-Capitulo Doce-
CAPITULO DOCE
Una semana.
Tenía una semana en la casa de mis padres, una semana ignorando los mensajes y llamadas de Kiart, una semana evitando el tema con mis amigos, una semana intentando mantener mi mente ocupada hasta el tope para no pensar en todo lo que había sucedido anteriormente.
Y dos segundos con papilla de manzana en mi camiseta.
―Por dios, Lea―fingí lloriquear―¿Por qué me haces esto?
La risa de la bebe de ocho meses me dio mil años más de vida, se hizo hacia adelante volcando por completo el envase donde estaba toda su papilla sobre mi ropa. Apreté mis labios para no soltar algún grito que pudiera asustarla.
Por otro lado, mi sobrino de tres años se reía de mí.
―Aurora―la llame―Aurora necesito tu ayuda―casi grite para llamar su atención―¿Sabes algo?, cuando esto te pase a ti, ya no será tan divertido―le hable al pequeño de tres años.
Henry me miro extrañado antes de mostrarme su lengua y marcharse.
―¡Ya vine, ya vine!―llego la rubia con un trozo de zanahoria en su mano.
Se burló al verme llena de papilla antes de tomar a su preciosa bebe en brazos, Lea luchaba para apretar las mejillas de su madre con sus manitas regordetas y se molestaba al no lograrlo.
Me levante del mueble para ir a cambiarme caminando a mi habitación. Estaba en el segundo pisos, las paredes eran blancas con algunos que otros dibujos en ellas, unos sin terminar por completo. La cama era más grande de lo necesario, un closet de tamaño promedio, algunos gabinetes y un escritorio en una de las esquinas.
―Mamá dice que tienes un nuevo amor―Ara entro en mi habitación con el pequeño Henry en brazos―Y no sé porque tardo tanto en hablar del tema, pero quiero saberlo todo.
Me encogí de hombros intentando restarle importancia.
Había estado pidiéndole a dios que mi madre no abriera la boca y les contara sobre ese tema, pero si lo hizo. Abrí las puertas del armario y saque la primera prenda que encontré, una camiseta negra.
―Eso ya no tiene importancia, salimos un par de veces pero no funciono―mentí ocultándome tras la fina tela de la playera al pasarla sobre mis hombros―No era el tipo de chico con el que alguien como yo debería de estar.
―¿Alguien como tú?―pregunto desconcertada.
Tonta, desaliñada, fácil de engañar y manipular.
―Y, exactamente. ¿Cómo crees que eres tú?―mi madre entro en la habitación con sus cejas fruncidas en confusión.
Adhara; Mi madre es una increíble mujer, un ejemplo a seguir impresionante, con un corazón inmenso, abuela espectacular, pero jamás querrás verla enojada. Se conserva bastante bien con sus cuarenta y dos años. Trabaja como maestra en una escuela cercana al vecindario.
Aurora entro detrás de ella con una sonrisa inocente en el rostro.
―Mamá, te dije que Ara era mala para intentar sacarle información. Venus miente muy bien―le riño la rubia.
Las mire sin poder creérmelo.
―Primero, que chismosas son por el amor de dios―las regañe, se observaron entre si antes de encogerse de hombros. Realmente no les importaba―Segundo, las cosas con ese chico no funcionaron, ya no salgo más con él, terminamos todo la noche de la fiesta...
―¿No es el chico que te trajo aquí?―pregunto mi madre.
Mis hermanas chillaron.
―¿Te trajo hasta la casa?
―¿Por qué no nos lo presentaste?
―¡Dijiste que no habías visto nada!―reclame sintiendo el calor subir a mis mejillas.
―¡Yo no vi nada!―se defendió―¿Chico? ¿Cuál chico? Mi hija no puede juntarse con chicos, su papa se lo prohibió hasta los treinta años.
―También se lo prohibí a las dos mayores, pero mira donde nos encontramos ahora―intervino mi padre desde el umbral de la puerta. Lleve mi mano a mi frente proporcionándome un golpe.
