de caerte. Lo mejor será volver —pidió la chef—. ¿Puedes caminar?

—Si, descuida —esbozó una sonrisa exagerada una vez de pie.

—¿Segura? —arqueó la ceja al notarla extraña.

—Sip.

—Entonces, vamos.

Apenas dió un par de pasos cuando vió que Mónica se quedó muy atrás.

—¿Segura que estás bien?

—Si. Sólo que… estaba acomodando mi cámara —después de apagar la pantalla se preparó para avanzar. No logrando dar ni medio paso correctamente. La chef se percató que Mónica tenía lastimado un pie.

—No sigas —con cuidado le ayudó a sentarse de vuelta, está vez tomó total atención en la pierna que parecía molestarle, notando que comenzaba a inflamarse su tobillo.

—¿Es grave?

—Un poco, pero debemos de desinflamarlo cuanto antes —Se levantó de vuelta para ir a la orilla del río, el agua que corría no estaba tan fría pero al menos le serviría a la morena para sumergir el pie un rato en lo que la otra pedía ayuda. Por desgracia, la señal era pésima así que lo único que les quedaba era volver caminando.

Alondra arrancó un trozo de tela de su blusa para humedecerlo y envolverlo en el tobillo de Mónica.

—¿Qué vamos a hacer? —preguntó nerviosa al ver que la chef se alistaba para caminar de vuelta.

—No podemos quedarnos aquí. Debemos volver.

—Pero ¿Cómo? Apenas puedo… —se detuvo de hablar cuando Alondra se agachó frente a ella para levantarla.

—Te voy a llevar cargando, así que trata de subir a mi espalda.

—Pe… pero —sus mejillas enrojecieron.

—Apresúrate —flexionó las rodillas—. No apoyes tanto tu pie.

Con un poco de vergüenza, Mónica hizo lo que la otra le pidió, primero cruzó sus brazos alrededor del cuello de la chef, luego elevó la pierna que tenía la lesión para que su amiga la sujetara, así lo hizo y con un firme impulso, Alondra levantó en su totalidad a la morena acomodándola detrás de ella.

—¿Peso mucho?

—No tanto. Bueno, andando.

Por media hora la chef se dedicó a caminar cargando en su espalda a la callada Mónica que parecía sorprendida de la fortaleza de su amiga ante la situación en la que se encontraban.

—¿Estás cansada? Es mejor que me baje para que descanses.

—No. Ya casi llegamos.

—¿Segura?

—Si —respondió con la respiración agitada, el tramo que ya había recorrido la estaba dejando agotada y sentía que si perdía el ritmo descansando, probablemente ya no podría seguir.

Recargó el rostro al costado de su hombro—. Prometo hacer algo por tí. ¿Qué te parece si cuando lleguemos a casa te cargo por el mismo tramo que lo has hecho ahora?

—Guarda silencio —parecía que la chef no estaba de tan buen humor y prefirió no hacerle el camino más pesado de lo que ya era—. No estoy molesta —soltó Alondra como si supiera lo que pensaba la otra—. Es solo que no quiero que me hagas reír, podría perder el equilibrio y tirarte. Mejor calladita. ¿Si?

Mónica sonrió, asintiendo se mantuvo en silencio disfrutando del paisaje nocturno en la espalda de su amor platónico.

Por la hora, había pocos autos aparcados en el estacionamiento. Las dos no pudieron sentirse más contentas de por fin estar a salvo.

—Pensé que nunca llegaríamos.

—Yo igual —Alondra se acercó a una jardinera para que la otra pudiera sentarse—. Lo importante es que ya podremos irnos.

—Si, supongo.

—En tu condición no puedes conducir. ¿Podrías darme las llaves?

Mónica metió la mano en su bolsillo derecho, abrió los ojos con sorpresa y luego preocupada rebuscó en sus demás bolsas hallándose vacías.

—Oh, no.

—¿Qué pasa?

—Este… creo que… como te lo diré.

—¿Decir que?

—No tengo las llaves. Creo que se me cayeron en el puente.

—…

***

Después de recorrer un par de calles la chef volvió al paraje donde Mónica la esperaba.  Por suerte logró encontrar una pequeña farmacia abierta para comprar un desinflamatorio y un par de botellas de agua.  

—¿Qué pasó?

