Capítulo 41: Perfecta Unión
Nuestros labios chocaban constantemente para cada uno poder saciarse de las caricias del otro. Nuestras piernas se encontraban entrelazada y la totalidad de nuestros cuerpos demasiado juntos. Paramos un segundo pata recuperar el aliento que se nos ha sido arrebatado en cada beso. Nuestras miradas se conectaron y solo pude sentir electricidad, los ojos celestes de Keegan se veían manchados de negro, sus pupilas dilatas. Él se acostó a mi lado y este silencio me puso ansiosa. Nuestra tarde solo había consistido en besarnos en su cuarto, si mi madre supiera, nunca me dejaría salir de la casa. Sería capaz de ir en busca del Papa Francisco y traerlo a rastras para que me bendiga de estos pensamientos. Porque sí, he pensado en eso. No estaba lista, no por ahora. No se que pasaba por la cabeza de Keegan, eche un vistazo disimulado para su lado. Trataba de respirar profundo con los ojos cerrados, queriendo aparentemente calmarse y desacelerar el ritmo. Retorcí un poco mis dedos y me concentré en observarlo. Sus filas de pestañas rubias se encontraban inmovilizadas, detallé el puente de su nariz recta y memoricé sus labios. El superior era más fino que el inferior, eso le sentaba bien. Me removí incómoda y una sonrisa nerviosa se dibujó en mis labios cuando uno de sus parpados se abrió y su mirada se concentró en mí. Me atrapó observándolo y aunque no estaba apenada no pude evitar un sonrojo en mis mejillas, traté de esconderlo ocultándome en su cuello.
—No sé que me gusta más, molestarte o besarte.—pensó unos segundos—. O tus feos suéteres.
Hice un puchero ante lo último.
—Con eso se confirma que te gusta más la primera opción.—respondí y el sonrió.
—Tranquila, me acostumbré a ellos desde que los comenzaste a usar en cuarto grado.—explicó y procesé ese hecho. Era verdad, en ese año empecé a odiar la ropa que mi mamá quería que usase.
—Odiaba el rosa.—contesté y dudé unos segundos—. Aunque creo que solo quería aparentar que no era una niña, quería ser mas grande.
Keegan rodó sobre su estómago y clavó su mirada fijamente sobre la mía.
—Con razón siempre te vi un complejo de vieja.—soltó y fruncí mis labios para después golpearlo despacio en el hombro. Él levantó sus cejas burlándose internamente de mi golpe débil y volví a sacar mi labio inferior en forma de puchero. Lo que no veía venir es que al hacer ese acto, él se acercó y lo mordió levemente para después retirarse hacia atrás. Obligué a mi mente a desparecer el calor en mis mejillas y pensamientos sucios.
—¿Puedo hacerte una pregunta?—inquirí.
—Acabas de hacerla.—replicó y blanqueé mis ojos. Por un momento había olvidado que Keegan era Keegan.
—Si siempre te gusté... no sé, ¿por qué nunca traste de ser más amable conmigo en el paso de los años?
Tomó mi mejilla izquierda y empezó a trazar pequeños círculos.
—Bueno... tú sabes que soy así, no lo puedo evitar.—Se quedó callado unos segundos y luego suspiro—. Pero debo confesar... que quizá haya estado un poco resentido contigo un tiempo.
—¿En serio?—fruncí mi entrecejo.
—Sí, no me prestabas atención y no te culpo, solo que... me dolía y era mi mente tratando de defenderse de ese sentimiento. No siempre fui feliz con solo verte en la escuela, Sam. Hubo una época en la que traté de pensar en ti como una mala persona.—cerró sus ojos y al abrirlos pude ver que pedía perdón con su mirada—. Traté de olvidarte tantas veces, demasiadas, pero no podía. Eras.... Eres demasiada perfecta.
—No soy perfecta para nada, Keegan.—reí ante ese pensamiento absurdo aunque sus palabras habían caramelizado mi corazón.
—Para mí lo eres.—objetó simplemente—. Entonces traté de verte como alguien que no merecías mi tiempo.... Pero Dios sabe malditamente que yo no era el que merecía tu tiempo. Y lo sabía muy profundo dentro de mí.
Yo no dejaba de repetir sus palabras en mi cabeza, mis terminaciones nerviosas estaban a su límite y mi cerebro estaba por colapsar.
—Pero ejecutaste tu plan.—puntualicé y el sonrió irónico.
—Piénsalo como una misión suicida, era mi última oportunidad o intento.—suspiró con una sonrisa colgando de sus labios—. No puedo creer que haya funcionado.
Asentí y volvimos a envolvernos en el silencio. Eran las cinco de la tarde, debía llegar a mi casa antes de las seis o mi madre me castraría. Pensaría que estaba haciendo cosas nada inocentes, y a decir verdad, casi que lo estaba. Una pregunta se formuló en mi mente y con precaución, la soltaron mis labios.
—Mhm... ¿has... estado alguna vez con una chica?—aparté mi mirada hacia el rincón de la habitación. No quería ver su mirada en reacción a mi curiosidad.
—No.—contestó y mis ojos se volvieron rápidamente hacia él—. Lo único que he hecho con una chica fue besarme.