Guillermo; Mi padre. Es un hombre ejemplar, aunque a veces actúa como un niño atrapado en el cuerpo de un hombre de sesenta años. Es dueño de una automotriz, abuelo espectacular, en momentos bastante rígido pero si le caes bien, es el mejor amigo que podrías tener en el mundo. Pero con dos tragos encima, es un hombre distinto y no en el mal sentido.
Se conocieron cuando ella tenía trece y él veintiocho años. Pero esa es una historia que les contare más adelante.
―¿Es en serio?―pregunte―¿Tú también papá?
―Yo también estoy aquí―Wes se asomó por detrás de mi padre con la pequeña Lea en brazos―Anda Venus, desembucha.
Una risa involuntaria salió de mis labios.
En mi familia los secretos no podían existir por mucho tiempo. Somos bastante unidos, peleamos un montón como toda familia lo hace, pero somos perfectos a nuestra imagen y semejanza.
―Esto es increíble―puse los ojos en blanco―Sé que esto no acabara fácilmente.
―Para nada―negó Ara con una enorme sonrisa en el rostro.
Ara es la mayor de mis hermanos, tiene veinticinco años. Es la persona más inocente, divertida, es audaz, independiente, inquisitiva y dulce, con un corazón que quizás no le cabe en el pecho, se desvive por su hijo Henry. Vive a un par de casas de la de mis padres con su actual pareja, un chico que ha demostrado merecerla, aunque realmente no sé si alguien así exista.
―Sabes cómo son las cosas en esta familia Venus, no te escaparas tan fácilmente―señalo Aurora.
Aurora es la siguiente, tiene veintitrés años. Ella es parecida a papá en casi todo, es más dura, en ocasiones suele ser amargada, pero como todos nosotros tiene un corazón enorme que no todo el mundo suele ganarse, es independiente, simpática, analítica, sabe lo que quiere. Y Lea es su preciosa bebé.
Luego estoy yo.
Ada Venus, sí. Ada es mi primer nombre. Tengo veintiún años, soy bonita y simple; Me defino más como una persona con un profundo deseo interno de crear y expresarme, a menudo escribiendo o cantando (cosa que solo hago en la ducha). Soy creativa, espontanea aunque en ocasiones tan compleja que ni yo misma me entiendo.
―Ustedes de verdad que son estúpidas, dándole vueltas al tema en lugar de preguntarle directamente―se quejó―¿Quién era el chico que te trajo?
Y por último, Wes el menor de mis hermanos. Tiene veinte años, ama el futbol, es bastante simpático, sencillo, carismático, divertido como nadie en el mundo, es como un meme andante, fuerte e independiente, aún vive con mis padres pero está a solo tres meses de mudarse.
Si existe algo, una mínima cosa que nos identifique es la sonrisa. Todos poseemos una sonrisa amplia, contagiosa y encantadora. Tenemos un lema único como familia, que se mantiene;
"Mierda con la mierda. Y gente con la gente".
―De acuerdo―solté con pesadez―El chico que me trajo a casa se llama Patrick, no es mi novio, es solo un muy buen A-M-I-G-O―deletreé la palabra para que quedara aún más claro―El chico con el que salía se llama Kiart, pero las cosas no funcionaron, así que decidimos dejarlo tal como estaba―mentí descaradamente, trate de sonar segura y tranquila.
Me observaron analíticos.
Porque es qué, ¿Cómo demonios iba a contarles lo que pasó realmente?
Sería algo como; Bueno familia, saben que el chico que actualmente me gusta me engaño diciéndome que estaba soltero para que saliera con él cuando en realidad tenía una novia de dieciséis años que fue a buscarme en una fiesta para llamarme zorra de una forma "indirecta" acusándome de robarle al novio.
No, no podía decirles eso.
―Kiart no es el chico para mí―decir eso me dolió hasta a mí misma, encogí los hombros involuntariamente―Preferiría no hablar más del tema.
―Por mi está bien―mi papa sonrió orgulloso.