—Hay un establecimiento a un par de cuadras que puede ayudarnos con las llaves pero hasta mañana nos atenderán.

—Creo que el seguro del auto tardará exactamente lo mismo.

—¿Qué sugieres hacer? —Bebió la totalidad de su botella con agua.

—Supongo que tendremos que quedarnos aquí.

—Si. No suena mala idea —respondió la chef, observó la tabla de información para ver de algún sitio disponible para quedarse—. Espera un rato más, iré a buscar donde…

—No es necesario. Sé de un sitio que podría servir.

Volvieron a adentrarse al pueblo, esta vez no recorriendo tanto tramo. Al parecer, Mónica sabía el lugar exacto al que llegar.

—Es aquí —expresó la morena para que su amiga se detuviera. Con mucho cuidado bajo de su espalda y dando un par de instrucciones le indicó a la otra como abrir.

—¿Y esta casa es de…?

—Se la compré a un amigo hace un par de semanas ¿Te gusta? —Alondra asintió.

—Es linda.

—Entonces hice una buena inversión —sonrió.

—Bien, vamos adentro —flexionó las rodillas para volver a cargarla en la espalda.

—No. Espera.

—¿Qué ocurre? —giró a verla.

—Uhm. Ya me cansé de que me cargues así. Porque no mejor lo intentas… desde otro ángulo.

Alondra arqueó la ceja.

—En serio ¿Cansada?

—Si, mucho.

La observó entrecerrando los ojos. Alondra estaba bastante cansada y no tenía la intención de ponerse a discutir más. Después de soltar un gran suspiro avanzó para quedar frente a ella, luego bajando su mano derecha la envolvió por su espalda mientras que su otra mano la dirigió hasta sus piernas. En un firme esfuerzo la levantó tomando a la morena por sorpresa pues no creía que ella fuera a hacerle caso.

—¿Contenta? —habló Alondra.

—Supongo que no tendré que preocuparme cuando en nuestra noche de bodas te pida que me cargues en brazos.

Bien pudo soltarla para dejarla caer al piso y que la otra se las arreglará sola. Pero Alondra no era tan malévola para siquiera terminar de imaginarselo. Así que optó por otra opción.

—Mónica, ¿Podrías sostenerte bien de mi cuello? —ella obedeció.

—Si, para que… ¡Auch! —después de darle un golpecito en la nuca, la chef retomó su postura e ingresó al domicilio—. Eres mala.

—Entonces no digas locuras.

—No son locuras o es que ¿No te gustaría casarte algún día?

—No es algo que tenga en mente ahora. Además ¿Quién dice que me casaré contigo? —cerró la puerta con el pie.

—Bueno es una suposición. Digamos que ya comprobé que podrías soportarme en brazos más tiempo de lo pensado.

—Contigo, no solo es soportar eso —la observó desafiante—. Es tomar en cuenta que estar contigo implica explotar mi límite para con todo.

—¿Y eso qué significa?

—Significa que llegamos a tu destino, bella durmiente —habló sarcástica. Con cuidado la bajó cerca del sofá que había en la pequeña sala. Alondra le dió un vistazo al lugar.

La casa se conformaba de una sala y cocina en la planta baja y dos habitaciones en la planta alta. Cómo bien lo mencionó Mónica, el lugar estaba en remodelación. Tenía a un par de personas cubriendo los trabajos por lo que aún faltaban detalles que hacer y eso era notorio en algunas partes del lugar.

—Disculpa el desorden, aún están arreglando algunas cosas —tomó asiento en la orilla de la cama luego de que subieran a la habitación.

—No importa. ¿Cómo sigue tu tobillo?

—Me duele pero sirvió de mucho las hierbas que me pusiste.

—Eso es bueno. Ahora tenemos que lavar tu pie para que pueda ponerte esta pomada.

—Yo lo hago, debes estar muy cansada. ¿Por qué no descansas?

—Lo haré pero puedo esperar. Deja ir por las cosas.

Desde la cama, Mónica la observaba trabajar, ir de un lado a otro y luego tomando más confianza lavando sus pies para luego secarlos con una toalla antes aplicarle el desinflamante.

—¿Qué pasa? Te comieron la lengua los ratones —la chef sonrió al notar a su amiga nuevamente en silencio.

—No.

—¿Entonces?