Asentí, una pequeña felicidad se instaló en mi pecho. Los dedos de Keegan y los míos jugaban con ellos mismos hasta que se unieron en perfecta simetría.
—¿Y tú?—interrogó—. ¿has estado con otros chicos?
—Con nadie.—respondí—. Solo he besado a dos chicos, bueno tres contigo. Con un chico en un verdad o consecuencia y con... Damien.
Me reí internamente con el recuerdo de ese chico pelirrojo con frenos hace unos años atrás. Cuando Eleanor prácticamente me obligó a besarme con ese niño. Recordé cómo había babeado mi cara y que me había dado un poco, por no decir bastante, asco. Un fugaz recuerdo me hizo reír. A Douglas le había tocado besarse con un chico por seis segundos. No le debió haber parecido tan asqueroso como nos había dado a entender en ese entonces.
Observamos como nuestras manos unidas hacían la más perfecta de las uniones. Sonreí, de verdad estaba tan feliz. Nada podía ser más perfecto. En unos días teníamos pensado viajar a la ciudad done vivía a mi padre para verlo, conocerlo. Me ponía nerviosa tratando de armar la escena en mi cabeza. ¿Estará casado? ¿Tendrá más hijos? Por supuesto, todavía no le había comentado ni un detalle a Julia, mi mamá. No sabía cómo respondería a mi curiosidad de conocer al hombre que rompió su corazón más de una vez. Keegan me prometió que me acompañaría, dejé caer mi cabeza sobre su hombro y cerré mis párpados.
—Dime algo.—pedí.
—Algo.—respondió y rodé los ojos internamente.
—Te encanta fastidiarme.—concluí—. Vamos, algo que nadie sepa.
Debía estar meditándolo porque tardó su tiempo en contestar. Cuando respondió, supe que lo que me decía nadie en el mundo estaba al tanto de ello. Lo supe por su tono confidencial, casi susurrando. Me hacía sentir especial, me hacía quererlo más.
—Quiero estudiar letras.—replicó—. O ser escritor, o ambos si puedo.
No me esperaba esa confesión. Me hizo tomar otra perspectiva, Keegan era un chico profundo, yo lo sabía. Lo ocultaba del resto del mundo, pero yo sabía y sentía que había muchas más cosas intensas y profundas detrás de la coraza que lo protegía.
—Eso es asombroso.—comenté con completa sinceridad—. ¿Has escrito algo ya?
—Muy poco.—dudó. Podría intuir que no se sentía cómodo con lo que me estaba diciendo, era algo muy suyo, algo que nunca antes había salido de sus labios. Pero me lo estaba diciendo a mí—. Suspenso.
—¿De qué trata?
—Mhm, es sobre un chico. Él ve a esta pálida y flaca chica subirse al autobús todos los días y tomar asiento a su lado. Nunca hablan entre ellos, pero es siempre lo mismo, todos los días del año. Él se acostumbra a ella, la espera incluso, es parte de su rutina. Es curioso sobre lo que puede ocultar la cicatriz en una de las mejillas de la muchacha, pero lo que no lo deja dormir son sus ojos de diferente color. Es casi una obsesión.—Keegan suspiró y continuó—. Un día la chica olvida su bolso, el chico lo toma pensando que mañana podrá devolvérselo y tener la oportunidad de hablar. Pero ella no apareció ese día... ni el siguiente, ni el otro. Por un folleto de persona desaparecida sabe que ya no la verá. Decide curiosear sus cosas antes de decidir de llevárselas a la policía. Pero cuando desbloquea su celular, una aplicación está abierta, con varias páginas escritas. La primera frase: "Mi diario, que por miedo nunca podrá estar en papel, al alcance del mundano". Y va descubriendo, página por página, que es muy posible que la muchacha ya no se encuentre con vida.
Terminó de relatar y abrí mucho mis ojos. ¡Ahora quería saber que pasaba! Me interesaba, era muy bueno, definitivamente quería leerlo. Mi humor empeoró cuando me di cuenta que podía ser que Keegan nunca iría a la universidad, porque no cumplí con el trato de su padre. El cual todavía no tenía idea de que Keegan sabía toda la verdad. Solo su madre, y por lo poco que sabía, estaba pensando seriamente en el divorcio.
—Parece ser muy bueno.—comenté sobre el libro de Keegan, él sonrió un poco tímido pero lo deshizo rápidamente con un beso robado de mis labios. Seguí con su juego, y le arrebaté uno también. Y él volvió a robarme otro, aunque por supuesto, nos dejábamos robar.
—Keegan.—llamé su atención y una tregua al juego—. ¿Quieres ser mi novio?
Él parecía sorprendido, tomó su tiempo en procesar lo que había dicho, solo tomó mi mejillas para acercar mis labios a su rostro y susurrar un "si" para luego unirlos.
N/A Hola, bebés. Ay, esta vez actualicé temprano, me sentí inspirada y aunque el capítulo es bastante simple, es un gran paso para estos jóvenes. Leí algunos comentarios sobre el capitulo en el que dije que tenía un final muy original para la novela. No sé todavía, si wattpad está listo para ello(? Ya veremos, apiádense, mis niños. Quiero que comenten y me digan todo lo que piensan, que les responderé :)
Pd: pequeño el detalle que Sam le pidió ser novios, ¿eh? #GirlPower(?
-Mitch.
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