Capítulo 7: Al Acecho
—¿Qué tiene?—Dije ante la mirada inquisitiva de Keegan a mi cuerpo.
¿Ahora era un delito vestir presentable? Nunca salía mucho, y cuando me dignaba a hacerlo, quería vestir decentemente. Me sentí intimidada ante la mirada celeste de Keegan.
Maldito rubio alemán ario. ¡Larga vida a los ojos con concentración de melanina!
—Nada—Se encogió de hombros sutilmente—, solo es raro sin verte con tus grandes suéteres.
Negué con mi cabeza y seguimos sin hablar por unos minutos mientras la música del fondo seguía retumbando en mis oídos. Era una especie de bar-cafetería. Además, tenía una pista de baile que se mantenía vacía. En las mesas de nuestro alrededor, la gente parloteaba y bebía constantemente. El lugar estaba atestado.
—Oh—Keegan articuló observando algo atónito detrás de mí. Me volteé y no encontré nada destacable—, Claire llegó a su turno.
Busqué con más ímpetu y logré enfocar a una chica de piel tostada colocándose su delantal de trabajo. Su pelo negro estaba sujeto en un desordenado moño a lo alto de su cabeza y sus ojos—lo cuales desde esta distancia parecían negros absolutos, tal vez castaños—se concentraban en el nudo del delantal.
El monstruo verde salió en mí.
Ella era preciosa.
—Oauh.—Logré exclamar. ¿Por qué tenía que ser exótica mientras que yo era menos que ordinaria?
De todas formas, la chica me caía bien, por todo lo que me contó Keegan.
—Lo sé.—Respondió él con su mirada fija en la chica quien se acercó a una mesa alejada de nosotros.
Me derretí al ver a Keegan suspirar por ella, era como ver a...bueno, me entienden. Él es Keegan Wayne. Y estaba enamorado, cosas así no se veían todos los días. Sus ojos celestes no dejaban a la morena ni un segundo, anhelando a que correspondiera a sus sentimientos honestos y dulces.
Ojalá alguien me mirase así.
Mi autocompasión terminó en el instante en el que una famosa canción de electrónica empezó a sonar por los estéreos colgados en las paredes moradas del lugar. Un grupo de amigos se levantó a bailar alocadamente (la canción ni siquiera tenía tanto ritmo, así que supuse que estaban un poco idos). Otras parejas y amigos se les unieron. Las mesas se comenzaban a vaciar. Las personas dejaban sus bebidas en sus lugares y se unían a la diversión de la música.
Solo quedamos dos mesas. Y Claire estaba atendiendo la otra. Éramos los próximos. Y sé que Keegan lo supo por qué su cara reflejó los nervios que nunca alguien haya podido ver. Excepto yo.
Tomó mi mano y me arrastró a la pista. Oh, no.
—¿Q-qué haces?—Pregunté horrorizada. Yo no sabía bailar.
Keegan tomó mis manos y me movió sin escuchar mis quejas pidiendo por su compasión. Él miraba para otro lado, al que apostaría que era Claire quién estaba por allí.
—Por Dios, eres un asco bailando, Sam.—Volvió su mirada hacia mí, juzgando el movimiento patético de mis pies. ¡Estaba tratando!—No iba a dejar que Claire me viera, no estoy listo.
—Estoy segura de que la conquistaras apenas le hables. Aunque sea para pedirle la sal.—Traté de animarlo. Además, creía que era la verdad—. ¿Qué puede pasar? No creo que nada sea peor que lo del puré de papa.—Señalé mientras me tomaba de sus hombros para no caer.
¡Largo odio a la electrónica!
—No lo entiendes. Ella es diferente, es especial.—Los faroles celestes de Keegan parecieron soñadores y casi muero de ternura. ¿Por qué le había llamado psicópata? Es un romántico, aunque sea solo con Claire—. No estoy listo para...hablarle de esa forma. Todavía.
—Esta bien.—Resoplé y me detuve de mi baile embarazoso. Todavía podía oler el aroma del cigarrillo, aunque, según Keegan, lo redujo a uno por día. Resoplé varias veces. Me sacrificaría por Keegan Wayne—. Iré a hablarle.
—¿De mí?—Preguntó con su entrecejo fruncido. Yo negué con mi cabeza mientas una sonrisa se dibujaba en mis labios.
—Averiguaré cosas por ti. No soy tan...sociable pero haré lo que pueda.
Keegan sonrió aliviado y me sonrió con agradecimiento. Le devolví la sonrisa y me dirigí a la barra en la que Claire estaba limpiando algunas copas y tazas.
—Hola, chica. No creo que tengas la edad pero...—Claire me sonrió al verme y luego bajó la voz (la cual tenía un acento sureño) con complicidad—, ¿quieres una cerveza?
—Gracias.—Dije al recibirla. Tomé un pequeño sorbo y arrugué mi nariz ante el sabor amargo pero traté de disimularlo.—¿Claire, eh?
Comencé a entablar una conversación al leer su nombre en el plástico colgado de su camiseta de trabajo.
—Así es chica.—Sonrió y me señaló con su dedo algún lugar a mi izquierda. Y prosiguió con ironía—. La chica del mes. O bueno, meses.
Seguí su mirada y en la enorme pared se encontraba varios cuadros de ella en los que decía "Claire Bennet, empleada del mes". Había un montón de ellos. Me resultó curioso que en todas las fotografías tenía un listón de diferentes colores en su cabello.
—Debes de ser muy buena.—Dije impactado por los tantos cuadros. Esta chica se mataba trabajando.
—Parecerá mucho pero créeme.—Se inclinó hacia mí y sonrió—. Soy la única que trabaja aquí, no hay otra opción. Y a mí jefe le gusta poner esos cuadros así que...
Asentí a su oración sin terminar. Acomodé uno de mis mechones y volví a concentrarme en la chica frente a mí.
***
—Es empleada del mes todos los meses ya que es la única que trabaja allí. Su amiga Camyl se embarazó así que tiene todo el trabajo. Le gustan los listones de cabello, mucho. Odia las ensaladas, ama las hamburguesas pero hace ejercicio tres días a la semana.—Puse un dedo en mi barbilla tratando de recordar—. Ah, sí. Adoptó un gatito la semana pasada y se llama Pan Dulce.—Finalicé con un movimiento de mi cabeza.
—¿Cómo conseguiste tanta información en quince minutos?—Preguntó indignado luego de escuchar cada palabra atentamente.
—Tú chica habla demasiado.—Puntualicé. Keegan hizo una mueca ante la mención de "su chica"—. Solo tenía que quedarme ahí y listo.—Alcé mis manos.
Había sido muy simple. Pero en esos escasos quince minutos, Claire demostró ser la persona más simpática del mundo, era súper gentil y carismática.
Con Keegan hablamos sobre Claire durante mucho tiempo, desde el primer día que la conoció en una biblioteca. Él se estaba ocultando para ausentarse en la escuela y allí apareció Claire, con el libro de Orgullo y Prejuicio en sus manos. Se vieron por casualidad y Claire comenzó a hablar (eso no me sorprendió) y Keegan, quién no era un fanático de los libros, igualmente quedó absorto al escuché la voz angelical de Claire hablando del señor Darcy. No supo que le pasó, pero algo le flechó. Dijo que todo en ella simplemente parecía correcto. Estar con ella parecía bien, justo lo que necesitaba. Averiguó más sobre ella y con el paso de los meses, se enamoró de la amante de las libros. Era su ángel.
Y estuve de acuerdo con él. Pensé en que le podría vender los derechos de la historia a Hollywood.
Miré la hora en mi celular y abrí mis ojos como platos. ¡Dios mío! Era la una de la mañana.
Giré mi cabeza hacia Keegan para informarle que se tendría que ir. Me sorprendí al encontrarlo dormido sobre unos de los cojines de mi cama. Traté de despertarlo pero no respondía. Pude jurar verlo babear sobre mi almohada. Giré mis ojos sonriendo, él era un niño. A mí madre no le gustaría pero mi corazón era muy blando (y no omitamos que me di cuenta de que Keegan no pasaba mucho de su tiempo en su casa, no quise preguntar por qué). Agarré la cobija en mis pies y lo tapé.
—Buenas noches, Keeg.—Susurré.
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