Mi mamá rodo los ojos dándole un golpe leve en el hombro.
Todos salieron de la habitación dejándome sola. Mis hermanas me dieron una de esas miradas de "Esto no ha acabado aun" antes de marcharse. Empecé a organizar todas las pinturas que estaban en el escritorio, pase mis ojos por las paredes hasta encontrar uno de los dibujos sin terminar. Saque mis pinceles, agradecí tener puesta ropa que podía manchar y me dispuse a pintar la pared.
Intentaba distraerme, pero recordar la razón por la cual lo intentaba me hacía retroceder. Puse música en un pequeño radio que tenía en la habitación para relajarme, el enorme universo en la pared comenzaba a tomar vida conforme lo pintaba y arreglaba los detalles.
Terminaba de arreglar los anillos de Saturno cuando la música se detuvo y tono de mi celular capto mi atención.
Conteste sin prestar atención al nombre en la pantalla, sujetando el teléfono junto a mi oreja con mi hombro y mi barbilla.
―¿Bueno?―fue lo primero que salió de mis labios.
―Por fin me atiendes, pensé que ya nunca lo harías―la voz de Kiart me inquieto de inmediato―Venus, no me cuelgues, te lo pido en serio de todo corazón por favor no me cuelgues el teléfono―pidió sonando desesperado y abrumado. Casi me sentí mal, pero al recordar lo que había pasado solo creció la rabia en mi interior.
―No quiero hablar contigo―sentencie cortante―Ya te dije que puedes irte a la mierda―sostuve el teléfono con mi mano para alejarlo de mi oreja y colgar.
―¡Ya lo sé carajo!―grito por el auricular―¡Sé que soy un maldito imbécil!¡Pero yo te dije que podía cargarla en cualquier momento! No, ni siquiera dije que podía. Te dije que de hecho iba a hacerlo, y paso más rápido de lo que esperaba...yo tuve que haberte hablado sobre ella, las cosas no son como piensas...
―Por favor―solté una risa sarcástica―¿Qué vas a inventar ahora?―pregunte molesta―Es una niña, literalmente una niña carajo. No puedes justificarte, mucho menos esperar que te crea las mierdas que vas a decir para salirte del apuro, no sé qué coño piensas inventar pero de una vez te digo que todo lo que puedas decirme me sabe a tres hectáreas de mierda―hable rápido, fuerte, con mi rostro hirviendo.
De nuevo casi cuelgo, pero algo en mí no pudo. Quería gritarle hasta tal punto que se sintiera mal por lo que había hecho, se retorciera las tripas y no volviera a intentar arreglar la situación. Mi corazón palpitaba con fuerza, me hervía el rostro, me temblaban las manos.
―Venus...―casi susurro. Deje caer mi cuerpo sobre la cama quedando sentada en el borde―Quiero contártelo todo, de verdad que sí, permite que lo haga...Solo dame un momento porque no sé si pueda hacerlo.
Me quede en silencio.
―¿Venus?―inquirió.
Pase mi lengua por mis labios para remojarlos.
―¡Entonces embriágate hasta el culo, ponte los malditos pantalones de hombre y dime la puta verdad o vete a la mierda!―exclame moderando mi tono de voz para que las demás personas en la casa no me escucharan.
Y sin esperar su respuesta, solo colgué.
Lance el teléfono sobre la cama, no tardo ni un minuto en volver a sonar. Llamadas, mensajes, notificaciones. Respire profundo antes de tomarlo y ponerlo en modo avión.
Que volara esa mierda.
Opte por dejarlo cargando y salirme de la habitación. Todos estaban juntos en la cocina haciendo el almuerzo, termine por ayudarlos a servir y a arreglar la mesa donde comeríamos en familia como cada vez que estábamos juntos en la casa.
Durante la comida mis padres no dejaban de bromear hasta tal punto en que empezaron una guerra de comida entre ellos. Mi mama le lanzo un plato de plástico a mi papa, el tomo un pedazo de pollo tirándoselo a la cabeza, cuando la salsa del pollo bajo por la frente de mi mama todos estallamos en carcajadas.
―La verdad es que me quedo buenísima la comida―comento mi madre lamiendo la salsa que le llegaba a los bordes de la boca. Lleno su cucharilla con puré de papas y la uso como si fuera un resortera―Dime si el puré está bien de sal cariño.
―¿Cómo di...―mi papá no pudo terminar de hablar.
Todo su rostro se cubrió con el puré.
Wes estaba tomando agua y se ahogó con su risa, el agua le salió por la nariz y la que escupió cayó sobre el rostro de Aurora. La boca de la rubia quedo abierta y un poco de agua ensalivada se coló por ella.
Casi me ahogo con la comida que estaba masticando.
Esta era la mejor cura, en toda situación. Con dos minutos a su lado me hacían olvidarme de todo lo que pudiera estarme molestando y me hacían sentirme completa, sin molestias, ni miedos, ni nada más que felicidad.
(*)
Cuando volví a mi habitación tome el teléfono quitando el modo avión, las notificaciones empezaron a llegar. Decidir ignorarlo e irme a dar una ducha, me relaje muchísimo bajo el chorro de agua fría, que si bien me hizo temblar unos minutos después se volvió en serio refrescante.
Al salir me viste con unos legins negros, una playera sin mangas con algún dibujo que con el tiempo había perdido color y me puse mis preciosos Cross azules para andar en casa.
El tono de llamada volvió.
Suspire observando el nombre de Kiart en la pantalla del teléfono.
Lo deje sonar en mi mano hasta que se detuvo.
Ojee en mis notificaciones notando etiquetas, comentarios, reacciones. Al abrir mi instagram mi inicio estaba lleno de todas mis fotos junto a Kiart, el mismo las había subido todas con emojis en el lugar de la descripción, me había etiquetado en todas sin excepción alguna e incluso, de perfil tenía una de nosotros dos sonriendo.
Había comentarios de sus amigos, ninguno de los míos había comentado pero si le habían dado me gusta. A excepción de una foto, en la sale como nos damos un beso donde Bou le comento "MALEVOLO CUCARACHON SE NOS PUSO SENTIMENTAL".
Me reí por sus boberías.
Ver las fotos acelero mi corazón a millón, mis manos temblaron, un escalofrió me recorrió el cuerpo, ese que te da cuando sabes que te están mintiendo o que te mintieron, esa inseguridad y disgusto. Suspire y cerré con fuerza mis ojos para evitar que salieran las lágrimas por la rabia.
Aunque en el fondo, a una parte de mí le había encantado es gesto de Kiart.
―Estúpida, estúpida, estúpida, estúpida―me repetí dándome palmadas en la frente.
<<No seas débil, no seas débil, no seas débil>>
Ah este punto ya era consciente de lo mucho que me gustaba Kiart, tanto que mi corazón estaba desbocado y salvaje por lo encantado que quedo de su gesto, sabía que lo había hecho para que lo disculpara y eso me hacía querer hablar con él.
Me sentí aún más estúpida por eso, el chico se había comportado como un imbécil y yo pensaba en disculparlo, no es que era algo como para condenarlo, pero quién miente una vez, miente dos y miente tres.
También sé que si le doy otra oportunidad, entonces podría darle hasta tres o cinco.
Deje el teléfono de lado y tome mi almohada recostándome en ella aun con mis ojos cerrados, me concentre en la oscuridad por un par de minutos hasta que mis músculos se fueron relajando poco a poco, me quede dormida muy rápido.
Y lo que me despertó una hora y media después fue el incesante tono de llamada de mi teléfono, tenía que empezar a ponerlo en silencio o pensar en cambiar la canción.
Acostumbre a mis ojos a la claridad de lapantalla, parpadee varias veces antes de atender entre dormida y despierta a unnúmero desconocido.
―¿Hola?―mi voz salió ronca y cansada.
―Venus―suspiro Kiart aliviado. Su voz sonaba extraña―Sabia que me contestarías desde un número que no fuera el mío.
―Ya te dije que no quiero hablar contigo―frote mis ojos, incapaz de ser fría con él en este momento.
―Hice lo que me dijiste―sonaba relajado y un poco descoordinado, eso me hizo prestar más atención―Dijiste que me embriagara hasta el culo, pero en lugar de beber, me drogue hasta el culo―soltó una risa extraña.
Mi sueño se esfumo.
―Kiart, yo no hablaba en serio...―me quede sin aliento.
―¿Ah, no?―cuestiono, su voz me hizo querer golpearme con un ladrillo―Bueno, en ese caso, creo que volví a cagarla...―se quedó en silencio durante un minuto. Suspiro con pesadez―No has leído mis mensajes―otro silencio, lo siguiente que escuche fue como un golpe en mi pecho.
Sollozo, fue bajo, casi no pude oírlo. Pero era evidente.
―¿Kiart?―pregunte ahora alarmada, me sentí culpable.
―Lo lamento tanto―volvió a sollozar, esta vez mas fuerte―Soy un imbécil de mierda, un mentiroso y lo lamento...pero en serio, quiero contarte....contártelo todo...―de nuevo se desoriento.
―Kiart.
―Te necesito―y esas dos palabras casi me patean el rostro.
No sé si fue la forma en que lo dijo, la voz ronca y pérdida o el hecho de que no me había dado cuenta sino hasta ese momento cuanto me afectaba ese chico. Lo importante que se puede volver una persona en tu vida, es cuestión de solo un par de momentos juntos.
Me gustaba, demasiado. Lo quería.
Suspire.
―Voy para allá―dije―No consumas nada más, por favor―y colgué
Me puse en pie con nada más que mi teléfono en mis manos. Coloque las Cross en mis pies antes de salir de la habitación y bajar las escaleras hacia el living, mi mamá y Wes estaban viendo televisión mientras que ella cocía. Busque a mi papa con la mirada pero no se encontraba con ellos.
―Mamá―la llame―¿Dónde está papá? Tengo que salir, necesito que me preste su auto―mi voz estaba acelerada y nerviosa, tanto como yo.
―¿Sucede algo?―pregunto alarmada ante mi estado.
―Oh, no, tranquila―solté una risa nerviosa―Un problema con los chicos, algo pequeño, pero ya sabes cómo son que exageran todo y me hacen preocuparme de mas―intente calmarme para que me creyera la mentira.
Le tomo un minuto asentir y sonreír. BINGO.
―Está en el garaje cariño―me dijo.
Casi corrí hasta el garaje encontrando a mi papá buscando algo en su caja de herramientas con el capo de su auto arriba.
―Papá, ¿podrías prestarme tu auto?―le pregunte lo más tranquila que pude―Hubo un problema con los chicos en el departamento y necesitan que vaya.
―¿Ha esta hora?―pregunto limpiando la gasolina de sus manos con un trapo.
―Si―asentí―¿Podrías?
Saco unas llaves de su bolsillo y me las entrego.
―Estoy arreglando el mío, pero el de tu madre está estacionado afuera así que puedes irte en ese―se acercó para besarme en la frente―Conduce con cuidado, por favor dile a tus amigos que dejen de ser tan extraños y aclárale a Bou que no tiene que gritar cada vez que llama por teléfono, suficiente tengo con tu madre.
Rodo los ojos con exasperación, reí un poco saliendo a la entrada de la casa donde estaba el auto de mi madre, era un Sedan o Berlina de color plateado. Al entrar el olor a café inundo mis fosas nasales, mi madre siempre derramaba un poco en los asientos por sus apuros.
Observe mis mensajes una vez me senté tras el volante.
Los mensajes de Kiart me dejaron sin habla, si tenía dudas de ir o no hasta allá ahora mismo las había perdido. Tenía que ir, porque si no, mi sentimiento de culpa me desmoronaría por completo.
Busque entre mis contactos a Bou y le escribí antes de poner el auto en marcha;
Sin duda serían las tres horas más largas de misemana.
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