14. Respiro
Disfruten el capítulo.
__________________________
Había dejado de manifestar en que una salida poco planeada sólo conduciría al desastre. Ahora, aceptando a final de cuentas su destino, se dedicó en silencio a observar el panorama desde el cristal. La puesta del Sol caía en el horizonte e incluso notaba algunas parvadas de aves sobrevolando entre las montañas que empezaban a ser notorias a medida que avanzaban en su recorrido.
¿A dónde demonios pensaban llegar? Era su primera duda. Una que incontables veces cuestionó a su compañera, a lo que solo le respondía con un simple “pronto lo sabrás”.
Por su parte la morena se mantuvo en un silencio imperturbable (no le quedaba de otra, ya había molestado a la chef más de la cuenta que si seguía probablemente acabaría por enfadarla de verdad.
Pese a ello, aunque lo trató de evitar se le veía emocionada. Hasta hace una hora creyó que su idea no había sido la mejor para su “rapto”, debido a que no estaba segura que todas las modificaciones que solicitó con anterioridad ya estuvieran concluidas. Pero al menos esperaba que el lugar al que iban fuera del total agrado para la chef.
—Ya estamos demasiado lejos de la ciudad… —susurró nerviosa de la lejanía al notar el libramiento en dónde se incorporó Mónica.
—No desesperes. Faltan cinco minutos.
—Eso dijiste hace quince minutos.
—Quince, cinco… ¿Cuál es la diferencia?
—Mónica —la fulminó con la mirada.
—Está bien. No digo nada —más le valía no volver a bromear, al menos hasta llegar—. Pero si, ya casi llegamos.
…
Como lo mencionó solo faltaron unos cuantos minutos. Al cabo del tiempo, llegaron a las orillas de una población bastante rústica que poco a poco iba cubriéndose por el brillo naciente de la noche.
—Desde aquí, seguiremos a pie —expresó luego de apagar el motor y desabrocharse el cinturón de seguridad. Aunque la comunidad estaba frente a ellas, aún debían continuar caminando.
—Moni, se ve bonito el lugar pero ya es demasiado tarde como para salir. ¿Por qué no venimos algún otro día que tengamos tiempo?
—No, no, no. Ya estamos aquí, ¿para qué postergarlo? Ven, vamos —la animó a seguirla.
Sabiendo que su amiga no daría su brazo a torcer, no tuvo más remedio que ir.
—Está bien —hizo lo mismo que su compañera y descendió del auto.
Una vez que la morena accionó los seguros, emprendieron su recorrido cuesta arriba adentrándose en las callezuelas del pequeño pueblo al que llegaron.
Observando los alrededores del acceso pareció serle conocido a la chef.
—¿Estamos en…? —No recordaba el nombre exacto pero creía saber del lugar. Pocas veces había tenido la oportunidad de salir de su ajetreada rutina y aunque llevaba mucho tiempo viviendo en Madrid, no tenía tanto conocimiento de los sitios turísticos de los alrededores.
—¿Lo conoces? —se emocionó—. Eso es genial.
—No realmente. Sólo que aquí hay un restaurante muy popular y en alguna ocasión vine por cuestiones laborales.
—Entonces, hoy será el día en que lo conozcas a su máximo esplendor.
Por extraño que sonara, a la chef le dió miedo su comentario.
Se internaron en el pueblo ascendiendo en línea recta por el estrecho camino empedrado que conducía (según la pequeña y única tabla de información que alcanzó a revisar la chef en la entrada) a la parte alta donde había un mirador.
—Es por aquí —mencionó la morena al llegar a un camino con dos direcciones.
—¿Estás segura? Creo que el mapa del inicio decía que era por allá.
—Ambas te conducen al mismo lado solo que este tramo es más corto —expresó con seguridad.
—Uhm…
—Descuida y déjamelo a mí.
Alondra observó el camino recorrido, luego después de un largo suspiro dirigió la vista al frente donde su amiga la veía animada.
—Está bien.
Como resultado tomaron la ruta que sugirió Mónica.
***
Era inicio de semana, la afluencia de turistas se mostraba baja, algo que sin duda se agradecía porque su visita podía ser tomada con mayor tranquilidad.
Pero siendo realistas la palabra tranquilidad no era algo con la que se podría describir a la entusiasta y en ocasiones despistada, morena.
Llevaban media hora caminando y no parecían estar ni tantito cerca. De pronto, en lugar de subir comenzaron a descender entre la hierba que por la temporada conservaba su característico color.
—Moni —habló para llamar su atención.
—¿Si? —Estaba emocionada, como si de una niña pequeña se tratara. ¿Es que acaso no se deba cuenta de la situación? Pensó la chef.
—Es mi deber decirte lo que a estás alturas tú también ya debes de intuir pero…
—No, no lo digas —retomó su andar.
—Si, te lo tengo que decir —volvió a seguirla. Estaba decidida a detenerla.
—No lo hagas.
—Creo que…
—No es verdad.
—estamos…
—Silencio.
—Pérdidas.
Mónica se detuvo después de escuchar lo que ella de igual forma sabía, sólo que no quería aceptarlo. Se quedó pensando unos segundos, intentando recordar el camino que su amigo le dijo que debía recorrer para llegar al mirador del pueblo.
¿Se habría equivocado o entendió mal?
No. Ella estaba segura de lo que escucho. La única explicación posible fue que la ubicación estuvo mal…
—a propósito —susurró, negándolo con diversión.
Retomando su postura, volvió unos pasos a la chef que la miraba con seriedad.