—Supongo que no te he agradecido lo suficiente de todo lo que hiciste esta noche por mí.

—No, pero es bueno escucharte decir gracias de vez en cuando —le pellizcó la mejilla.

Ella sonrió con vergüenza. Estaba emocionada y sentía de un momento a otro cambiar el ambiente, tal vez Alondra no lo notaba pero ella sí que lo sentía—. Oye, ¿ Puedo… puedo pedirte algo?

—Dime —estaba concentrada esparciendo la pomada.

—Uhm. Mejor no. Este… ¿Qué te pareció mi rapto?

—Supongo que para la próxima tendré que pensar dos veces antes de subir contigo a un auto.

Mónica sonrió divertida.

—Entonces buscaré la forma de que el karma no me las cobre tan feo —haciendo referencia a su lesión.

—Solo intenta no ser tan enérgica para con tus aventuras. Mira que escalar una roca y caerte, pudo haber sido más grave.

—Lo sé. Pero terminé haciéndolo y ¿sabes que? No me arrepiento —a su mente llegó el momento exacto dónde gritó a todo pulmón sus sentimientos hacia Alondra. Estaba por decir algo cuando vió a su amiga levantarse.

—Listo —se levantó de la cama a recoger todo lo que ocupó. No quería continuar con esa conversación. Mónica entendió.

—¿Quieres acostarte? La cama es suficientemente grande para las dos.

Dudosa, observó el costado de la cama. Si bien podría negarse, su mismo cuerpo pedía a gritos descanso después de recorrer un largo tramo cargando a una persona en su espalda.

Soltó un largo suspiro que reflejaba perfectamente su agotamiento, incluso se permitió cerrar los ojos pese a que su amiga estaba a su costado.

—Nunca te había visto tan cansada.

—¿No? Deberías verme los fines de semana en el restaurante —soltó divertida. Giró su cuerpo hasta quedar boca abajo pues sentía la espalda molestarle.

—Ya lo creo… —susurró pensativa—. Es por eso que tenía la intención de darte un poco de relajación con esta salida pero resultó todo lo contrario.

—Bueno, has tenido peores ideas —habló entre suspiros. Se estaba quedando dormida—. Pero me divertí.

Nerviosa quizá más de la cuenta se atrevió a preguntar algo que le provocaba cierta incertidumbre en ocasiones.

—Alo, a tí… ¿Te gusta pasar tiempo conmigo?

¿Sería capaz de aguantar su rechazó, lo tomaría en cuenta para por fin olvidarse del amor que parecía no tomar forma?

Unos segundos transcurrieron, hasta que por fin habló—. Si tuviera la oportunidad de retomar mi vida como lo era antes de conocerte, creo que… no me sentiría con la capacidad de vivirla a plenitud. No sería tan interesante como lo es ahora, contigo cerca —susurró entre sueños. En voces que se perdieron en el exterior rebotando como eco en los oídos de una Mónica bastante sorprendida ante una respuesta que nunca se imaginó escuchar.

Con cuidado, se acercó al cuerpo de la chef dándose cuenta que se había quedado dormida. No era para menos, ella estaba tan cansada que no se perdonaría negarle tal privilegio.

Pero entonces, ¿qué significaban sus palabras?

“... —Oye, ¿ Puedo… puedo pedirte algo? —su voz sonó temerosa no obstante intentaba sonar directa tal y como lo vino haciendo las últimas semanas.

Era difícil porque no estaba en su naturaleza serlo, pero sus amigas habían sido claras en su actuar para con la chef. Actuar que después de mucho consiguió un avance tan significativo aunque indirectamente porque desconocía que Alondra lo dijera sin estar adormilada.

Pero lo importante era que las palabras estaban ahí y más valía seguir intentando sacarlas al exterior de cientos de maneras posibles…”

—¿Te puedo dar un abrazo? —se acercó tanto como pudo, levantó su mano para rodearla sobre sus hombros que se sentían tibios al contacto. Ella también estaba cansada y por primera vez agradecía sentirse así porque podría disfrutar de esa tranquilidad envolvente emanando de ella.

¿Eso era… amor?

—Gracias mi chef.

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La chef se niega a aceptar lo que inconscientemente está naciendo en ella.

Aww… ya besense.

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Nos leemos luego.

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