—Muy bien.—Di unas pequeñas palmas con mis manos—. Háblame de Claire.

Keegan echó su cabeza hacia atrás, liberando el aire que estaba conteniendo. Me acerqué más hacia él para que comenzara a hablar. Estábamos sentados en el patio de la escuela y sí, pude notar que algunas personas nos miraban de soslayo.

—¿Qué quieres que te diga?—Preguntó mientras observaba lo que yo escribía en mi libreta.

Escribí el nombre de Claire y repiqueteé con mi bolígrafo el papel.

—¿Cómo es su apellido?

—Bennet.—Artículo y me apresuré en escribirlo, al lado de su nombre.

—Ahora tendrás que decirme todo lo que sepas de ella.—Le informé mirándolo fijamente y volví a repetir—. Todo.

Keegan asintió y empezó a pensar. Se rascó su barbilla, lo que me recordó que le tendría que decir que era momento de que se afeite. Él abrió sus ojos y me miró, preparé mi pluma para escribir cualquier flujo de información disponible.

—Ella trabaja en Kaly y Ken los lunes y sábados a la noche.

—¿A qué escuela asiste?—Indagué luego de anotar su trabajo como mesera.

Keegan me dio una extraña mirada con esos ojos claros que le envidiaba. Fruncí mi seño, él no emitía palabra. ¿Qué pasaba?

—Ella tiene veintidós años.—Confesó luego de unos tensos segundos.

Mi bolígrafo cayo de mi mano. Entreabrí mis labios sorprendida. ¿Veintidós años? Él apenas tenía diecisiete y nos faltaban dos años para terminar la secundaria. Antes pensé que el problema de que no estén juntos era por qué Keegan no era el chico ideal, pero ahora, empecé a creer que era por la diferencia de edad.

—No, la edad no es un problema.—Dijo resoplando. Él había leído mis pensamiento—. Te lo prometo, la edad no es problema para mí.

—¿Y para ella?—Dije frunciendo mis labios. ¿Acaso era legal eso?

—Su último novio tenía dieciocho años.—Respondió tratando de convencerme.

Genial, era una asalta cunas.

¿Pero quién soy yo para juzgar eso, verdad?

—De acuerdo...—Aclaré mi garganta y volví a mi técnica—, ¿qué más sabes sobre ella?

—Nació en Nebraska, sus padres son divorciados y le encanta el color rosa.—Keegan quedó pensativo—. ¡Ah, sí! Le encanta Audrey Hepburn.

Punto para la chica. Yo también amaba a Audrey.

—¿Algo más?—Pregunté anotando y tratando de ignorar que algunos estudiantes nos señalaban y murmuraban.

—No lo sé.—Keegan suspiró rascándose su cabeza como un niño confundido—. Ella es malditamente difícil pero...

—La quieres.—Concluí. Esto era tan lindo.

Sería como Romeo y Julieta. Claro, sin las luchas, ni veneno, ni muertes. Y duraría más de solo unos pocos días. Todo sería perfecto. Y yo podría poner mi nombre en los créditos de su boda. ¡Tal vez su hija llevaría mi nombre!

—Iremos a Kaly y Ken esta noche.—Keegan abrió sus ojos como platos y negó espantado—. Sí, iremos.

—No voy hablarle, me niego.—Afirmó sin titubear.

¿Qué pasó con el chico malo? Debía estar totalmente enamorado para temer hablarle a Claire. Pero no me importó, lo obligaría a ir, averiguaríamos cómo era Claire Bennet, que le gustaba, sus intereses, todo sobre ella.

Para luego, planear el golpe maestro.