—Quizá… un poco —respondió ante la conclusión de Alondra—. Pero, no todo está arruinado. Desde aquí tenemos una pequeña vista de… —analizó rápidamente su entorno. A escasos metros alcanzó a ver un pequeño puente y eso le indicaba qué probablemente debajo de este corría algún surco de agua—, una laguna, si eso. Y no está muy lejos. Ven, vamos.
—¿No crees que sea mejor regresar antes de que acabemos pérdidas de verdad?
—No, que va. Además, somos sola una empresaria y una talentosísima chef en medio de la flora silvestre. ¿Qué puede salir mal?
—No lo sé, tu dime —expresó desafiante.
La morena soltó una divertida carcajada antes de tomar la mano de Alondra y arrastrarla al nuevo camino para llegar al puente.
—Oye, debes de relajarte un poco, Aló. ¿Cuándo fue la última vez que saliste?
—Yo estoy relajada —le iba siguiendo el paso.
—No. No lo estás.
—Por supuesto que sí.
—Qué no.
—Qué sí
—Nop.
—¡SI! —soltó exasperada.
—Ves. No lo estás, gruñoncita —sonrió victoriosa.
—Es qué tú me… ¡Ash! Olvídalo —siguió caminando unos pasos alejada de su amiga. A veces la encontraba algo fastidiosa, o es que acaso Alondra ¿Se estaba volviendo amargada?
No, quizá solo era el estrés acumulado que le hacía perder los estribos demasiado rápido. Pensó de inmediato.
…
Minutos más tarde llegaron a la orilla del puente donde para suerte de Mónica, estaba en lo cierto al inferir que había un pequeño canal de agua circulando por ahí.
La zona no lucía abandonada, ya que al parecer los turistas visitaban el lugar. Y para su suerte en la zona había señaléticas y un mapa para volver al centro del pueblo.
—Lo ves. No pasó nada malo. Llegamos a esta pequeña joya natural sin problema alguno —Monica atravesó el puente ubicándose a la mitad para tomar un par de fotografías con su cámara.
La chef no respondió. Prefirió avanzar hasta quedarse a su lado, observando el panorama nocturno y disfrutando —a su manera— la tranquilidad de un ambiente así.
—Gracias Moni —suspiró tranquila.
—¿Por qué? —siguió tomando fotos, se le veía emocionada.
—Supongo que aunque locas, tus ideas de vez en cuando son geniales.
—Eh… okay. Lo tomaré como un cumplido. Aunque yo siempre tengo ideas muy buenas.
—¿De verdad? No me hagas recordarte lo del elevador.
—¡Oye! —se sonrojó apenada—. Ya pedí disculpas y mi empresa reparó las averías. No es mi culpa que la cosa fuera tan antigua como para descalibrar el número de cada piso tan solo cuando quise optimizarlo.
—Uhm… —se burló al recordarlo, ese día todo el edificio estaba como loco porque no conseguían llegar a su piso. La gran mayoría tuvo que optar por usar las escaleras de emergencia al menos por tres días—. Me acuerdo que más de uno te vio con mala cara, incluso la hija de la señora del cuarto piso te dió un pisotón.
—Cierto. Pequeña diablilla, algún día tomaré mi venganza.
—No harás nada —sentenció divertida—. Mejor continúa tomando fotos. No quiero arruinar el momento pero se está haciendo más noche y aún hay que volver al pueblo.
—Cierto, cierto. Ven acompáñame, quiero que me tomes una foto en esa enorme roca —le cedió la cámara antes de bajar del puente. Tenía todas las intenciones de capturar hasta el más mínimo detalle del lugar.
—Oye, pero no sé cómo.
—No te preocupes es muy fácil.
—Pero…
—Ven, no seas aburrida.
—Yo no soy aburrida.
—Oh, claro que lo eres.
—¡No! —la empezó a seguir.
—¿Quieres ver qué sí? Te reto a que grites que no lo eres.
La chef la observó extrañada.
—No. ¿Por qué lo haría?
—Entonces si eres aburrida —ubicó la enorme roca y al verificar que fuera firme, comenzó a escalarla.
—No lo soy.
Al estar arriba de la enorme roca, observó a la chef quien la veía exaltada. Sólo para prender más el fuego del momento hizo lo que tenía tantas ganas de hacer.
Gritar.
—¡¡¡ALONDRA DE GANTE ES LA MUJER MÁS ABURRIDA DEL MUNDO!!!
—¡Hey! ¡No lo soy!
—¡NO TE ESCUCHO!
—¡No lo soy!
— ¡MÁS FUERTE!
—¡¡¡DIJE QUE NO SOY ABURRIDA!!! —gritó finalmente. Incluso su corazón parecía agitado.
Nunca había hecho algo similar pero aunque pareciera tonto, lo sintió bastante liberador. Mónica se dió cuenta de su reacción y le dió gusto observar el desconcierto de la chef para con sus acciones.
—Tienes razón. ¿Quieres saber que eres? —sonriendo, le volvió a decir.
Una vez salida de la impresión por hacer lo que hizo, posó la vista a su amiga que se preparaba para gritar de nueva cuenta algo que la dejó sin habla…
—¡¡¡ALONDRA DE GANTE ES LA MUJER MÁS MARAVILLOSA, INTELIGENTE Y HERMOSA QUE EXISTE EN EL MUNDO!!! —tomó un respiro y continuó—. ¡¡¡ES POR ESO QUE ME GUSTA TANTO!!!
______________________________
¡Ay, está Mónica! Cómo le gusta molestar a la chef.
Me encanta la gente divertida ¿A ustedes?
La última parte fue tan romántica, muy al estilo de nuestra empresaria favorita.
Comenten, den LIKE y Compartan.
Nos leemos luego.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro